¡Hola, hola, holaaaa!

Les advertí que volvería pronto. A diferencia de mis promesas, las amenazas sí las cumplo. ¿?

La historia está dedicada a: Angélica. Mujer, sabes que te adoro así como adoro contar contigo para cualquier fangirleo; esta es la única manera decente que encuentro para pagarte tanto.

Yuri! on Ice y sus personajes NO me pertenecen.

Disfruten la lectura.


10 cosas que odio de ti.


El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen.

William Shakespeare.

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I.

— ¡Te odio! ¿De acuerdo? Eso es lo que pasa. ¡TE ODIO!

Si aquel grito no fue suficiente para hacer entender lo enfadado que se sentía, el portazo que Yuri Plisetsky dio al salir de la habitación lo aclaró por completo. Otabek Altin, con los labios ligeramente separados demostrando al mundo que era /casi/ capaz de tener expresiones faciales, atrevió a jurar que las palomas en la terraza del edificio salieron volando lejos –tan lejos como era posible– del escándalo que no auguraba nada más que el comienzo del Apocalipsis.

Tratándose del hada rusa aquello no sonaba descabellado. O quizá él estaba exagerando, quizá todo volvería a su sitio tarde o temprano; Yuri le buscaría pronto y él diría las palabras justas: "Entiendo que estés enojado…" ¿Lo entendía realmente? ¡Oh, por todos los dioses, eso no era lo que esperaba cuando puso en marcha su plan estúpido! Plan: Idea del modo de llevar a cabo una acción. Estúpido: Él mismo al seguir los consejos de otro estúpido. Otro estúpido: Viktor Nikiforov.

Uno creería que la leyenda viviente de Rusia, a sus treintaiún años de edad, sería una persona lo suficientemente madura para no ir por el mundo regalando consejos que le costarían tiempo perdido, una visita al taller y su cordura alejándose junto a las palomas de la terraza. Odiaba la situación en la que ahora estaba metido, odiaba el momento en que se tomó el consejo de Nikiforov en serio y lo que más odiaba en ese instante era a Yuri Plisetsky. Si tan sólo ese ruso no… si él tan sólo hubiera… ¡AGH!

Todo comenzó –refiriéndonos al problema actual, porque si Otabek tuviera que pensar en el momento donde todo realmente comenzó, diría algo acerca de clases de ballet y ojos de soldado– la tarde del cumpleaños número dieciocho de Yuratchka.

— ¡Pide un deseo!—exclamó Viktor mientras agitaba la cámara en una mano, listo para capturar el momento exacto en el que Yuri se acercara a soplar la vela. El rubio rodó los ojos con fastidio y se inclinó hacia el frente apagando la pequeña llama de un solo soplido.

Escuchó un click seguido de aplausos y un ladrido.

— Mi niño ha crecido —cuando menos lo esperó, ya tenía los brazos de Viktor rodeándole el cuello y atrapándolo en un abrazo asfixiante.

— ¡Suéltame, estúpido!—exclamó al instante empujando con fuerza al albino lejos de él, quien formó un puchero en los labios llevándose la mano al corazón de manera que catalogó como 'patéticamente exagerada'— ¡No soy tu niño!—añadió señalándolo para dejar en claro el tema.

— ¿No es asombroso, Yuuri-kun?—preguntó Nikiforov mientras volteaba la vista hacia su pareja, quien miraba desconfiado el tarro de cerveza frente a él. Katsuki despertó de su ensoñación y miró al ruso— Nuestro niño incluso ha comenzado a rebelarse contra mí. Crecen tan rápido—alzó ambas manos encogiéndose de hombros.

— Viktor…—se quejó el japonés en un tono bajo echando una ojeada hacia el rubio, el cual parecía que de un momento a otro se echaría encima del patinador retirado y no precisamente para darle un abrazo.

— Estúpido—masculló entre dientes— ¿Y cómo partiré esto?—cuestionó mientras señalaba el pastel frente a él— ¡Denme un cuchillo!

