Casi un año había pasado ya desde la precipitada huída de Hogwarts, y Hermione Granger se encontraba, a pesar de las circunstancias, feliz por fin. Vivía con Barty en aquella casita a la que había dado ya su toque personal, y aunque tuviera que lidiar con las constantes idas y venidas del joven a dondequiera que se reuniese con su señor, se había acostumbrado a su nueva vida.
No obstante, echaba muchísimo de menos a Harry y Ron, a sus padres, y a todas las personas con las que había mantenido contacto en el colegio. Pero era el precio que debía de pagar, un alto precio sí, pero justo. Además, gracias a Barty pudo enterarse de lo que le había ocurrido a sus amigos: la lucha contra los mortífagos en el Ministerio, la muerte de Sirius… cada vez que pensaba en eso sentía un escalofrío, pues Harry estaría pasándolo fatal y le hubiera gustado acompañarlo en esos duros momentos. Sin embargo, estaba convencida de que su amigo saldría victorioso ante cualquier dificultad, pues Ron estaba a su lado, siempre incondicional.
Aquella mañana de primavera Hermione despertó cuando un rayo de sol entró por la ventana y se reflejó en su rostro. Ella se giró, desperezándose un poco y estirando su cuerpo, y contempló cómo aquel hombre dormía plácidamente a su lado; acarició su rostro con suavidad para no interrumpir su sueño, y se dijo que era lo más precioso que había tenido jamás. Cada recodo de esa afilada tez le parecía extremadamente bello, e incluso pensó que tocarlo iba a ser mancillar esa belleza. Lo miraba sonriente cuando él, notando los suaves dedos de la chica sobre su piel abrió los ojos lentamente, vislumbró en la tenue habitación su rostro angelical y sonrió.
—Buenos días—. Le dijo tocando su, como siempre, encrespado pelo.
Pero Hermione no dijo nada, se limitaba a mirarlo con una repentina lascivia que había surgido dentro de su ser y que subía por su cuerpo manifestándose en un insoportable calor, y se abalanzó sobre él sin darle posibilidad de reaccionar. Se colocó a horcajadas sobre Barty y comenzó a besar su cuello, lamiéndolo con brío mientras notaba la pronunciada erección del joven.
Hermione sonrió satisfecha y lo miró a los ojos sin dejar de mostrar sus blancos dientes. Él hizo lo propio, sonriendo con un deje de malicia que a Hermione la excitaba sobremanera, y esta comenzó a notar que las manos de Barty se deslizaban lentamente y con suavidad por las piernas de ella hasta llegar a sus bragas, para bajarlas con violencia.
Hermione sentía que su excitación iba en aumento, el calor se apoderaba de ella y se quitó el camisón arrojándolo al suelo, para acto seguido lamer el torso desnudo de Barty hasta llegar a su ombligo. Bajando sus boxer y dejándolos en cualquier parte, volvió a colocarse sobre él para comenzar ambos a moverse al mismo compás.
—Me gusta que empecemos así el día—. Decía Barty mientras una media sonrisa se dibujaba en su cara.
Era una sensación maravillosa la que estaba experimentando, y se sentía mal por ello, pues mientras ella tenía una vida más o menos tranquila, dentro de lo apacible que podía ser estar con un mortífago claro, sus amigos estarían pasando dificultades. No podía hacer nada por ellos, por lo que se conformaba con recibir de vez en cuando información de Barty.
Por un momento olvidó que estaba entregándose a su hombre como había hecho ya innumerables veces, y Barty cesó de moverse al ver la cara de preocupación de Hermione.
—¿Qué ocurre?— Preguntó algo inquieto.
—Nada, no te preocupes —. Dijo ella intentando disimular sus verdaderos sentimientos.
—A mi no me engañas—. Aquella voz se tornó de nuevo algo oscura, pero Hermione ya estaba acostumbrada a aquel tono.
