¡Judal-chan, quiero ser mamá!

Disclaimer: Los personajes de Magi no me pertenecen, son creación de Shinobu Ohtaka.


Llevó su mano a su boca y bostezó por un largo tiempo. El día estaba completamente aburrido, y eso radicaba en que él no tenía a nadie a quien molestar.

Rodó los ojos y estiró su mano para alcanzar un fruto del árbol en el que estaba trepado. Los melocotones se habían convertido en su fruta favorita.

Desde hace un tiempo Judal había descubierto ese árbol en el jardín. Había sido en una de las veces que escapaba de sus lecciones diarias para ir a divertirse. Y es que para un niño de siete años hacerle memorizar millones de fechas e historia sobre la magia era la puta cosa más aburrida del mundo.

Él quería acción, quería destruir y utilizar su magia como le cantara la divina gana. No veía la hora de tener esos tales candidatos a no se acuerda que cosa y mandarlos a pelear y conquistar territorios y demás.

Judal quería poder, pero no quería tener que estudiarse centenares de libros aburridos escritos por viejos aburridos que no tenían magia y por eso se contentaban escribiendo sobre ella.

Harto del aburrimiento le dio un gran mordisco al melocotón en su mano y después rodó por la rama mientras se quejaba y tiraba el melocotón por ahí, deseando internamente que le cayera en la cabeza a alguien.

―¡Ahhhh! ¡Aburrido, aburrido! ¡Estoy aburrido! ―se sentó en chinito sobre la rama y apoyó sus manos sobre las mejillas, entrecerrando los ojos con cansancio.

Su mente comenzó a viajar entre todos los niños del palacio, pensando en la posibilidad de poder molestar a alguno.

Primero estaba Kouen, pero él ya no era un niño. Tenía quince años y nunca le daba ni un poco de atención a Judal.

Después estaba Koumei, pero éste, a pesar de ser menor, era mucho peor que Kouen.

También estaba Hakuei, pero ella era muy tranquila y lo aburría.

Empezando a quedarse sin opciones recordó a los menores: Kouha, el cual era de su edad; y Hakuryuu, el cual era tres años menor.

Kouha parecía ser la mejor opción, claro, si no estuviera completamente chiflado. ¡Y es que ese chico siempre se traía al palacio mutantes y cosas raras!

Y Hakuryuu… pues Hakuryuu era chiquito y llorón, ese mocoso siempre vivía llorando y lo exasperaba. ¡Básicamente la vida de ese niño era una lágrima!

Sin más remedio optó por recurrir a la vieja confiable, molestar a la bruja de Kougyoku; pero eso no iba a ser tarea sencilla, ya que en ese horario ella también tenía sus lecciones.

―Puff… que mierda ―se bajó de un salto del árbol y comenzó a caminar hacia el palacio con las manos detrás de la nuca.

Al primero que se atreviera a frustrar sus planes lo mandaría a cagar. Él era el oráculo del imperio, si no lo respetaban y lo dejaban hacer lo que quisiera entraría en una rabieta caprichosa y no colaboraría con nada.

―¡Judal-chan! ―una aguda y algo chillona voz lo asaltó ni bien él puso un pie en el pasillo.

Vaya, pero si era Kougyoku.

―¿Ah? ¿Qué haces, vieja bruja? ¿Dónde está ese feo de anteojos que siempre chilla por todo? ―levantó una ceja con gesto molesto y la observó sonreír animadamente.

Es cierto que él iba camino a buscarla para entretenerse un rato, pero ya que ella lo había encontrado a él no había necesidad de decírselo, y de esa manera se evitaba a una Kougyoku emocionada con la idea de que él finalmente aceptara ser su amigo.

―No soy vieja, sólo tengo siete años ―alzó un puchero e infló los cachetes para después sacarle la lengua―. Y se llama Ka Koubun… no feo de anteojos ―volvió a aclarar mientras Judal la ignoraba y seguía su camino―. ¡Espérame, Judal-chan!

―¿Por qué no estás en tus aburridas lecciones? ―preguntó mientras seguía caminando con los brazos tras su nuca y siendo seguido por la niña.

―¡Eso quería decirte, Judal-chan! ¡Me escapé! ―rió ella tapándose la boca con ambas manos, en un gesto infantil.

―¿¡Qué!? ―paró en seco y se volteó a verla con su mayor expresión de sorpresa―. Mentira, eres muy miedosa para hacer eso ―frunció el ceño y la observó atento.

―¡Es verdad! ¡Te lo juro por el meñique! ―le enseñó su meñique, en señal de juramento, pero Judal en vez de tomarlo golpeó la mano de ella, moviéndola de su vista.

