La vida de Waylon Park había cambiado radicalmente al entrar a aquella pequeña institución mental.

Era obvio que iba a cambiar, no teniendo que ser muy reflexivo en eso, ya que tomar la decisión de buscar la ayuda que necesitaba para sus diferentes crisis nerviosas siempre significaría un cambio radical después de todo.

Waylon siempre se había considerado una persona nerviosa toda su vida. Era muy común que sufriera abuso físico y verbal durante su niñez y adolescencia, volviéndose con el tiempo en un joven adulto neurótico, ansioso y nervioso, estando prácticamente aterrado de todas las cosas que le rodeaban en el mundo.

Tomar decisiones era muy complicidad en su rutina. A veces le costaba respirar en momentos así. Era poco social, prefiriendo permanecer encerrado en su casa, en su cuarto dentro de su hogar. Encerrado en sí mismo sobre todo.

La decisión de entrar al centro había sido una de las cosas más difíciles que había hecho hasta ahora. Ninguno de sus familiares consideraba que Waylon realmente tenía un problema. La mayoría creía que era innecesario, pero Waylon se mantuvo firme a todo. El día que hizo su maleta, Waylon empacó únicamente un par de cada cosa de sus pertenencias.

Un par de camisas, un par de pantalones. Zapatos deportivos, sandalias, calcetines y ropa interior. Un cepillo de dientes, dos sudaderas y un par de libros de la estantería. No era un lector muy habido, pero le gustaba con que entretenerse de vez en cuando. Sabía que en lugares así lo necesitaría. Pasaría demasiado tiempo en reflexión y en soledad.

Al llegar al centro, las cosas habían sido mucho más diferentes de lo que imagino. El lugar era espacioso, estaba muy bien cuidado, siendo un lugar bastante tranquilo si se permitía meditarlo por un momento. El personal era amable y atento y todos fueron muy educados al momento de instalarlo.

La habitación era individual para su sorpresa, siendo un poco pequeña pero bastante cómoda a decir verdad, encontrar una pequeña mesa al lado de la cama y una estantería del lado opuesto.

Waylon no tardó en acomodar su par de libros y dejar algunas cuantas prendas en esa pequeña área. Era una idea absurda, pero personalizar un poco su espacio siempre lo había sentir mejor, como si su personalidad pudiera salir a la luz con esos pequeños actos y acciones.

No solía salir mucho de su habitación en realidad. Waylon siempre había optado por la tranquilidad antes de entrar al centro. Una de sus partes favoritas del día era cuando, por las mañanas, podía quedarse un rato en su habitación.

Incluso había tomado el tiempo preciso que le permitían estar en soledad. Eran cinco minutos exactamente, antes de que uno de los enfermeros fuera a buscarlo para el desayuno, teniendo que estar todos presentes en el comedor.

Waylon había visto a los demás pacientes a su alrededor. Algunos lucían realmente intimidantes, pero jamás había visto a ninguno actuar de forma violenta. Incluso eran sorpresivamente amables.

En una de las mesas más cercanas a su mesa se encontraba Chris Walker. Era alto, el más alto del lugar, siendo casi alcanzado por un par de gemelos casi silentes. Chris tenía una cicatriz que abarcaba casi todo su rostro. Uno de sus ojos no tenía visión por esa razón, teniendo el interior de la pupila emblanquecido.

Era robusto, de complexión ancha, prominente estómago y extremidades grandes y marcadas. Su cabello era muy corto, de un castaño claro y su ojo visible de un verde parecido al de las hojas en otoño, siendo un contrastes con su semblante serio, intimidante, de ceño casi permanentemente fruncido desde nacimiento.

Pese a todo, el carácter de Chris era otra historia. Era callado, mencionando nada más ligeros gruñidos al expresarse. Waylon había creído por un momento que era violento quizás. Había tenido malas experiencias en el pasado, durante la preparatoria. Siempre había sido demasiado delgado para su edad. Pero pese a sus temores, Chris era realmente la persona más tranquila en el lugar.

Caminaba lento, con la mirada fija en un punto indefinido. Casi parecía como si patrullara la zona. A Waylon se le ocurría la idea de que Chris hubiera sido un excelente policía. Imponía autoridad, pero no era un rasgo negativo en su persona. Era incluso tranquilizador si lo pensaba por un momento, no pudiendo evitar sonreír por un momento ante esa idea.

