¡Hacía ya bastante no estaba por acá! En serio extrañe poder escribir, pero muchas cosas han pasado (como un mendigo huracán) y sigo desempleada, lo cual no ha cambiado en nada.
Como sea, había puesto en mi perfil un par de fics estaba escribiendo y después de...lanzar una moneda (;;;) decidí subir este AU al fin. Para cualquiera haya jugado FFXII no le resultara nueva la historia, aunque haré lo posible para cambiar situaciones y no quede al pie de la letra (más no prometo nada en verdad, mi mayor virtud no es lograr lo que me propongo exactamente).
Un enorme agradecimiento a Ari que me ha estado ayudando con la ortografía, y a Darki que simplemente no se ha vuelto loca al tener que escucharme fantasear con todo esto (◡‿◡✿).
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen al manga Pokemon Special/Adventures. Localizaciones y criaturas pertenecen a Square Enix.
✿ Tercera persona, visto usualmente desde el punto de Gold.
✿ Ninguna pareja planeada hasta el momento; posible RedxBlue y crack pairing (SieboldxMorty).
✿ Ciertos temas un tanto pesaditos habrá, políticos más que nada y otros más sensibles sobre temas trans.
0.- Larga vida al Rey.
Un tonto, eso mismo había sido, un tonto que creía en cuentos de hadas y que cosas como el amor podrían salvar a su país de una guerra. Se preguntaba cómo había podido creer en tales cosas; quizá su edad, quizá el no haber estado tanto tiempo en el campo de batalla, quizá no comprender el enorme poder de su enemigo.
Pero él sabía de ese poder, sabía muy bien lo que el imperio invasor podía llegar a hacer, a fin de cuentas su padre envejecía más tras cada año pasaba, sus hermanos mayores morían uno a uno tras cada ofensiva, su gente se veía más desesperada y agonizante con cada segundo de aquella invasión sucedía.
Quizá simplemente había preferido mantenerse ciego a todo.
Aunque en un momento, al menos en lo que podría tomarse un segundo había sido feliz; feliz ante la idea de ayudar a su reino, de poder subir la moral a sus soldados con una boda arreglada, que a pesar de su naturaleza, le había hecho sonreír como no lo había hecho antes. Sin embargo, no sabía si Karin era también feliz de ser su esposa.
No tenía el valor de preguntarle tampoco, no quería tener por respuesta una negativa de una persona había conocido desde su infancia y a quien tomaba como una de sus pocas amigas, que hubiese aceptado el casamiento le era, en ese instante, el mejor consuelo sobre los sentimientos ella tendría. Unos muy pocos días tuvieron para poder hablar cuando Nabradia había sido atacada, yéndose ella al lado de su padre a defender su pueblo.
Le habría asegurado volvería con bien, tal vez en un intento de convencerlo no ir con ella. Al menos, pensó él, ese tiempo separados sería un buen momento para pensar las cosas, armarse de valor para poder preguntar porque habría aceptado a aquel trato y prepararse para un rechazo.
Pero los dioses encontraban graciosa su indecisión, ¿y qué más alegría les daría que arruinar sus recién hechos planes y breve felicidad?
Sus promesas de volver a Dalmasca, de tener tiempo para ambos y conocerse más que lo que sus padres habían contado el uno del otro, al menos para que su matrimonio funcionara más allá que por el bien de Dalmasca y Nabradia, no iban a poder ser cumplidas.
Ahora estaba nuevamente solo, sin embargo no era por la muerte de alguno de sus hermanos, sino su esposa la que veía en aquel ataúd ataviado en flores blancas. Parecía incluso dormir, y el rogaba al fin despertara y todos le dijeran era una broma de sumo mal gusto.
Pero ella seguía con los ojos cerrados, ignorando aquellas hermosas flores la rodeaban, aquella herida en su garganta que con aquel vestido trataban de ocultar y la gente había ido a dar un último adiós a la princesa de Nabradia.
La caída de Nabudis, la capital de su reino, y su padre le habían llevado a ir a esa guerra también, y por más que él le rogara no fuera, tales peticiones habían quedado en el aire.
Primero caía el Rey, después Nabradia y al final su princesa. Su único aliado en aquella guerra ahora estaba en manos del enemigo, su amiga de la infancia y esposa ahora estaba enterrada en los patios del Castillo de Rabanastre.
Razones tenía para preocuparse por la seguridad de su padre, la de su reino y la suya propia, y tan rápido como lo había pensado, todo se había cumplido en cuestión de segundos.
Su país no podía solo contra el enemigo, menos uno tan grande como el reino de Arcadia, y a su padre no le había quedado otra opción más que firmar un tratado de paz con ellos para poder salvar a su gente de lo que alargar la guerra pudiese hacerles.
Bajar la cabeza para él era deshonroso pero, al parecer, para el General de la Orden de Caballeros lo era aun más, asesinando a su padre antes de que siquiera los arcadios pudiesen llegar al lugar pactado e iniciar siquiera los acuerdos para llegar a un trato.
De tantas personas había podido desconfiar, pero saber Siebold había traicionado no solo a su padre, sino a su familia había sido demasiado, no pudiendo más que ver como su reino se iba a la ruina en manos de Arcadia y la familia Solidor.
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Orejas blancas se sacudieron ligeramente al escuchar conversaciones ajenas sin necesitar de girar su cabeza hacia aquel grupo de imperiales que daban un anuncio a los pobladores. Su compañero, sin embargo, había notado el cambio de actitud de la mujer y esperaba paciente por alguna respuesta de su parte mientras sus ojos carmesí miraban a la viera atentamente.
—Noticias de Rabanastre- explicó, volviendo a su comida con suma tranquilidad.- El Rey ha muerto, asesinado por uno de sus oficiales tal parece.
—"Tal parece"- repitió él, ladeando el rostro para recargarlo en una de sus manos. Sabía había algo más, las orejas de su amiga seguían moviéndose en dirección de aquella platica.- ¿Blue?
—El traidor está muerto- agregó, encogiéndose de hombros para agregar,- y el príncipe Silvanus se suicidó, no queda nadie de la familia B'nargin- finalizó, viéndole fijamente en lo que él otro se estiraba en su asiento y sacaba un cigarrillo para encenderlo, ella cubriéndose la nariz en cuestión de segundos.- ¿Por qué preguntas, Red?
—Silver tenía solo 16, ¿no?- murmuró, aunque aquello no cambiaba el semblante de la morena, dando una leve risa. —Nada en especial, simplemente que ver morir niños no es algo me agrade escuchar- respondió, llevándose el cigarrillo a la boca para en la primera bocanada serle arrebatado por Blue, viendo con cierta frustración como lo apagaba.
A veces los sentidos amplificados de esa viera eran una bendición, otras veces simplemente los detestaba.
...
Siempre comienzo con prólogos cortos y no se si eso es bueno o muy malo. Los siguientes capítulos serán más largos que esto, eso si esta seguro.
Comentarios, criticas (de preferencia constructivas) y apoyo se agradece bastante
