Título: Without you I'm nothing.
Personajes: Damon, Elena, Stefan, Caroline, Klaus, Tylor.
Esos vendrían a ser los principales POR AHORa, en realidad no sé que voy a hacer.
Parejas: Damon/Elena. Elena/Stefan. Klaus/Caroline. Tylor/Caroline.
Notas: Un Delena, por supuesto. Amo a esta pareja. Espero que les guste mi fic :) En realidad no sé cada cuánto voy a subir, porque soy de esas personas que se distraen rápido, pero el segundo capítulo está casi terminado.
1 CAPÍTULO.
Desde hacía días una nueva estudiante se había presentado a la secundaria. Con su cabello platinado y sus ojos grises había deslumbrado a toda la escuela, sobre todo porque su actuar demostraba ser decidido y terco. Había dejado en claro, en la clase de Historia, que conseguía lo que quería sin importarle las consecuencias, y al momento de decirlo, Elena observó con detenimiento cómo miraba a Damon al momento de pronunciar esas palabras. Le molestó. Y aún le molestó más cuando no tuvo más que aceptarlo.
Había partido al medio uno de sus lápices preferidos cuando Lia (la nueva alumna), había avanzado coquetamente hasta Damon y -el muy imbécil- le sonrió con arrogancia propia de él. Bonnie en aquel momento observó con suma atención tanto a Damon como a su mejor amiga, que con los ojos entrecerrados no le quitaba los ojos de encima a ninguno de los dos.
En otra ocasión se encontraba con Caroline en la cafetería del colegio, habían estado hablando con Bonnie animadamente hasta que la morocha tuvo que retirarse con Max y estuvieron comiendo. Inesperadamente, Lia se sentó en la silla que anteriormente Bonnie había ocupado. Elena la observó con molestia y masticó con cuidado de no morderse la lengua, un acto que no pasó desapercibido por Caroline, al igual que la antipatía para nada disimulada de su mejor amiga hacia la nueva estudiante.
—Tú eres Elena, ¿verdad? —Preguntó Lia con una sonrisa.
—Esa misma —Respondió tras un suspiro poco involuntario.
—Damon me ha hablado mucho de ti —Continuó como quien no quiere la cosa—. Suele ser un poco molesto, pero… —Se encogió de hombros— me da igual. Es muy apuesto.
Sin decir más nada, Elena se puso de pie y abandonó la mesa, con la bandeja en mano y desechando las sobras en el bote de basura. Con los ojos un tanto abiertos, Caroline dirigió su mirada a Lia y ésta solo bufó con cansancio.
—¿Qué le ha picado? —Agregó antes de ir detrás de Damon.
Días más tarde con respecto a la anterior situación, Elena se encontraba tomando café mientras era presa de las charlas de Stefan. Quizás por el mal humor de tener que soportar al ahora malvado de su ex novio, o por jugadas del destino, pero Lia apareció tomada de la mano de Damon, y ella –Elena- solo fue capaz de derramar su bebida sobre el suéter de ésta, quemándola y ganándose así un grito de dolor.
—¿¡Qué demonios pasa contigo! —Gritó Lia irritada, con ganas de golpearla.
—L-lo siento… —Se disculpó avergonzada de su actitud inconsciente, pero sin lamentarlo realmente.
Percibió la mirada interrogante de los hermanos Salvatore, sobre todo del mayor de éstos. Sin más que decir, Stefan se la llevó de allí, diciéndole al oído que Damon se encargaría de su nueva novia. Obviamente, más que tranquilizarla, provocó que se irritara aún más.
.
.
.
Mientras hablaban en el patio, Lia se acercó con su agradable sonrisa hacia Elena, quien para su mala suerte no estaba precisamente de buen humor; Damon no le había hablado desde que la nueva había llegado, y tuvo que aceptar que le dolía haber sido reemplazada para evitarse más molestias.. Observó con disimulo la musculosa negra y los jeans oscuros que Lia estaba vistiendo, e irónicamente, se sintió devastada. Se sintió inferior…
Caroline miró a Bonnie, a Elena y, por último, a Lia, que con su teléfono celular marcó unas teclas y luego le tendió el celular a la castaña. Caroline no supo qué demonios había escrito, y Bonnie se preguntó desde cuando Elena se había convertido en una persona irritable, pero ambas estuvieron de acuerdo que nunca se sorprendieron tanto por la actitud de Elena como actualmente. La rubia y vampira amiga de Bonnie miró en cámara lenta como Elena miraba con odio a Lia y, segundos después, la golpeaba en el labio, provocando que ésta cayera al suelo con Elena sobre su regazo, queriendo romperle el cuello. Pero por supuesto que Lia no se mantuvo atrás, y jaló de los cabellos a la joven Gilbert, que la maldijo sin ningún pudor al mismo tiempo que alumnos de todos los salones se amontonaban a su alrededor, entre ellos Stefan, que no tardó en tomar a Elena de los brazos para separarla, y Damon, que por su parte había tomado a Lia, haciendo enojar más a Elena.
