Una extraña en la ciudad
Capítulo 1
De alguna u otra forma no lograba contener ni calmar mis nervios, después de 2 largos años volvería a mi ciudad natal: Forks.
Me sorprendí cuando recibí una llamada de mi hermana, mi querida Elizabeth, razón por la que estaba a punto de abordar un avión que me llevaría de vuelta a lugares de memorias lejanas.
Elizabeth estaba organizando una fiesta de caridad, era la primera que haría por lo cual y según sus palabras "era completamente necesaria", además mamá y papá estarían ahí, "toda la familia debe estar ahí" dijo, y finalmente no pude negarme.
Tenía un largo vuelo por delante, duración aproximada 8 horas con posibilidad a 9, de Londres a Washington había una larga distancia, más las horas que pasaría manejando desde el aeropuerto hasta casa. Cada cierto tiempo debía de recordarme que esto lo hacía por mi hermana.
Traté de acomodarme un poco en el incómodo asiento, no tenía ganas de recordar pero sin poder evitarlo mi mente volaba a recuerdos, los recuerdos más maravillosos de mi vida. Tenía 15 años y tenía la ilusión de empezar a vivir mi vida, jugaba tranquilamente con mi hermana en el patio trasero cuando los nuevos vecinos llegaron.
Aún recuerdo la forma en que me sonrió cuando se presentó
-Carlisle Cullen, un placer- y me extendió su mano
-¡ESME!- gritó mi madre desde el interior de la casa, sin poder evitarlo me sonrojé, el solo me sonrió, estreché su mano rápidamente y me reí un poco por la vergüenza del momento
-Debo irme, lo siento
-Claro, no te preocupes- y volvió a sonreírme
Y esa fue la conversación con la que comenzó el verano de mi vida.
Me desperté con un pequeño salto, el desconocido a mi lado solo me miró feo y después volvió a ignorarme. Baje del avión con el cuello un poco adolorido por la incómoda posición en la que permaneció durante el vuelo.
Recogí mis maletas y el auto que había rentado.
Fue un viaje tranquilo, sin percances, solo fuimos el auto, la radio y yo, acompañados por mi vieja colección de música de los 80s.
Entonces demasiado rápido llegué, y las imágenes de mi memoria no le hacían justicia a los paisajes del lugar que siempre sería mi hogar. Unos cuantos minutos después llegué a casa, habían algunos cambios pero por lo demás se veía como la recordaba, tomé la llave escondida debajo del tapete de la entrada, -si lo sé, muy original- y de alguna forma sintiéndome extraña, con recuerdos de cosas que muy posiblemente cambiaron, tanto tiempo fuera tal vez me había convertido en una extraña, y desde el fondo de mi corazón deseé que no.