Yuuri tragó en seco. Por Kami-sama, nadie le dé nunca un cuchillo a este hombre, pensó.

— Paciencia, Yura, paciencia—Oportuno como siempre, Yakov se aproximó hasta el postre con un cuchillo a mano; el festejado de la tarde estuvo a nada de arrebatárselo, pero el mayor fue más rápido y dejó caer el objeto justo a la mitad del rostro del tigre que adornaba el centro. Plisetsky soltó un chillido.

— ¡Lo quería completo!—se quejó.

— Si te quedaras con el tigre completo, ninguno de nosotros alcanzaría un pedazo de pastel—aportó Mila acercándose al joven y apoyando su codo sobre su hombro. Tras algo que pareció un gruñido, Yuri alzó bruscamente el hombro para deshacerse del agarre; la pelirroja sólo soltó a reír.

— Nunca dije que quería que tuviesen un pedazo—farfulló cruzando los brazos sobre el pecho.

Nadie tuvo que rebatir al comentario, pues estaban demasiado acostumbrados a la actitud huraña que caracterizaba al ya-no-tan-menor. Poco importaba su comportamiento aquella tarde o a quien decidiera atacar con sus afiladas palabras, todos compartían la idea de que el rubio adoraba ser el centro de atención.

Además, era su primer cumpleaños sin la presencia de su abuelo. Las personas que más le querían no iban a permitir que Plisetsky tuviera nada menos que una cálida celebración, aún si recibían insultos a cambio.

— Asegúrate de no comer más de un pedazo—comentó al llegar al sofá de la sala cargando con su postre en una mano. Tanto Yuuri como Viktor carecieron de la oportunidad de mirarlo cuando el rubio ya se había hecho lugar justo en medio de los dos, separando en el acto el brazo de Nikiforov que rodeaba los hombros de su (¡finalmente!) esposo— Nadie quiere ver a tu cerdo interior resurgir—agregó soltando una breve risa divertido por su propio comentario mientras tomaba el primer bocado con el tenedor listo para comerlo.

— Entonces tampoco comas demasiado—se defendió Yuuri con una tenue sonrisa de orgullo al escuchar reír a Viktor por el comentario. Yurio frunció el entrecejo, pasó el bocado y justo cuando estaba dispuesto a replicar, Makkachin robó el momento ladrando hacia la puerta.

— ¿Invitaron a alguien más?—preguntó el rubio claramente enfadado por la idea de que fuera así.

— Sí—respondió Viktor levantándose del sofá y andando hacia la puerta de su apartamento.

Yurio soltó un bufido.

— ¿Por qué invitan a más personas sin decirme?

Yuuri sonrió suavemente colocando su mano sobre el hombro del menor. El rubio apenas le miró de reojo, arrugando la nariz.

— Es una sorpresa, Yuri—murmuró en un tono cómplice que irritó al festejado.

No le agradaban las sorpresas, no la mayoría de ellas; tenía dos clasificaciones para ellas: la sorpresa buena y la sorpresa 'te mataré'. Cuando la puerta se abrió dando a conocer la identidad del invitado extra, Yuri hizo una nota mental sobre agregar otra categoría a su clasificación de sorpresas: las que le roban una sonrisa.

— Bienvenido, justo hemos partido el pastel-

— ¡Beka!—El rubio se levantó cual resorte del sofá y pasó su plato a Yuuri, quien tuvo que hacer un malabar para sostener ambos platos sobre sus manos; Makkachin corrió inmediato hacia él intentando atrapar un pedazo para él.

Ignorando el pequeño desastre que provocó su acción, cruzó la sala del departamento Nikiforov-Katsuki y prácticamente se lanzó hacia su amigo para aprisionarlo en un abrazo; Otabek Altin era la única persona –después de su abuelo– a la que Yuri se permitía tales gestos. El kazajo correspondió con menor entusiasmo dando un par de palmadas en la espalda de su amigo, no obstante, una tenue sonrisa surcó sus labios al momento de separarse.

