Disclaimer: Saint Seiya NO me pertenece a mí sino a ese ser superior que es Kurumada.
Advertencias: Saga de Géminis.
Pareja/Personajes: Shura de Capricornio x Aioros de Sagitario
Acotaciones:
¡Hola! :D
Al parecer una vez más vengo a incursionar con un intento de fanfic a un fandom que stalkeo desde siglos y porque recientemente recuperé la llama Saint Seiyana que estaba escondida, pero ardiendo vivaz gracias a años de leer desde mi rincón lleno de ratas, en mi interior, por lo que desempolvé uno de los escritos más antiguos de mi pareja de dorados preferida de todos los tiempos.
A ver, según mis cálculos serán varios capítulos cortos no relacionados entre sí y sin seguir ninguna trama ni relación temporal, por lo que no sé qué clase de desmadres van a salir de esta delirante divagación.
Celoso
Le molestaba. Le molestaba mucho saber que el sagitario estaba cinco casas más allá de dónde debería estar.
Qué tan divertido puede ser pasar tanto tiempo con una persona como Saga. Al menos como para que Aioros sintiera una necesidad casi enfermiza de estarse metido en su templo todas las tardes con él.
-Es para arreglar asuntos del pasado-se excusaba el arquero (¡ARREGLAR ASUNTOS DEL PASADO Y EL TRASERO DE CABALLO DEL SUSODICHO SANTO!)
Shura estaba seguro que era una vil excusa de Saga para pasar tiempo innecesario con el castaño.
Es por ello que se sentaba en el exterior de su templo, refunfuñando para sí mismo, como una anciana malhumorada, esperando el instante en que Aioros se dignara a pasearse por su casa para ver cómo estaba.
Le molestaba que luego el arquero llegara con una encantadora y reluciente sonrisa en el rostro. Le molestaba que le preguntara, inocentemente, que qué le pasaba. Le molestaba que al responder, con sarcasmos usualmente, el santo de la novena casa de burlara casi como sin darle importancia.
Pero más que nada, Shura tenía que reconocer, le molestaba mucho, mucho, mucho más que, con una sonrisa, le preguntara si estaba celoso.
¡Qué sí! ¡Qué sí! ¡Qué sí estaba celoso!
Le molestaba que Aioros fuese capaz de darse cuenta de ello así como así, tan fácil, tan sencillo, tan simple y tan suelto de cuerpo.
Lo que no le molestaba en lo absoluto, era que el centauro le palmeara la cabeza, como cuando eran niños, se inclinara lo suficiente como para depositar un breve beso en la mejilla del español y se marchara tan campante, con una sonrisa y tarareando una canción… El muy inconsciente.
Pero no. A Shura eso no le molestaba para nada de nada.
