Disclaimer: Naruto no me pertenece, es de Masashi Kishimoto.

Aviso: Este Fic participa del Reto especial: Ino Yamanaka del Foro La Aldea Oculta Entre las Hojas.


Ino solía llegar temprano a casa cuando era época de girasoles. Llovía mucho, desde la tarde hasta bien entrada la madrugada. Le gustaba peinarse mientras miraba la tormenta; veía a las furiosas gotas desgajar una a una a las flores más delicadas del campo, se entristecía cuando observaba a algún gato atrapado bajo un árbol, e incluso trataba de adivinar qué tan mojado estaría el campo a medio día, cuando los rayos del sol hubiesen secado la mayoría del agua.

A Ino siempre le relajó el sonido de los chubascos. Abría aquellos pesados libros que Tsunade le prestaba para estudiar medicina, y pasaba horas memorizando y aprendiendo, vigorizada por el ruido del agua al impactar con el tejado de su hogar. Había sido así desde niña. A Inoichi también le gustaba la lluvia, y a Ino le gustaba que le gustara porque entonces podían estar juntos y pasar el tiempo como familia.

Ino jamás entendió por qué en las películas la lluvia cobraba un significado completamente distinto. Llovía en los funerales, en las rupturas amorosas; incluso llovía cuando asesinaban a alguien.

—No a todos les gusta la lluvia —decía Inoichi alzándose de hombros, regalándole una pequeña sonrisa a su hija.

Ino recordaría años después aquella respuesta, una tarde soleada y tranquila, mientras ponía flores en la tumba de su padre. Si fuera una película, el cielo habría estado nublado, e Ino habría estado llorando desesperada, esperando que todo fuera un sueño. Pero no era una película, era la realidad; y en la realidad el clima no se ponía de acuerdo con los sentimientos de las personas. A ella le habría parecido una tontería que lloviera en un momento tan agridulce; era un cliché de mal gusto y además sería una irregularidad alarmante, porque todavía faltaban alrededor de cinco o seis meses para que la temporada de aguaceros volviera.

Ella no podía esperar a que el clima cambiara, ni podía aguardar hasta que fuera un momento oportuno para llorar. A veces se le escapaban las lágrimas en el mercado, cuando veía la fruta favorita de su padre; se avergonzaba pero no podía hacer nada más aparte de secarse las mejillas y disculparse. Lloraba con canciones, con olores y con colores; con lluvia, con viento y con sol. Lagrimeaba y también se atrevía a reír, porque no podía sollozar para siempre y olvidarse de ser feliz.

—Antes lloraba más, papá —pronunció, llena de orgullo—. Te juro que no podía ver tu sofá sin hacer un mar. Arruinaba mi maquillaje.

Acarició la tumba, sintiendo un cosquilleo a la altura de la nariz. Parpadeó varias veces para contenerse, ya casi sin éxito, sonriendo y sufriendo; emocionada y asustada.

—Quiero que me abraces, te juro que sí. No sabes cuánto me haces falta —admitió, sacando su pañuelo apresurada, negándose a que Sai la viera con el rímel embarrado en los pómulos—. Quiero enseñarte lo fuerte que me he puesto, y lo guapa que estoy. ¡Lo que más quisiera es que conocieras a Inojin…!


¿Review?