keishMi serie favorita, Rurouni Kenshin y sus personajes no me pertenecen... buaaaa... son obrta intelectual de mi sensei Watsuki Nobuhiro... y de la Sony...
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Misao, una Chica en Apuros.
Acto uno.
El Amigo fiel
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Misao tomaba una bolita de arroz, mirando de reojo a su hermano menor, Kenshin, quien ya iba por la cuarta bolita. El pelirrojo comía bastante comúnmente, pero en estos últimos días su ansiedad había aumentado debido a los problemas que tenían encima y a la reciente pérdida de su padre, único sostén y familiar cercano.
Era tan solo un chico de catorce años... y según Misao, lo ideal sería que él se preocupara por estudiar y sacarle provecho al enorme potencial que tenía, en vez de trabajar para demostrar a la asistente social que se las podían bien los dos solitos. En realidad, esa mañana, cuando Kenshin le mostró los billetes que había ganado como lustrabotas en el centro de la ciudad, sin proponérselo... empeoró la situación.
-Mañana mismo veré lo de la internación de este chico en el hogar de menores... me aseguraré personalmente que sus estudios no decaigan y que no vuelva a trabajar en la calle, exponiéndose a los peligros de caer en la delincuencia y la droga, Misao. Es evidente que no puedes hacerte cargo de él.- le había dicho la asistente social al visitarlos temprano.
-Pero no puede separarnos, señorita... yo sólo lo tengo a Kenshin... es mi única familia... lo quiero mucho. Por favor... le prometo que trabajaré más y ganaré más dinero, podré mantenerlo.- rogó la joven que llevaba su largo cabello sujeto en una interminable trenza.
Sin embargo, la asistente social no podía pensar en "posibilidades", sino en situaciones concretas. Y lo concreto es que Misao a pesar de sus buenas intenciones, no podría cumplir esa promesa.
-Kenshin necesita estudiar y a ti no te alcanza el dinero más que para comer. Misao, entiendo tus sentimientos, pero si realmente quieres a tu hermano, debes aceptar la propuesta de llevarlo al hogar... será sólo hasta que cumpla los dieciocho años. Entonces saldrá de allí y podrá verle. Y mientras tanto, lo podrás visitar los fines de semana o bien él venir a verte.
Misao miraba a su hermano menor sentado en el sofá, con la cabeza gacha y os billetes arrugados en una mano. Kenshin era un chico muy sensible y Misao adivinó que estaba reprimiendo las lágrimas.
-Por favor, señorita, deme una semana más... no le pido ninguna otra cosa. Sólo una semana. Y si no he encontrado entonces un trabajo estable y decente, permitiré que se lleve a Kenshin. Por favor...-
La asistente social se dejó conmover por las lágrimas que notó en los ojos de Misao. Suspirando, accedió a su petición.
Ahora, la chica comía su bola de arroz y trataba de idear un modo de encontrar un trabajo estable, decente y que le pagaran lo suficiente para mantener a Kenshin a la escuela. Ella misma hacía muchos años que no asistía a clases asi que al menos debía luchar para que su hermano estudiara y fuera alguien importante.
Misao cumpliría los dieciocho dentro de un mes más, en Octubre, por lo que esperaba que le resultara más fácil encontrar trabajo, aunque sin estudios sus posibilidades eran escasas. Pero si no lo hacía, pasaría el cumpleaños más triste de su vida sin su amado hermano al lado y sin su padre.
Kenshin levantó la vista para encontrarse con el rostro preocupado de su hermana mayor. Habiendo acabado su bolita de arroz iba a tomar la quinta cuando meditó; ya bastantes problemas había causado como para más encima, dejar sin comida a Misao. Colocó ambas manos sobre sus piernas, conteniendo su hambre.
Misao lo observó... era su único hermano... todo lo que le quedaba y ahí estaba, sintiéndose culpable. La cara de Kenshin siempre era para ella como un libro abierto, con esos ojos violetas tan expresivos, como los de su padre, por lo que la chica le alargó el platillo con las bolitas que él estaba rechazando.