— Feliz cumpleaños.

Respondió la sonrisa; en efecto comenzaba a tener un feliz cumpleaños. No te preocupes, abuelo. Aunque te extraño, estoy bien este día.

— ¿Cómo es qué, cuándo, por qué no-?—Las preguntas brotaron de sus labios una tras otra sin lograr completar alguna de ellas. Otabek dirigió una fugaz mirada hacia Viktor.

— Pagó por el vuelo.

Yuratchka giró entonces la mirada hacia el albino quien encogió los hombros como si estuviese asumiendo la responsabilidad de un pequeño detalle y no del mejor regalo que el rubio pudo haber recibido aquel día.

— Gracias—dijo sinceramente.

— Gajes de la paternidad—respondió el contrario y Yura soltó un bufido.

— No lo arruines, anciano—masculló arrugando la nariz, Viktor se limitó a reír por la esperada reacción del menor.

— ¡Makkachin, abajo!—Aquella voz quejosa llamó inmediatamente la atención del ruso mayor. Yuuri batallaba con ambos platos de pastel apartándolos del canino, quien parecía demasiado aferrado en su misión de conseguir uno.

— Yuuuri—canturreó Nikiforov andando hacia él— No hace mal si le das sólo un poco de pastel.

— No es adecuado, Viktor, podría hacerle mal.

— Mentiras. Makkachin es fuerte.

— Ya dije que no.

— Pero-

Un ladrido.

— No.

Plisetsky, el más acostumbrado a aquella pareja, retiró su atención de ellos para volver a lo que realmente le importaba en ese momento.

— ¿Qué tal tu vuelo?

— Te compré algo—cambió el tema.

Típico de Otabek, pensó el festejado con una suave sonrisa ladina. Conocía lo suficiente a su amigo como para saber que prefería evitar palabras de relleno y hablar sólo de lo que era necesario hablar; de entre todas las cualidades que Altin poseía, esa era la que más le gustaba, porque de esa manera era capaz de comprenderle mejor que nadie y viceversa, todo esto sin necesidad de articular palabra alguna.

— ¿Qué? ¿Qué es?—su tono resultó más impaciente de lo que esperaba pero eso, lejos de molestar al extranjero, le divirtió.

Hasta entonces Plisetsky fijó su atención en la maleta que colgaba del hombro de su amigo; este hizo una señal con la mirada y cruzó hasta la sala con Yuri siguiéndole de cerca. Un simple "Hola" bastó como saludo para los presentes y aunque Mila había dejado su pedazo de pastel a un lado para ir a saludar al recién llegado como era debido, Lilia le detuvo del brazo y negó con la cabeza.

— No seas entrometida—le recriminó en ese tono severo que tan bien le caracterizaba. La pelirroja rodó los ojos y volvió su atención al pedazo de pastel que había echó a un lado, murmurando algo como: "Una ya no puede molestar a Yuri a gusto".

— Es un simple recuerdo del aeropuerto—comentó Otabek a la vez que dejaba su maleta en el sofá individual de la estancia.

Yura no fue capaz de ocultar su curiosidad por lo que sea que fuera aquel regalo, así que golpeaba el pie contra el suelo en una forma de apresurar los movimientos de su amigo. Si Beka no apuraba a presentar el regalo ante él, Yuri aseguraba que él mismo se lanzaría dentro de la maleta y elegiría lo que más le gustase.

En tal pensamiento se encontraba distraído cuando el kazajo le extendía una bolsa negra. Plisetsky inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado mientras la aceptaba, trató de disimular la decepción de que no fuera un regalo grande y procedió a abrirlo.

Se trataba de un pequeño tigre cabeza de globo. Yuri lo colocó sobre su mano mirándolo curioso y con la mano derecha que tenía libre tocó la cabeza del muñeco para que se moviera; soltó a reír cuando sucedió.

