SEGUNDA OPORTUNIDAD
I: PROLOGO
Giudecca, Inframundo
Año 212 B.C.
Dos espectros de Hades escoltaron a la prisionera. En un principio, o estaban muy seguros de donde debía ser juzgada, si en Antenora, pues se le consideraba una traidora a su patria por abandonar Siracusa a su propia destrucción, o en la misma Giudecca, por haber interferido en los asuntos de los dioses, pero finalmente optaron por la última de las opciones. Hades y los dioses gemelos presidirían el juicio, acompañados por los dioses del mundo de los sueños, así como los tres jueces del Inframundo.
La prisionera era una mujer que llevaba un vestido griego blanco, una doble diadema sobre sus cabellos recogidos, a la usanza griega, y sandalias color marrón. Atado a su brazo desnudo, la mujer llevaba un listón de color morado, símbolo de que había tomado su propia vida. Tenía una mirada muy orgullosa y, hasta cierto punto, insolente. Aún así, iba caminando con seguridad.
La mujer y los dos espectros se detuvieron delante del rey del Inframundo, y éstos la obligaron a inclinarse y a bajar la mirada.
-Bueno, mujer- dijo Hades- supongo que tú sabes que haces aquí-
Ella asintió con suavidad.
-Sí, lo sé, y me sorprende que su majestad haya encontrado tiempo para juzgarme con toda la elite del Inframundo, sobre todo ahora que tiene una batalla que pelear contra Athena- dijo en voz baja la mujer sin dejar de sonreír.
-¡Calla, mujer!- dijo uno de los dos espectros que la rodeaban, abofeteándola y haciéndola caer al suelo de rodillas- ¡estás ante la presencia de los dioses!-
Ella se tocó la mejilla golpeada, dolida y ofendida. No se levantó, ya que los espectros a sus lados la detuvieron por los hombros para impedir que lo hiciera. El juez de Wyvern se levantó y, tras una reverencia hacia todos los dioses presentes, se volvió hacia la acusada.
-Los cargos contra ti, Agatha de Siracusa- comenzó a leer el juez- son que has conspirado con tu maestro, Arquímedes, para entregar un objeto poderoso a Athena, capaz de destruir y de vencer a todos los dioses del Olimpo y del Inframundo. ¿Cómo respondes a esa acusación?-
-Soy inocente- dijo la mujer con convicción, sacudiendo sus hombros para que los espectros la soltaran y poderse poner de pie, lo que hizo- no he entregado nada a Athena. Ese objeto existe, y mi intervención fue solo esconderlo para que no caiga en las manos equivocadas-
Hades alzó las cejas, y llamó al espectro de Wyvern. Éste se acercó y escuchó lo que el rey del Inframundo le susurró al oído.
-El señor Hades está dispuesto a ofrecerte su generoso perdón- dijo el juez en voz alta, una vez que Hades terminó de hablar, y el juez se volvió hacia ella- si nos das esa información sobre la ubicación de ese objeto, para usarlo como un arma en la presente guerra contra Athena-
Agatha casi rió ante aquella sugerencia. Justamente por eso se le había indicado esconderla. La chica solo sonrió levemente, lo que la hizo parecer mucho más insolente que antes.
-No puedo revelar su ubicación, señores- dijo Agatha con su insolente sonrisa- juré por el Estigia, y por todos los dioses que ese secreto moriría conmigo-
La mujer pudo ver que Hades fruncía el entrecejo, pero de pronto mostró una sonrisa peculiar. Se volvió hacia el espectro de Wyvern y asintió, y éste volvió su mirada a la acusada.
-El señor Hades está dispuesto a concederte un inmediato regreso al mundo humano, y darte vida eterna, si acomodas sus deseos- dijo el juez- solo tienes que darle lo que desea: la ubicación de la esfera de tu maestro, Arquímedes-
Agatha sonrió tranquilamente, alzando las cejas.
-¿Porqué siempre tiene que ser una cosa a cambio de otra cosa?- dijo Agatha- el señor Hades me hace un gran deservicio al suponer que con ese ofrecimiento rompería una promesa hecha tan solemnemente ante los dioses-
Hades frunció el entrecejo, y se puso de pie, cosa que los demás imitaron. Agatha sabía el veredicto antes de que el espectro de Wyvern lo pronunciara. Una vez que se terminó, Thanatos, el dios de la muerte, se acercó a ella y la tomó por la barbilla para hacerla levantar la mirada.
