Bueno, este es mi primer fic, así que espero que les guste o que al menos puedan darme algún consejo o crítica constructiva.
Al ser mi primer Dramione, no estoy muy segura de si seré capaz de darle la emoción necesaria, dado que creo que no debe haber dramas superlativos para que una historia sea necesariamente buena. A todos nos gusta un poco de emoción, o llorar en algunas escenas, pero mi principal idea con este fic, es que disfruten todos los momentos ya sean humorísticos, tristes, emotivos etc.
Disclaimer: Casi todo los personajes, hechizos, instalaciones y términos mágicos pertenecen a JK Rowling. Cuando no sea así, lo aclararé en la N/A del principio del capítulo en el que dicha invención mía aparezca.
Disfruten la lectura :)
~Topi~
-Capitulo 1, Hogwarts Letters
Se encontraban en el número 12 de Grimmauld Place cuando sucedió.
Hermione estaba mirando por una ventana en su habitación del tercer piso cuando vio a una lechuza posarse frente a la puerta. Rápidamente bajó las escaleras y la abrió, la lechuza ya no estaba allí, pero en su lugar había un sobre muy abultado.
Lo tomó y se metió tan rápido como pudo en el interior de la casa, dirigiéndose a la cocina. Kreacher estaba allí preparando el desayuno para su amo, el señor Potter, y la joven que vivía con él, la señorita Granger.
Después de lo acontecido en la Batalla de Hogwarts hacía tan solo unos meses, Hermione fue a vivir con Harry a Grimmauld Place. Kreacher mostraba una gran fidelidad hacia Harry y, aunque muy a su pesar, aceptó que debía ser respetuoso con la señorita Granger, aun que fuera una sangre impura.
Sangre impura. Sangre sucia. Tantas veces habían llamado así a Hermione a lo largo de los años. Recordó aquel día en segundo año, cuando Draco Malfoy usó ese término con ella. Ni siquiera comprendía que significaba hasta que Hagrid se lo explicó.
Suspiró. Hubiera preferido los insultos de aquel rubio platinado todos y cada uno de los días de sus años en Hogwarts a tener que haber soportado la guerra y sus consecuencias. Todos habían perdido algo durante lo sucedido.
Miró su muñeca, allí estaba el reloj que su padre le regaló, con sus iniciales grabadas en el reverso, luego de su primero año en Hogwarts. Sus padres...
Seguía sin encontrarlos, y no tenía mucho tiempo para ir hasta Australia y recorrerlo en busca de sus progenitores.
Ron y Harry le sugirieron que buscara algún tipo de ayuda, en libros o en el Ministerio para facilitar las cosas, pero había otro problema, y es que Hermione Granger la sabelotodo, no sabía como retornar los recuerdos de un obliviate.
Entristecida, oyó los pasos de su amigo por la escalera y trató de distraerse de aquellos pensamientos.
-Buenos días Herms, ¿Has desayunado?- bostezó el joven dándole un cariñoso apretón en el brazo.
-No, acabo de levantarme porque he visto una lechuza posarse en la entrada.- le tendió el sobre.
Harry abrió el sobre con el ceño fruncido, dentro se encontraban dos sobres más pequeños. Le tendió uno a Hermione.
-Es de Hogwarts.
"Querido señor Potter
Tenemos el placer de informarle que el colegio Hogwarts de Magia y Hechiceria reabrirá sus puertas éste 1 de septiembre.
Dados los hechos acontecidos anteriormente este año, deseamos invitar a todos los alumnos que no pudieron concluir el curso (independientemente de a que año pertenezcan) a retomar dicho año.
Esperamos su lechuza antes del 31 de agosto.
Muy cordialmente
Filius Flitwick
Subdirector"
A continuación se encontraba la lista de materiales y advertencias.
Hermione no cabía en si de gozo. Pensó que jamás podría volver a Hogwarts. Las paredes de Grimmauld Place la entristecían, más que nada por el recuerdo de aquellos que estuvieron allí, pero tampoco quería salir al exterior, tenía miedo y se sentía desprotegida.
En un abrir y cerrar de ojos, Harry, con un par de hechizos tenía preparados los baúles de ambos y empujaba a la castaña hacia la puerta. Sin que ella pudiera ni protestar, se aparecieron en La Madriguera.
El joven estaba sentado en el sillón de cuero de su padre. Su madre, a su lado, miraba el interior de la chimenea, aunque estaba apagado, pensativa. A pesar de encontrarse a 10 de agosto, hacía mucho frío en la mansión, pero eso podría atribuirse al sentimiento lúgubre que embargaba cada rincón de la imponente Malfoy Manor.
-Draco, debes ir, porfavor- Narcissa Malfoy miró a su hijo a los ojos, pero ni los de él ni los suyos propios parecían los mismos de años atrás.
El aludido miró la carta en sus manos, pero no cambió su semblante.
-Mamá, ya hemos hablado de esto. Nadie me quiere allí, seré un estorbo para los profesores y haré sentir incómodo al resto.- En otro tiempo, esa idea le hubiera fascinado, ahora sentía náuseas al pensar qué sería de él si volvía a Hogwarts. Trató de sonar frío pero se notaba el el miedo en su voz.- A demás, hay que acabar de solucionar lo de padre y ...
-No hay mucho más que se pueda hacer, Draco, yo me encargaré.
Después de dos meses de juicios y audiencias, finalmente los cargos de Narcissa y Draco Malfo habían sido retirados gracias al testimonio de Harry Potter.
El pequeño héroe de guerra... lo detestaba, solo por el simple hecho de haber podido escoger qué papel tener en la guerra, por no ser hijo de un mortífago, por ayudarlo cuando no lo merecía. Por orgullo.
Miró a su madre, sus ojos le suplicaban silenciosamente, y supo que no tenía elección.
-Iré.
