Para aquellos nuevos:
1. Ésta historia tiene una primera parte que se llama: The Punishment Of Eternity.
2. Para aquellas/os que se puedan sentir confundido con las diversas narraciones… corresponden a dos tiempos diferentes (deben entender que Amanda está recorriendo su pasado por medio del pensadero en el tiempo presente (después de la batalla de Hogwarts). La primera (en donde Amanda interactúa con Sirius Black) correspondería al inicio del 4to libro de Harry Potter, el cáliz de fuego. La segunda (en donde Amanda interactúa con Harry Potter) corresponde a la actualidad, más o menos a unos meses después de la batalla de Hogwarts.
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Episodio II, Capítulo I
La mujer de hielo
– Mi señora, todo está listo, todo lo que le pidió a Wizing está listo – el elfo estaba demasiado entusiasmado, sobre él llevaba un especie de delantal rosado junto con un pañuelo en su cabeza – Wizing aprendió a cocinar, los elfos de Hogwarts le enseñaron muchas cosas a Wizing.
– Me parece bien – dijo sin ánimos la dueña del elfo. Amanda se encontraba sentada en su escritorio leyendo las últimas noticias del diario El Profeta.
La noticia que más se destacaba en el diario era sobre la final número 442 de la copa mundial de Quidditch, la cual iba a ser celebrada dentro de dos días.
Amanda comenzó a pensar y repasar todo lo que tenía en mente para ese día, todo con tal de charlar con su objetivo, Lucius Malfoy. Dumbledore ya le había dejado expresado que tenía que asociarse a él de la forma que sea, hacerle ver que la vampiresa era de confiar.
La mujer deja de lado el periódico por unos instantes, pero su expresión cambio al ver su alrededor. Su estudio no era el mismo, el escritorio estaba ordenado, las librerías estaban relucientes y sin polvo, las esquinas ya no tenían telarañas, por esa misma razón Wizing estaba tan contento, había limpiado por completo la mansión. Había olvidado durante todo el tiempo que se dedicó a leer su periódico de que Sirius llegaría esta noche a su mansión.
– ¡Wizing! – llamo la mujer a su criado elfo.
El elfo apareció rápidamente con un sonido "Crack"– ¿Mi señora?
– Has hecho un buen trabajo, ¿las habitaciones están también ordenadas?
– Si ama, todo está ordenado, como usted lo ha pedido.
– ¿Y qué tienes para cocinar esta noche? – Amanda comenzó arreglar el periódico para terminar de leerlo más tarde.
– Hmm, bueno… nada mi señora – el elfo comenzó a sentirse algo incómodo –… no, no tengo nada para cocinar.
Amanda se levantó de su asiento y arreglo su vestimenta muggle – me lo imaginaba, traeré lo que necesites para que cocines durante esta semana, no quiero verte robar nada de las casa muggles que hay por aquí cerca – Amanda camino por la sala para salir de ella –…el resto del año lo puede comprar él – dijo haciendo referencia a Sirius.
Esa noche Amanda había terminado de saciar su sed temprano. Al llegar a la mansión lo primero que sintió fue el olor a comida, era extraño sentir ese tipo de olor en su hogar, tanto que comenzó a sentirse algo incomoda, el jardín estaba floreado, todo había renacido, incluso las Gardenias, que era su flor favorita. Luego llego hasta el comedor y vio como habían dos platos en la mesa. – ¿pero que...? – La vampiresa llama rápidamente a su sirviente preguntándole – ¿Por qué hay dos platos en esa mesa? – el elfo, tratando de evitar la mirada de su enojada ama, hizo un movimiento de dedos en el aire y levanto todo el servicio, copas, vasos y plastos que estaban sobrando.
La vampiresa corrió velozmente hasta llegar a la habitación que sería de Sirius, había mucha ropa de mago dentro del armario, todo parecía en orden.
De todas formas, Amanda no se sentía a gusta con la idea de Dumbledore, su mansión no era una casa de acogida, no para un fugitivo de Azkaban y mucho menos con el único humano con quien había tenido un roce sexual hace mucho años atrás. De pronto, un sonido y la presencia de dos humanos acaban con los pensamientos de la vampiresa. Se trataba de Dumbledore y de Sirius.
Bajo por las escaleras en menos de dos segundos, llegando hasta la puerta de entrada, pero antes de querer abrir, sintió como una de las presencias humana desaparecía. Dumbledore solo había venido a dejar a Sirius a la mansión de Amanda, de ser así, pocas ganas le daban de recibir visitas.
Amanda estimaba mucho a Dumbledore, eran muy bueno amigos, era el único humano con quien ella tenía la alegría de querer compartir, con el resto, era fácil mantener solo una relación cordial. Pero hace poco conoció a otro mago que quizás podría abrirle las puertas a su vida, se trataba de un hombre que no solo era humano, sino que también un Licántropo. Remus Lupin era un ser a quien Amanda le gustaría interactuar más.
– Wizing… – en solo segundos la criatura mágica había aparecido a sus pies – recibe a nuestro invitado, ofrece un baño con agua caliente, ropa limpia y comida. Si pregunta por mí, dile que no me encontrara hasta mañana – Amanda camino por el recibidor hasta llegar al jardín – Y una cosa más… vigila que no esté mirando más de la cuenta mis pertenencias. – El elfo le hace una reverencia antes de despedirse de su ama.
