Nunca tuvieron opción.

Quizá era mas que simple rivalidad de casas, un Slytherin, un Gryffindor.

Ellos debían odiarse.

El odio hacía las cosas mas fáciles, entonces... ¿Que hacían ellos amándose como lo hacían?
Todo ese tiempo cerrando los ojos, tomándose las manos mientras murmuraban promesas de un futuro juntos

No se puede evitar lo inevitable.

No podían evitar una guerra.
Ambos debían luchar.

Ninguno pedía que el otro no luchara ¿Para que?

En la guerra la única baja es la de la vida y el amor.

No importaba quien ganara, uno de ellos perdería, ambos perderían.

El cielo nocturno los había contemplado ya muchas veces amándose, jurándose amor eterno.

Nunca hubo intención de escapar.

La sangre que seria derramada, pura o sucia, como le llamaran, seguiría siendo mágica.

El amor es mágico.

Y aunque su amor fuera poderoso, tanto o mas que su magia, no les salvaría.

No salvaría nadie, ese amor era condena.
Ambos lo sabían, estaban condenados.

Y él no había estado tan seguro de eso hasta que la ve caer, entre lagrimas y sangre.
Sangre que no es de él. Lagrimas que no son de ella.

Y no es como la guerra termina.

Pero es como todo termina para él.