—Oh dios —Max apareció preocupado detrás de Caroline y Bonnie—. ¿Qué ocurrió?
—Yo… —Bonnie abrió un tanto los ojos sorprendida—. No lo sé —Contestó simplemente—. Lia le mostró su celular y… —Arrugó el ceño y tomó el celular de Lia, el cual había quedado tirado en el suelo, pero el mensaje se había borrado. Finalmente suspiró—. Elena la golpeó.
Por su parte, Elena –ya más calmada-, se zafó del agarre de Stefan al asegurarle que no volvería a golpear a Lia y que, si no la soltaba, lo golpearía a él también por mucho que su fuerza la sobrepasara.
—¿Puedes decirme que ocurrió? —Preguntó el menor de los Salvatore.
Elena arrugó el ceño, sintiéndose incómoda.
—No sé qué pasó conmigo —Mintió, aunque no era una completa mentira. Si, había reaccionado de manera extraña al elegir el camino de la violencia y no las palabras como normalmente solía hacer, pero se había sentido tan bien—. Se lo merecía.
—¿Y se puede saber por qué? —Preguntó otra vez Stefan, sin obtener respuesta inmediata y, haciendo un ademán de volver a preguntárselo, Damon interrumpió entre ellos con una sonrisa torcida y satisfactoria.
—Le dejaste el labio partido, no está mal —La felicitó y miró a su hermano—. Vamos Stefan, no me mires así, me haces ver como si fuera una mala influencia.
—Haz lo que quieres con ella —Contestó fríamente refiriéndose a Lia—. Solo me sorprende cómo actuó Elena —Continuó indiferente.
—Oh, cierto, el malo Stefan está activado. Vale. Ya entendí —Le respondió el mayor con ironía y lo ignoró completamente cuando sus ojos observaron con delicia a la humana que en secreto tanto lo atraía—. ¿Me dirás a mí por qué te comportaste así? Me sorprende, si tengo que serte sincero.
Elena se movió incómoda, queriendo que la tierra la tragara o, mejor aún, que todos se olvidaran de lo mal que se había comportado frente a todos. Para salvarle de responder a Damon (¿qué podía decirle? "Oh, me he puesto celosa de que la puta de Lia te haya hablado, lo siento". ¡Definitivamente no!), Alaric se acercó a ella corriendo, junto con los demás profesores que se veían tan sorprendidos como él mismo de la manera en la cual Elena (alumna ejemplar con respecto al comportamiento) se había comportado.
—Ven a mi despacho —Le regañó con una mirada cómplice, prefería ser él quien le hablara antes de otro de los profesores.
La castaña asintió con la cabeza, avergonzada pero disimulándolo a la perfección, sabiendo que los ojos de Lia se clavaban en su espalda y, lo que menos quería, era verse arrepentida frente a ella.
Avanzaron esquivando a los estudiantes y cuando finalmente llegaron al salón de Historia, Alaric se sentó sobre su escritorio mientras Elena se acomodaba en uno de los pupitres. Pasados unos segundos, en los cuales el mayor intentaba encontrar las palabras para explicarse; cuando por fin se había decidido a hablar, la joven se le adelantó.
—Lo siento Alaric, en serio, te prometo a ti y a los demás que no volverá a ocurrir —Habló sinceramente.
—Lo sé, Elena, y te creo, pero no estoy aquí para hablarte del castigo, sino para preguntarte por qué los has hecho. ¿Te ha molesto o algo? Aunque no eres de las que recurre a la violencia, al contrario, siempre intentas hablar con la gente, incluso cuando son vampiros que intentan matarte —Explicó con una mueca de confusión.
—Estuve… bastante presionada, supongo que luego de tanto acumular terminé por explotar —Explicó, escondiendo sus verdaderas intenciones.
—Elena… —Le llamó—. Estoy al tanto de lo que sucede.
—¿Disculpa? —Abrió los ojos sorprendida e indignada al ver a sus mejores amigas asomándose por la puerta, demostrando estar un poco avergonzadas por haber hablando de más, aunque en realidad quien se veía así era Caroline, Bonnie solo avergonzada de no poder haber evitado que su rubia amiga hablara de más— ¿Y entonces? ¿A qué te refieres con "estoy al tanto"?