Pero la chica, tapando los labios de su amante con un dedo, le rogó con la mirada que callara y no estropeara aquel momento, y deslizando su dedo por la boca de Barty lo besó con rudeza, mordiendo la carne con ansia y totalmente fuera de sí. Sus preocupaciones se habían disipado en un instante dando paso a un inusitado deseo de que el joven la hiciera suya, por lo que retomó aquellos movimientos que había dejado a medias, haciendo que Barty se estremeciera de placer bajo ella.
El momento del éxtasis estaba cerca, y Hermione lo sabía porque notaba gran presión entre sus piernas; por ello aumentó la velocidad de sus movimientos hasta que Barty se liberó y por fin pudo relajarse en aquel blando colchón. Ella se tumbó a su lado, y ambos se miraron: Hermione sonriente, Barty más serio.
Ella ya estaba familiarizada con la falta de expresividad del joven pero en ese momento notó que algo le preocupaba y no había querido decirlo. Le rogó que hablara.
—Barty, sé que te ocurre algo, no me mientas.
—¿Ahora lo sabes todo sobre mi o qué?— Preguntó malhumorado levantándose de la cama, agarrando los boxer y comenzando a vestirse.
—No es eso, pero sé cuándo algo te preocupa— balbuceó un momento—, soy tu…
La verdad, no sabía bien lo que eran. ¿Novios? Jamás habían hablado de ello, simplemente habían comenzado una vida juntos en un lugar alejado, solitario, y nunca se habían planteado su situación sentimental. Dio gracias a que Barty no se hubiera percatado de aquel titubeo, pues no le apetecía iniciar otra discusión acerca de ningún tema trascendental, como en ocasiones.
—Pues no es necesario que te preocupes. Además, son cosas que no entenderías—. Dijo Barty abotonándose los puños de su camisa, con un repentino tono irritado.
—Así que no lo entendería ¿eh?— Hermione estaba adoptando el mismo tono que el joven, y empezaba a exasperarse, pues no sabía por qué Barty actuaba de aquel modo si ella tan solo quería ayudar en lo que pudiera— ¿Acaso no he demostrado que soy una persona lo bastante inteligente como para entender ciertas cosas? ¿No te demuestra nada el hecho de que abandonara todo por ti…?
—¡Está bien!— Gritó Barty realmente enfadado— No es por ti, es que últimamente entre los mortífagos hay un ambiente de preocupación.
Hermione sentía curiosidad: Barty no solía hablar de lo que hacía en aquellas reuniones con su señor y todo su séquito de la maldad, y ya que se le planteaba la ocasión de obtener alguna información quería aprovecharla, como había hecho anteriormente y gracias a lo cual pudo enterarse de todo el asunto de la profecía.
—¿Y eso por qué si puede saberse?— Dijo con fingida despreocupación.
—El Señor Tenebroso lamenta el incidente en el Departamento de Misterios, y todos se temen que tome represalias contra ellos. Inútiles… no saben hacer nada a derechas, y lo peor es que por su incompetencia tendremos que pagar todos.
Hermione odiaba a Voldemort con todo su ser, y más lo iba a odiar si castigaba a Barty sin motivo. Respiró hondo antes de hablar.
—Bueno, no voy a decir nada porque sabes lo que pienso sobre Vol…—se calló al ver la cara de ofendido de Barty, como si pronunciar el nombre de su señor fuera cuanto menos un crimen y rectificó— tu señor, pero te ruego que tengas mucho cuidado Barty. Sabemos de lo que es capaz.
—Lo sé. Yo ante todo le debo lealtad, y aunque esté más o menos de acuerdo con sus métodos sigue siendo mi señor.
Pronunció aquellas palabras con tal devoción que a Hermione se le heló la sangre: jamás entendería esa actitud por parte de Barty, esa fidelidad extrema hacia Voldemort. Pero había decidido vivir con ello y lo aceptaba.
Hermione intentó calmarse, aunque por dentro sintiera gran agitación, y adoptó una actitud serena. Barty pareció serenarse también al ver a la chica, pues se acercó a ella y la besó en la frente.
—He de irme. Luego nos vemos.
Y salió sin más dilación por la puerta. Hermione suspiró y miró al techo: odiaba que se fuera, porque no sabía si volvería a verlo.