―Hasta que al fin muestras algo interesante, vieja bruja ―le sonrió travieso enseñando sus colmillos de leche―. ¿Y por qué tan de repente?

―¡Es que tengo una idea muy muy buena, Judal-chan! Y… no podía esperar para decírtela… ―sonrió y agachó la mirada sonrojada, apretando la falda de su vestido en el proceso.

―No te creo, no puedes tener una muy muy buena idea, esas sólo las tengo yo ―le sacó la lengua y se cruzó de brazos sonriendo, disfrutando de hacerla enojar.

―¡Que malo! ¡Yo también puedo! ―le golpeó el brazo repetidas veces mientras él se quejaba de lo bruta que era.

―¡Ya, ya! ¡Dime la idea pero para, molesta!

Kougyoku sonrió satisfecha y se detuvo para pasar a contarle la idea.

―Bien… resulta que estaba pensando y… ¡quiero ser mamá! ―chilló alegre y juntó las manitos en su pecho, sonriendo ilusionada y esperando la reacción del niño frente a ella.

Judal, estupefacto, abrió sus ojos como platos y la observó como si estuviera loca. Por un momento sintió que le daba algo, lo que llevó a que se sostuviera el pecho con una mano.

―¿¡Qué, qué!? ¿¡Qué parte de eso te parece una buena idea, tonta!?

Kougyoku frunció el ceño por su reacción e infló los cachetes, ofendida.

―¡Todo! ¡Tú porque no conoces a los bebés, Judal-chan! ¡Son muy lindos! ―llevó las manos a sus mejillas sonrojadas y cerró los ojos, imaginando que tan lindo iba a ser su bebé―. Ríen mucho y son gorditos y bonitos, puedes ponerle todo tipo de ropa linda ¡y más si es niña! ¡Quiero tener uno!

―¡Nadie te va a dejar tener uno! Sólo los grandes pueden ―chasqueó la lengua y negó con la cabeza―. Además necesitas un papá para ser una mamá

―No es necesario, yo puedo solita, sólo tengo que saber dónde se compran y listo ―sonrió orgullosa. Ella era responsable y cariñosa, definitivamente podía hacerse cargo de un bebé.

Judal, sin poder creer lo tonta que era la niña, se echó a reír a carcajadas.

―Los bebés no se compran, súper tonta, se consiguen de otra manera

Ella, sorprendida por la reciente información, se abalanzó sobre Judal, dispuesta a saber más.

―¿¡De verdad!? ¡Dime cómo, Judal-chan! ¡Dime! ―lo agitó por los hombros, irritándolo.

―¡Te digo pero suéltame! ―se alejó de ella y se acomodó la ropa, la cual se le había desarmado por la sacudida.

Judal la observó mirarlo atenta e ilusionada, y por eso sonrió, orgulloso de saber más que ella.

―Resulta que para tener un bebé tienes que darte un beso con alguien, pero no puede ser mujer, tiene que ser un chico. Entonces, un pájaro viene y te trae un bebé ―se cruzó de brazos y la observó confiado―. Por eso no puedes tener un bebé, ningún niño en su sano juicio querría besar a una vieja bruja como tú

Kougyoku sonrió mientras una gran idea florecía en su pequeña mente.

―¡Tú puedes darme un beso, Judal-chan! ¡Y entonces también serías el papá y te compartiría el bebé! ―juntó sus manos y las apretó contra su pecho. Sus ojos brillaban de alegría e ilusión.

―¿¡Qué!? ¡Yo no quiero tener un bebé! ¿¡Sabías que lloran y su baño es su propia ropa!? ¡No quiero tocar caca! ―levantó sus manos y las puso entre Kougyoku y él, evitando que ella se acercara―. Además no te van a dejar tener una cosa de esas

―¡Por favor! ―juntó sus manos frente a su cara, suplicándole―. Te prometo que nadie se va a enterar, lo voy a esconder bien en mi habitación y nadie lo va a ver… ¡por favor, Judal-chan, quiero ser mamá!

Judal chasqueó la lengua y la observó como si estuviera loca por segunda vez en el día. Sólo esa vieja bruja loca podía salirle con semejante idea. Pudiendo pedir un gato, un vestido, o lo que sea, ella iba y pedía un bebé… y sobre todo a él. ¡Ja!

―¡No y no! Dije que no, ¡sólo los grandes se besan! Y además es asqueroso… ―sacó la lengua hacia un costado, haciendo una mueca de asco.

―¡Por favor! ―le siguió rogando ella―. Piensa que cuando crezca y sea más grande puede ser fuerte y tú puedes enseñarle lo que quieras ―realizó un puchero y lo observó con cara de cachorro abandonado―. ¡Como eres su papá te haría caso en todo!