—Estás celosa de Lia, te molesta que se acerque a Damon y coquetee con él.
—¡No puedo creerlo! —Exclamó indignada, sin poder creer lo que sus oídos estaban escuchando. Por mucho que cierto fuera, no podía hacerles creer que tenían la razón, aunque además, escucharlo de labios ajenos era extraño—. No estoy enamorada de Damon, no lo estaré jamás. Ni siquiera sé si estoy enamorada de Stefan, no luego de todo el daño que él está haciendo.
—Corrección. El daño que te está haciendo —Opinó Caroline.
—Esto es increíble, de verdad chicos —Respondió Elena poniéndose de pie, tomó su cartera del brazo de Bonnie cuando ésta se lo tendió, y salió apresurada del salón de clases, importándole muy poco que Alaric no hubiera hablado con ella con respecto a su castigo.
Por el estado de los pasillos, es decir quietos y silenciosos, Elena adivinó que el recreo no había terminado aunque faltaba muy poco para que lo hiciera. Entonces suspiró inconscientemente mientras los recuerdos se agrupaban en su mente como nubes en una tempestad, un dolor en el pecho se hizo presente al recordar como Lía había besado a Damon… Bueno, no realmente, pero se lo había escrito en el mensaje, ¿verdad? Y viniendo de Damon, seguramente había sucedido. No lloraría, ella no sería tan estúpida de volcar lágrimas a quien no lo merecía (aunque Stefan… Oh bueno, él era diferente, un caso aparte). Avanzó con más prisa, ansiosa de encontrar la salida e irse a su casa con una amonestación que llegaría el día de mañana. ¿Aunque qué más importaba? ¡Estaba sola! ¡Completamente sola! Jeremy se había ido, Jenna había muerto al igual que había sucedido con sus padres adoptivos y quienes no lo eran.
Estaba sola.
Sin poder evitarlo se apoyó sobre la pared del pasillo, dejándose caer porque las fuerzas le fallaban, y sin poder aguantar más, comenzó a llorar. Primero habían sido unas lágrimas traviesas y poco resistentes, que se evaporaban a medio camino; pero mientras los minutos pasaban, le era más imposible parar a la vez que ya gruesas lágrimas caían por sus mejillas e impactaban suavemente sobre su remera. Si, quizás tenía aun a sus amigos, pero ellos no eran sus padres. No la arroparían al anochecer, no la besarían en la frente como su madre hacía hasta que ella le pidió por favor que lo dejara de hacer. Bonnie no cocinaría para ella y Max no volvería del trabajo para darle un abrazo como su padre solía hacer.
Ellos eran sus amigos, no sus padres.
Ahora Stefan no era más Stefan, ahora era una persona fría y manipuladora, que nunca más la abrazaría como era costumbre en las noches frías cuando ella lo necesitaba. Oh, no, claro que no.
Por supuesto que siempre estaría sola…
—Elena…
Completamente…
—Elena…
—¿Damon?
… ¿Sola?
—El mismo.
Bueno, quizás no tan sola.
.
.
.
Sentado a su lado, el vampiro dejó que la joven recargara su cabeza sobre su hombro y llorara tanto como quisiera. Pese a que no le agradaba verla llorar, en aquel momento consideró conveniente que se descargara para que las lágrimas se llevaran consigo sus penas, o mínimamente, las suavizara. El dolor de Elena aguardaba en su corazón era comprendido por Damon, al contrario de lo que ella misma creía. Elena estaba lejos de imaginarse por cuánto dolor se había enfrentado el mayor de los Salvatore al amar tanto a Katherine que le dolía compartirla, pero era exactamente el amor la razón por la cual él aceptaba sin oposiciones el deseo de la vampira. Él la amaba demasiado para dejarla ir por –o eso creía él- un capricho. Después de todo, se dio cuenta que el amor era una fantasía que los humanos necesitaban para sentirse vivos, por lo cual él ya no lo necesitaba. ¿Acaso no estaba muerto? En efecto, si, y como lo estaba cerró sus emociones al considerarlas innecesarias.
No obstante la vida (y la de él era inmortal) conduce su propio destino, y tras muchos años de divagar por el mundo, la encontró a Elena. Una réplica física de Katherine, pero eran como el agua y el aceite si de personalidad se trataba.
Y eso, definitivamente, le había atraído más. La amaba, tanto que sufría incluso más que aquella vez al lado de Katherine, antes de cerrarse en un muro de frialdad.
—¿Estás mejor? —Preguntó luego de varios minutos, cuando Elena se tranquilizó.
