Hola, cómo creo que saben —si es que ya han pasado por aquí antes—. No soy de hacer adaptaciones. (No porque este en contra de ellas, todo lo contrario, me encnatan porque así he encontrado un buen de libros que de no haber visto así, seguro no habría leído). Salvo ese desliz que tuve con "Las cosas que pasan por el corazón" en el que de hecho puede echar de mi cosecha, aunque la historia ya estaba hecha. Sin embargo, he caído en la tentación.

Había querido hacer un fic para el 14 de febrero. Un oneshot, pero la verdad no me salió, de repente se alargó y alargo pero no avanzaba en la historia en si, por lo que mejor lo deje pausado. En este inter, me encontré un libro de pura casualidad. Se llama "¿Solo amigos?" Y pertenece a Ana Alvarez. Esta lindo, la verdad, y mientras lo leía no podía dejar de pensar que esa historia era muy adaptable al NaruHina. En fin, que lo termine de leer, y que me entero que había cuatro partes más de la historia. Solo que estos contenían la historia de sus hijos.

Cómo podrán imaginarse, los tuve que leer. Y de nuevo caí en cuenta de que cada historia podía ser perfectamente NaruHina jajaja —Ya sé, todo lo que leo siempre es en mi cabeza NaruHina, no lo puedo evitar—. El asunto es que, así es como llegamos a este fic que es una adaptación del tercer libro. (Mi favorito de los cinco) Espero que les guste. Prometo no tardar en subirlo puesto que no debo quemarme el seso para pensarle que sigue, solo editarlo.

Como advertencia debo decir que esta un poco loco en roles de paternidad y así, no se espanten si aquí los Uchiha no tienen hijos o si no existe Ayame y Teuchi.

Saluditos y Gracias.

Aclaración:

Ø Naruto y sus personajes pertenecen a Masachi Kishimoto.

Ø "Amigos y algo más" Es el tercer libro de la serie "Amigos" de Ana Álvarez. (Léanlos todos porfitas)

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***Prologo***

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Kushina y Minato se conocieron en la universidad. Se enamoraron y después de algunos cuantos inconvenientes pudieron al fin terminar juntos.

Su amor dio frutos, cuatro para ser exactos; Nagato, el mayor, era un chico pelirrojo y con la complexión delgada de su madre, tranquilo y reposado. Al igual que Kushina, en sus años de estudiante había sido el cerebrito de la clase, porque sentía un ansia innata por saber cosas. Era infatigable haciendo preguntas cuando cogía un tema que le interesaba.

Yahiko, un año menor. Era un auténtico diablillo, simpático, cariñoso y zalamero como él solo. Físicamente no se parecía a ninguno de ellos, Minato se burlaba diciendo que se lo habían cambiado en el hospital, pero en su carácter, Kushina veía mucho de su padre. Siempre estaba inventando diabluras y les traía de cabeza. Al igual que le pasaba a Minato, era capaz de conseguir hacerse perdonar cualquier cosa a base de besos y abrazos. En su infancia era frecuente que se presentara en casa con un dibujo o una flor para sus padres o para Chiyo, que los había cuidado desde pequeños, al igual que un día hiciera con su padre.

Naruto, 18 meses menor que Yahiko. Era indudablemente hijo de Minato. Sus mismos ojos azules, su mismo pelo y su misma complexión delgada. Aunque cabezota y testarudo como todos sus hermanos; en eso sus padres discrepaban y cada uno decía que ese rasgo de su carácter era heredado del otro. Kushina decía que eran Namikaze de pura cepa y Minato añadía que la testarudez era Uzumaki.

Y, por último, la más pequeña; Karin. dos años menor que Naruto. Pelirroja como su madre, seria, centrada y muy hermosa.

Por otro lado, Fugaku y Mikoto Uchiha, amigos de Minato y Kushina desde la universidad —aunque en caso de Fugaku, desde mucho antes—. Enamorados también en sus tiempos de escuela, concibieron a Konan años después. Una hermosa chica, muy parecida a su madre. Vivaz e inteligente, 11 días mayor que Yahiko. Está cautivo el corazón de los tres hermanos Namikaze. Sin embargo. Solo podía elegir a uno de ellos, por lo que dos terminaron con el corazón roto.

Uno de los desafortunados fue Naruto.

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Después de que entre los tres hermanos Konan se decantara por Yahiko, Naruto pensaba que tendría el corazón roto el resto de su vida. No fue así. Ayudó mucho que la nueva pareja no mostrara en público ningún signo de su nueva relación y se comportaran como siempre, como los amigos entrañables que habían sido desde la infancia, para no herir los sentimientos de los dos hermanos menos afortunados.

Aquella noche en que Konan y Yahiko se quedaron en la playa, Naruto regresó con Nagato y con Karin a casa de sus abuelos y después de cenar su hermano se lo llevó de copas por el pueblo y le permitió emborracharse. Es más, le animó a ello consciente de que lo necesitaba. Se tomó varias copas, mientras Nagato solo se permitió una, le dejó filosofar sobre la vida, sobre el amor y desvió la conversación de «la mujer» hacia las mujeres en general. Después lo llevó tambaleante hasta la casa de los abuelos y lo hizo entrar con sigilo. Ya Yahiko estaba acostado pero despierto en la habitación que los tres hermanos compartían, y entre él y Nagato lo desnudaron, lo metieron en la cama, y le aguantaron la frente cuando la borrachera desencadenó en vomitona a las cuatro de la madrugada. Después lo volvieron a acostar para que descansara. El malestar físico con que se levantó le ayudó a soportar el otro, el del primer desengaño amoroso que nunca suele ser el más profundo, pero sí el que más duele.

A sus diecisiete años apenas cumplidos, decidió que si no podía tener a Konan se dedicaría a explorar el otro sexo en su totalidad, o al menos en la medida que las féminas se lo permitieran. Shion, su compañera de instituto, fue su primera relación que podía considerar seria y estuvieron juntos un par de meses. Con ella descubrió algo parecido al enamoramiento, y Konan empezó a difuminarse.

Después siguió una larga lista de amigas que se sucedían una detrás de otra, con una facilidad pasmosa. Ninguna le robó el corazón ni tampoco el sueño. Empezaba a salir con alguien, durante unas semanas se sentía enamorado como solo un adolescente puede estarlo, para acabar aburriéndose en poco tiempo y rompiendo la incipiente relación. Por lo general era él quien cortaba ante el estupor de su hermana que creía en el amor para siempre tal y como lo veía en sus padres.

Con el tiempo empezó a sentirse harto de llantos y reproches, de mujeres que esperaban amor eterno, aunque él jamás lo hubiera prometido y evitó las relaciones de cualquier tipo. Cuando conocía a una chica que le atraía, se aseguraba de dejar muy claro que se trataba de un simple intercambio sexual entre adultos y si la mujer en cuestión no aceptaba o intuía que esperaba más, se daba media vuelta y buscaba en otro sitio.

Konan simplemente se diluyó en el recuerdo, y un par de años después le costaba trabajo recordar que alguna vez había sido su gran amor. Se convirtió para él en la novia de su hermano, en una amiga entrañable de su infancia y nada más.

Y él continuó con su vida sin mirar atrás.

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