Judal se cruzó de brazos y pensó en la idea, tal vez podía volver de esa cosa, que seguramente sería llorona, un guerrero o guerrera muy fuerte que conquistara todos los territorios que él le pidiese. Pero no, no importaba que beneficio pudiera obtener de eso, definitivamente no haría algo tan asqueroso como besar a una niña, ni siquiera importaba que tan linda fuera Kougyoku. Él no quería besarla y mucho menos quería un bebé.

―Dije que no, yo no toco caca, y además no quiero aguantar a otro llorón más, suficiente tengo contigo y el mocoso de Hakuryuu ―sentenció dándose la vuelta, con toda la intención de alejarse y no volver a tocar el tema.

Que quería ser madre… por amor al caos, esa niña había perdido la poca cordura que Judal creía que tenía; pero bueno, debía reconocer que con Kougyoku cerca nunca se aburría.

―¡Judal-chan, espera! ―la niña lo tomó de la mano y lo volteó para después abalanzarse rápidamente sobre él y apoyar sus labios sobre los del niño.

Judal abrió los ojos sorprendido mientras un nada disimulado rubor teñía sus mejillas de par a par.

Kougyoku mantenía los ojos cerrados con fuerza, y su cara estaba completamente roja. Ejercía una ligera presión contra los labios ajenos, produciendo un tímido contacto.

―P-Pri-Princesa… ―una voz alterada y temblorosa alertó a la niña, quien se separó rápidamente de Judal y volteó, palideciendo al notar quien estaba frente a ella―. Enano demonio… ¿¡Qué le estás haciendo a la princesa!? ―Ka Koubun gritó y corrió hacia donde estaban ellos, irritando a Judal.

Por esas razones nunca quería cruzarse a Ka Koubun, siempre que lo veía encontraba una excusa para gritarle. Si no era porque era un demonio era porque era una mala influencia, y sino porque era un vago maleducado, entre otros.

―¿¡Yo!? ¡Ella abusó de mí! ¡No quiero ser padre! ―se quejó mientras miraba mal al consejero―. Así que a otro las quejas, viejo verde

―¿¡Cómo me dijiste!? ―levantó la voz y tomó al pequeño de la ropa, alzándolo frente a él―. Me importa poco que seas el futuro oráculo, a ti hay que enseñarte educación

―¡Ka Koubun, no! ¡Judal-chan es el padre del bebé! ¡No puedes matarlo! ―lagrimeó Kougyoku viendo la furia de su consejero, la cual incrementaba al escuchar esas palabras y ver la expresión cínica e indiferente del mocoso de pelo negro.

―¿¡Bebé!? ¿¡Padre!? ―se alteró aún más y fulminó a Judal con la mirada, mientras apretaba más fuertemente la ropa.

―En mi defensa ella me violó ―pronunció sin cambiar su expresión para después sacarle la lengua―. Eres una pésima niñera, se te escapó la tonta ésta

―¡Si serás! ¡Ya vas a ver! ―lo sacudió un poco, esperando asustarlo, más el niño era un hueso duro de roer.

―¡Ka Koubun! ¡Suelta a Judal-chan o le diré a Kouen-nii-sama!

El consejero, ciertamente intimidado por la amenaza de la niña, bajó bruscamente al niño, quien evitó chocar contra el sueño gracias a su magia.

―¡Corre, Judal-chan! ―gritó Kougyoku tomándolo de la mano y saliendo corriendo junto a él, volviendo a escapar de Ka Koubun―. ¡Tenemos que recibir a nuestro bebé!

Judal rodó los ojos y sufrió en silencio por su infancia robada. No quería acercarse a la caca, ni a los llantos de un humano en miniatura; pero bueno, al parecer ese era el precio por querer divertirse.

Dos cosas le habían quedado claro de ese día: La primera, no volvería a escaparse de sus lecciones; y la segunda, besar a una niña no era tan asqueroso… claro, siempre y cuando esta niña fuera Kougyoku.


¡Hola! Bueno... no sé como explicar de donde salió esto xD Ni siquiera sé si está bueno jaja pero bueno, quería seguir contribuyendo con esta pareja que tanto me gusta.

Fer, si llegaste hasta acá, este es tu regalo sorpresa xD así que espero te haya por lo menos entretenido un poco jaja

¡Muchas gracias por leer!

Nota 27/02: Al final, después de considerar la posibilidad que me pidieron de hacer un capítulo más, decidí que sí xD Así que en el próximo van a ver a unos Judal y Kougyoku de grandes pero con el mismo problema xD

Ahora si... ¡Nos vemos!