La boda | YuzuMei

Summary: Recibir aquella invitación fue una de las cosas más horribles que le había pasado en la vida. Enterarse de que su querida hermanastra menor se casaba le cayó como un balde de agua fría, pero doloroso fue enterarse de que ella era invitada de honor a dicha boda. Y parada en medio del evento escuchando las palabras del Padre, observando como alejan al amor de su vida.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Créditos a Saburouta.


Aún no podía creer lo que estaba pasando. Después de todo ese tiempo juntas, desde su primer encuentro en la Academia Aihara, desde ese primer beso que la dejo flechada, todo ese tiempo se había ido por la borda al recibir aquella invitación para el casamiento de su hermanastra menor. La noticia le cayó como un balde de agua helada, ella estaba tan metida en su vida, tan calada en lo profundo de sus huesos, tanto que dolía el hecho de que jamás la tendría ahora que se casara. Las lágrimas y constantes llantos por parte de Yuzu eran lo cotidiano en esas últimas semanas, Harumin intentaba animar junto a Matsuri y Nene, pero ninguno de los esfuerzos de las chicas parecía funcionar. Yuzu no podía hacer más nada que sufrir en silencio mientras veía el ajetreo por la boda de su hermanastra.

Saber que aquella chica que amaba ahora se casaba dolía, y no estar con ella quemaba como el mismo Sol. Pero ser la invitada de honor de la boda era la muerte en vida, su sentencia final. El desarrollo de la boda fue molesto e incómodo para ella, Udagawa había pedido su ayuda en cuanto a los gustos de su prometida y con ello se venían ayudar con los arreglos florales, la decoración e inclusive la comida para ese gran día. Ella estaba tan metida en ello. Pero cuando la vio sostener ese ramo de flores, con una ligera sonrisa, fantaseó ser ella con quien Mei se casara, deseó con creces ella fuera su esposa y no el gerente, deseaba que esa fuera su boda y no que Mei se casara con alguien más.

Cuando fueron a ver el vestido de novia, en compañía de su madre, entrando a esa tienda diversos modelos aparecieron ante sus ojos. Su madre, Ume, estaba más que sonriente y escogió un vestido para que Mei se lo midiera. El vestido, que parecia ser sencillo, la hacía ver como una deidad suprema, un bello ángel ante sus ojos mortales, un ángel libre de pecados excepto de casarse sin amar a esa persona.

— Te ves hermosa, Mei-chan.—decía Ume mirando a su hijastra con una grata sonrisa. Mei se llevo unos mechones de cabello tras la oreja, luciendo a simple vista nerviosa.— Yuzu también debería probarse un vestido para ese día.—Miró a su hija biológica con una sonrisa aun más grande que la anterior. Le pidió a la asistente que buscase un vestido para chica y la acompañó.

Yuzu miraba por el rabillo del ojo a ese bello ángel que tenía por hermanastra. Decir que ese vestido no le quedaba bien era una de las más grandes mentiras que se hubiesen inventado, una blasfemia total. Ella se veía hermosa en ese vestido, es decir, ella se vería hermosa con cualquier vestido de novia. La sola idea hacía que sus mejillas se sonrojaran más de lo usual y no era una novedad. Pero sabía que estaban ahí por la boda de Mei con alguien más.

—Yuzu.—La suave voz de su hermanastra la sacó de su ensoñación. En otro momento se hubiese enderezado y se hubiese puesto nerviosa mas no fue así en esa situación. Su rostro reflejaba una expresión adolorida, mientras sus manos, con perfectas manicuras, permanecían arrugando la tela de la falda que traía puesta.

— Te queda muy bien. Te ves hermosa.—comentó la rubia desviando la mirada hacia el otro lado de la habitación, lejos de Mei. Escuchó un suave "Gracias" por parte de Mei que solo la hizo sonrojar y sonreír, pero la sonrisa se borró cuando recordó el motivo por el que estaban ahí.— Si sólo fuera nuestra boda...—Pero eso no lo alcanzó a escuchar la de cabellera oscura.

— ¡Yuzu! —llamó Ume mientras venia con la asistente un vestido de falda corta de tonalidades anaranjadas descubierto en la espalda.— Pruébate este vestido.

— Está bien.—aceptó la nombrada tomando el vestido para ir al probador y medirselo.

Estando en el probador podía escuchar los halagos dirigidos a Mei. "Serás una buena esposa" "Eres la novia más hermosa de la temporada" entre otros y más halagos hacia su hermanastra, sintió la abrumadora tristeza en su ser. Soltó un suspiro apenas se terminó de poner el vestido y salió del probador para escuchar las opiniones de su madre. Y como esperó, su madre saltó de alegría al verla en ese vestido y de inmediato comenzaron los halagos por parte de ella y la asistente. Se sintió ligeramente avergonzada de tantas palabras bonitas, pero no había escuchado ninguna por parte de Mei. Pero sabía que no hacían falta, el solo verla con un tierno sonrojo en su rostro significaba mucho.

