De nuevo io... recordando que estos personajes pertencen a kurumada y compañia, yo solo los utilizo para dejar volar mi imaginacion...
El Secreto de los Gemelos
En un pueblo alejado de la enorme ciudad de Grecia— en el año de 1990 para ser exactos— existía en ese entonces una colonia de ermitaños que se hacían llamar los alquimistas, no eran más de seis personas totalmente alejados de la civilización, se caracterizaban por su pálida piel y dos puntos en su frente, se decía que era prohibido buscarlos, hablarles, o tan solo verlos, ya que hacían rituales donde traían a la vida, aquello que ya habían muerto.
Durante ese año en curso, se levantaba ahí mismo una de las más grandes empresas de comercio de Atenas, la industria de telas exóticas Géminis, poderosa, imponente, bajo el mando de los hermanos Aspros y su hermano menor y gemelo Deuteros, la dicha los rodeaba ya que la esposa del mayor, una joven contadora de cabellos castaños y ojos verdes, llamada Elizabeth daría a luz el mes siguiente, pero el destino, que nos mueve como marionetas de carne y hueso jugó una carta importante en la vida de la adinerada familia y a escasos días de completar la fecha del parto, la joven sufrió un accidente mientras regresaba a la ciudad y tuvo que ser intervenida para dar a luz a sus hijos, pues también eran gemelos.
En la sala de espera Aspros caminaba de un lado a otro mientras sostenía su frente, en una de las bancas del hospital, con su semblante un poco más relajado, Deuteros pasaba con delicadeza las finas hojas de un libro.
—Todo saldrá bien —dijo mientras cerraba su lectura y dedicaba una mirada a su hermano— ya verás.
—No lo sé hermano— replico su gemelo—Tengo una de esas corazonadas que tenía justo como cuando murió la abuela.
De repente el medico interrumpiendo la breve charla, salió del quirófano donde estaba la joven madre con un semblante oscuro, observó de uno a otro gemelo y se quitó los guantes de látex que cubrían sus manos limpias.
— ¿Cuál de ustedes es Aspros?—preguntó con un suave tono de voz.
El gemelo mayor dio un paso adelante.
—Me temo que tengo malas noticias—dijo el médico—salvamos a su esposa, pero… perdimos a uno de los niños.
Deuteros se levantó de la silla y volteó a su hermano para darle un fuerte abrazo, las lágrimas rodaron por las mejillas de ambos hombres, luego de un profundo silencio acompañado solamente por los sollozos de ambos, se separaron.
— ¿Puedo verla?—preguntó el mayor, el medico asintió.
—Aun esta sedada, pero lo escuchará… pero ¿no quiere ver a su hijo primero?—preguntó el médico trayendo un poco de luz al oscuro momento, Aspros observó a su hermano y luego asintió con suavidad.
El médico era un hombre bajito, con un divertido bigote muy bien recortado, cojeaba al caminar, le llamaban el oráculo pues tenía un ojo de vidrio, aunque su verdadero nombre era Gigas y se caracterizaba por ser un obstetra ejemplar.
Llegaron hasta una habitación llena de incubadoras, el médico les señaló donde estaba el pequeño peliazul y se apartó para darle a ambos un momento de privacidad.
Era el vivo retrato de su padre y tío, Aspros se adelantó, con un poco de temor se acercó hasta él y tocó su pequeña frente—Hola Saga…—musitó— todo estará bien… mi pequeño guerrero.
—Y… ¿Dónde está el otro niño doctor?—preguntó Deuteros a espaldas de su hermano en casi un susurro.
El medico lo jaló hacia otra sala, justo a la par y mostró un bulto entre unas sábanas sobre una camilla de metal, el gemelo se acercó y abrió con cuidado la mortaja del bebe, una gota de agua como su pequeño hermano, lo sujetó como si vivieses y lo presionó contra su pecho, derramó un par de lágrimas y lo besó en su frente antes que las enfermeras lo depositaran en su fría cama de nuevo.
Un nudo en la garganta del gemelo menor se le hizo al salir de la habitación y dirigirse de nuevo al lado de su hermano.