Ella por su parte tenía la desgracia de haber heredado los ojos verdes de su madre.
-Come, hermano. Yo no tengo hambre. No puedo comer más.-
-Pero si sólo has tomado una...-
-Si, pero no quiero más... tengo un nudo en el estómago.-
Kenshin bajó la cabeza.
-Discúlpame... yo no sabía que sólo empeoraría las cosas... yo tampoco quiero separarme de tí.-
Misao se acercó a su hermano y lo abrazó.
-No es culpa de nadie, Kenshin...- dijo dulcemente.-... son cosas que pasan, supongo. Escúchame. Tú sólo preocúpate de estudiar, hacer todas tus tareas y sacar buenas calificaciones en los exámenes que vienen. Yo me ocuparé del resto. Ya lo verás... nadie nos separará.-
Kenshin sonrió quedito. Él confiaba plenamente en su en su hermana porque ella era la única mujer que lo amaba. Ni su madre lo amó lo suficiente cuando los dejó solitos con su padre, al irse con otro hombre de mejor posición social. Por eso él tenía sólo a Misao, su cariño, y por eso creía ciegamente en ella como retribución a su afecto. Si, Misao era capaz de todo.
Kenshin se animó y tomó otra bolita de arroz. Pero recordó que estaba haciendo dieta. Lo mejor sería dejarla...
Los hermanos recogieron los platos sucios de la cena y mientras se encaminaban al fregadero, Misao sintió un fuerte golpe en la puerta. Kenshin pronto tomó su bate de béisbol, el deporte favorito de su padre y Misao el palo de la escoba. Estaban listos para defenderse de lo que sea.
Kenshin se puso tras la puerta y Misao la abrió.
Fue cuando cayó sobre ella un hombre enorme de cabello oscuro.
Kenshin vio en ello un ataque a Misao y de inmediato le dio un batazo en la cabeza al agresor pero el hombre estaba inconsciente desde antes. Misao cayó bajo el peso del hombre inerte sobre ella y su hermano cerró la puerta antes de ayudarla a deshacerse del bulto.
Se asustaron un poco al ver que no reaccionaba, pero Kenshin le tomó el pulso y supuso que estaba medio dormido, asi que como pudieron, entre los dos lo sentaron en una silla y lo amarraron con las corbatas de su padre.
Rato después el hombre abrió los ojos poco a poco, enfocando con dificultad a los chicos que tenía frente a si.
Observó frente a él a un chico regordete, de un vivo cabello rojizo como característica principal. A su lado, una niña de cabellos oscurísimos y preciosos ojos verdiazules. Los más bonitos que había visto en su vida. Ante ella, el desconocido sólo pudo quedarse con la boca abierta, contemplándola un poco embobado.
Misao por su parte se encontró mirando a un sujeto muy pálido, pero era el pálido más endemoniadamente guapo que había visto en su vida.
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Tenshi trató de explicar lo que le sucedía, pero esos chicos lo miraban como si fuera el peor de los asaltantes.
Y para más remate lo tenían amarrado, según constató cuando quiso tocarse la cabeza que empezaba a dolerle.
Tenshi pensó en que quizá debía de haberle hecho caso a su hermano en vez de embarcarse en aquel extraño viaje.
-Dinos quien eres de una vez- alegó Kenshin haciéndose el duro ante el joven amarrado. – O no te soltaremos en toda la noche. Te dejaremos afuera y créeme que hará frío.-
Tenshi meditó. Era 25 de Septiembre, había empezado el Otoño y sabía que en ese lugar, por las noches la temperatura bajaba considerablemente. De todos modos pensaba hablarles sobre él a los habitantes de la casa.
-Claro que te diré quien soy, chico pelirrojo. Pero antes quiero que llames a tus padres para explicarme ante ellos. – Tenshi notó un fuerte dolor de cabeza y pronto sintió un hirviente chichón crecer en ella...
- Pues escúchame tú a mí, hombre extraño – continuó Kenshin, para quien la protección de su hermana era lo más importante.- Eso no es posible, así que habla con nosotros, quienes vivimos aquí.-
Misao miró nuevamente a Tenshi... éste la miraba asustado también, con unos enormes ojos azules, bordeados de oscurísimas pestañas. ¿Cuántos años tendría? ¿Veinticuatro?... ¿veinticinco?...