Luego del día de probarse los vestidos, llegó la recta final para el día de la boda. Una de las razones por las cuales le molestaba estar tan metida en el asunto era por trabajar junto al gerente, junto al hombre con el que se casaría Mei. El hombre al que Mei iba a ser entregada por el resto de su vida, aquel hombre al que Yuzu tanto había admirado y al cual había estado trabajando para pagar los anillos que compartieron durante un lapso de tiempo. Udagawa-san, ante sus ojos, no merecía a Mei. Es más, ninguna otra persona merecía a Mei tanto como ella. Nadie la trataría con el mismo amor que Yuzu le profesaba, nadie la trataría como la preciosa joya que era. Pues, aún estando profundamente enamorada de ella, amaba cada rasgo que poseía Mei, cada defecto y cada virtud que poseía, amaba cada parte de Mei, su expresión seria, su lado tierno y su estrafalario gusto por los osos. Amaba a Mei y sabia que más nadie la amaría como ella.

Pero llegó el día que tanto odio le había profesado. Odió ver la fecha en el calendario de su teléfono, odió tener que levantarse de aquella cama que, meses atrás, había compartido con Mei. Tenía la garganta seca y unas profundas ganas de no quererse levantar en días, o quizás meses, tal vez años. Pero no, tenía que levantarse y arreglarse lo mejor que podía. Ella había estado tan metida en el asunto de la planificación de la boda como para no ir, además, ella era la invitada de honor de la boda. Ella era la hermana de la novia y tenía que estar presente en el gran día de Mei.

Llegó antes a la iglesia en compañía de Matsuri y de Harumin, quienes venían en la bicicleta de Harumin por la falta de dinero para el metro. Observaron como llegaban los invitados a la boda, gente que Yuzu no conocía ni deseaba conocer. Pronto llegó el novio y su familia, luego más miembros de la familia Aihara, y más gente de alto renombre. Durante las primeras horas del evento mantuvo una expresión triste, Matsuri intentaba animarla con comentarios fuera de lugar, hacia lo mas que podía pero nada parecía funcionar. Todo intento por colocar una sonrisa en el rostro de Yuzu fue un fracaso, hasta que llegó ella.

La boda dio inicio, la marcha nupcial comenzó a sonar por toda la iglesia mientras Mei entraba con aquel vestido blanca que la hacia lucir como un ángel. Era el vestido que se había probado aquel día. Yuzu no pudo evitar sonreír y ruborizarse por ver a su querida Mei con ese blanco vestido que resaltaba su hermosa figura, la hacia ver tan pura y libre de pecados. Pero la expresión en el rostro de ella la dejó desconcertada. Su rostro estaba rígido mientras caminaba del brazo de Shou, llevándola a donde estaba su futuro esposo. Quería decirle algo a Mei, las ultimas palabras quizás, pero ¿Que podía decir? Si lo que más quería y anhelaba en ese momento era tomarla del brazo y escapar juntas a donde nadie las conociese a las dos.

Sabia que Mei no amaba a Udagawa, sabia que no había otro motivo más que casarse para heredar la academia, no había más nada, no había sentimientos de por medio en esa unión. Se sintió devastada al ver la sonrisa del gerente hacia su hermana mientras le decía un "Te ves hermosa", sintió las ganas de llorar en ese momento. Se mordió el labio inferior apretando sus manos y alejando la idea de hacer algo indebido, no quería causarle más problemas a Mei como en el pasado. La charla del Padre había sido larga, tediosa en todo el sentido de la palabra, todo era sobre el amor, la familia, la unión de ambas familias, la prosperidad y un largo etcétera. Hasta que llegó la parte que más odiaba, la parte que no quería oír.

— Queridos hermanos, hoy estamos reunidos aquí para unir en sagrado matrimonio a este hombre y a esta mujer.—Yuzu tragó saliva con nervios, sus manos estaban heladas y por su mente corría la idea de detener eso, tenía las incontrolables ganas de llevarla lejos de ahí, si seguía ese acto la habría perdido para siempre.

El discurso del padre siguió, mientras Udagawa tomaba las manos de Mei y le sonreía alegremente, como si hubiese adivinado lo nerviosa que estaba en ese momento.

— Si hay alguien que se oponga a esta unión, hable ahora o calle para siempre.—No pudo soportarlo más.

La tomó del hombro para que volteara a verla y con el rostro ruborizado dijo: Perdóname, Mei. Pero me niego a perderte otra vez, y para siempre.

— ¿Eh? —fue lo que sus labios pronunciaron antes de empezar a reclamar al ver y sentir como Yuzu la jalaba del brazo obligandola a correr de ahí.

