Justo en ese instante, en el que el tiempo se detuvo, cuando su corazón paró los latidos, un profundo terror invadió su mente, su cuerpo, su alma, como una oscuridad infinita, como veneno negro esparciéndose por su ser. Su mundo volvió a desmoronarse, volvió a la desesperación, volvió a recordar todas esas cosas nostálgicas que le atravesaban el pecho como una daga plateada, cuyo filo resplandeciente, yacía manchado de carmesí. Abrazando la fina espada, que un día le perteneció a aquella persona noble y valerosa, comprendió, que tal vez no era tan diferente a ese repulsivo ser retorcido hacia el que el odio crecía en su corazón. Jack Vessalius, aquel hombre tan roto y trastornado como puro y claro, que trató de destruir el mundo, y llevarlo a las profundidades del Abismo, sólo por su amada Lacie. Que tal vez no era tan diferente al Duque Barma, que por amor a la Duquesa Rainsworth había hecho la más elucubrada y extraña manera de destruir su propio poder. Porque, también se había dado cuenta, que en lo profundo de su corazón, sólo quería cambiar el pasado, para volver a verlo a él... Porque el también... Hacía todo por amor.