…
El joven que había aparecido en el bosque se caracterizaba por sus lentes, pero si alguien se acercara más para verlo con más detalles, sus lentes pasarían a segundo plano, el chico tenía una cicatriz en la frente, una cicatriz en forma de rayo. Vestía con unos vaqueros, una playera de color azul junto con una chaqueta de color café. Su rostro parecía estar atento a cualquier cosa que sucediera a su alrededor. Había tomado la decisión de sacar su varita mágica, pero después se arrepintió, pensó que lo mejor era no parecer a la defensiva.
A lo lejos podía ver una mansión, parecía abandonada, el jardín estaba completamente seco. A medida que se acercaba, se convencía por dentro de que era imposible que la persona que estaba buscando viviera en ese lugar. Harry miró el sol por última vez antes de adentrarse a las sombras de la mansión que estaba en medio de un bosque. Abrió con cuidado la reja metálica para adentrarse al seco y descuidado jardín. Dejo abierta la puerta en caso de que extrañase la luz del sol.
Dentro de la mansión no había ni rayo de luz solar, todo estaba oscuro. – Lumos – susurro el chico de las gafas circulares. Camino lentamente por el recibidor, observo que habían dos salidas hacia los lados, ninguna de ellas tenia puerta, a la derecha se podía ver un especie de living, y a la derecha un comedor. Harry tomo la decisión de ir por la izquierda.
Rápidamente, Potter encontró algo que le llamo mucho la atención, había una fotografía de Sirius en un mesón de madera, estaba enmarcada. En ella se podía ver a un Sirius sonriendo, tenía sus manos en los bolsillos, era bastante joven, él nunca lo había conocido así, tendría unos 27 años.
Pero antes de seguir pensando en su difunto padrino, sintió como la puerta de entrada se había cerrado fuertemente, Harry soltó la fotografía, dejándola caer al suelo. El chico comienza a iluminar cada rincón de la habitación, sabía que Amanda Swan se encontraba dentro. – Solo vine a conversar Amanda, no… no voy hacerte daño.
– Siempre le había dicho a Dumbledore que su escuela era pésima, es cosa de verte Potter, no eres capaz si quiera de llamar antes de entrar – la voz de Amanda era aterciopelada, seca y mal humorada –…pero has sido el único mago capaz de derrotar a Lord Voldemort – Amanda camina con lentitud hasta llegar a donde su intruso invitado – baja esa varita muchacho. Sígueme.
…
Amanda sentía la presencia de Sirius en su mansión. Era de noche y había cumplido lo que le había dicho a Wizing antes de irse, volver a su mansión.
– ¡Ama, ama Amanda! – grito Wizing al ver que su dueña entraba por la puerta principal. La mujer en tan solo pocos segundos se acercó a la criatura tapando su boca con agresividad.
– Ya hemos hablado de los gritos innecesarios, Wizing – su voz parecía molesta y bastante grave, tanto que Wizing había abierto mucho más los ojos por el miedo que sentía al ver a su ama enojada. – Ahora guarda silencio, no quiero que sepa que ya estoy aquí – el elfo asiente de forma exagerada y al momento de soltarlo toma una bocanada de aire.
– Señora… – Amanda observa que el nuevo diario el profeta había llegado a su escritorio, lo desató y comenzó a leerlo – Señora, Wizing está preocupado – pero Amanda no le dirigió la mirada a su elfo domestico – El amo Sirius no ha salido del baño hace ya varias horas.
– Es muy lindo de tu parte que te preocupes demasiado por él. Sigue así y poder darte una prenda Wizing
– No mi ama, no, la prenda no, por favor, ¿A dónde podre ir? Yo no…– pero Wizing al ver que su Ama aún estaba leyendo el diario, quiso insistir en su posición – Pero mi ama, mi deber es cuidar de ese humano, como… – bajo la voz – como usted me lo pidió.
– Si tanto estas preocupado ve y golpea la puerta.
– Ese es el problema, que no contesta mi ama, observe por debajo de la puerta y solo puedo ver su cuerpo sentado al lado de la bañera.
Amanda dirigió rápidamente la mirada severa a Wizing, dejo el diario en su escritorio y en tan solo segundos había llegado a la puerta del baño personal de Sirius. Sentía como se quejaba, pero eran unos quejidos extraños, su corazón latía levemente rápido, algo estaba sucediendo. Miro a un lado de la puerta en donde estaba el tocador de la habitación, en ella había una navaja de barbería (muggle) con sangre, junto a una toalla manchada en rojo. Amanda abrió rápidamente la puerta para encontrarse a un Sirius Black sentado en el baño con un espejo en la mano mirando su rostro. La vampiresa al ver que Sirius estaba bien, no pudo reaccionar con salir rápido del baño. Al igual que Sirius, dejo el espejo a un laso para ver sonrojada a Amanda.
– ¿Qué sucede? ¿Qué pasa? ¿Alguien vino a buscarme?– pregunto preocupado el mago que solo tenía una toalla envuelta en la cintura.
– No. Wizing… Wizing pensó que… bueno, yo – Amanda observo que Sirius estaba tratando de sanar los cortes en su rostro por culpa de la navaja, a su alrededor estaba lleno de papeles con sangre, pero finalmente la mujer suspira profundamente –… cuando termines te lo explicaré…
Amanda le dirigió una mirada severa a su criado. La mujer estaba acostumbrada a las estupideces del elfo, era por esa razón que a veces le costaba prestarle atención.