Tenshi maldijo en silencio. No tenía muchas opciones debido a que estaba amarrado y estaba seguro de que esos chicos lo echarían afuera durante la noche. Además, ya sentía frío. Lo mejor sería hablar.
-Mi nombre es Tenshi...- comenzó.- Tenshi Shinomori. Provengo de la ciudad de Kioto y estaba haciendo un viaje por estos lados, pero... pero tuve problemas y me preguntaba si podrían permitirme pasar aquí la noche. Estoy dispuesto a pagar por el alquiler de la habitación-.
Kenshin alzó una ceja, expresivamente.
-Olvídalo... al abrirte la puerta, te abalanzaste sobre mi hermana. Si buscas mujer, este no es el sitio.-
Misao se ruborizó un poco ante el dicho de su hermano, pero siguió mirando desafiante a Tenshi.
Éste tuvo que seguir explicándose. Demonios... odiaba tener que inspirar lástima, pero no podía seguir su viaje sin descansar al menos unos días... y esa era una de las pocas casas que había visto en ese caserío costero.
-Escúchenme... por favor... esto es verdad... yo... lo último que recuerdo es estar tocando a vuestra puerta y nada más. Suele sucederme en esta etapa de mi enfermedad... y yo... necesito descansar un poco. Serán solo dos días. Por favor... permítanme quedarme.-
Misao prestó atención a Tenshi.
-¿Enfermedad, dices? ¿qué clase de enfermedad?.-
Tenshi la miró directamente a los ojos, expresando toda la sinceridad que tenía en ellos.
-Un tumor cerebral. Trataron de extirparlo hace poco, pero sin resultado. Me han dado poco tiempo y estoy recorriendo el Japón antes de regresar a mi casa a morir entre los míos. Si no me creen, en el bolsillo trasero de mi pantalón hay una billetera. En ella encontrarán el número de mi casa. Llamen allá y digan que estoy bien y de paso, comprueben lo que les he dicho.-
Kenshin quedó turbado e inmóvil ante esa revelación. Misao tomó la billetera del hombre.
-Tenshi Shinomori... edad... veintisiete años... vives en Kyoto – leyó la chica desde la credencial de identidad de Tenshi. Los hermanos se miraron. Si algo había que los dos habían heredado de su padre, era su enorme corazón. Kenshin, sin necesitar más palabras soltó a Tenshi, en tanto Misao le servía las bolitas de arroz que Kenshin había rechazado.
Tenshi comió con apetito y pronto se tomó algunas medicinas que traía en el pequeño bolso de viaje. Los hermanos lo miraban, apoyados sobre los codos en la mesa. Ahora ya no sentían ni antipatía, ni compasión ni miedo. Solo curiosidad.
Tenshi acabó con sus bolitas de arroz y felicitó a Misao por ellas. Pero Kenshin carraspeó quedito.
-Las felicitaciones dáselas a él... mi hermano cocina de maravilla, en cambio yo sé muy poco.-
-Pero lo hace muy bien – dijo Kenshin... mintiendo un poquito.
-¿Y cómo es que ustedes viven solos? Tú, chico pelirrojo... no debes tener más de quince años.-
Misao tomó la palabra.
-Su nombre es Kenshin y tiene catorce años. Yo soy Misao Makimashi y tengo diecisiete. Nuestros padres... murieron. Mamá hace ocho años y papá hace tres semanas.
Tenshi se sintió mal por preguntar sobre los padres... debió imaginarse algo así al notar que vivían solos. La casa se notaba de aspecto humilde, si bien estaba bien aseada.
-Ya veo... comprendo que hayan sentido miedo al verme. Lo lamento mucho... no era mi intención. Pero supongo que tendrán algún familiar cercano que se haga cargo de ustedes.-
-Tenemos un par de tíos... pero al morir nuestro padre, saltaron sobre nosotros para rapiñar todo lo que pudieron.- dijo Misao, escupiendo cada palabra. – Por culpa de ellos estamos como estamos.-
Tenshi prestó atención a las palabras de Misao... de pronto era él quien quería saber más de ese par de hermanos.
