Introducción.
Era una mañana soleada y alegre de un 2 de agosto de 1986 en un barrio tradicional de Sevilla. Todo el barrio estaba en silencio, excepto por una blanca casa de aspecto antiguo y humilde, aunque bonita y grande a la vez. De esta salía una alegre música flamenca compuesta por guitarras y taconeos, mientras que a la vez del segundo piso de aquella misma casa se oían los quejidos de una niña algo descontenta.
- ¡Ay mamá, que me haces daño leche!.- exclamó la niña que estaba sentanda en una silla ante un tocador siendo peinada por su madre.
- ¡Pepi, esa boca! Que te la voy a tener que lavar con jabón.- le respondió la señora con un cepillo en mano, mientras recogía el largo y castaño pelo de esta en una coleta alta y repeinada para atrás.
- ¡Pero si esque es verdad! Además mamá, que vienen Paco y Lola, no los reyes de España.- dijo la cría cruzando los brazos y frunciendo el ceño.
- ¡Anda! ¡Calla, calla, que bien bonica que vas a estar!.- dijo la mujer terminando de sujetar la cola con una goma del pelo.- Mírate, ¿ves? Estás preciosa Pepi, no se como no te pones vestidos más a menudo.- prosiguió la mujer sonriente sujetándo a la niña del hombro y llevándola ante un espejo de cuerpo entero para que se miráse.
- ¡Pero si parezco una muñeca repollo!.- exclamó Pepa quejándose frente al espejo.- ¡Anda, ayúdame a quitarme esto que se van a reír de mí! Además que es mi cumple...- prosiguió esta juntando las manos en señal de suplica y poniendo morritos tristes a su madre.
- ¡Que no Pepi, que no! Además que es un regalo de cumpleaños de tu abuela el vestido y le hace mucha ilusión verte con el puesto.- sentenció aquella mujer, ante la cara de desesperación de su hija.
El gesto de Pepa se cambió por uno lleno de cansancio y tras un resoplo y poner los ojos en blanco, se dió la vuelta y empezó a caminar hacia la puerta con las manos en jarra.
- Pues yo me voy pa la calle a jugar con los vecinos.- dijo la niña con aires de superioridad.
- ¡Ni hablar del peluquín! Tú te quedas aquí que no te manches.- dijo la mujer arrastrando a su hija de nuevo a dentro de la habitación.- ¡Ay, además que se me había olvidao! !Qué tengo una cosa para tí!.- prosiguió esta buscando algo en su bolso.
- ¡Un tirachinas! ¿Es un tirachinas , verdad?.- empezó a gritar Pepa de alegría, mientras saltaba de arriba para abajo, tirándole a su madre de la falda.
- Aquí tienes corazón.- dijo la mujer sonriente, mientras abría una cajita ante los ojos de su emocionada hija.
El gesto de Pepa se cambió rápidamente por uno de total decepción e incredulidad.
- ¿Una cinta? ¡Pues vaya mierda! Te lo podrías haber currao un poco más.- exclamó la niña con aires de reproche.
- ¡Maria José, la próxima te llevas un guantazo! Además que esto es de doña Carmen, la dueña de la mercería de la esquina. Me lo ha dao para que te lo dé de su parte, así que girate que te lo ponga.- replicó la madre girándola de nuevo ante el espejo y colocándole la cinta de color azul sobre la goma del pelo en forma de lazo.
- Madre mía... parezco una repipi... ¡Me vas a arruinar la reputación mamá!.- dijo la cría mirándose en el espejo incrédula.
- ¡Pero que dices niña! Anda tira pa abajo que estás preciosa.- dijo la mujer dándole una palmadita en la espalda a su hija.
Y así lo hizo. Pepa bajó al piso de abajo sin saber que aquel día sería el comienzo de la historia más importante de su vida.