-¿Sabes que vamos a destruir tu alma, mujer?- siseó Thanatos con una sonrisa llena de desdén y desprecio- y vas a desear jamás haber presentado esta sonrisa insolente delante del señor Hades y su corte, estúpida mortal-
Agatha tembló, perdiéndose en los profundos ojos de Thanatos, mientras que el dios de la muerte la soltaba con brusquedad. Ya sabía que eso iba a pasar. La chica cerró los ojos con fuerza, esperando el golpe que, estaba segura, Thanatos le daría. Pero éste no llegó. Sintió otra presencia detrás de ella, y se volvió hacia atrás. Hypnos la miró con tranquilidad y con el ceño fruncido.
-No, Thanatos, el señor Hades desea que su castigo sea más… duradero- dijo el dios del sueño en su habitual estado calmado- serás encerrada en Morphia por toda la eternidad- se volvió a Morpheus, y éste asintió- tienes varios siglos por delante para arrepentirte de tu insolencia y desobediencia-
Agatha cerró los ojos y esperó su castigo. Antes de desaparecer en una ruptura del espacio que Morpheus formó, la joven abrió los ojos y miró hacia atrás. Los profundos ojos de Thanatos se cruzaron con los suyos por un instante. Fue lo último que vio antes de ser encerrada en un sueño eterno.
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Año 15 antes del nacimiento de Athena
Rodorio, Grecia
El hombre se acercó a la ventana, ignorando la tormenta que rugía en el exterior. El quinto mes del año estaba a punto de morir, y sabía que en unos pocos minutos nacería el hijo que tantos años había deseado tener. Sabía que iba a ser varón, ¿cómo podía ser diferente? Los dioses no podían abandonarlo sin darle un hijo. Ya era un hombre viejo, y llevaba muchos años esperando uno. Y después de otros cuatro embarazos malogrados, por fin lo tendría.
Un fuerte llanto interrumpió sus pensamientos. El llanto de un recién nacido. El hombre sonrió lleno de alegría. ¡Ya era padre! Por fin, después de tantos años de espera.
La asistente de la partera salió del cuarto de su esposa. Se veía fatigada, tras más de diez horas sin comer o dormir, vigilando el trabajo de parto de la mujer, y llevaba un bulto en sus brazos.
-Señor, los dioses le han sonreído este día- dijo la mujer- su esposa ha tenido un hijo, y el niño se ve sano y de buen peso-
El hombre tomó al niño de brazos de la mujer, y vio por primera vez los ojos azules de su hijo. Su propio hijo.
-Por fin- dijo el hombre, besando la frente del recién nacido- gracias, dioses, por fin un hijo. Saga-
El bebé sonrió en sueños tras escuchar su nombre, y el hombre lo estrechó dulcemente contra él mismo. Levantó la vista y estuvo a punto de ingresar a la habitación de su esposa para ver como se encontraba, cuando la asistente de la partera se lo impidió.
-¿Qué sucede?- dijo el hombre.
-La partera acaba de anunciar que hay otro- dijo la mujer.
-¿Otro?- dijo él, sorprendido- ¿otro niño?-
-Sí, señor- dijo la mujer, volviendo a entrar a la habitación y cerrando la puerta tras de sí.
El hombre estaba desconcertado. ¿Había otro bebé? Eso no podía creer lo que escuchaba. ¿Era una bendición de los dioses?¿Había pedido un hijo, y se le daban dos? Era demasiado bueno para ser verdad. Y lo fue.
Después de veinte largos y agonizantes minutos, se escuchó el llanto de otro bebé dentro de la habitación. El hombre respiró aliviado, con Saga en sus brazos, quien lloró respondiendo al llanto de su hermano menor. Tras un par de minutos, la mujer volvió a salir, con el otro niño en brazos.
-Tiene otro hijo sano, señor- dijo la asistente sin ningún rastro de la emoción que había mostrado previamente con el nacimiento del primer bebé. Sin soltar a Saga, se acercó a ver al otro niño, idéntico al primero. Antes de que pudiera decir algo, o nombrar a su otro hijo, la partera salió con una expresión apesadumbrada y sombría.