—¡Deténganla! ¡La invitada de honor se roba a la novia! —gritaba Udagawa Honke, el padre del novio, pero Yuzu ya se encontraba en la puerta de la iglesia corriendo a más no poder, sintiendo la adrenalina a millón. Escuchaba a lo lejos los apoyos por parte Harumin y Matsuri, tal vez el tipico "¡Aihara Yuzu!" de Himeko, pero nadie podía impedir aquello. Salió de la iglesia a toda marcha y obligó a Mei a montarse con ella en la bicicleta de Harumin. Pedaleó lo más rápido de que pudo mientras exclamaba "¡Lo siento, Harumin!". Sentía los brazos de Mei rodear su cintura como aquella vez que habían ido a despedir al padre de Mei.

— ¿Que estás haciendo? —preguntó Mei tras largo rato de haberse marchado de la iglesia. Yuzu rió con ganas en ese momento, confundiendo a Mei. Después de todo, Yuzu sabia que Mei no se estaba casando por voluntad propia, quizás si pero no por amor.

— Te robo, como dijo el padre de tu prometido.—respondió con una sonrisa amplia en su rostro.

— ¿Por que haces estas cosas sin pensar? —Abraza más fuerte a Yuzu, apegando su cuerpo con el de ella.— ¿Cómo se te ocurre arruinar el día de mi boda? —El tono de Mei estaba muy lejos de expresar molestia y la diminuta sonrisa en su rostro contaban una historia diferente.

— Pienso mucho en ti, Mei, es lo que me inspira a hacer este tipo de cosas.—dijo Yuzu bajando la velocidad, ya se encontraban lo suficientemente lejos de aquella iglesia de aquellos seres tan mezquinos.— Además, podemos planear juntas una mejor boda que esta.—continuó.—Como la nuestra.—Aceleró otra vez su pedalear, aunque le era difícil con los tacones que traía, pues atrás se acercaba el auto del abuelo de Mei y era mucho mejor perderlos de vista y alejarse lo mas rápido posible. Dobló en un par de esquinas y alrededor de un parque hasta no verlos más. Podía sentir los brazos de Mei abrazándola con mas fuerza mientras sentía ese sentimiento de paz y libertad tan reconfortantes.— No podía dejar que te casaras, no quería perderte, me niego a verte en brazos de alguien a quien no amas. Con alguien que quizás no te ama tanto como te amo yo. ¡Me opongo a ello!

— Creo que hubiese sido un poco más normal que gritaras "¡Yo me opongo!" a que me secuestraras.—decía la novia en tono serio y con un notable sonrojo expandiéndose hasta sus orejas.

— ¡Le quitas lo divertido a la vida! —exclamó en risas la rubia.— ¿Pero te molesta?

— Esperaba eso de ti. Que te opusieras, que vinieras a detener esto, pero no se me cruzó que vinieras a secuestrarme.—respondió apoyando su cabeza en la espalda descubierta de la rubia, sintiendo el viento mecer sus cabellos con violencia.— Supongo que es algo propio de ti. Nunca haces lo que yo espero.

Yuzu se detuvo frente aun solitario parque. Dejó la bicicleta de Harumin apoyada contra un árbol mientras tomaba la mano de la menor y la guiaba por todo el parque. Se sentía tan bien aquella sensación de libertad, el estar con la personaba que amaba. Detener esa boda había sido una de las mejores cosas que había hecho en su vida. Detener aquel cruel evento y rescatar a su querida hermanastra. Detuvo su caminar, alertando a la novia, mientras esta preguntaba "em¿Qué?/em" Tomó a Mei del mentón para poder besar sus labios, dejándola sorprendida mas no se alejaba de aquel intimo contacto. Probar sus labios después de tanto tiempo era un deleite, lo mejor que había podido pasar, tomar su manos mientras se besaban era uno de sus mas grandes placebos. Se sentía tan bien.

— Te amo, Mei.—susurró contra los labios de la menor.— Te amo.—repitió besando su frente y mejillas mientras acariciaba sus manos y volvía a tomar posesión de sus labios.

— Yo...—la voz de ella era baja, como siempre, pero podía ver una sonrisa en los rosados labios de su hermanastra.—...También te amo...Yuzu.

No importaba lo que pasara después. Quizás el mundo iría en contra de las dos, pero Aihara Yuzu podía admitir abiertamente que había muerto siendo la persona más feliz porque estaba a su lado en ese momento la persona que más quería. Tomó el anillo que Mei traiga como colgante, su tesoro más preciado, y pronunció aquellas palabras que tanto había querido decir meses atrás:

— Puede que sea idealista, actúo de inmediato sin pensar y probablemente sea una hermana mayor llorona, pero...—hizo una pequeña pausa.— Prometo que te amaré más que a nadie en todo el mundo.—Le extendió el anillo mientras se arrodillaba ante ella con una de las sonrisas más grandes que había hecho.— Entonces...por favor, cásate conmigo.