¡Cool! —festejó volviendo a mover la cabeza del pequeño animal. Otabek sonrió tenuemente mientras lo miraba.

— Me alegra que te gustara.

— Es tan feo —respondió Yuri agitando de nuevo la cabeza; parecía un adicto a hacer aquello—, ¡me encanta!—añadió. De manera inesperada se inclinó (pues era centímetros más alto que el kazajo) para abrazarlo por segunda vez, en esta ocasión Otabek correspondió hasta que un chiflido por parte de Viktor les obligó a separarse.

— Es una hermosa escena de amor verdadero, pero ahora que estamos todos, debemos brindar, ¿no creen?—Nikiforov se levantó jalando de la mano a Yuuri consigo dirección a la cocina donde Mila ya tenía listas las siete copas para las personas presentes (y un pequeño recipiente escondido tras el lavabo para el fiel Makkachin).

— Sólo una—advirtió el japonés a lo que su esposo respondió con un vago: "Sí, amor, lo que digas".

— Ese idiota—masculló Plisetsky creando distancia entre él y Otabek— Ya me he cansado de decirle que sólo somos amigos—agregó en el mismo tono de reprimenda mientras emprendía el camino hacia el comedor donde ya todos estaban reunidos.

El kazajo frunció ligeramente los labios como si estuviese reteniendo una respuesta que, en realidad, era precisamente lo que hacía.

— Claro—se limitó a decir para sí mismo siguiendo los pasos del ruso.

Todos se reunieron alrededor de la mesa donde Yuri ocupaba el lugar a la cabeza. Cada quien tenía ya en la mano la copa de champagne que le correspondía y Katsuki tuvo la idea de que cada persona presente debía dedicar unas palabras al cumpleañero. "Idiota", pensó el rubio, "qué idea tan más cursi y boba". Sin embargo, él mismo sabía que sólo pensaba aquello porque nunca había sido la clase de persona que supiera lidiar adecuadamente con los sentimientos y mucho menos enfrentarlos de manera tan directa.

El japonés fue el primero en hablar, remontándose al primer momento que ambos compartían, uno no del todo agradable para Katsuki pero que con el tiempo se convirtió en una graciosa anécdota. Mila no perdió oportunidad para molestarlo y aunque un 'vieja bruja' se escapó de sus labios en más de tres ocasiones, la pelirroja terminó diciendo que le quería tal como quería a una hermana pequeña. /Vieja bruja/. Lilia fue directa, halagó su belleza que era tanta como su fuerza y le exigió que no perdiera ni una ni otra. Yakov mencionó a Nikolai Plisetsky como un gran amigo de vida y Yuri creyó que no podría retener las lágrimas cuando su entrenador dijo: "Cada día me recuerdas más a él. Estoy orgulloso". Otabek cubrió su mano (esa en la que aún sostenía el tigre móvil) con la suya como señal de apoyo, un gesto que Yura agradeció en silencio.

— Todo lo que queremos para ti, Yurio-kun, es que seas feliz—habló Viktor—. No toda nuestra existencia se reduce al hielo. Hay dos palabras en inglés con L que todos debemos tener: Life & Love—El albino miró fugazmente hacia su esposo a un lado suyo, quien entrelazó su mano libre a la de él; los anillos de antaño brillaron como siempre.

Tras las palabras emotivas (y un tanto extrañas) de Nikiforov, todos asintieron con una tenue sonrisa en los labios y giraron la mirada hacia la única persona en el comedor que faltaba por ofrecer algunas palabras al cumpleañero. Yura se soltó del agarre de Altin y estaba por decir que no era necesario que dijera algo, mas él se adelantó.

— Yuri—llamó por su nombre girando un poco el cuerpo para verlo de frente. Sin entender la razón, el rubio se sintió ansioso por lo que sea que su amigo pudiera decir, incluso se descubrió a sí mismo aguantando la respiración. Otabek en cambio, lucía tan seguro como siempre. — Agradezco ser parte de tu vida y quiero seguir siéndolo, si tú me lo permites.