Unos años después del triste acontecimiento, cuatro años, contando desde aquel día, la enorme casa de los géminis se llenaba de las risas del pequeño Saga que correteaba con su tío en los jardines del frente.
Encadenada en una silla de ruedas, su madre los observaba jugar, no perdía un solo movimiento de su hijo, lo estudiaba, por momentos lo odiaba, como si él fuese el culpable de la muerte de su hermano y su condena en esa silla, algunas veces no quería verlo pues recordaba las palabras de su esposo al decirle que eran como dos gotas de agua.
El día que enterraron el pequeño cuerpo, ella aún estaba internada, no podía salir y apenas se estaba recuperando de la perdida de la movilidad de sus piernas, no pudo despedirse—sin tan solo hubiese besado su frente—se decía a sí misma, de lejos y entre risas Saga saludaba con su mano y ella solo le brindaba una retorcida sonrisa.
Se sentía sola, después del sepelio de su hijo, Aspros se había limitado a trabajar casi todo el día, trataba de no verla, ni a ella ni a su pequeño, pocas veces compartían el desayuno y las empleadas se encargaban en su totalidad de bañar y cuidar al niño, Deuteros se había convertido en la única compañía de Saga y algunas veces en la de ella.
Tomó entonces la decisión de enterrar junto a su recuerdo, la segunda cuna, la ropa, la pulsera con su nombre gravado, en fin, la existencia de aquel bebé… aquel bebé, que se hubiese llamado Kanon.
Ese día el pueblo se llenaba de alegría, una pequeña feria tenia las calles de la cuidad llenas de mercaderes y turistas, Una rubia se colaba rápidamente entre las personas, en su brazo un tatuaje en el símbolo de la alquimia identificaba su procedencia, con unas vendas cubría parte de su frente, donde dos puntos se ocultaban y entre una tela café, apenas se dejaban ver unas mechas lilas de la criatura que apretujaba contra su pecho, tratando de no llamar la atención llegó hasta la casa de una mujer de cabellos rojos, la esposa de Sísifo, el maestro de música en la única escuela del lugar, ambos acepaban con cariño esas personas tan extrañas.
— ¡Yuzurija! —exclamó brindándole un enorme abrazo y haciéndola pasar mientras observaba si alguien los había visto.
La hizo sentar en una de los enormes sillones de la casa, e inmediatamente observó la herida en su brazo, luego la sangre resbalando por sus piernas.
—¿Qué pasó?—preguntó un poco alterada la pelirroja.
—La aldea fue destruida—dijo entre jadeos de cansancio—unos pandilleros cayeron de sorpresa, no pudimos utilizar la alquimia, estábamos solo Altla y yo, los demás huyeron, mi padre Sage el…—rompió en llanto.
—Tranquila cariño, estarás bien acá
—No Marín… yo…yo… debo escapar, Atla me espera, debemos huir a Jamir, debemos encontrarnos con mi tío Hakurei, pero Mu… él es tan pequeño aún—dijo la alquimista mientras levantaba la manta para mostrar un bebe de nívea piel y ojos verdes, tenía en su frente dos puntos como su madre y el color de cabello de su padre—no resistirá.
—Yuzu… yo
—Solo cuidalo, yo volveré por él, te lo prometo—dijo mientras entregaba al pequeño de cabellos lila, luego un bolso donde venía un extraño libro con cubierta de cuero y un colgante con una piedra roja que colocó en el cuello de su hijo—esto es de mi padre, por favor, cuidalo como a él, también es un riesgo llevarlo con nosotros, en él se encuentran todos los conocimientos de la alquimia, y no debe caer en manos equivocadas—dio un beso el niño y colocó la mano sobre el hombro de su amiga.
Tan rápido como había aparecido la rubia dejó el lugar.
Mientras, dentro de la casa, Marín se dirigió hasta la habitación de su pequeño Aioria y acomodó al nuevo bebe a la par del suyo.
