Título... "¿eh?" en donde los haya (?) xD
No he podido evitarlo, y he tratado de hacerlo algo diferente a lo habitual. Tanto en narración como en trama. (No muy compleja, la verdad)
Este fic participa del fandom "Kuroshitsuji" en el Reto: "Estaciones" del foro La Revolución de los Fandoms.
Disclaimer. Kuroshitsuji es de Yana Toboso. Solo esta trama tan... (dejémoslo en "tan") es mía
Advertencias. OoC (?)
Mira los copos caer de la misma manera en la que alguien miraría una pared: de forma aburrida. Es tan incesante su manera de caer, y tan aburrida su descendencia hasta el suelo, que lo aburre sobremanera.
Entonces, ¿por qué mira afuera, a través del ventanal de su despacho, en lugar de mirar adentro?
La respuesta, para él, es muy fácil: porque todo lo demás también le aburre.
"Pero, ¿entonces por qué te torturas aburriéndote tanto? Aunque no tengas nada que hacer, sin duda es mejor hacer algo productivo que no hacer nada en absoluto"
Ah, sin duda eso es lo que le habría dicho Sebastian. Y él, como siempre, le habría dirigido una mueca.
"No es tan simple como eso, Sebastian", le habría contestado después.
En realidad, mirar la nieve no le aburre tanto como él piensa. El pequeño Ciel simplemente necesita una excusa para evitar posar su mirada en esos ojos carmesí que tan extrañamente lo hacen estremecer.
Siempre se dice a sí mismo que ese demonio le da igual, que todo en él le resulta indiferente, pero lo que mejor se le da a Ciel es engañarse a sí mismo.
Se miente tanto que hasta llega a creérselo. Se hace el fuerte, fingiendo que es incapaz de enamorarse. Pero no puede fingir para siempre, incluso él lo sabe. Algún día tendrá que asumirlo.
¿Pero asumir qué?
Que está enamorado de Sebastian, por supuesto. Pero el pequeño es orgulloso y cabezota, y puede que nunca lo admita.
- Jamás lo admitiré.- susurra, en la quietud de su estudio.- Ah, no, ni hablar.
- ¿Admitir qué, Joven Amo?- la voz de Sebastian lo sorprende.
¡Malditos sean él y sus pasos silenciosos!
No puede evitar darse la vuelta de pronto, encarando el mayordomo, a unos cuantos metros de él. Le mira sonriente, esperando la respuesta. Pero, aunque Ciel no se la diera, Sebastian la sabría perfectamente. Porque conoce la respuesta incluso antes de que Ciel se plantease a sí mismo la pregunta.
- No es asunto tuyo.- responde el Conde secamente, pasándose una mano por los cabellos azulados.
Sebastian le reprende con la miraba, pero esbozando una sonrisa a la misma vez.
- Los asuntos de mi amo son siempre mis asuntos, Joven Amo.
Ciel arruga el gesto mientras observa al mayordomo avanzar hacia él de forma calmada, como si evitara asustarle. Pero es obvio que no lo está consiguiendo.
Alcanza a peinarle un suave mechón de cabello que acaba de despeinarse con el gesto que ha hecho hace un momento de pasar la mano por el pelo. Una señal clara de hastío en el joven Phantomhive.
Ciel es ya todo un maestro, y controla sus sonrojos a la perfección. De no hacerlo, gracias a ese gesto del mayordomo, su sangre se habría acumulado en sus mejillas y estas habrían evocado el suave color del cielo al atardecer.
- Parece incómodo.- menciona el mayordomo, deteniendo la mano sobre su oreja antes de apartarla.
- Para nada.- responde el muchacho. Sonriente, tranquilo y seguro. Obviamente todo lo contrario de cómo se siente en estos momentos. Pero como ya se ha dicho, Ciel sabe actuar a la perfección.- Es solo que te tomas muchas libertades.
El mayordomo alza una ceja, riendo divertido en su interior. Le encanta provocar al pequeño Conde, se ha habituado tanto a jugar con él, que tiene que hacerlo al menos una vez al día.
- ¿Colocarle el cabello es una libertad?- susurra, fingiéndose confuso.
Ciel resopla, fingiendo molestia. Pero, muy al contrario, el mayordomo detecta por fin una señal en su amo: podría jurar que el Joven Amo parece nervioso; sus atentos oídos de demonio captan la apresurada carrera que su corazón está llevando a cabo en esos momentos. Pero no hay señal alguna de rubor.
A él, le encantan los sonrojos de su Joven Amo. Son elegantes y delicados. En todos sus sonrojos, antes de que nada pase, percibe cómo su Joven Amo traga despacio. Después está el parpadeo, ese suave aleteo cuidadoso que parece tratar de provocarle, y en el que pierde de vista por una escasa centésima de segundo el mar contenido en sus ojos. Luego, las puntas blancas de sus orejas parecen enrojecerse y, por último, su piel parece aún más blanca, cuando un pequeño revuelo de color rojo se forma en sus mejillas.
Y, como uno de sus muchos placeres, resulta más efímero de lo que le gustaría, porque su Joven Amo elimina esa muestra de debilidad enseguida, como si lo pudiera hacer a voluntad.
Y el mayordomo se pregunta cómo es eso posible.
- ¿Quiere ir afuera?- pregunta entonces, señalando el ventanal.
Ciel se abstiene de mirar hacia donde Sebastian señala, pues ya sabe a qué se refiere el mayordomo.
- Por qué no.- responde, encogiéndose de hombros.- Si la tengo que ver, prefiero verla de cerca.
El mayordomo sonríe mientras, cuidadosamente, le coloca una bufanda, que estaba enrollada sobre el sofá de la estancia. Sabe que es la bufanda favorita del Conde, porque es del mismo color que su dulce favorito. Es marrón chocolate.