Justo al lado de Chris, se encontraba un joven que parecía siempre estar al borde de un colapso nervioso. Waylon lo había visto temblar en un par de ocasiones anteriores. Su cabeza estaba afeitada por completo.

Sus ojos eran de un azul bastante tenue, con semblante afligido y ojos ligeramente hundidos. A veces lo escuchaba hablar. Eran diferentes y muy intangibles sus expresiones.

El timbre de la voz siempre cambiaba y se expresaba como si estuviera teniendo una discusión consigo mismo. Su nombre era Dennis, y Waylon había aprendido sobre sus identidades disociativa con sólo verlo andar.

Era nervioso y temeroso, pero no podía considerarlo como alguien violento. Era casi tierno, si se permitía usar la expresión por un momento, por ridícula y absurda que pareciera aquella declaración en voz alta.

A unas cuantas mesas se encontraba una figura encorvada y completamente ajena a todos los demás, quien parecía esconder su plato de la curiosa mirada del resto. Su cabello largo estaba siempre enredado.

Su barba incipiente estaba manchada y ensuciada con algunos cuantos restos de comida. Pese a su delgadez, Frank solía devorar todo a su paso a gran velocidad. Había tendió problemas con la comida en el pasado. Sus atracones de comida eran sustituidos por largos períodos sin probar alimentos.

A veces los enfermeros lo tenían que obligar a comer. Waylon no había interactuado mucho con él. Por alguna razón, pese a que jamás lo había visto agresivo, sentía que Frank estaba al borde de saltar encima de algún otro paciente. Lo había visto mirando al resto de forma un tanto depredadora. Quizás era producto de su nerviosismo, pero prefería mantenerse lo más al margen que le fuera posible de una situación hostil.

Luego estaba Billy. Era serio, solitario y reservado. Waylon no comprendía porque estaba ahí. Nunca había visto ningún comportamiento sospechoso. Se sentaba a leer en la sala comunitaria.

Era muy callado, pero podía sostener una conversación si alguno de los otros pacientes se le acercaba. Era muy joven, o al menos eso percibía Waylon al observar. De ojos claros y cabello negro, no aparentaba más de los 25, pero no podía estar seguro de eso.

Había otros tantos pacientes comiendo de manera ruidosa a su alrededor. La mayoría era de naturaleza nerviosa, retraída y bastante tranquila. Ninguno de ellos representaba alguna actitud intimidante frente a Waylon, exceptuando claro, a la enorme figura de Eddie Gluskin en el rincón.

El hombre, en altura, podía compararse casi a la par con Chris Walker. Era un tanto más bajo que Chris por solo algún par de centímetros, pero su semblante era casi el doble de intimidante que la mirada seria y un tanto inexpresiva de Chris. Con unos profundos ojos azules y el cabello parcialmente rapado de los lados, la apariencia de Gluskin era realmente muy particular. Waylon lo había visto rondando por donde comía un par de veces.

A veces, al levantar la vista, casi podía sentir la penetrante mirada fija en sus movimientos y acciones, no sabiendo que hacer al momento de notar el endurecimiento de su semblante al chocar las vistas por un momento.

¿Acaso había hecho algo malo? Waylon era de naturaleza tranquila en todo momento. No sabía si Eddie sería una especie de bravucón, pero esperaba no tener que averiguarlo en su estadía en aquel centro.

Por fortuna, los guardias daban rondas por los pasillos con regularidad. Una parte de Waylon se sentía a salvo, aunque no sabía por cuanto tiempo podría evitar a Eddie por los pasillos, en la sala recreativa o en el comedor en algún momento.

Si Chris imponía por su altura, Eddie imponía por la naturaleza de su carácter. Era serio, temperamental y un tanto violento. Había tenido algunas cuantas discusiones con los enteremos, provocando la atención del resto de los pacientes un par de veces.

Eddie parecía tener alguna especie de problema con el contacto físico. Parecía querer evitarlo a toda costa, intentando interactuar lo menor posible con el resto, siempre al margen en la habitación, en la última mesa del rincón o siempre sentado al lado de la ventana. Si podía definirlo con una palabra, podría considerar a Eddie Gluskin como solitario.