—Te presento a tu hermano Aio—dijo con dulzura la mujer mientras acariciaba la frente de su verdadero hijo—Mu…
Tras la pareja de alquimistas un malvado coleccionista, trataba de robar su más preciado tesoro, la piedra filosofal, que sin saberlo Marín ocultaba junto al pequeño pelilila.
Se hacía llamar Mascara de Muerte pero su verdadero nombre era Manigoldo, un excéntrico millonario y asesino italiano, que ocultaba en su mansión artículos como el santo grial, conseguidos a veces con pagos de sangre.
El hombre escuchó sobre la extraña aldea de alquimistas y al estudiar, sobre la antigua ciencia no pudo evitar soñar con el poder de la inmortalidad y la regeneración, por lo que había ordenado la matanza de todos sus habitantes con tal de dar con la dichosa piedra que ahora pendía del cuello de un bebé.
Manigoldo había seguido el rastro hasta la cuidad de Grecia, justo donde estaba la feria, hasta ahí habían llegado la pareja de alquimistas, lo que no sabía era de la existencia de Mu, y que su más soñado trofeo estaba al alcance de sus manos.
Esa noche, mientras la cuidad dormía, el italiano decidió darle muerte a los vándalos contratados, sabía que no podrían mantener el secreto durante más tiempo y sin pensarlo dos veces, ordenó a sus guardaespaldas personales tirar al blanco con los tipos mientras dormían.
El único testigo de tal asesinato fue el hijo menor del jefe de la pandilla y el único niño existente entre sus integrantes, Ikki, quien solo tapó su boca para no soltar el gritó de terror mientras acaban con su padre.
Los mejores rastreadores y perros, guiados por el olor en la estola de la rubia, los llevaron hasta la casa de la pelirroja y su esposo, como animales salvajes el extranjero y sus fieles empleados, entraron al lugar despertando con violencia a los integrantes de la familia.
Con rapidez Sísifo, tomó a las criaturas y las colocó junto con el bolso en las manos de su esposa.
—Vete—dijo señalando la puerta de atrás.
Pero al salir unos tipos enormes la sujetaron y la amordazaron.
Junto a su esposo y los niños fueron llevados al interior del bosque, para interrogarlos.
— ¿Dónde está la piedra…?—preguntó el italiano al castaño mientras sostenía su mentón.
—No lo sé… y si lo supiera ¡jamás se lo diría!—contestó el heleno mientras escurría sangre en la comisura de sus labios.
Un golpe en su barbilla, luego un puñetazo, una patada en su estomagó, pero el hombre aún así guardaba silencio.
— ¡Ya me estoy comenzando a fastidiar!—espetó con furia mientras hacia la cabeza del castaño hacia atrás.
— ¡Basta!... por favor—suplico su esposa también atada—nosotros no sabemos nada de esa piedra.
El tipo observó de uno a otro para luego reparar en los bebes que lloraban, se acercó y tomó al pequeño Mu ante los ojos aterrados de la mujer que pataleaba y gritaba.
—Pero que piccolo tan valiente… como su…—se calló al ver los dos puntos que habían en su frente—este niño es un alquimista como que no…—pero un puño lo hizo trastabillar mientras le arrebataban el infante.
Con una rapidez increíble Sísifo se había liberado y tomado una de las armas a un descuidado guarda, apuntando hacia Manigoldo desató a su esposa y le entregó al bebé, la mujer rápidamente recogió al otro y cargo con ambas criaturas y el bolso que estaba cerca tras su esposo, que mantenía el arma apuntada a la cara del hombre.
—Tendrás que matarme amigo—dijo el malvado coleccionista con sus manos al aire—si no quieres que pase el resto de tu vida tras de… ese niño—exclamó mientras señalaba con su vista al pequeño pelilila.
—Corre—musito el castaño— y no te detengas, escuches lo que escuches… no te detengas—replico mientras le daba un beso.
Marín se alejó, corrió lo más rápido que podía, llevaba dos criaturas que no pasaban los dos meses, debía ser delicada, además el bolso en su espalda cargaba con el tesoro de su amiga y no lo podía perder, no caminó mucho para escuchar unos disparos en el aire, luego observó con terror la silueta de un hombre que se aproximaba, se arrodillo con ambos infantes en el piso y cerro sus ojos.