Mirándolos bien... su parecido no era tan evidente debido a que los colores de cabello y ojos eran diferentes en ellos. Pero las facciones del rostro eran muy similares. Supuso que pronto de eso no quedaría mucho en cuanto el rostro de Kenshin tomara las formas masculinas, cuadrándose un poco.
-Por favor... explíquenme eso de que "están como están".-
Kenshin sacó de su bolsillo una barrita de chocolate y empezó a mordisquearle distraído, en tanto Misao lavaba los platos y él se quedaba con el nuevo amigo contándole lo que él quería saber.
-Verás... nuestro padre tenía algunas deudas con sus hermanos, que eran de una vez que Misao estuvo en el hospital. Las estaba pagando ahora último y muy rápido, pues nuestro padre trabajaba muy duro. Calculaba que dentro de dos meses las deudas estarían saldadas. Pero cuando él murió en un accidente... los hermanos se desesperaron porque pensaron que no les pagaríamos y que nos gastaríamos la herencia.-
Misao regresaba de la cocina con un te caliente y prosiguió el relato.
-Me obligaron a pagar cada yen que les debía mi padre en ese mismo instante o nos embargarían la casa. Uno de mis tíos es abogado y nosotros no sabíamos qué hacer. Al principio pensamos que se interesaban en nuestra herencia para asegurase de que estaríamos bien pero en realidad era para quitárnosla. Al final, pagamos toda la deuda pero... nos quedamos sin un yen. No tenemos nada, ni siquiera en el banco. Por eso, una asistente social tomó nuestro caso y quiere separarnos para que Kenshin estudie. Yo ni siquiera he podido pagar su escolaridad y nadie quiere darme trabajo, porque dicen que me veo muy joven... que aparento quince años y no los dieciocho que digo tener... bueno... tengo diecisiete, pero cumpliré años muy pronto.-
Tenshi meditó en esos chicos. Era injusto lo que sus familiares les habían hecho... quizá eso les había hecho aferrarse mucho a la relación entre ellos. Pero se notaba que eran muy buenos, pues le habían creído su historia y le compartían su comida.
Un momento... le compartían su comida... y quizá no tenían ni para ellos.
Kenshin acabó su chocolate y le enseño a Tenshi una cama para descansar. Era la suya propia. Desde la muerte de su padre, Kenshin usaba su cama. A veces Misao lo acompañaba, como cuando eran pequeñitos ya que después del abandono de su madre, los hermanos iban a acostarse con el padre. Kenshin recordó en ese momento que cuando él pegaba su mejilla a la de su padre, sentía en ellas la humedad. Su padre siempre lloraba por las noches, pero jamás le negaba cariño a sus hijos, su único consuelo.
A Kenshin se le hizo un nudo en la garganta. Su padre había sido muy bondadoso, pero la gente que lo rodeaba no era así. Aunque había que reconocer que sus amigos del taller mecánico si reconocían ello: siempre los proveían de comida y eso al menos nunca faltaba. Y se preocupaban de que estuvieran bien.
-Así que tienes una semana para encontrar trabajo y deshacerte de la asistente fastidiosa... –
Kenshin volvió al presente. Misao hablaba con Tenshi.
-Sep... debo encontrar trabajo de lo que sea... bueno, siempre que sea considerado "decente" o bien casarme con alguien que sea capaz de sostenernos a los dos.-
-Hum... ya veo... –Tenshi entrecerró los ojos. Él amaba profundamente a sus hermanos y no podía permitir lo que le sucedía a este parcito.
De pronto, su mirada cansada se iluminó por completo. Tenía una idea. Total... él no tenía nada que perder. Y de paso hacía una buena acción.
-Misao... escúchame... haremos un trato. Yo me quedo con ustedes durante dos semanas... y pagaré todos y cada uno de mis gastos. Además, les pagaré el alquiler de un cuartito y vuestros servicios como... como guías y enfermeros... ¿te parece bien?-
Misao abrió sus enormes ojos verdes de par en par... Kenshin hizo lo mismo.