Da tres vueltas al cuello de Ciel, sin apretarla demasiado, y hace un perfecto lazo, simplemente como decoración.
- Ya está listo.- le da un empujoncito en la espalda para que comience a caminar.
- Oye.- protesta Ciel.- No me trates como un niño. No lo soy.
El mayordomo simplemente suspira silenciosamente, pensando en que Ciel es el menos indicado para decir eso, porque una de sus actividades favoritas durante el postre es beberse el té con miel usando un regaliz como pajita. Suspira, sonríe, y ya no dice nada, mientras acompaña al niño al exterior.
Ciel lo mira desde todos los ángulos posibles, sacando la conclusión de que su muñeco de nieve es perfecto.
Cuando lo proclama, orgulloso, el mayordomo solo puede pensar que su Joven Amo anda mal de la vista, y que quizá necesite gafas, porque eso que él llama muñeco de nieve, Sebastian solo puede asemejarlo a una enorme patata blanca, con dos piedrecitas por ojos y dos ramas insertadas a los costados, una de ellas indudablemente más larga que la otra.
Entonces él mira su escultura: la perfección hecha nieve. Una esbelta dama de mirada fría- y nunca mejor dicho-, que viste un delicado traje blanco, que resalta las curvas que tan acertadamente le ha proporcionado el demonio. Es un personaje de uno de los cuentos favoritos del Conde, cuyo carácter le recuerda un poco a su Joven Amo. Impasible, orgulloso y cabezota, pero a la vez tierno y delicado.
La Reina de las Nieves se alza resuelta frente al mayordomo.
- ¿Cómo vas, Sebastian?- pregunta Ciel, deteniéndose a mirar el alto montón de nieve trabajado por el mayordomo.
Ni siquiera se sorprende de la belleza de la figura, pues quien la ha hecho es Sebastian, y solo alguien como Ciel puede acostumbrarse a la perfección de la que el mayordomo es capaz de dotar cualquier cosa.
- Ya he acabado, sonríe el mayordomo. ¿Y usted?- señala la abstracta figura nevada.
- También.- se levanta y se sacude la nieve de las rodillas. Sebastian se fija en sus manos enrojecidas, de ese color porque Sebastian no le puso los guantes.- ¿Y bien?- extiende sus manos en torno a la figura, como realzándola.
- Es interesante, debo admitir.- sonríe.- Desde luego al Joven Amo se le da bien el arte abstracto.
Ciel frunce el ceño, cogiendo al vuelo lo que el mayordomo trata de ocultar entre esas palabras. Alza el pie y lo apoya sobre la mitad de la patata, haciendo fuerza para derribarlo.
- Es que a tu lado y al lado de lo que tú haces, lo mío es feo y deprimente.- el tono neutral vuelve a su voz.
- No estoy de acuerdo con eso.- el mayordomo niega con la cabeza y se arrodilla para estar a su altura.- Aun si yo me pongo a su lado, usted no deja de ser hermoso.- susurra sonriente, retomando el divertido juego de "Sonrojar y provocar al pequeño amo"
Debería jugar todos los días.
- No digas estupideces.- dice entonces Ciel, molesto, sin sonrojarse. Realmente lo hace bien, piensa el mayordomo, pero no quiere perder el juego. Es cierto que la cara de Ciel está un pelín roja, pero es debido al frío. Y eso al mayordomo no le vale.
Así que presiona sus pequeños mofletes con una mano y sacude suavemente su cabeza de un lado a otro con pequeños movimientos de su muñeca, divertido ante la visión de un Ciel molesto.
- ¿Qué eftáf hafiendo?- alcanza a preguntar.
- Sería mejor que me preguntara por lo que voy a hacer, tardaríamos menos.- responde Sebastian alzando una ceja.
Pero antes de que Ciel pueda preguntar de nuevo, el mayordomo, sin dejar de apretar los mofletes del niño, presiona rápidamente sus labios con los del joven, haciéndole abrir los ojos por la sorpresa.
Por supuesto, tal y como esperaba, la habilidad para evadir el sonrojo del joven no es efectiva en ese momento en el que Sebastian prácticamente está devorando su boca.
Sebastian no puede evitar disfrutar ese beso con el que, gratificantemente, ha ganado el juego que él mismo ha inventado.
Cuando por fin se separa de su Joven Amo, se recrea en esa inocente mirada que precede al hermoso sonrojo que por fin ha logrado hacer aparecer en su cara.
El mayordomo está seguro de que lo que le espera ahora es una bofetada por parte del Conde, porque eso sí que ha sido una auténtica insolencia. Pero, más allá de eso, Ciel, con la cara cómicamente estrujada por el mayordomo, solo baja los ojos y dice con dificultad.
- Labiof…- Sebastian alza una ceja cuando el Conde devuelve la mirada a él. Una mirada ni confusa, ni avergonzada, simplemente molesta.- Mif labiof…- alcanza a fruncirlos.- Están dormidof…
Lo he hecho de una manera que no acostumbro, es decir, en presente, pero creo que no ha quedado mal del todo. Puede que me anime a hacer uno en primera persona quizás.
Bueno, ahora bien, el detalle de los regalices...
No sé si ya existían, pero por saltarnos un poco el rigor histórico no va a pasar nada. Y bueno, lo puse porque me parece que si a Ciel se le hubiera ocurrido hacerlo, pues lo haría (o quizá ya lo haga pero no quiera mostrarlo cuando está "en escena", quién sabe xD), y pega bastante con su faceta infantil-tierna, que era lo que quería y quiero plasmar en el FanFic.
Son solo cuatro capítulos oye, merece la pena (puede que sí o puede que no)
Sin más me despido, y hasta más ver.