-Lo lamento muchísimo, señor- dijo la mujer- la presión fue demasiada para ella. El segundo niño venía con los pies por delante, y tuve que maniobrar mucho para ayudarlo a salir. Tras el segundo nacimiento, no pude contener la hemorragia, y eso puso demasiada presión en su corazón. No pude hacer nada más. Lo lamento, señor…-
El hombre miró la puerta. Entró, aún con el mayor de sus hijos en sus brazos, y cayó de rodillas, a llorar a su esposa perdida. La asistente de la partera dejó al otro niño, el menor, en la pequeña cuna de madera que la familia había encargado para su hijo. El pequeño, sintiendo que estaba solo, reanudó su llanto desconsolado.
El padre se levantó, y se acercó al menor de sus hijos, sin soltar al mayor de entre sus brazos. Le puso una mano en la cabeza, con sumo cuidado, y le besó la frente.
-No llores… Kanon- dijo el hombre con tristeza, por fin nombrando a su segundo hijo- tú me has salido muy caro, pues mi amada esposa ha perdido su vida para que tu puedas tener la tuya-
El pequeño siguió llorando, y el hombre puso a su hermano mayor en la misma cuna, para que los dos se consolaran mutuamente, y se volvió para llorar a su esposa perdida. Los dos niños lloraban, desconsolados, hasta que uno tomó la manita del otro, y se tranquilizaron al sentir uno el contacto del otro.
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Oráculo, Delfos, Grecia
Año diez antes del nacimiento de Athena
El viejo Aleksej Laine fue a consultar el oráculo de Delfos, como siempre hacía antes de que naciera cada uno de sus nietos. Ya tenía un nieto llamado Oskar, de dos años, de quien el oráculo le informó que le daría fama como uno de los más prominentes médicos en Grecia. Ahora, la esposa de su hijo mayor estaba esperando de nuevo, y el finlandés había viajado desde Tampere para buscar nuevamente al oráculo y saber el futuro de la criatura.
-Puede pasar, señor Laine- dijo una de las sacerdotisas del oráculo.
Aleksej Laine entró entre los pasajes del oráculo de Delfos, hasta encontrarse cara a cara con la sacerdotisa de Apolo. El finlandés se inclinó ante ella, y se dispuso a escuchar a la mujer, entre los cánticos de las otras sacerdotisas y el olor a incienso.
-Aleksej Laine- dijo la sacerdotisa con voz masculina- pronto tendrás una nieta, una mujer que tendrá una lengua de oro y una voz embriagante. Cuentacuentos. La musa Calíope le regalará su bella voz para hechizar a quien la escuche-
El señor Laine sonrió, orgulloso. La sacerdotisa se levantó y le mostró un collar de plata con un dije que tenía una enorme piedra, un topacio azul, y se lo entregó.
-Pon este collar en el cuello de tu nieta cuando nazca- dijo la sacerdotisa- y todo lo que he dicho pasará-
Aleksej Laine sonrió. Lengua de oro. Era un poder legendario. El hombre iba a tomar el collar, pero la sacerdotisa se lo impidió, deteniendo su mano.
-También debes saber que todo poder tiene un precio- dijo la sacerdotisa en un tono severo- los humanos que han sido bendecidos por una lengua de oro están condenados a estar solos, y de tener una vida infeliz- le entregó el collar- es tu decisión-
Aleksej Laine no lo dudó. Tomó el collar, e inmediatamente regresó a Finlandia.
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Cabo Sounion
Año del nacimiento de Athena
Kanon continuó maldiciendo a su hermano gemelo. ¡Cómo se atrevía a encerrarlo, a él, su propio hermano gemelo, condenándolo a morir ahogado lentamente en aquella horrible prisión. Ya llevaba un par de días ahí, y había un cosmo que lo había salvado.
-¡Maldito Saga!- gritó el gemelo contra los barrotes de su prisión- ¡lo maldigo mil veces, por poner a su propio hermano, su propia sangre, en esta horrenda prisión!-
Pateó uno de los barrotes con fuerza por debajo del agua, pero éste ni siquiera se movió. Kanon bufó. Lo odiaba con todo su ser, y un día se liberaría y se vengaría.
Ambos gemelos habían sido muy ambiciosos en su infancia. ¿En que momento Saga se había vuelto un santurrón? Seguramente desde que se había vuelto amigo de ese Aioros. Sabía que el nuevo santo de Sagitario se la pasaba diciendo tonterías sobre el honor de ser santos de Athena. Bah. Ese estúpido Aioros había envenenado la mente de Saga con esas tonterías, y lo había hecho tan tonto e imprudente como él mismo.
