Cuatro personas llegaban a París, cada uno por distintas razones. Comenzando por Félix Agreste, el hijo mayor de Gabriel Agreste que si bien venía a trabajar a la empresa de su padre, los motivos para regresar a París eran otros muy alejados para el entendimiento humano.
-Joven, ya vamos llegando a París, ¿hago aviso a su padre?-
-No, no quiero molestarlo- el rubio se acomodó una vez más para terminar de leer su lectura de Maquiavelo.
El mayordomo tan sólo asintió para perderse por ese Jet. A lo lejos podía ver su tan anhelada París, si bien era un ser frío (no tanto como su padre) este le tenía cariño al lugar. Haber estudiado en Nueva York le hizo percatarse de cuanto amaba la ciudad de las luces.
Por otro lado se encontraba Bridgette, quien se encontraba durmiendo sobre el hombro de un joven totalmente desconocido para ella.
-Pasajeros del vuelo P-34 en quince minutos vamos arribar en el aeropuerto de París- dijo la voz de la azafata. La azabache al escuchar eso, saltó para ver por la ventana el amanecer de la ciudad del amor.
-¡Que hermoso!- exclamó la chica, sin darse cuenta que estaba molestando al chico en el cual venía durmiendo.
-Disculpa...- le hablo el muchacho, Bridgette se percató que tenía la mitad de su peso sobre él, así que se retiró rápidamente.
-Lo siento, es la emoción- le sonrió para luego revisar su teléfono.
Frunció el ceño al ver que tenía un mensaje de su padre. "Lo siento Brid, no podré ir a buscarte. Pero irá un amigo a recogerte al aeropuerto, nos vemos en casa".La chica soltó un suspiro, hasta que sintió un poco de vértigo. Estaban descendiendo.
Cuando bajo del avión buscó un cartel con su nombre o algo que le llamará su atención. Sin embargo no veía nada, fastidiada fue a buscar sus maletas. Las cuales supuestamente habían sido retiradas.
-¿Cómo es posible? Sin maleta, sin saber cómo llegar. Debe ser mi mala suerte-
-Bridgette Cheng- la chica volteo para ver un anciano con camisa hawaiana.
-Soy... yo ¿quién es usted?-
-Soy Fu, amigo de tu padre y también soy tu padrino de tu bautizo-
-Así que es usted. Es un placer conocerlo- la azabache hizo una reverencia.
-Bien, será mejor que nos vayamos-
Y así la azabache se fue un poco indecisa con su padrino, aunque le inspiraba más confianza que su propio padre.
En el aeropuerto, por el otro pasillo venía saliendo un chico de cabellos color castaño claro y ojos azul colonial. Venía acompañado de su familia.
-Strom cambia tu cara, que Francia no es un mal país para venir a vivir-
-De todas formas madre, odio esto- decía el chico con elocuencia.
Los Junker era un familia alemana que debido al trabajo del jefe de familia tuvieron que cambiarse a vivir en Francia, el de ojos azules le disgusto de sobre manera, dejar a sus amigos, su vida.
-Vámonos luego, por favor- finalizó el castaño claro. Su madre soltó un suspiro y siguió empujando el coche del bebé.
Sin embargo Strom iba tan preocupado por sí mismo que chocó con una chica de cabellos chocolates.
-Lo siento- se disculpó la adolescente que rápidamente marchó, dejando atrás una foto.
-¡Oye!...- cuando el alemán se volteó a buscarla, ya no estaba.
-Strom, vámonos-
-Sí, ya voy-.
Lena Katsaros era una chica griega, la cual era un poco tímida. La chica de cabellos color chocolate y ojos color verde olivo había chocado con un muchacho de cabellos claros.
-Que torpe soy- se decía, mientras buscaba a sus padres. Y sí, ambos eran hombres. La chica había sido adoptada por una pareja homosexual, no obstante sintió que su vida siempre fue la mejor, llena de amor y ternura.
-Lena- le llamó su padre y la chica fue abrazarle.
-Bien, pequeña, vamos a ver nuestra nueva casa-
Fu, quien había sido testigo desde lo lejos, supo que los había encontrado. Bridgette tan sólo estaba en busca de sus maletas.
-Tus maletas ya están en tu casa, jovencita-
-Oh... entonces ¿vamos?-
-Vamos- dictó el anciano. Pensando en los nuevos compañeros que tendría Chat Noir.
Adrien se encontraba en el hospital, prefería ir antes de empezar el colegio. Se encontraba acariciando el cabello de su amada, sin embargo su mirada se encontraba perdida en las orejas de la chica.
Él había decidido traer un par de aros para que ocupara por mientras aquel sitio. Sin embargo, si él no averiguaba en donde estaba el miraculous de Ladybug, estarían en un serio problema.
-Plagg- le llamó el rubio, pero su kwami se encontraba encima de la chica, con una expresión ausente. Adrien entendía que él había perdido una compañera.
-Vamos, Plagg. Más tarde vendremos-
-Está bien- el gatito le dio un beso en la mejilla a Marinette e ingreso al bolso de su portador. Adrien, como siempre, le besó su frente.
Cuando iba saliendo del hospital recibió un mensaje.
-¿Félix?- se extrañó recibir un mensaje de su hermano.
-¿Qué quiere?- susurro Plagg.
-Que nos juntemos después de clases-
El rubio subió a su auto y marchó al colegio otra vez. En donde estaría con Alya y Nino, sin nada nuevo y en donde le entraría nostalgia al no ver la azabache.
Hasta que vio un anciano, siendo ayudado. Eso le recordó al maestro Fu. Fue ahí cuando su mente se iluminó.
-Tengo que ir a ver el maestro- susurró para que Nathalie no escuchara.
Infini es la segunda parte de Parallèle. Lee bajo tus propios riesgos si es que no llegas a entender.