-¿Qué?-
-Déjenme
explicarles... yo estoy de paso por esta ciudad. De hecho, creo que
es la última que visito antes de regresar a mi casa, pues,
aunque no me guste recordarlo, no me queda mucho tiempo. Quiero
conocer este lugar. Quiero que me lo enseñen todo. Y quiero
que me cuiden, que me administren mis calmantes y que cada noche me
preparen un lecho para descansar. Y que Kenshin cocine bolitas de
arroz para mí.-
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Los tres amigos miraban conmovidos el atardecer en el mar, sobre el techo de su casa acomodados sobre una manta. Kenshin bebía un te caliente junto a Tenshi. Éste sentía la brisa de Octubre acariciar su rostro, pensando en que el Cielo debía ser un lugar muy similar a ese. Se sentía completamente en paz.
Misao en cambio, sentía un nudo en la garganta.
Dos semanas. Dos semanas que se habían pasado volando. Tenshi consiguió que la asistente social les concediera un mes más para que Misao encontrara trabajo y se quedara con Kenshin, quien sacó excelentes calificaciones en sus exámenes. Y Tenshi demostró ser buen hombre y buen amigo.
Claro que en dos semanas no todo fue miel sobre hojuelas, recordó la chica... en una ocasión debieron partir con Tenshi al hospital cuando se desmayó y no reaccionaba. En dos ocasiones sufrió crisis de personalidad... se ponía rabioso y gritaba mucho. Incluso rompió un par de cosas. Cuando las crisis pasaron, él les pidió perdón por el susto que sin querer les dio y por las cosas que rompía, pero no lo podía evitar... era normal en quien sufre tumores al cerebro, sufrir cambios terribles de actitud.
Ahora el joven se notaba más pálido que antes y delgado. Pero siempre sonreía. Era un chico que amaba la vida, quizá por el hecho de saber que se le escapaba como agua entre los dedos. Tenshi siempre mostraba interés genuino por cada cosa que quisieran contarle y era muy amable con todos. Misao sentía crecer en ella un amor genuino hacia él. Pero sabía que ese hombre no estaba destinado para ella. A pesar de ser tan dinámico y alegre, él se estaba despidiendo de todos con cada una de sus acciones. Por ello, Misao más se aferraba a Kenshin... parecía que las personas que ellos amaban estaban destinados a desaparecer.
El sol se ocultó finalmente y la oscuridad y el frío cayeron sobre ellos, envolviéndoles. Bajaron con cuidado del techo y entraron a la casa. Una estufa encendida desde antes tenía el hogar temperado.
Kenshin tropezó con el bolso de Tenshi en el recibidor. Era cierto. Él se iba al día siguiente de regreso a Kyoto, como había prometido a sus familiares. Kenshin no quería que se fuera, pero no podía evitarlo. Y con el dinero que habían obtenido, Kenshin podría seguir estudiando ese semestre.
Pronto todos se fueron a dormir, pero Tenshi tenía algo en mente y después de dar muchas vueltas en su cama, se levantó y se dedicó a escribir algunas cartas. Kenshin, quien se levantó para servirse un bocadito nocturno, sorprendió a su amigo.
Tenshi se disculpó por estar levantado y Kenshin dijo que no había problema. Entonces... Tenshi tomó las cartas y le entregó algunas a Kenshin.
-Por favor... mi joven amigo... necesito que me hagas un par de favores después de mi marcha.-
-Lo que quieras, Tenshi. Sabes que eres como mi hermano.-
Tenshi reprimió un par de lágrimas.
-Tú también eres como mi hermano, Kenshin. Y Misao, como mi hermana mayor.-
-Ella te ama... sé que eres un gran tipo... pero no estoy en condiciones de pedirte que la ames y la cuides si finalmente nos separan. – dijo Kenshin.
Tenshi sonrió.