—Si… Gracias, Damon —Sonrió débilmente antes de –intentar- ponerse de pie.
—Sabes Elena —Comenzó a hablar el mayor con un tono delicado poco característico en él al mismo tiempo que sostenía la mano ajena con cuidado, aferrándola para que no se fuera. No aún—, no estás sola.
La mencionada abrió un tanto los ojos, visiblemente sorprendida por el comentario de Damon y le sonrió un poco como respuesta. Sin encontrar las palabras adecuadas para continuar, Elena se dio la vuelta y comenzó a caminar por el pasillo para encontrar la salida, como una vez había sido su propósito. Antes de abandonar el lugar, con su mano derecha sosteniendo el pomo de la puerta, escuchó una pregunta que recordaba haber escuchado antes.
—¿No me dirás por qué golpeaste a Lia?
Elena volvió a darse la vuelta, esta vez para mirar al vampiro con una sonrisa agradable y no forzada como la anterior.
—No, Damon, descúbrelo tú mismo.
Elena se marchó, dejándolo con el único sonido de la campana haciendo eco por los pasillos.
.
.
.
La casa se encontraba tan silenciosa que hubiera preferido que Stefan hubiera estado molestándola, antes de convivir con la paz que la envolvía de manera tan singular. Después de comer, subió las escaleras, preguntándose interiormente por qué Alaric no se encontraba en la casa como había acostumbrado a hacer luego de la muerte de Jenna. Sin querer darle mucha importancia al asunto, cerró la puerta de su habitación detrás de ella y, con los ojos entrecerrados a causa del sueño buscó su Diario Íntimo. Le preocupó un tanto no encontrarlo en donde lo había dejado en la mañana, pero nuevamente intentó no prestarle demasiada atención, quería olvidar por una noche los sucesos supernaturales que la envolvían. Buscó debajo de su cama, pensando –y casi asegurándose- que podría haberse caído; lo que no esperó, fue encontrarse con un cuerpo femenino tendido en su propia cama, lo que le valió un grito de susto y una mirada completamente incrédula.
—¿Lia? —Preguntó Elena, retrocediendo aún en el piso.
Su mirada se posó en el objeto que la antes mencionada muchacha tenía entre sus manos. Los ojos de Lia, grises y apagados, se encontraban dirigidos al Diario y no a Elena, pero pronto cambió y una sonrisa torcida se posó en sus labios.
—Es contradictorio lo que cuentas aquí, ¿sabes? —Le respondió Lia con su cabello platinado a ambos lados de su cuerpo—. Utilizas palabras confusas solo para perderte en un mar de pensamientos y filosofías idiotas, pero Elena… Querida Elena, toda esta basura se traduce en tres simples y a la vez complicadas palabras—. Hizo una pausa para mirar con detenimiento a la castaña, la cual se encontraba demasiado confundida para poder hablar—: "Amo a Damon". Pueden ser cuatro si quieres agregarle el Salvatore y hacerlo más romántico —Finalizó con una sonrisa burlona.
—¿Qué haces en mi habitación? —Fue lo único capaz de modular en ese estado.
A Lia pareció enojarle su pregunta. Poco acostumbrada a que la ignorasen, cambió su posición que mantenía sobre la cama de Elena y se sentó en la orilla, frente a ella.
—¿Aún no lo has adivinado, querida? —Alzó su mano, mostrando un anillo poco usual depositado en el dedo índice.
—Pero… —Inmediatamente, la muchacha clavó su vista en los labios de Lia, que lucían como si nunca antes hubiera sufrido un golpe—. Tú herida… Pero…
—Blablabla… Vamos, Damon ha dicho que eras inteligente.
—Es imposible.
—Parece que lo has entendido —Se puso de pie hasta estar mirando desde arriba a Elena y luego se inclinó hacia ella—. Pero hasta aquí termina la diversión. Me he aguantado durante todo el día lo que me has quitado —Elena podía jurar que estaba hablando de Damon—, ¿y por qué no también el golpecito, eh?
Como si el interruptor en su cabeza hubiera vuelto a funcionar, Elena hizo el ademán de ponerse de pie, sin embargo, Lia la empujó haciendo fuerza con su pie sobre el hombro de la muchacha y ésta cayó al suelo, completamente indefensa. Aunque Alaric llegara a casa en aquel momento (cosa que dudaba), Lia mantenía la mirada fija en su objetivo y no demostraba ser de aquellas que jugaban con sus presas antes de cumplir su objetivo.