Kanon tomó una piedra del suelo de su celda y la lanzó contra los barrotes, gritando de furia.
La verdad es que Kanon no quería admitirse una verdad muy importante a sí mismo. Y esa verdad era que estaba asustado. Y no porque Kanon tuviera miedo de morir, sino porque jamás había creído posible que su hermano, su gemelo, con quien había estado desde el vientre de su madre, lo hubiera abandonado a morir así. Porque lo habían abandonado de verdad. Lo pudo notar en los ojos de Saga. En su expresión. Se estaba despidiendo de él. Ya lo había dado por muerto.
Kanon cayó de rodillas y se llevó las manos a la cabeza. Su hermano lo odiaba. Lo culpaba por todo, desde el momento en el que había tenido uso de conciencia, Saga le había dicho que ellos no tenían una madre por culpa de él. Que si él no hubiera nacido, Saga tendría una madre que lo amara. ¿Acaso era él realmente, y no Saga, la reencarnación del mal? Él era un asesino, ¿no es así? ¿Qué no había asesinado a su madre al nacer?
Kanon golpeó los barrotes. ¡No! Tenía que salir de ahí. Tenía que redimirse.
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Tokio, Japón
Año del nacimiento de Athena
Mitsumasa Kido se había reunido con algunos de sus socios tan pronto como había regresado de su viaje a Atenas. Desde que llegó, estaba preocupado. Apenas había conseguido una nodriza para la pequeña niña que acababa de adoptar. La armadura de Sagitario que el moribundo santo que la había salvado le había entregado estaba en ese momento escondida en lo más profundo de las bóvedas de su mansión.
El mayordomo, Tatsumi, anunció la llegada de sus socios.
Había algunos que no le agradaban, como lord Castlehaven o los italianos Bellini, pero con ellos tenía algunos negocios en común que atender. Sus invitados no tardaron en llegar: los Solo, quienes venían de Grecia, incluso habiendo dejado a su hijo de tres años en Atenas, lord Stuart, un escocés, herr Neuer, su esposa, los Bellini, el duque de Northumberland y finalmente lord Castlehaven.
-Bienvenidos, queridos socios- dijo Mitsumasa Kido- ¿en qué les puedo ayudar?-
Lord Castlehaven se puso de pie.
-Señor Kido- dijo el inglés- estamos buscando un valioso tesoro en el Santuario de Athena-
-Ya habíamos hablado de este asunto antes, lord Castlehaven- dijo Mitsumasa Kido, cruzando los brazos exasperado- ustedes dijeron que la profecía dice que una niña nacida en un día que no existe es quien la va a encontrar. Mientras esa niña aún no exista…-
-Acabo de adoptar a una niña de unos cuantos meses, nacida el veintinueve de febrero, que es quien puede cumplir la profecía- dijo lord Castlehaven, y Kido alzó las cejas- ya sabes porqué estamos aquí, Kido. Necesitamos ese libro-
Mitsumasa Kido suspiró, y se puso de pie. Había encontrado el libro con la historia del manuscrito perdido y la esfera de Arquímedes en uno de sus viajes a Roma. Buscó con los dedos el grueso volumen, lo encontró y lo puso en la mesa.
-Antes de dártelo, Castlehaven, una advertencia- dijo Mitsumasa Kido- estás a punto de meterte en asuntos de los dioses. Y eso nunca termina bien-
Los socios murmuraron entre ellos. Los italianos y alemanes incluso rieron burlonamente. Lord Stuart se cruzó de brazos también, con una expresión sombría en su rostro.
-Kido tiene razón- dijo el escocés- no es sabio interferir en eso…-
-Gracias por sus consejos, Kido, Stuart- dijo Castlehaven en un tono impertinente- pero los dioses siempre nos han sonreído. No tenemos porqué temerles-
-Hay otro asunto de lo que queremos hablar contigo, Kido- dijo el duque de Northumberland- Castlehaven y yo haremos un contrato. Sobre mi hijo y su hija adoptiva-
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Tampere, Finlandia
Verano, Año del Nacimiento de Athena
Oskar Laine tenían once años, y su hermana Satu tenía nueve. Ambos niños, desde pequeños, se juntaban una vez a la semana en la biblioteca de la casa de la familia para leer historias y muchos cuentos de hadas. Oskar no sabía que tenía su hermana, pero cuando ella leía, su voz parecía hipnotizante, y su lengua parecía de oro. La hermosa niña tenía cabellos de oro, y ojos color esmeralda.