—Marin…—llamo el castaño sosteniendo una sangrante herida en su costado—mate… al… ita…
—Sísifo…—susurró y se puso de pie dejando a los niños en el suelo—te has herido debemos volver a casa—rogó, mientras lo recostaba cerca de los infantes.
—Debes co…rrer, dos guardias están tras de…mi—contó con dolor.
—Pero esto es una mina de oro—exclamó uno de los gigantes llamado Asgard saliendo de entre los arbustos—cuatro pájaros de un tiro—decía mientras tronaba sus dedos.
—Por favor…no hemos hecho nada—suplicaba la mujer entre sollozos—por favor…
—Silphyd…—grito para llamar al otro gigante—toma al gusano alquimista… yo me encargo del resto.
Pero al tomar al bebé pelilila, el colgante con la piedra roja brilló con intensidad, fulminando a los gigantes sin darles tiempo si quiera para apreciar el brillo escarlata de la gema.
Marín se quedó inmutada tras la revelación del poder del menor, pero simplemente lo tomó en sus brazos y lo arrulló con tristeza, a su lado su esposo acababa de fallecer.
El tiempo pasó y el pequeño Saga se convirtió en todo un jovencito de doce años, poseía las mejores calificación del colegio, era el primero en su grupo de ciencias, el más educado, pero había algo que le faltaba, algo que a pesar de ser el mejor lo hacía sentir miserable, el amor de sus padres.
Cada vez que llegaba del colegio y cenaba con ellos, el silencio predominaba en el comedor, entonces al subir a su habitación hacia santo fuerte para no dormirse y esperaba a su tío Deuteros, que entraba a hurtadillas para contarle las anécdotas del día a su sobrino favorito, el único que tenía, y del que gustaba escuchar sobre sus novias inventadas del colegio y sus nuevos amigos de intercambio.
Esa noche Deuteros caminó hacia la habitación de su sobrino con un regalo especial, una flauta de plata que había comprado a un extraño vendedor ambulante.
Sin tocar y acostumbrado a encontrarlo despierto se adentró en el cuarto del menor y se aproximó a su cama, pero Saga estaba sumido en un sueño profundo, acarició su frente y el pequeño frunció su ceño, poco a poco abrió sus enormes esmeraldas y fabricó una hermosa y adormilada sonrisa.
— ¡Tío Deu!…—exclamo levantándose y abrazando al mayor.
— ¿Me extrañaste?—pregunto revolviendo sus cortos y azulados cabellos.
—Más de lo que te imaginas tío—dijo cruzando sus piernas como indito sobre su cama.
— ¿Cómo ha estado la cena?
—Silenciosa…—contestó con una mueca en sus labios.
—Te traje algo—dijo su tío alivianando el molesto momento—una flauta…—replico sacando el plateado instrumento.
—Wow… tío es hermosa…—dijo tomándola y abrazándola—gracias—sonrió, pero luego una oscuridad nubló sus hermosas esmeraldas— ¿Tío?—preguntó el menor tomando su mano— ¿por qué papá y mamá no me quieren?
Deuteros se quedó sin habla, Saga ya no era más un bebé que se pudiese contentar con un dulce y contarle un cuento para que olvidase ese tipo de preguntas, y el poco afecto de sus padres se hacía cada vez más evidente, sus penetrantes esmeraldas lo interrogaban casi con angustia, y por dentro se maldecía tanto el cómo su cuñada y su hermano, por ocultarle al pequeño la verdad sobre su nacimiento y la indiferencia que le tenían.
—Saga…—musitó presionando su mano—ellos te aman, es solo que…
— ¿No esperaban que naciera?... ¿por mi culpa se casaron?—preguntó el chico sin perder de vista a su tío.
—Sabes que… deberías de dormirte… esas ideas locas te vienen por no dormir bien, vas a tener que dejar de esperarme por …
—No…—interrumpió el jovencito—no quiero dejar de verte tío, tu… tu eres el único que me escucha y si tengo que esperarte todos los días sin dormir… lo haré.