Elena intentó pensar, mientras veía en cámara lenta como Lia se inclinaba sobre ella y la inmovilizaba utilizando sus manos para realizar el proceso. Iba a morirse, realmente iba a caer muerta en el momento más inoportuno y de la manera más graciosa de todas. Luego de haber se enfrentado a tantos demonios, aparecía una rubia de nombre Lia dispuesta a acabar con su vida solo por celos… ¡Celos! Lo único que tenía asegurado era que Klaus la seguiría hasta encontrarla y matarla lenta y dolorosamente, por haber aniquilado a su doble y fuente de híbridos.
Cerró los ojos, en un vano intento de no sentir los dientes de Lia clavándose en su cuello, absorbiendo la sangre que se encontraba en su interior. Era increíble, absurdo y estúpido.
Su vista se debilitó cuando la sangre comenzó a escasear en su cuerpo y, a medida que sus ojos perdían el brillo característico, sintió la presión ceder. Gritos de rabia invadían lejanamente su mente y luego unos pasos acercándose a ella, tomándola con delicadeza y alzándola… Luego perdió el conocimiento.
Cuando despertó, supuso que habían pasado tan solo unas horas desde el confuso incidente. Le costó acostumbrar la vista al lugar en donde se encontraba, no obstante los objetos que hasta hacía segundos le habían parecido borrosos, se convirtieron en muebles distinguidos y, frente a ella, una chimenea que calentaba la habitación. Supuso inmediatamente dónde se encontraba, pero no sabía por qué.
Tomó con ambas manos su cabeza, la cual le dolía horrores, y cuando volteó el rostro, observó con un deje de sorpresa y calidez en su interior, como Stefan dormitaba tranquilamente en sillón. Imaginó (o inconscientemente eso quiso creer) que el vampiro había estado cuidado de ella. Con cuidado de no marearse, se sentó en el sofá.
—Sería mejor que te recostaras, todavía estás débil…
Se giró para observar a Stefan mirarla con los párpados decaídos, aunque no tardó en buscar fuerzas y se paró, caminando unos pocos pasos hacia ella.
—Gracias por cuidar de mi —Susurró sin pensarlo mucho, después de todo, Stefan siempre había estado para ella y recordar esos momentos avivaban su esperanza.
Pero Stefan arrugó el ceño, un tanto molesto y Elena no tardó en saber porqué.
—Yo no cuidé de ti, Elena, fue Damon quien lo hizo.
En efecto, Elena abrió mucho los ojos, preguntándose a la vez ya cuántas veces había sido víctima de la sorpresa aquel día.
—Como siempre, piensas que tu adorado Stefan cuida de ti, incluso aunque su interruptor de nene malo esté encendido —Interrumpió con un deje de molestia mientras abandonaba nuevamente la habitación. Porque una cosa era que siguiera amando a Stefan, pero otra muy distinta era que continuara confiando de sus supuestos buenos actos y él crédito que él se merecía fuera en vano. No lo toleraba. Y vamos, que él no era un Santo para andar haciendo el bien en secreto, por lo menos no con Elena.
Unos pasos detrás de él le llamaron la atención y no se molestó en avanzar con más prisa, pues solo sería engañarse a sí mismo de lo que en realidad quería era exactamente eso. Elena corriendo detrás de él, aunque las razones las desconocía.
¿Lo abrazaría, quizás? ¿Le pediría disculpas? O, en el muy hipotético de los casos, ¿le confesaría su amor? El cual, claro, era inexistente.
—¡Damon!
Oh, allí estaba.
—¿Si, Elena? —Sonrió de lado, apoyándose y así recargando su cuerpo contra la pared del pasillo.
Elena abrió la boca, para intentar explicarse, pero simplemente se acercó a él y lo rodeó con sus brazos, de manera afectiva. Había sido una de sus primeras opciones, por lo cual no le sorprendió en lo absoluto la reacción de Elena en él, simplemente se dejó estar y correspondió el abrazo rodeándola él también con sus brazos, porque realmente quería hacerlo. Sin embargo, no estaba en sus planes sentir los labios de Elena sobre su mejilla, acariciándole con suavidad para luego depositarle un tímido beso. Aquello, definitivamente, lo había tomado por sorpresa.
—Gracias —Susurró aún con su cabeza escondida entre el hombro y el cuello del vampiro.
—Para cuando me necesites, Elena —Susurró, ahora sonriendo levemente, pero sin maldad o arrogancia en ella.
El momento, perfecto, para nada incómodo, tuvo su fin al hacer eco los aplausos vacíos que Stefan les dedicaba con una sonrisa.
—Deberías haberlo besado en los labios, después de todo, ya lo has hecho, ¿verdad? —Preguntó éste, mirando con odio a su hermano.