-Satu- dijo Oskar, haciendo a un lado al gato de la familia para que no se subiera en el regazo de la niña- léeme el cuento de Suyettar y los nueve hermanos, ese no lo conozco-
-No, ya no, Oskar- dijo Satu, moviendo su mano para ahuyentar al gato, que insistía en regresar sobre ella. Estaba enojada con su hermano- ¡te vas a ir a vivir a Grecia! Me vas a dejar sola con mis historias y mis cuentos-
-No, Satu- dijo Oskar tristemente- sabes que no es cosa mía, ni tuya, sino de nuestra familia- la tomó de las manos- el abuelo quiere que lo acompañe a en su viaje a Atenas, en Grecia. Pero te prometo, hermanita, que te escribiré tan pronto como pueda, si tu prometes hacer lo mismo-
-Lo prometo- dijo la niña.
-Entonces lee el cuento- dijo Oskar, sonriendo.
Satu asintió y se levantó a tomar un libro. Lo abrió en la página correcta, y comenzó a leer.
-Había una vez una mujer que tenía nueve hijos varones- comenzó a leer Satu, quien tenía una voz hermosa y embriagante- los cuales deseaban con toda el alma tener una hermana. Pero una fea bruja, Suyettar, estaba decidida a arruinar a esa familia, por lo que hizo que los nueve hermanos dejaran su casa antes de que la niña naciera. La niña se llamaba Kerttu, y un día, cuando se hizo mayor, salió a buscar a sus nueve hermanos mayores. Su madre le dio un anillo de oro con flecha en su interior, y le dijo que tenía que decir para que el anillo le mostrara el camino. "Le darás tres vueltas", le dijo su madre "y dirás 'gira, mi pequeño anillo, y muéstrame que camino debo tomar, para por fin a los nueve hermanos encontrar, cuya madre y la mía es la misma en verdad', y pronto llegarás con ellos"-
-¿El anillo le mostraba el camino?- dijo Oskar, interrumpiendo la historia.
-Después de tomar el anillo de manos de su madre, Kerttu salió a…- continuó leyendo Satu, pero se interrumpió al escuchar un objeto tintineando. Los dos se miraron entre ellos, y buscaron en el suelo por el objeto que habían escuchado. Pronto Satu lo encontró. Un anillo de oro, con una pequeña flecha en el engaste, tal y como el de la historia que Satu estaba escuchando.
-¿Cómo pasó eso, Satu?- preguntó Oskar, sorprendido. La niña se encogió de hombros. No solo ese anillo había aparecido, sino que el gato había desaparecido, convirtiéndose en una ilustración de su libro.
-¿Qué hice?- dijo Satu, asustada.
-Satu, ¿viste lo que hiciste?- dijo el niño- sacaste un anillo del libro-
-Pero… pero…- comenzó ella.
Oskar miró a su hermanita, quien estaba muy asustada. Le puso una mano en el hombro para tranquilizarla.
-No te asustes, hermanita- dijo Oskar- esto será nuestro secreto, ¿sí?-
Satu asintió vehementemente, y Oskar sonrió. Ambos chicos rieron, olvidaron el cuento por unos minutos, y siguieron jugando.
Aleksej Laine, quien estaba observando a sus nietos, sonrió al ver lo que había aparecido en el suelo, cuando Satu se ponía en el dedo el anillo dorado, el cual se quedaba perfecto.
-Lengua de oro- dijo el anciano.
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Año nueve del nacimiento de Athena
Nuremberg, Baviera, Alemania
Un día después de cumplir dieciocho años, Satu Laine emprendió el viaje hacia el continente para reencontrase con su hermano. Sabía que estaba estudiando medicina en Atenas, y que pronto llegaría. Su tren había hecho escala en la ciudad de Nuremberg, y se había bajado en la estación a estirar las piernas.
Estaba sonriendo, pues pronto vería a su hermano. Se quitó su anillo del dedo, el que había encontrado hacía todos esos años, cuando leyó el último libro con Oskar. Puso el anillo en el suelo con cuidado y lo hizo girar.
-Gira, mi pequeño anillo, y muéstrame que camino debo tomar- comenzó a decir Satu, como la frase que recordaba del cuento- para por fin al hermano encontrar, cuya madre y la mía es la misma en verdad-
El anillo dejó de girar, y la pequeña flecha dorada señaló al sur. Satu sonrió y se lo volvió a poner en el dedo.
