Disclaimer: los personajes mencionados le pertenecen a Hiroyuki Takei, no a mí.
Siempre quise escribir algo tierno para esta parejita, amo a Ren Tao y amo a la doncella Jeanne. Y a decir verdad no soy buena con el romance, soy mejor para el romance con humor de por medio, pero así el romance a flor de piel, cursi y dulzón, naaah, pero igual de todo hay que escribir y eso.
Lloro porque me niego a creer que el fandom de Shaman King esté tan abandonado :(
Desnuda es simple como la palma de su mano. Montes suaves, blancos como montaña nevada, la cresta ilíaca que sobresale denunciando su madurez y la inherente belleza de mujer. Doncella. Mujer. Sagrada. Inconcebible entre sus brazos.
Cicatrices que surcan las cremosas extensiones de dermis, son mas suaves, mas frías que todo su cuerpo cálido como una vela encendida, y se arremolinan por todas partes, blanquecinas. Gritan pureza. Fuerza. Poder desconocido para los bastardos como él, así que solo se limita besarlas con adoración.
Ren es tan impuro, fue asesino, niño mimado, el chico chino que todo tenía y todo quería. No se avergüenza de su pasado, pero si puede hundirse en los lagos de miel de una mujer sagrada no lo duda un instante. Sentirse perdonado por los cielos por un instante.
Se enreda en cabellos plateados, se funde en ojos rojizos, le succiona el alma de virgen por los labios, le traza túneles de lava con las manos. Por los muslos. La cintura. La suave curva que esconde su pureza y ahora se encuentra libre de cerraduras. Despedaza su inocencia con amor, con la delicadeza que poseen los Tao cuando se enamoran y brilla por su ausencia cuando protegen lo que quieren. El aliento sale, se esconde, se arremolina junto al aliento de la doncella. Jeanne. Tan sagrada aún en sus brazos. Sagrada para su corazón de hombre que ama. Jeanne.
Recuerda, vagamente, como se lo permite su mente maravillosamente embotada, las palabras de Yoh, vaya idiota ese Yoh.
"Algún día formarás tú una familia", o algo así, puede que haya sido diferente, pero no le importa y lo descarta.
Pero gracias, Jeanne, porque era verdad. Gracias y gracias.
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