Deuteros se levantó y abrazo a su joven sobrino, suspiró para no dejar escapar una traviesa lagrima.
—Mañana pasaremos el día juntos, te lo prometo—beso su frente y lo arropó.
Deuteros salió de la casa alterado, necesitaba pensar, olvidarse por un momento de la crueldad que cometía su hermano con su propio hijo, cuanto no diera el por dejar de ser estéril y poder procrear una familia, caminó y sus pies lo llevaron a un bar en las afueras de la ciudad.
Un par de horas más tarde caminaba de regreso a su casa, pasaba justo sobre el puente que le permitía un atajo hasta su hogar, bajo los efectos del alcohol se tambaleaba de un lado a otro, se sostuvo en el borde y observó su turbio reflejo.
Ese mismo día, estaría dispuesto a contarle a su pequeño sobrino el secreto que sus padres guardaban, y la razón de ser tan infelices, pero eso seria mañana, cuando despertara de su resaca después de haber gastado tanto dinero en licor como nunca en su vida.
A pasos lentos se acercó al cementerio y sobre la diminuta lapida de su sobrino se durmió.
Un fuerte ruido lo despertó, como un golpe en su cuarto, abrió sus ojos y encendió la lámpara que su tío había apagado al salir, se levantó de su cama y tomó una linterna que estaba en su mesa de noche, con sutileza y para no despertar a sus padres, se asomó al pasillo y observó la hora en el reloj antiguo de madre, eran las tres de la mañana, dio media vuelta para volver bajo sus sabanas pero una corriente fría heló su espalda.
—Saga…—susurraron en su oído—ayúdame
El jovencito abrió sus ojos y volteó con rapidez, no había nada, solo el silencio de la madrugada, decidió entonces caminar hacia el corredor y pudo observar una luz entre las rendijas de la puerta colgante del ático.
Jaló el cordón que permitía bajar las escaleras para poder subir, y con todo el valor que podía recoger se animó a dar los primeros pasos.
Él nunca había subido ahí, lo que en ese lugar existía era algo desconocido para él, se extrañó al ver una cómoda exactamente igual que la que tenía en su cuarto, copias de los juguetes que el utilizo de bebé, hasta una réplica de su cuna que aún se conservaba en el cuarto de sus padres lista para obsequiarla a alguna amistad de su madre, y un cajón, un bello cajoncito idéntico al suyo, solo que ese tenía una k labrada en el medio, lo tomó entre sus manos y se sentó frente a un espejo, trato por todos los medios de abrirla pero su esfuerzo fue inútil, de nuevo el escalofrío en su espalda.
—Saga… ayudame—de nuevo la voz que sonaba justo como la de él, se puso de pie y con su linterna alumbró por todos lados, con su mano temblorosa apuntaba la luz a todos los lugares que podía.
— ¿Quién eres?—pregunto en un hilo de voz— ¿Qué quieres?
—Saga… estoy aquí…—dijo el niño a sus espaldas.
— ¿Dónde?—pregunto tragando grueso.
—Dentro de ti…
Saga volteo y se topó con su imagen en el espejo.
—Saga… libérame—suplicó la imagen que colocaba sus manos en el vidrio.
El pequeño, cayó de espaldas y se alejó del espejo, negaba con su cabeza.
— ¿Quién eres?—musitó.
—Tu hermano…—al decir esto la caja de madera se abrió dejando a la luz una pulsera igual a la suya.
— ¿Kanon…? —cuestionó mientras recogía el gravado brazalete.
—Tu hermano…—repitió mientras se perdía de nuevo en el reflejo.
"el secreto había sido liberado"
Se les agradece la lectura, y espero les guste tanto como a mi escribirlo, tenia esta historia atorada en mi cabeza y tenia que dejarla salir... bsos y abrazos, de nuevo opiniones bien recibidas, preguntas, y demás en un hermoso review, no muerdo... mientras este tras esta computadora buajajaja
Esto es una mezcla del arte de la alquimia con alguna que otra técnica inventada por mi...