Un grito llamó su atención. En la estación de trenes, en uno de los pequeños locales comerciales, uno de los dueños estaba golpeando a un niño de diez u once años que estaba de rodillas en el suelo. El chico era delgado, rubio y de cabellos rizados. Satu se puso de pie, e inmediatamente se acercó a interponerse entre los dos.
-Por favor, pare, señor, no le haga daño- dijo Satu. El hombre la tomó del brazo y tiró de ella, lanzándola a un lado y tumbándola en el suelo.
-¡Fuera de aquí, niña entrometida!- dijo el hombre sin mirarla, señalando la niño y mirándolo con furia- este chico me pertenece. Nadie se mete con Franz Kramer y sale ileso-
El hombre se volvió, y levantó nuevamente sus puños para golpear al chico, quien al ver su clara intención se ovilló para evitar el golpe. Satu miró fijamente al dueño del local, abrió su libro y, visualizando su nombre en su mente "Franz Kramer", comenzó a leer en voz baja.
-Durante su camino, Kerttu se hizo acompañar por su perro, Musti, que se convirtió en su amigo y acompañante durante su viaje para encontrar a sus nueve hermanos- comenzó a leer Satu- la primera noche de su viaje, Kerttu tomó una manzana del árbol bajo el cual había dormido…-
Una manzana cayó a su regazo. Al verla, Satu levantó la vista, y el chico rubio ya estaba solo, en el suelo, mirando asustado a donde hacía unos segundos estaba su amo golpeándolo. Luego, la chica miró su libro, y vio que, en vez del dibujo de la manzana, estaba la ilustración del mismo dueño que había visto hacía unos momentos.
Satu cerró su libro con un gesto satisfecho, se acercó al niño y le ofreció su mano para ayudarlo a levantarse. Éste la tomó, tras dudar unos segundos. Una vez que se puso de pie, Satu notó que, aunque era un niño, ya era muy alto, de la misma estatura de ella, aunque aún tenía una expresión de niño pequeño.
-¿Estás bien?- preguntó Satu. El niño tenía un feo golpe en la cara- ¿te puedo ayudar en algo, pequeño? Ven, vamos a conseguirte un poco de hielo para ese golpe-
-Gracias, señorita- dijo el chico, quien no había perdido detalle de lo sucedido- no sé como lo hizo, pero sé que usted me ayudó…-
-Me llamo Satu- dijo la chica, sin responder a lo que había dicho el chico- ¿cómo te llamas?-
-Me llamo Christoffer… Christoffer Müller- dijo el chico- le agradezco su ayuda, señorita Satu, pero le ruego que salga de aquí mientras pueda-
Satu alzó las cejas, mientras que el niño llamado Christoffer la empujaba para hacerla alejarse de él.
-¿Porqué?- dijo Satu- ¿qué sucede?-
-Las sombras me buscan- dijo el chico, con una expresión francamente aterrorizada- y ella… ella también está tras de mí…-
-¿Qué sombras?¿quién es ella?- preguntó Satu, palmeando el hombro del chico, preocupada por él. Éste no pudo responder, pues cuatro hombres, usando armaduras negras, cayeron alrededor de ella y del chico. El niño palideció, sin saber que hacer o donde esconderse, y siguió empujando a Satu para que se alejara y enfrentar él las consecuencias. Pero los hombres iban por Satu, no por él.
-Muchas gracias, Christoffer- dijo una mujer mas o menos de la misma edad que Satu, llegando junto con ellos- por ayudarnos a capturar esta presa tan valiosa. Una chica con lengua de oro. Tendrás tu recompensa, por supuesto-
-No, señorita, por favor no le haga daño- dijo Christoffer, interponiéndose ahora él entre Satu y los otros- ella solo trataba de ayudarme…-
-No te preocupes, Christoffer- dijo la mujer, alta e imposiblemente rubia- tú le harás compañía. Hemos reclutado dos sombras para los señores Phobos y Deimos, seguramente estarán muy agradecidos-
Satu miró a su alrededor, aterrada, e intentó correr, pero entre dos de los hombres con armaduras negras detuvieron su carrera. Uno de ellos le arrancó sin ningún cuidado el anillo que se encontraba en su dedo, y lo entregó a la mujer.
