Estas versiones de John y Sherlock le pertenecen a Steven Moffat, Mark Gatniss y la BBC. Los originales, ya saben, son del genial Sir Arthur Conan Doyle.
Versión revisada.
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Después De Un Sueño
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Después de un sueño
Mientras dormía, atesorando tu imagen,
Soñé la dicha, un espejismo ardiente:
Tus ojos eran más dulces, tu voz pura y sonora,
Brillabas como un cielo en la claridad de la aurora.
Tú me llamabas y yo dejaba la tierra
Para escapar contigo hacia la luz;
Los cielos para nosotros entreabrieron sus nubes,
Esplendores desconocidos, divinos claroscuros…
¡Ay! ¡Ay! ¡Triste despertar de los sueños!
Te llamo, oh noche, devuélveme tus engaños,
¡Regresa, regresa radiante,
Regresa, oh noche misteriosa!
Anónimo (1)
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Las Pesadillas de John Watson
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A partir de un momento, que él tenía muy claro cuál era, John había comenzado a considerar las pesadillas como una porción desagradable pero intrínseca de su vida
Eran parte de los gajes del oficio de un soldado. Nada nuevo.
Y por eso, el "remedio" (volver a la vida de civil), había sido peor que la enfermedad (quedarse). Una bala en un hombro no debería de haberlo detenido, era tan poco comparado con las heridas que había visto, los miembros arrancados de cuajo, huesos destrozados. Pero lo había hecho y la frustración era, en parte, el origen de muchos de sus problemas… hasta que llegó al 221B de Baker Street.
Había sido una (grata) sorpresa volver a dormir como un tronco, sin pesadillas, sin gritos a media noche (claro, cuando su excéntrico compañero no hacía algo que tuviera a medio vecindario despierto). Nunca había creído que encontraría a alguien que tuviera una ocupación tan… peculiar. Jamás creyó que ocuparía su arma otra vez en serio, no como esa salida para cuando la vida se le hiciera insoportable, el único uso que siempre había pensado que tendría.
Primer caso y el PTSD había casi desaparecido. Segundo caso y ya no pensaba en la pistola como un modo de acabar con su existencia, si no como un artículo para defender su vida y la de su amigo. Tercer caso y sus pesadillas habían desaparecido. Como por arte de magia.
Adrenalina. Pura y dura.
¡Oh, desgraciados hermanos Holmes, cuánta razón siempre tenían! En el tiempo por venir, ése sería un pensamiento muy recurrente por muchos motivos.
Y uno de esos motivos era que las pesadillas habían regresado en gloria y majestad, tras los últimos y tristes eventos. Más terribles, más crueles, aunque ya no trataran sobre asaltos fallidos, ni combates dónde apenas un puñado sobrevivía, ni esa en que un dolor lacerante en le paralizaba el hombro y medio cuerpo, caía y veía a sus compañeros continuar con la misión, mientras él era incapaz de seguirlos, incapaz incluso de moverse, sintiéndose un trasto inútil. Una vergüenza de soldado.
Porque ya no era la guerra lo que lo atormentaba (aunque había tenido sueños en que mezclaba guerra con sus recientes desgracias). Ahora, lo que poblaba sus pesadillas era Sherlock Holmes, su amigo.
La muerte de Sherlock Holmes.
Sherlock cayendo desde el techo del Barts. Su amigo muerto sobre el pavimento, en un charco de sangre que en sus alucinaciones veía aún más grande, un verdadero charco. Una y otra vez. Más sangre salpicando su rostro, el cráneo hundido, los ojos claros abiertos y fijos para siempre. Algunas sólo consistían en el sonido de los huesos rompiéndose. Una y otra vez, noche tras noche.
Salvo esa ocasión en particular.
No hubo sangre ni sonido de huesos rotos, ni ojos que miraran el vacío. No despertó de golpe, gritando, si no que lentamente; las imágenes fueron esfumándose de a poco mientras su cerebro se negaba a asumir que estaba solo, en el cuarto de él, en esa enorme cama que aún conservaba un vago aroma a Sherlock, que quizá era más su imaginación que real.
Como lo era el hombre que había visto en esta nueva versión de sus pesadillas. Dulce, sutil y particularmente cruel nueva versión.
Le había dicho a la señora Hudson que no regresaría al piso, pero había roto esa promesa. Quizá esto era un castigo por ello.
Los ojos claros y brillantes estaban fijos, pero no en el cielo ni con expresión vacía. Lo estaban en él, de un modo como nunca miraran a nadie ni nada, ni siquiera al experimento más interesante, ni la pista más esclarecedora. No hubo ruido de huesos rompiéndose, si no sólo esa voz tan profunda y envolvente, como una seda de algún color oscuro, murmurando cerca de su oído, haciendo vibrar sus huesos.
John…
En algún momento se encontró estrechándole una mano, la misma que había sostenido buscando un pulso inexistente. La había llevado a sus labios para depositar un suave y tímido beso, y luego entrelazar los dedos.
En el rostro del otro sólo aparecía una pequeña sonrisa. Una pequeña, dulce y cálida sonrisa. Sintió la conocida sensación en el estómago. Ese ahogo tan… placentero.
Pero no era real. Ni en la vida diurna ni en el mundo onírico. Y como tal, debía despertar y enfrentar la cruel vigilia.
- Sherlock…
El nombre se mezcló con un sollozo, que fue sólo el primero de un torrente de lágrimas.
El sueño se había ido, lenta e inexorablemente, convirtiéndose en pesadilla. Demasiado lento como para que su cerebro procesara a tiempo que no era real. Que no había ningún detective consultor a su lado, observándolo con esa mirada vivaz e inteligente, ni manos entrelazadas ni una voz de terciopelo susurrando su nombre.
Hundió el rostro en las almohadas, cerrando los ojos, tratando de volver a ese lugar luminoso dónde Sherlock Holmes aún vivía, dónde lo miraba intensamente y pronunciaba palabras que nunca creyó desearía escuchar de un hombre.
Pero buscaría en vano.
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ooOoo
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- Hay cosas que querías decir, pero no dijiste…
- Sí.
- Dilas ahora.
- No. Lo siento, no puedo.
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ooOoo
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Cosas que se le cruzan por la cabeza a uno mientras estudia XD. Ésta es una versión corregida, pero en esencia, igual a la anterior.
Probablemente, reutilice ese diálogo entre John y Ella a futuro.
Gracias por leer ^^
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(1) Mélodie (el equivalente francés de un Lied alemán, no existe una palabra similar en español) de Gabriel Fauré, con letra anónima de origen toscano y "estilizada" por Romain Bussine.
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Après un rêve
Dans un sommeil que charmait ton image
Je rêvais le bonheur ardent mirage,
Tes yeux étaient plus doux, ta voix pure et sonore,
Tu rayonnais comme un ciel éclairé par l´aurore;
Tu m´appelais et je quittais la terre
Pour m´enfuir avec toi vers la lumière,
Les cieux pour nous entr´ouvraient leurs nues,
Splendeurs inconnues, lueurs divines entrevues,
Hélas! Hélas! triste réveil des songes
Je t´appelle, ô nuit, rends moi tes mensonges,
Reviens, reviens radieuse,
Reviens ô nuit mystérieuse
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www . youtube watch?v=qVG-CNws_vc
Traducción del poema tomada de: guerraypaz – carlos . blogspot . cl / 2012 / 09 / Gabriel – faure – apres – un – reve . html