Era misterioso en realidad y, de alguna forma, Waylon agradecía que sus interacciones con Eddie fueran de una naturaleza lejana o casi inexistente, sintiéndose bastante intimidado al momento de darse cuenta de la intensidad con la que la mirada de Eddie parcia casi medir sus movimientos con detenimiento.

Habían pasado un par de incidentes desde su llegado, claro que habían ocurrido. Durante sus primeras semanas, en un día particularmente extraño, Waylon había caminado rumbo a su habitación, se había topado de frente con Eddie al girar de dirección hacía uno de los pasillos de la zona.

Waylon había frenado en seco, teniendo que levantar por completo la cabeza para poder enfrentarse con la afilada y azul mirada contraria, quien parecía tener una permanente ira reprimida en su semblante. Waylon no sabía qué hacer en ese momento, limitándose a moverse en dirección a la pared más cercana, ganando una mirada acusadora por parte de Eddie mientras continuaba su andar, dando grandes zancadas hasta desaparecer por completo de su visión.

¿Acaso era por esta razón que Eddie lo odiaba con particularidad?

Fue un accidente el haber casi tropezado con él. No había habido contacto físico alguno en esa interacción, pero Eddie parecía molesto por el simple hecho de que alguien pudiera respirar su mismo aire al parecer.

Había decidido no darle demasiadas vueltas al asunto, pero después de ese día, había notado que, en muchos momentos de su andar, la mirada e incluso la presencia de Gluskin se sentía cada vez más cerca de lo que había imaginado.

Al doblar por los pasillos estaba Eddie. Al caminar rumbo al comedor, a la hora de la comida, la mirada de Eddie podía sentirse desde su espalda, teniendo que reprimir el gesto de voltear para confirmar su sospecha.

Durante el tiempo de esparcimiento, cuando Waylon intentaba relajarse en su lectura, Eddie parecía mirarlo desde la distancia, sin saber muy bien cuál era la verdadera razón de sus constantes actitudes y observaciones.

Era como volver a estar en la escuela otra vez. ¿Acaso Eddie era la representación de todos aquellos bravucones de ese entonces?

Eddie lucia como una persona mayor, pero no podía saber a ciencia cierta cuál era su edad en realidad. Waylon estaba cerca de sus 30 años. Todavía era joven, pero no se sentía con la necesidad de participar en este tipo de dinámicas, considerando un poco infantil tener que esconderse a estas alturas de su vida, sobre todo si lo único que quería era tener cierta tranquilidad mental, como ahora.

Tomando el poco valor que tenía durante una tarde, Waylon decidió hacerle frente a la situación de la mejor forma. Había caminado a paso lento por la habitación en el tiempo de recreación. Eddie se encontraba con un libro en las manos. Al escuchar los pasos lentos en su dirección, el mayor levantó la vista, notando como la presencia de Waylon terminaba por posicionarse justo frente a él.

Ahora que lo miraba mucho más de cerca, Waylon tenía que admitir que Eddie tenía un atractivo bastante particular. Era fuerte, de facciones definidas y ojos intensos, siendo guapo de una forma que no era para nada convencional. No sabía si era por su semblante serio, o por la manera en la cual se notaba que tenía cierta distinción o sofisticación, pero Waylon no podía dejar de pensar en que su atractivo era casi equivalente al misterio que envolvía su manera de ser, tan apartada del resto, tan poco conversadora. Jamás creyó que una persona con estas características pudiera despertar un interés en alguien como él.

Eddie no soltó el libro. Parecía que no tenía la intención de interrumpir su actividad. Waylon aclaró un poco la garganta, pensativo. El resto de los pacientes giraron en su dirección para ver el espectáculo. Algunos con alarma, otros con curiosidad. La sonrisa de Frank era indescifrable en ese momento. En definitiva, era como estar en la escuela una vez más.

– ¿Hay algo que te moleste de mí en lo particular? – Waylon se había arrepentido casi al instante de mencionar aquello en voz alta.

Eddie no cambió su semblante en ningún momento. Por el contrario, sus dedos se ajustaron cada vez más al libro, como dado a entender que en ese momento no se encontraba del todo disponible para una conversación de esa categoría.