-¿Sabes, Kenshin? Tú y yo nos parecemos... yo también amo mucho a mis hermanos... y a mis padres que son muy buenos. También quiero a mi nana... una señora que está en mi casa y es como mi segunda mamá. Yo haría cualquier cosa por ellos y por su felicidad.-
Tenshi prosiguió, luego de una pausa.
-En éstos días, viendo la relación que tienes con tu hermana, he recordado sobremanera a los míos y quisiera hacer algo bueno por ellos y por ustedes también. Sé que si mis hermanos los conocieran, los amarían... me gustaría que se conocieran... tengo un plan que, si funciona... será beneficioso para todos. Pero necesito tu colaboración. Usualmente se la pediría a Misao, pero... si he de confesarte algo... prefiero no verla más de lo estrictamente necesario, porque estoy demasiado conciente de que yo... no me puedo permitir amarla.
"Es algo extraño. Cuando tenía tu edad, siempre tenía muchas novias. A veces más de una a la vez. Pero después me iba sintiendo solo cuando terminábamos. Llegué a pensar que el amor no existía... eso hasta que llego aquí y me enamoro de una chica diez años menor que yo y que tiene aspecto más de chico ¿sabes?... si no estuviera tan conciente de mi inminente final, la haría mi esposa y te llevaría con nosotros. He soñado muchas veces con que conocen a mis hermanos y a mi familia y yo siempre estoy velando por ustedes. Son sueños bobos y eso, no sé, es tan extraño, porque yo hacía mucho, desde que me diagnosticaron este mal, que no tenía ese tipo de sueños."
Kenshin escuchaba atentamente cada palabra de Tenshi y sufría con ellas. Misao tenía razón... las personas buenas que los rodeaban, siempre se iba antes y los dejaban solitos.
-Escúchame, Kenshin... no puedo hacer mucho por ustedes, pero... tengo un plan, algo intentaré... pero para eso, necesito que entregues estas cartas a Misao en las fechas que en los sobres se indican...por favor... no puedes olvidarlo. Y si todo resulta bien... recordarás siempre este momento y al hombre que se convirtió en tu amigo y protector.-
Tenshi tenía los ojos enrojecidos y lloraba un poco. Abrazó a Kenshin y éste lo abrazó a su vez... su nuevo mejor amigo.
-Kenshin... recuerda siempre que mis flores favoritas son los jazmines. Huelen muy bonito. Siempre me dije que si encontraba a una mujer con ese aroma, la haría mi esposa sin pensármelo demasiado... Kenshin... ¿le dirías a Misao que lleve de esas flores para mí, cuando yo no esté?-
-Claro que sí, Tenshi... cuenta con ello. Es palabra de hombre.-
Tenshi sonrió.
-Prométeme que serás el mejor de tu clase.-
-Lo seré, Tenshi.-
-Prométeme que cuidarás de Misao... que harás todo lo que digan esas cartas... llevo horas escribiéndolas.-
-Claro que si, Tenshi.-
Los hombres se estrecharon las manos. Amanecía y Tenshi tomaba su maleta.
-Es hora de partir. Me espera un viaje de regreso y despedida. Es curioso... odio las despedidas y ahora es lo único que me queda.-
-¿No te despedirás de Misao?
Tenshi se limpió los ojos con el dorso de la manga.
-No... es mejor así... de lo contrario, no respondo de mí – sonrió.- por favor... procura que para cuando lea esas cartas, ya no esté enfadada conmigo...
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-¡Eres un cretino! ¡No debiste dejar que se fuera!
Misao lloraba a mares y deseaba patera y romper cosas. Pero estaba conciente de que nada de lo que hiciera retrocedería el tiempo.
-Ni siquiera se despidió de mí... ¡¡¡¡ni un solo beso en la mejilla!-
Kenshin bebía su leche matutina... le alargó a Misao un sobre. La chica lo tomó ávida y leyó la carta que había en él.
En la carta, Tenshi le pedía disculpas por no poder despedirse y hablaba de sus sentimientos por ella. También de sus temores de no poder soltarla si la llegaba a abrazar... de su desesperación por descubrir tan bellos sentimientos en el último tiempo o en su tristeza por no haberla conocido antes. La reflexión final era que una persona que ama y es amada no muere y Tenshi le pedía que no lo dejara morir.