La joven se puso delante de Damon antes de que su hermano quisiera matarlo (matarse mutuamente, mejor dicho) y miró a Stefan con irritación, como si dijera "Vamos, inténtalo".
—Elena… —La llamaron ambos a la vez y esto solo provocó más odio entre ellos.
—Pensé que no te importaba, ¿No, Stefi? Después de todo eres el hermano malo ahora… En serio, ¿por qué te molesta que Elena comience a enamorarse de mí? Tú mismo has provocado que ella eligiera este camino, no yo…
—¡Tú la impulsas a hacerlo!
—¿¡Yo! ¡Tu eres el que anda matando gente como si de la vida dependiese!
—¡Mi vida depende de esas muertes, Damon! ¡SOY UN VAMPIRO!
—¿¡Ah sí! ¡No me digas! ¿¡También lo eras cuando preferías alimentarte de animales, entonces!
—¡Ya basta!
Los hermanos detuvieron se discusión para mirar a Elena, y Damon fue lo suficientemente rápido para sostenerla antes de que su cabeza se rompiera contra la pared por su inesperado desmayo.
—Mira lo que has hecho, Stefan.
—¡Damon!
El aludido lo ignoró completamente y volvió a tomar a Elena como hacía horas antes lo había hecho. Volvió a depositarla sobre el sofá en el cual se había mantenido dormida y esperó que descansara nuevamente. Mientras tanto, Stefan se veía incapaz de acomodar los pocos sentimientos que la barrera de su propia alma había infiltrado, no podía ser capaz de acomodarlos y mucho menos de esconderlos. Suspiró, sintiéndose débil ante los celos, la angustia y el amor que por Elena sentía.
—Iré con Alaric, quedé con él hace media hora, seguramente querrá golpearme —Dijo sin más Damon, pero frunciendo el ceño al observar a su hermano—. Pero lo postergaré. No te ofendas, pero no eres de fiar —Finalizó con una sonrisa forzada.
—Damon… —Le llamó cansado sin decir más y éste asintió con la cabeza, retirándose de la casa tiempo más tarde.
Pese a que la idea de dejar a Elena con Stefan no le agradaba, su cuerpo intentaba (a la vez) separar los sentimientos que por Elena sentía, incluso intentando suprimirlos aunque sin éxito alguno. Pero amando o no a Elena, había persistido en él la idea de dejársela a Stefan, ya que después de todo era su propio hermano y Elena lo prefería a él. Por supuesto que desde el cambio de Stefan, la idea en su mente había cambiado, aunque la culpa por quitarle la ex novia a su hermano le hacía presión en su pecho de vez en cuando.
Pero después de todo era Damon y encerró en él los sentimientos que tanto lo molestaban, dejando la estancia y más tarde encontrándose con Alaric en un punto de la cafetería a la vez que Stefan observaba con melancolía la figura de Elena recostada en el sofá.
Observar con lejanía sus párpados cerrados y dibujar de manera imaginaria un camino que comenzaba en sus pómulos y terminaba en sus labios era tortuoso. Comprender que él había sido capaz de besarlos al mismo tiempo que acariciaba con ansias las mejillas sonrojadas de Elena era doloroso. Él se encontraba consciente de la realidad. No había cerrado sus sentimientos completamente, sino que había dejado una leve pero controlada llave de escape en la que ahora era incapaz de ser consciente de lo que estaba pasando.
—Por dios, te amo tanto… —Susurró en un suspiro y escondió su rostro entre sus manos, incapaz de mantener la mirada sobre ella más tiempo.
Una mano se posó en su cabello y hundió acariciándolo con conocida habilidad. Sin ser capaz de levantar la vista (no podía permitirse tal acto de debilidad), dejó que Elena (¿qué otra, sino?) continuara una tarea que de nueva no tenía más que el pasar de los días. Sorprendentemente, cuando se decidió a alzar la vista se encontró con cabellos rubios a centímetros de su rostro y el sillón abandonado, ya que nadie se encontraba allí. En cuestión de segundos descubrió que desde un principio había estado equivocado, y la mano que tanto lo acariciaba no era Elena, sino Rebekah.
—¿Dónde está Elena? —Preguntó con indiferencia, mirando a Rebekah con una sonrisa.
—¿Te sigue preocupando esa humana? —Stefan sintió como el agarre se volvía doloroso, más no por eso demostró incomodidad alguna y tomó la mano desocupada de ella, depositando un suave beso en ella.
—En lo absoluto, pero si Damon ve que ha desaparecido y yo lo permití, se volverá loco y sabes lo impulsivo que es, ¿verdad?