– No entiendo de que estás hablando. –

– He notado que te molesta mi presencia y que, durante las actividades, te me quedas mirando por prolongados momentos. ¿Acaso hay algo que te moleste de mí? –

Waylon se cruzó de brazos en un intento por mostrar cierta firmeza. Sabía que debía verse ridículo, ya que, con solo ponerse de pie, quedaría muy claro quien tenía las de ganar en aquella discusión. No sabía si llamarlo una discusión en realidad.

– Yo miro a muchas otras personas. Soy muy observador. No te sientas tan importante por esto – mencionó con voz firme el mayor, volviendo a su lectura en poco tiempo.

Waylon se quedó pasmado ante aquella aclaración. Podía sentir las miradas de los demás puestas en su espalda. La sensación era desagradable, mucho más desagradable ahora que sabía que no había ningún problema en particular. ¿Acaso se estaba volviendo paranoico? Muy dentro de sí, hubiera preferido que Eddie le diera un puñetazo en todo caso. Hubiera sido mucho menos penoso que este momento.

Varios días pasaron después de este penoso "incidente". Waylon había decidido no darle más vueltas al asunto. Había cosas más importantes en que preocuparse por ahora. Realmente se quería sentir mejor consigo mismo, necesitando de toda la tranquilidad que le fuera posible para conseguirlo.

Al terminar de comer el desayuno, había decidido que el resto el día la pasaría organizando sus ideas en su habitación.

Tenía un cuaderno en blanco que estaba dispuesto a llenar con todas sus ideas. Había sentido cierto optimismo al respecto, incluso cierta emoción, pese a no ser un escritor muy prolijo, estando dispuesto a que el cuaderno fuera como una especie de diario de su recuperación.

La idea parecía absurda, pero consideraba que podía ayudarlo a solucionar muchas de sus ideas constantes de sus días pasados. Ya no quería pensar en el asunto de los demás pacientes. Waylon tenía que pensar en una forma de poder sentirse mejor con su terapia.

Al llegar a su habitación y abrir lentamente la puerta, sus ojos no pudieron evitar darse cuenta de que había algo diferente a como la había dejado en la mañana.

No tardo mucho tiempo en darse de que se trataba todo el asunto: había un florero con algunas cuantas rosas en su mesa de noche.

Waylon no sabía qué hacer ante esto.

Giró su vista fuera de la habitación, a ambos lados del pasillo, intentando ver si una persona estaba cerca para aclarar dicho detalle. Ningún otro paciente o miembro del personal estaban cercas. Waylon se adentró y cerró su habitación de manera hermética, acercándose al florero para acariciar suavemente los pétalos que apenas comenzaban a abrirse.

Eran rosas rojas, bastante brillantes y bonitas. Al levantar una lentamente, Waylon no pudo evitar llevarla directamente a su nariz, aspirando profundamente el aroma fresco que la flor tenía. Estaba casi recién cortada, o al menos eso supuso Waylon.

La delicadeza con las que fueron acomodadas era bastante particular. Las rosas habían sido tratadas para que ningún pétalo estuviera desordenado por los alrededores. Waylon casi podía echarse a reír ante esta dedicación tan obsesiva. ¿De quién podrían ser estas rosas?

Al fijarse en la mesa, una pequeña tarjeta se encontraba en el borde de la misma. Al levantarla, Waylon notó la estilizada caligrafía con la que se había escrito la letra cursiva de la nota. Era elegante, de trazo fluido. Sintió sus mejillas arder al leer el mensaje fijamente.

Si he estado observando. Espero no haber sido muy invasivo. Espero este pequeño detalle ayude a tu pronta recuperación.

E. Gluskin

¿De dónde había sacado unas rosas tan hermosas en primer lugar? Waylon no pudo evitar sonreír. La imagen mental de Eddie, recorriendo los pasillos con algunas cuantas rosas resultaba un poco divertido, pero por sobre todo, era una imagen agradable a la vista.

Se dejó caer lentamente sobre la cama, aspirando un poco más de aquella fragancia tan agradable. Al abrir y sacar el cuaderno, depositó la rosa con mucho cuidado dentro del florero. ¿Acaso esta era una especie de declaración?

Su ánimo subió mucho más a partir de ese momento. Quizás si había sido una buena idea entrar al centro, a final de cuentas.

Al abrir el cuaderno, una pequeña oración fue escrita en la primera hoja en blanco.

Creo que me empieza a gusta Eddie Gluskin.