"No te pido que me ames o sigas amando... simplemente, acuérdate de mí y llévame de mis flores favoritas. Cuando yo sienta el aroma de ellas, sabré que es el amor que anda cerca de mí eterno lecho. Pregúntale a Kenshin cómo se llaman"
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La segunda carta para Misao fue abierta dos semanas después, justo para el día de su cumpleaños. Era una carta extraña, pues en ella, Tenshi le pedía a la joven que hiciera una visita a una dirección en especial en Kyoto, y que portara con ella otra de las cartas que tenía Kenshin. Dentro del sobre habían dos pasajes de tren de ida y vuelta.
"Y si todo sale bien... deberían tener más pasajes para viajar. Con un amor profundo, mi querida Misao, Tenshi."
La chica se animó... ya nada perdía. La asistente social vendría al día siguiente y no la encontraría ni a ella ni a su hermano. Estarían alegremente en Kyoto, en misión desconocida. Con un poco de suerte, vería a Tenshi nuevamente.
Los hermanos se prepararon y partieron a la que fuera en alguna época la ciudad capital de Japón... Misao vestía parte de las ropas de su padre, que le quedaban muy holgadas, pero al menos estaban buenas: una camiseta blanca, sobre la cual vestía un abrigo color gris y una bufanda de vivos colores, roja y morada, de lana. Y unos pantalones cafés. Se tomó el cabello y lo ocultó en un enorme sombrero, también de su padre. Kenshin vestía muy similar a ella, porque le gustaba mucho que los confundieran con gemelos en el tren... era un juego que tenían desde pequeños y su padre fingía que los confundía... aunque ahora era difícil, debido a que Kenshin estaba gordito.
Ya en Kyoto, el problema era ubicar la dirección de la casa que Tenshi les había indicado. Kenshin entonces tomó un croquis que había hecho Tenshi para ellos, según el cual, podían llegar a la casa caminando tranquilamente desde la estación.
Al llegar a la calle, Kenshin y Misao se repartieron la búsqueda. Misao caminaría al sur y Kenshin al norte y el que diera primero con la casa gritaría y llamaría al otro hermano.
Misao entonces notó un enorme auto estacionarse junto a ella a medida que avanzaba. La chica se detuvo, paralizada por un momento ante un presentimiento. El automóvil se detuvo entonces completamente. Era del año y de color negro.
De él salió un hombre alto de lacio cabello negro peinado perfectamente hacia atrás. Vestía un terno oscuro, así como su corbata que era negra y llevaba puestas gafas oscuras. Misao se lo quedó mirando como boba... el sujeto notó el gesto y enfrentándola, se paró en frente de ella y se quitó las gafas.
Cuando Misao descubrió sus maravillosos ojos azules bordeados de oscurísimas pestañas, se abalanzó riendo sobre su amigo.
-¡Tenshi! ¡Estás vivo! ¡Tenshi...!-
Kenshin escuchó los gritos de su hermana y echó a correr hacia ella. Al notar la figura alta junto con Misao, apuró el paso.
Pero el hombre abrazado por Misao le puso las manos encima y la apartó de él. Miró a Kenshin, fatigado y vestido casi igual a ese chico extraño que lo había abrazado. Quizá eran parientes.
-Creo que me confundes, muchachito... Tenshi ha fallecido hace tres días... yo soy Aoshi, su gemelo.
Misao entonces, sorprendida y triste cayó sobre su trasero. Kenshin sólo miraba a Aoshi, con la boca abierta. Ninguno de los dos le prestó atención al hecho de que este "Aoshi" había confundido a Misao con un chico. Sólo sabían que su amigo ya no estaba...
Aoshi aun los miraba extrañado porque le parecían un par de chicos estrafalarios. Kenshin entonces reaccionó cuando el hombre trató de entrar a la casa, tomándolo de la manga de la chaqueta, en tanto Misao se incorporaba.