Gracias a la rapidez de sus actos, escondió sus pensamientos y con ellos los sentimientos que anteriormente habían escapado en un desliz casi propio de él, se podría decir. Era por eso, supuso Stefan, que Rebekah no se había percatado de la verdad detrás de sus palabras y tan solo le sonrió complacida, creyendo sus palabras.
—La dejé en la habitación del Rey de Roma —Respondió esta, refiriéndose a la habitación de Damon—, no quería que despertara y arruinara nuestro momento.
—Oh, ¿nuestro momento?
—Te extrañé, Stefan… Lo sabes, ¿verdad?
El aludido se encogió de hombros, sin dejar de sonreír. Tomó de la cintura a Rebecca, ignorando su traicionero cerebro, quien insistía en creer que la rubia vampira era en realidad la humana de Elena. Rebekah se dejó caer con gracia sobre el regazo de su ex amante; para cuando estuvo cómoda, lo besó sorpresivamente en sus labios y el vampiro se dejó abrazándola con fuerza que poca resistencia tuvo departe de la –no tan- joven mujer.
Rebecca mordió con rudeza el labio ajeno a la vez que saboreaba el sabor metálico y muerto de la sangre de su amante, cerró los ojos extasiada y volvió a capturarlos, hundiendo sus dedos en el cabello de Stefan y jalando con ansiedad. A la vez que saboreaba el sabor de su propia sangre, Stefan recorrió con sus manos la esbelta cintura de Rebekah como hacía años lo había hecho en París. El contorno de su cintura, exquisita como la recordaba, fue dejado a un lado al momento de encontrarse con el cierre del vestido que estaba usando. Sin dudarlo, la alzó sosteniendo sus piernas a ambos lados de su cuerpo y la depositó en el sofá que anteriormente había ocupado Elena.
Debajo de Stefan, la vampira se estremeció cuando sintió el cosquilleo característico en su cuello, producto de los besos apasionados del vampiro. Sus mejillas adquirieron un color rojizo gracias al alimento humano que había saboreado hacía pocos minutos, al contrario de Stefan, que físicamente estaba lejos de tener los colores en el rostro. Frío, pálido, excitado, su nariz rozó el pecho de Rebecca y con ello consiguió excitar más a su compañera. Ésta se arqueó dejando así que su amante baja sin mucha paciencia el cierre de su vestido, pero sin quedarse atrás, no perdió tiempo en desabotonar la camisa de Stefan mientras éste le quitaba la prenda de vestir. El vestido se deslizo en un acto erótico apasionado, propio de vampiros deseosos de continuar con prisa pero deteniéndose al momento de efectuar la acción. También la camisa de Stefan cayó a un lado, dejando rozar piel con piel, labios con labios en un acto desesperado de intentar conseguir más, porque era insuficiente para ambos, sobre todo para el corazón se Stefan, que estaba deseoso de Elena.
Un abrir y cerrar de la puerta lo alertó, provocando que sus movimientos se detuvieran. Observó por encima del respaldo del sofá el pasillo, todavía vacío, pero Rebekah –un tanto molesta- lo jaló de la nuca para que volviera a besarla, consiguiéndolo sin mucho esfuerzo. Elena aparecería en cualquier momento, sería espectadora del espectáculo del cual él era protagonista. Se culpaba a sí mismo, o eso hacía cierta parte de su alma, pero continuó, pretendiendo alejarla con el sufrimiento que tal acto podía significar para ella.
Ciertamente, segundos después, sucedió lo anticipado por su mente y el rostro consternado de la castaña invadió sus pensamientos. No necesitaba mirarla más allá de lo necesario para ver el dolor en sus ojos, los sentimientos encontrados y la necesidad de huir corriendo lo tomaron desprevenido, pero no fue capaz de detenerla al ser incapaz de explicar lo ocurrido.
Para cuando Elena cruzó el umbral de la residencia, sus ojos, nublados por el brillo exagerado, no fueron capaces de funcionar correctamente y, con el frío golpeando en la humedad de sus mejillas, tropezó con un tronco en el suelo. Trastrabillando, cayó al suelo e impidió que su rostro rozara el suelo gracias a la palma de sus manos, que lastimadas quedaron por el incidente, así como sus rodillas y el pantalón nuevo.
—Mierda, mierda, mierda, mierda… —Repitió incontables veces, viendo con dificultad la lastimadura en sus manos y volvió a maldecir.