Yuri sintió su corazón dar un brinco. O al menos eso creyó, había leído esa expresión tantas veces y en cada ocasión le resultó ridícula, pero… realmente se sentía como un brinco en su interior, uno que contraía su estómago, paralizaba su cuerpo y elevaba su mente lejos del sitio actual. No entendió qué sucedía.

Otabek alzó la copa de champagne frente a él y todos parecieron tomarlo como una señal, pues cada uno de los presentes imitó la acción.

— ¡Salud!—exclamaron a coro.

Mientras el rubio bebía el contenido de su copa echó un vistazo hacia el hombre a su lado; creyó ver el destello de algo parecido a un sonrojo en sus mejillas.

Tras la primera ronda de bebidas, Viktor no tardó en ir hacia el refrigerador para abrir botellas de cerveza y ofrecer una a cada uno; lo que nadie esperó fue que el infantil ruso golpeó la punta de cada botella obligándoles a beber todo el contenido de fondo para evitar que la cerveza se derramara. Sólo él y Mila rieron a carcajadas.

La joven fue quien ofreció las bebidas de la quinta ronda (¡esos rusos tomaban como si fuera agua!, se quejó Katsuki en su interior).

— No, gracias—declinó el ofrecimiento con una suave sonrisa— No más.

— ¡Pero es una fiesta!—replicó Mila al instante.

— No soy bueno controlando mi consumo de alcohol y no quiero arruinar el cumpleaños de Yuri con algún espectáculo. —Las mejillas del japonés se coloraron pero al segundo siguiente ya tenía el brazo de Viktor rodeándole por los hombros y acercándole hacia él.

— Katsudon, no digas tonterías, todos amamos tus espectáculos—dijo hablando hacia su oído a pesar de no estar susurrando. Debido al tono y las mejillas coloradas, Yuuri podía apostar que su esposo ya llevaba un buen tramo recorrido del camino alcohol esa noche.

— Tú los amas, degenerado—corrigió Yakov tras un carraspeo— A nosotros no nos metas en tus perversiones.

El rostro de Katsuki aumentó en color y Yura soltó una buena carcajada al verle.

— Parece que el tazón de cerdo ya se cosió—comentó con burla para después volver a reír.

— Tú no te quedas atrás—habló Otabek mirándolo mientras daba un trago a su cerveza— Estás demasiado colorado, ¿cuánto has bebido?

Yuri frunció inmediatamente el ceño y se giró hacia su amigo, separó los labios con toda la intención de atacar y conservar su orgullo, pero los aplausos de Viktor llamaron su atención.

Amazing! Si Yuuri bebe tres botellas más, podremos iniciar un duelo de baile.

El rubio dio un respingo sobre su lugar y llevó inmediatamente su vista hacia Viktor, una expresión de molestia e indignación cubría su rostro. Oh, no, no pensaba prestarse a un duelo de baile en su propia celebración de cumpleaños, ¡mucho menos tratándose del cerdo japonés! ¡No pasaría de eso por nuevo! Katsuki parecía –afortunadamente– estar de acuerdo con aquello. Sin embargo, ninguno era tan fuerte para poder luchar contra la convicción y hostigamiento de Nikiforov.

Yakov anunció su retirada cuando el duelo de baile estaba por comenzar, los involucrados lanzaron quejas (Yura se atrevió a una que otra maldición), pero el hombre negó a todo alegando que llevaría a Lilia hasta su casa. Fue entonces que la mirada de los presentes cambió del enfado a la complicidad.

(No hace falta mencionar los comentarios pervertidos que le llovieron al entrenador mientras se retiraba del departamento).

Después de perder un baile contra Yuuri Katsuki, Mila fue la siguiente en retirarse, alegando la injusticia del juez elegido para el duelo. Y es que, ¡¿a quién se le ocurría poner a Viktor Nikiforov a ser juzgado en un duelo donde su marido participaba?! ¡Qué trampa! Masculló algo sobre un bar (o un spa) y salió del apartamento agitando ambas manos al aire. Ni la derrota opacó su entusiasmo.

