En otoño era costumbre entre los humanos juntarse para recordar a sus muertos y recordarlos al menos una vez al años. Deseaban que, en otoño y en invierno, cuando el frío y el viento hacían su aparición, les diesen fuerzas para soportar los días más oscuros. La costumbre acabó extendiéndose por las demás razas, que aunque no compartían sus mismos ideales, les gustaba la idea de celebrar algo más a los largo del años. Los elfos contactaban con sus familiares residentes en Mandos rezando en sus tumbas, y les invitaban a celebrar la noche de los muertos junto a ellos.
Al rey Thranduil, de Mirkwood, solían dársele bien las fiestas, por lo que muchos años era el anfitrión y abría las puertas de su reino a la gente de Rivendel e incluso la de Lothlórien. Aquél año, Elladan y Elrohir, los mejores amigos del príncipe Legolas se habían comprometido a acudir unos días antes de la fiesta, y así pasar más ratos a solas y sin compromisos con el sindar.
Desde su trono, el rey contempló a su hijo pasear y mostrarles a los gemelos las últimas innovaciones del castillo subterráneo. Thranduil sonrió. Legolas nunca había tenido muchos amigos por seguridad, y los gemelos siempre le aportaron un gran apoyo, por lo que eran siempre bienvenidos en su reino. Sus cabelleras oscuras como las plumas de un cuervo sobresalían con los castaños que eran propios de su reino, y todavía más con la rubia melena de la familia noble que allí gobernaba.
"Hijo." –le llamó cuando advirtió que subían para dirigirse al exterior. Estaban lejos de él, pero su oído era fino y no necesitó gritar.- "¿A dónde te diriges? Hay cosas suficientes para hacer en el palacio como para salir a la intemperie."
"Lo sabemos, padre, sólo queríamos pasar el resto del día en alguna aldea humana y beber algo de cerveza. ¿Tenemos tu permiso?"
"Está bien. Pero id armados, los caminos no son seguros ya. No gastéis mucho tiempo, os quiero de vuelta antes del amanecer. Y os quiero sobrios." – asintió al fin, dándole un toque algo más severo al final-
Legolas sonrió, Elladan inclinó la cabeza y Elrohir asintió con ímpetu. Poco después desaparecían por la puerta.
Iniciaron una alegre cabalgata, basándose en el mandato del rey para volver pronto, galoparon un largo rato hasta salir del bosque, y luego de salir a la intemperie propusieron varias carreras, en las que por supuesto, ganó Elrohir, haciendo honor a su nombre de elfo jinete. Al final, Legolas y Elladan terminaron rindiéndose en el intento de alcanzarle y empezaron a conversar.
"Nunca creí que tu padre nos permitiría salir." –suspiró Elladan-
"Sí, siempre quiere protegerte, y hoy en día es peligroso salir a solas. Sobre todo para un príncipe como tú."- opinó Elrohir, que había vuelto junto a ellos-
"Lo sé, de hecho, yo tampoco me lo esperaba. Cuando estamos juntos debe sentir que soy más feliz, y me consiente mucho. Deberíais mudaros, nos lo pasaríamos genial."
"Será mejor que no abusemos mucho…"
"¡¿Qué dices?!-exclamó Elrohir- "¡Sería una gozada para nuestro amigo el príncipe!"
Todos rieron, hasta que Legolas cesó en seco sus carcajadas y se quedó contemplando el horizonte en silencio y con mirada estudiosa como la de un gato, mientras su pupilas se hacían cada vez más pequeñas, para enfocar en la lejanía como sólo los elfos sabían hacer. Los dos gemelos aguardaron a que les dijese algo, pero el príncipe siguió inmerso en sus pensamientos. Elrohir entrecerró los ojos mirando en la misma dirección, pero sólo vio una pequeña aldea.
"¿Qué ocurre, Legolas?" –interrumpió Elladan al fin- "Es sólo un pueblo."
"Es… silencioso." –murmuró el sindar- "Está demasiado callado aquí. Debería haber risas y gritos, es una fiesta importante la que está por venir."
"Tal vez estén comiendo, o en los campos."
"¿A estas horas? No lo creo." –dirigió el caballo hacia el lugar. – "Propongo que investiguemos."
Los gemelos se dirigieron una breve mirada. Los dos sabían que se iban a quedar sin cervezas. Al trote, avanzaron el poco trecho que les separaba de la aldea, dándose cuenta conforme se acercaban de que algo iba mal, terriblemente mal. Los cuervos revoloteaban de tejado en tejado, graznando la tragedia que allí se había desarrollado. Cadáveres. Había cadáveres por todos sitios. Ancianos, mujeres, hombres, niños, perros. En sus camas, en las casas, las tiendas, las calles. Elladan se tapó la nariz para evitar cuanto pudiese el olor a muerte que invadía el lugar. Elrohir cerró los ojos para evitar las miradas vidriosas que le dirigían los muertos, que todavía conservaban un rictus de miedo y horror. Legolas, con todo el coraje que pudo reunir, se arrodilló junto a un hombre y acarició su mejilla.
"Está frío, pero es reciente."