Era de noche, hacía frío y se encontraba sola en la misma nada. El día de hoy, o ayer en su defecto, había sido peor que el mes entero. Nunca se había sentido tan devastada, pero ver a Stefan con aquella mujer le dolía en el alma y solo conseguía asegurar su amor por él. Se sintió un poco tonta por los celos que Lia había causado en ella, quizás había utilizado a Damon para no concentrar sus pensamientos en Stefan. Un acto cruel, por supuesto, pero no por eso consiente. Se puso nuevamente de pie y esta vez empezó a caminar ya más tranquila, decidida a no volver a caer, de cualquier manera posible y era obvio que no se refería únicamente a una caída.
Aunque sabía qué era tiempo de olvidar a Stefan, no era capaz de dejarlo ir, ¡ella no quería dejarlo ir! Que éste demostrara celos en momentos de debilidad avivaba su esperanza.
Cuando llegó tiempo después a su casa comprobó que eran las tres de la madrugada e inmediatamente sintió un sueño golpear su cuerpo a pesar del previo descanso. Cayendo rendida sobre la cama, esperó que ninguna fuerza extraña apareciera para raptarla, matarla o hacerla sufrir hasta pedir clemencia. Sonrió con burla por sus propios pensamientos al tiempo que tomaba las sábanas y se tapaba vagamente con éstas.
Despertó horas más tarde gracias al despertador de su celular, el cual apagó inconscientemente con pereza, pero lejos de recuperar el sueño, se vio exaltada al notar un cuerpo recostado a su lado. Recordó vagamente una situación similar y en efecto, cuando abrió los ojos se encontró con Damon, que sonreía socarronamente, disfrutando de la vista y admitiendo en su interior que Elena era una tierna a la hora de dormir.
—Damon, te dije que ya no lo hicieras —Lo regañó molesta, alejándose de él.
—Stef me explicó que te fuiste de casa, aunque no me dijo porqué, aunque no es necesario.
Elena alzó una ceja mientras detenía sus movimientos para observarle.
—¿Disculpa?
—Lo encontré con Rebekah —El vampiro se encogió de hombros restándole importancia a sus propias palabras, sin lograr ser cuidadoso con sus palabras por mucho que hubiera querido.
Los recuerdos de la noche anterior golpearon a Elena dolorosamente e intentó apartarlos con un poco de suerte. Sin encontrar una respuesta adecuada, continuó con su labor hasta que finalizó con el atar de sus zapatillas.
—¿Qué pasó con Lia? —Preguntó tras un silencio.
—Una ex novia nunca resulta agradable —Respondió al fin.
—¿Ex novia?
—Tuvimos algo hace tiempo, pero en realidad nunca la amé, fue luego de que sucediera lo de Katherine. Me… —Se detuvo al notar con anticipo que "refugié" era la palabra que iba a utilizar y la cambió rápidamente— junté con ella para divertirme, olvidarme de la perra de Katherine, pero ella mantuvo ideas erróneas.
—¿Y por qué aparece justo ahora?
Damon sonrió.
—No es tan fácil seguirme la pista, aunque apareció otras veces antes de mi estancia en Mystic Falls.
—Ah, ¿si? —Habló sin poder contener un tono molesto, pero a Damon esto le pareció bastante divertido y por eso le siguió el juego sin hacerse notar.
—Si. Ya sabes, los vampiros necesitamos… acción —Agregó con un gesto sugerente y en ese mismo instante las llaves de Elena cayeron al suelo provocando un estruendo irritable para ella, pero no para el vampiro, que poco quería retractarse—, fue muy divertido, ¿sabes?
—Me imagino. Sabes Damon, no tengo humor para escuchar tus estupideces, no cuando Stefan… —Aguardó silencio— no importa. Debo irme.
El aludido rodó los ojos y la tomó de la muñeca tan rápido que pegó un saltito.
—Elena, Stefan es un imbécil, no entiendo porqué sigues estando detrás de alguien que no tiene intenciones de cambiar.
—¡Estoy detrás de él por las mismas razones que tú estás detrás mío, aún sabiendo que amo a Stefan y siempre será Stefan!
Automáticamente el agarre que Damon presionaba sin rudeza alguna alrededor de su muñeca cesó y automáticamente Elena se arrepintió de haber pronunciado tales palabras, por lo que midió sus palabras cuando movió sus labios para volver a hablar.
—Damon…
—No, está bien… —Dijo éste mirándola con el ceño ligeramente fruncido—. Ya has repetido esa frase antes. Sé cómo manejarlo —Agregó indiferente e incluso un tanto irónico.
Antes de poder replicarle, Damon desapareció de su cuarto, dejando como único rastro de presencia la caricia en la piel de la joven. Se dejó apoyar sobre el marco de la puerta, mirando confundida las cortinas de su habitación, que meneándose suavemente pese a no haber brisa, le hicieron sentir culpable.