Lo siguiente fue un duelo de parejas. Viktor y Yuuri conformaban una (¿acaso no lo vieron venir?) mientras que Otabek y Yuratchka la rival. Todos escribieron el nombre de una canción en un papel y los colocaron en un vaso de cristal, lo agitaron lo suficiente y entonces Katsuki sacó el papel ganador: Love, love –Take That. La decisión pareció convencer a todos.

Fue un acto maravilloso por parte de cada pareja. Al término de la canción, Viktor se enfrentaba cara a cara contra Plisetsky alegando quién de las dos parejas se llevaba la victoria en el enfrentamiento.

— Yuuri y yo nos amamos, así que hemos expresado mej-

— ¡Tonterías!—replicó el rubio dando una pisoteando al piso— Eso no tiene nada que ver. Además, te has quitado la ropa, ¡eso va contra el código moral!

— Hora de intervenir—Otabek escuchó el resignado murmullo de Katsuki y a los pocos segundos ya se encontraba justo en medio de ambos rusos intentando de llegar a un acuerdo al que ninguno de los dos quiso ceder.

— El alcohol se terminó—intervino el kazajo— Saldré por más.

— ¡Yo voy contigo!—se ofreció Viktor al instante.

— Oh, no, cariño, tú no saldrás semi-desnudo—regañó Yuuri y al ver la mirada cómplice que su esposo le dirigió, el japonés frunció el ceño— Lo digo por el frío, no soy celoso—aclaró con las mejillas sonrojadas.

— Yo necesito aire, iré con el cerdo—Yuri se apartó de Viktor y tomó del brazo de Katsuki jalándolo consigo hacia la salida— Apresúrate, baka—Yuuri soltó un resignado suspiro dejándose llevar por el rubio, apenas echó una mirada hacia atrás vio a su esposo tomar asiento en el sofá y a Otabek imitándolo.

— Así que… ¿sólo amigos, eh?—Viktor inició la plática y fue todo lo que llegó a oídos del japonés antes de que cerraran la puerta del departamento.

Volvieron alrededor de media hora con una nueva dotación de cervezas, las cuales Yuuri llevó hasta el refrigerador y las guardó al fondo detrás de los recipientes cerrados con la comida del día anterior; no creía que alguien más quisiera tomar por lo que quedaba de la madrugada. Yura fue directo hacia el sofá donde el par que se había quedado platicaban casi a murmullos.

— O te complicas la vida a su lado, o sigues adelante. Es tu decisión.

— ¿De qué hablan?—Yuri interrumpió al ruso mayor tallándose los ojos mientras se sentaba justo en medio de los dos. Otabek y Viktor compartieron una fugaz mirada que resultó bastante extraña para el menor. Frunció el ceño.

— ¡Yuuuuri!—canturreó el albino y se levantó de un salto enredando los brazos alrededor del cuello de Katsuki, exigiendo un beso— Ya diles que se vayan. Te quiero bajo las sábanas sin ropa en este momento, o donde quieras, pero lo de desnudo no está a discusión.

— ¡V-Viktor!—exclamó avergonzado.

— Es mi cumpleaños, yo no me voy de aquí—Plisetsky cruzó los brazos hundiéndose aún más en el sofá, sin importarle que Viktor insistía en despojar a su esposo de la camiseta azul que vestía.

— Gracias por la hospitalidad—Otabek tomó aquel acto desesperado de Nikiforov como una señal para marcharse y se colgó la maleta en el hombro. Pasó de largo al matrimonio, se inclinó hacia Yuri aprisionando su muñeca levantándole con tan sólo un tirón. Yuratchka replicó inmediatamente pero el kazajo no mostró señal alguna de ceder a su berrinche.