"¿Orcos?" –murmuró Elladan sacando la espada y poniéndose en guardia mientras rodeaba la plaza en busca de enemigos.-
"Demasiado finos." –negó Elrohir- "No hay sangre ni miembros extirpados. Es todo muy limpio, no es su estilo dejar la escena limpia."
"Los han desangrado…"-susurró aterrado Legolas-
"¿Qué dijiste?" –los gemelos se aproximaron, y Legolas les mostró la marca de dientes que había en el cuello de aquél hombre. Su palidez y su baja temperatura resaltaban la falta de sangre en su interior. Sin embargo, no había manchas carmesí en ningún lugar.-
"¿Qué… cosa… sería capaz de hacer esto?"-se estremeció Elrohir-
"No lo sé, pero desde luego una muy peligrosa." –masculló Legolas- "Deberíamos avisar a mi padre."
"Cierto, no es recomendable quedarnos aquí, podría seguir por aquí cerca. Tenemos que irnos. Ya."
"Todavía no." –se negó Elladan, que se había vuelto a alejar y miraba a su alrededor.- "Esta mujer no murió aquí." –dijo, señalando otro cadáver- "Fue llevada desde aquella casa. Y… También este hombre, y esos dos están más a la derecha… Es premeditado, con un fin, todas estas molestias. Han hecho un dibujo."
No dijo nada más, sino que trepó al tejado más cercano y después saltó de casa en casa. Elrohir lo siguió. Legolas se disponía a subir también, cuando enganchado a una ventana, una sensación de frío invadió su corazón, e incluso le pareció distinguir un reflejo rojizo al fondo de la habitación.
"¡Es un ojo!" –le sobresaltó uno de los gemelos, y se apresuró a subir al tejado-
Era verdad. Los cuerpos, desde arriba, formaban un anillo con un ojo en su interior.
"¿Qué significa todo esto?" –murmuró Legolas, ya olvidando por completo lo que acababa de sentir en aquella ventana. Sin embargo, aquella pregunta no necesitaba respuesta. Todos sabían lo que aquél signo les comunicaba, pues ya empezaba a abundar en aquellos lugares donde el mal empezaba a renacer-
"Ahora sí." –tembló Elladan- "Ahora sí que debemos irnos."
Nadie rechistó. Rápidos y silenciosos como la sombra bajaron de los tejados y corrieron hacia sus caballos, para salir de aquél cementerio a galope tendido.
Thranduil leía manuscritos en su trono cuando Legolas llegó con las mejillas encendidas por el esfuerzo, seguido de Elladan y Elrohir.
"¿Qué ocurre?" –preguntó mientras bajaba los escalones y colocaba una mano en el hombro de Legolas, que temblaba suavemente.-
"Vimos… algo. Una masacre." –resopló su hijo-
"Una aldea entera…"-asintió Elladan-
"Completamente exterminada. Y había un ojo." – secundó Elrohir-
"No había sangre…" –gimió Legolas- "No sabemos qué pudo ocurrir, quien pudo hacerlo."
Thranduil retrocedió unos pasos.
"No estoy muy seguro de poder imaginarme aquello que me relatáis. Sentaos, tranquilizaron y contadme todos los detalles."
Los tres jóvenes asintieron. Contaron con pelos y señales todo lo que habían visto, mientras Legolas sentía un escalofrío recorrerle la espalda.
Apenas unas dos horas después, regresaban a la aldea acompañados de una treintena de soldados. Pero una nueva sorpresa les aguardaba allí.
Los cadáveres no estaban. No había ningún sólo rastro de lo ocurrido. Excepto, tal vez, la ausencia total de seres vivos.
"Pero… ¿Qué demonios?" –mascullaron al unísono Legolas y Elrohir, mientras Elladan dejaba escapar todo el aire que tenía en los pulmones-
"Estaban aquí, aquí mismo, había un montón reunidos en la plaza." –le explicó Legolas al capitán de la guardia-
"¿Crees que los ha escondido el mismo que los mató?"
"Seguro. ¿Pero por qué lo hizo?"
"Para esconder evidencias, obviamente. Debía haber algo en los cuerpos que pudiera delatarlo."
"¿Crees que es algo que ya hallamos visto?"
"Los cadáveres eran recientes cuando llegamos por primera vez. El asesino debía de seguir por la zona, tal vez lo espantamos del pueblo y se ocultó para espiarnos. Si lo hubiésemos descubierto, tal vez no habría permitido que siguiésemos con vida. Había matado a un pueblo entero, ¿qué más daba tres elfos más?"
"Pero… dibujó un ojo. Quería que lo viésemos."
"Tal vez quería que fuese visto por alguien en especial, no nosotros."
"Desde el primer momento supe que no era un asesinato cualquiera… pero ahora se hace más que evidente que se trata de un misterio terroríficamente bien planeado."
Los tres jóvenes conversaron de este modo mientras los soldados repasaban las casas y los alrededores asegurándose de que no había nadie. La búsqueda, como habían pensado, fue inútil.
Los soldados ya iban a volver al bosque Negro cuando Legolas, resuelto, se levantó y retiró su caballo de los demás.
"Yo me quedo." –anunció-