-¡No!¡Dame eso!- dijo Satu en un tono desesperado, volviéndose a la mujer rubia- por favor, te lo suplico, lo necesito, es la única manera de encontrar a mi hermano…-
La mujer sonrió ampliamente, mirando el anillo y a la chica alternadamente.
-Lo lamento mucho- dijo Greta Neuer, jugando con el anillo entre sus dedos- si quieres esto de vuelta, vas a tener que hacer algo por mí-
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Templo del Patriarca
Año 13 del nacimiento de Athena, durante la batalla contra Hades
Kanon lo había sentido el cosmo de Saga y los otros dos, Camus y Shura, entrar agresivamente al templo de Aries rumbo al de Tauro. Sabía que Mu había ya vencido a Afrodita y a Death Mask, pero simplemente no pudo contra los otros tres al mismo tiempo. No lo comprendía. ¿Su hermano, quien lo había encerrado en Cabo Sunion por alentando a conspirar contra Athena, ahora voluntariamente atentaba contra su vida?
Eso hacía que su redención, y obtener el perdón de Athena fuera más urgente que nunca. Pronto, Athena lo llamó a la sala del trono. Kanon obedeció y se arrodilló ante ella.
-Kanon- le había dicho Athena con una sonrisa preocupada- ¡que bueno que has venido!-
Kanon la miró. Sabía que estaba preocupada por lo que estaba sucediendo. Que tenía miedo de lo que iba a pasar, cuantos caballeros suyos iban a morir en esa guerra.
-Athena- dijo Kanon sin mirarla- vengo a pedirle perdón por todos mis pecados y ofensas pasadas. Desde que nací no he sido más que una molestia para todos, empezando por Saga y por mis padres. Le suplico que perdone a este miserable, indigno, ruin y deshonroso hombre, que merece tan poco, pero se atreve a pedirle una última oportunidad para pelear por usted-
El silencio que siguió a esta declaración fue abrumador. Kanon cerró los ojos, esperando recibir el abuso verbal que merecía, al que estaba acostumbrado. Sabia que tendría que suplicar más, que esforzarse más para merecer esa oportunidad de defender a Athena, de hacer lo que debió haber hecho desde el principio.
Sintió una mano en su hombro, y Kanon abrió los ojos, y lentamente levantó la vista. Athena se había arrodillado frente a él, y tocaba su hombro con cariño. Kanon se sorprendió, pero ella siguió sonriendo.
-Querido Kanon, no eres nada de lo que dijiste- dijo ella- te perdono de corazón todas tus ofensas en mi contra, y te pido, con todo mi corazón que ayudes a mis caballeros en esta guerra santa contra Hades. Necesitamos a alguien como tú de nuestro lado. Por favor, Kanon, di que nos ayudarás-
-Señorita Athena- dijo Kanon- ¿es cierto lo que me acaba de decir?-
Como respuesta, sintió el abrazo de Athena. Por primera vez en su vida se sintió importante, no detestado, querido por alguien. Su corazón se llenó de una suavidad, calor y dulzura que no había sentido nunca, más que cuando estaba en su prisión de Cabo Sunion y había sido salvado por Athena.
La diosa lo soltó y se puso de pie, y Kanon hizo lo mismo.
-Ahora ve, Kanon- dijo Athena, sonriendo aún preocupada, y mirando hacia los Doce Templos. Sentía el cosmo de Saga, Shura y Camus, que ya habían pasado sin más demora por el templo de Tauro y se dirigían hacia el de Géminis.
Kanon se inclinó nuevamente, y se dirigió a la sala contigua. Por primera vez en trece años, iba a volver a enfrentar a su hermano. Suspiró profundamente antes de encender su cosmo. Estaba a punto de volver a enfrentar a Saga.
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CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Espero que les haya gustado el inicio de esta historia. Como es el primer capítulo, les avisaré un detalle importante: la historia que Satu lee se llama "Suyettar, la niña y los nueve hermanos", que es un cuento de hadas finlandés. Si les interesó el cuento, Satu va a leerlo completo en el transcurso de la historia. También les recuerdo que el lunes me voy a ir a un campamento por una semana, sin ningún tipo de acceso a internet, así que el siguiente capítulo será publicado el domingo 31 de julio o el lunes 1 de agosto, dependiendo de que tan atropellada llegue.
Muchas gracias a todos por seguir leyendo mis locuras. Les mando un abrazo a todos.
Abby L.