— ¡No me quiero ir!—exclamaba, tan necio como era por naturaleza multiplicado al cien debido al alcohol— ¡Mi tigre movible!—se quejó cuando ya estaban cruzando el umbral de la puerta.

— Mañana volveré por él, te lo prometo.

— ¡D-De verdad lo siento, chicos!—Yuuri aún batallaba con su esposo, parecía estar a un pelo de sufrir un ataque nervioso. Cruel o no, aquella última imagen que vio del matrimonio divirtió demasiado al kazajo.

Esperaron en el vestíbulo del edificio a que el taxi que habían pedido en la recepción pasara por ellos, para cuando éste llegó, Otabek se ofreció como apoyo para Yuri quien –a pesar de alegar no estar ebrio– se tambaleaba demasiado al caminar. El peso de su amigo no le fue obstáculo alguno, pues a pesar de que contaba con mayor altura, era bastante más delgado que él.

— Qué divertido, me divertí, ¿tú te divertiste?—Yura soltó una risa atolondrada recargando su cabeza en el hombro de su amigo una vez que estaban dentro del automóvil— La próxima vez les ganaremos ese maldito duelo de baile en parejas, ¿de acuerdo?

Otabek sonrió de lado mientras acercaba su mano al rostro del ruso y alejaba un mechón rubio que le cubría los ojos.

— De qué hablas, Yuri—replicó— Les hemos dado una paliza el día de hoy.

Plisetsky volvió a reír (reía demasiado bajo los efectos del alcohol). Durante el trayecto no paró de hablar sobre cualquier tema que se le viniera a la mente. Desde el gato callejero que quiso adoptar cuando era un niño hasta la primera pasarela de animal print a la que fue. Otabek simplemente le escuchaba en silencio, divertido e incluso conmovido por la infantil emoción que iluminaba los ojos de su amigo haciéndolos parecer verdaderas esmeraldas.

Qué lío en el que estoy contigo, pensó cuando Yuri volvió a reír.

Al llegar al apartamento del ruso, éste no perdió tiempo y se deshizo de los zapatos, se quitó la camiseta negra así como el pantalón, dejando todo el camino de su ropa hasta su habitación. Otabek se preguntó si desnudarse en estado de ebriedad era una costumbre rusa.

— ¡Ni creas que te quedas en el sofá!—le escuchó gritar.

Dejó la maleta en el sofá de la sala y emprendió el camino hacia la habitación del rubio, entrando justo a tiempo cuando Yuratchka se colocaba la camiseta-pijama con la que dormía. A pesar de la oscuridad en todo el cuarto, Otabek se reclinó en el umbral de la puerta mirándolo con una sonrisa divertida en el rostro; 'Yurio' parecía un niño con ese pantalón animal print de leopardo y su camisa negra decorada con el rostro de un tigre.

El rubio pareció no notar la mirada en él y antes de que el kazajo pudiese evitarlo, Yuri se lanzó sobre la cama con los brazos abiertos. Mas el aterrizaje no fue el esperado, pues su cuerpo cayó en el borde del colchón y tras un pequeño rebote fue a dar contra el suelo. Soltó a reír a carcajadas, pero aquello no resultó tan gracioso para Altin quien corrió hasta su amigo y le ayudó a incorporarse.

— ¿Te golpeaste la cabeza?—cuestionó en un tono preocupado.

— Shhh—Yuri colocó un dedo sobre los labios de su amigo— Vamos a dormir—tomó la muñeca de Otabek y lo jaló con él hacia la cama. Tal cual fuese un niño, Plisetsky se removió entre las sábanas y se giró hacia su amigo, mirándolo con una sonrisa divertida a pesar de que éste permanecía sentado sobre la cama dándole la espalda — Me alegró que vinieras.

Altin lo miró por sobre el hombro mientras se deshacía de sus pantalones. Sonrió un poco.

"No es problema alguno", pareció expresar en ese simple gesto.