-Ten... perdón... señor Aoshi... hemos hecho un largo viaje para entregarle algo que Tenshi ha dejado para usted. Por favor, recíbalo. Después, si lo desea, nos iremos. Pero Tenshi me ha pedido que permanezca junto a usted hasta que termine de leer la carta.
Aoshi suspiró. La muerte de su gemelo no dejaba de dolerle... y de pronto aparecía este chico extraño. Pensó un poco y los hizo pasar a su casa.
Los tres se sentaron cómodamente en los sillones, si bien Kenshin y Misao estaban muy tiesos en sus puestos... Aoshi leyó un rato y conmovido, reconoció que esa letra era de su hermano.
Misao no dejaba de mirar a Aoshi... ¡era idéntico a Tenshi! Como dos gotitas de agua. Tenshi jamás había mencionado que uno de sus hermanos fuera gemelo. De pronto, Aoshi levantó la vista y la sorprendió mirándolo. Se aclaró la garganta y les habló, con su voz profunda y modulada.
-Esta carta... yo ignoro de dónde ustedes conocen a mi hermano, pero aquí me pide que los cuide y me haga cargo de ustedes. De hecho dice textualmente: "Aoshi... te heredo a los hermanos Makimashi. Cuida de ellos. Procura que terminen la escuela y consigan empleo. Te pido esto sólo durante seis meses. Si después quieres quedártelos, es decisión tuya. Ellos me brindaron cariño y hospitalidad. De hecho, cuando quise pagarles el alquiler y los servicios que me brindaron, no recibieron mi dinero. Hicieron mucho por mí y te pido que en mi nombre, les devuelvas la mano."
Aoshi siguió leyendo: en la carta se explicaban los problemas que tenían los chicos. Misao y Kenshin estaban conmovidos por el gesto de su amigo y pensaron en que Tenshi (Angel para el caso de esta historia) le hacía honor a su nombre... Aoshi entonces terminó de leer.
Los miró durante unos momentos. Los hermanos Makimashi eran menuditos y estrafalarios para vestir. De pronto, Aoshi recordó la conversación final que tuvo con su hermano, en la que le prometió hacer lo que le pidiera.
-Cuando llegue el momento, sabrás qué favor puedes hacer por mí, Aoshi. En ese momento recuérdame y confía.-
Aoshi se levantó de su asiento...
-Ignoro los pormenores de vuestra historia con mi hermano, pero... pero algo les digo: confío plenamente en esa carta y en ustedes, no sé por qué. Quizá por que quiero que ustedes me hablen de la temporada que pasaron con mi hermano y que yo me perdí. Cuidaré de ustedes, pero tendrán que mudarse a esta casa, como estipula la carta. Pero quiero que algo les quede bien claro. Esto sólo lo hago por mi hermano. Cuando pasen los seis meses, ustedes se irán de aquí. ¿Está claro? Si sacamos la cuenta... veamos, estamos a 26 de Octubre. Ustedes se marcharán el 26 de Abril.
Los hermanos asintieron, dichosos. Durante seis meses no tendrían preocupaciones de ningún tipo... lástima que Aoshi pareciera no ser tan buenito como Tenshi...
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Fin acto uno.
Junio 10, 2004.
Notas de la Blankaoru:
Bueno... se supone que debí haber actualizado el final de actuación y la historia por siempre mía hace algún tiempo, pero no he podido. Por el contrario, he subido esta nueva historia, siguiendo el calendario que propuse en alguna ocasión.
Quiero agradecer todo vuestro apoyo a pesar de que no he actualizado, pero espero que comprendan que es por cuestión de estudios y no por no querer hacerlo. De hecho, alguna personas tienen parte del final actuación sin Libreto, lo que demuestra que no he estado ociosa.
Bueno... esta historia es la nueva de Misao... en el próximo capítulo la chica se tomará el poder de protagonista, así que espérenla y disfrútenla. La actualización será dentro de tres semanas y el final de actuación se verá dentro de algunos días más.
Me despido, ya que no me queda mucho tiempo. Les aclaro que esta Misao se vió algo apagada debido a los duelos y problemas. Pero a partir del segundo capítulo, ella tomará fuerza...
Un besote a todas y todos.
Blankaoru.