Levantó las sábanas y se acomodó en el lado que le correspondía de la cama, asegurándose de mantener la distancia suficiente entre él y el ruso para evitar… para evitar situaciones incómodas para los dos. Se colocó con la vista hacia el techo y aunque ya había cerrado los ojos, podía sentir la insistente mirada de Plisetsky sobre él; arrugó con ligereza la nariz y rotó sobre su eje hasta toparse con la expresión seria del rubio, desconcertándolo en el acto.

— Yo también…—musitó Yuri.

— ¿Qué?—Otabek frunció suavemente el ceño, confundido por las palabras del rubio.

— Yo también quiero ser parte de tu vida por siempre—aclaró acercando su rostro hacia el del contrario hasta que sus frentes chocaron— Incluso si tú no me lo permites, no me importa, estaré ahí—aseguró.

Otabek sabía qué tan mal era la situación, qué tan imprudente e incorrecta era, pero cada pensamiento moral que cruzaba su mente era desechado al instante impidiéndole pensar en nada más que no fuera Yuri. Él y sus mejillas sonrojadas, él y su brillante mirada esmeralda, él y su aliento tan cerca, su nariz rozando la suya, sus labios… No pensó más.

Rompió la distancia entre ambos y atrapó los labios ajenos entre los suyos, su mano izquierda se apoyó en el cuello del rubio acercándolo aún más contra su cuerpo, profundizando el beso. Quizá era el alcohol, quizá la emoción que le embargaba, pero podía estar seguro de que Yura correspondía al movimiento de sus labios.

Beka rompió la distancia por un segundo, sólo un segundo para ver el rostro del hombre frente a él, pero cuando su vista se topó con él no fue exactamente lo que deseaba ver. La cabeza de Yurio resbaló sobre la almohada con los ojos cerrados y una tranquila respiración que indicaba estar dormido. Altin sintió una profunda decepción.

— Yuri…—musitó su nombre recibiendo un simple "uhm" como respuesta. El kazajo retuvo el aire por un par de segundos antes de continuar— Tú, ¿me quieres?

Yuratchka dejó escapar una suave risa entre dientes, un sonido que le resultó divertido e incluso encantador.

— Claro que sí—respondió con toda seguridad, abriendo los ojos para mirar al chico a su lado de forma que él pudiera asegurarse de que su mensaje era entendido por el contrario— Eres mi mejor amigo, Beka —añadió volviendo a cerrar los párpados; dio un bostezo y se reacomodó sobre su lado de la cama— ¿Cómo no iba a quererte?—musitó antes de caer completamente dormido.

Otabek mantuvo su mirada fija sobre el rostro adormilado del rubio alrededor de dos minutos hasta que la cabeza comenzó a dolerle; sin duda alguna vivía metido en un gran lío. Soltó un suspiro y giró sobre la cama quedando con la vista al techo. Estaba completamente agotado, pero tenía la certeza de que no podría conciliar el sueño en las próximas horas; no cuando las palabras de Viktor aún daban vueltas en su mente.

O te complicas la vida o sigues adelante. Es tu decisión.

Antes de dejarse vencer por el sueño, Otabek Altin ya tenía una respuesta. Seguir adelante era todo lo que había hecho en su vida; no se detendría ahora.


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Tenía la idea central de esta historia desde hace días, pero justo ayer miraba la película y no pude evitar pensar en cierto parecido entre Yuri y Katerina, sobre todo cuando a ella le llaman "Fierecilla". ¡Bom! Inspiración instantánea.

Esto iba a ser un one-shot pero en el transcurso me di cuenta que quedaría demasiado largo, así que tomé la decisión de dividirlo en tres capítulos. Me encantaría saber sus opiniones. ¡Gracias por leer!

P.D. Recién noté que comparto día de cumpleaños con Otabek. AKLSDKSDLÑS. ¿Es normal que me emocione por eso? ¿No? Ok.

Regalando lo que queda de su alma a este fandom,

Nina Scherbatsky.