¡Sorpresa, Genee! :D Antes de que lo pienses, no, no soy tu amiga secreta, más bien soy tu amiga-no-secreta xD

Esta historia está dedicada enteramente a ti, ya que sólo pensando en ti la saqué a flote. Tenía esta idea desde al año pasado, pero por una u otra razón nunca me hacía el tiempo de escribirla. Si lo hice fue porque eres una persona genial y te merecías al menos esto por ser tan dulce y paciente conmigo (sobre todo paciente, tú sabes porqué)

Hoy traigo la primera parte, porque lamentablemente por cosas de tiempo no me fue posible terminarla como tenía pensado.

La escribí en varias estaciones de metro mientras esperaba a una amiga para ir a tribunales, así que disculpas por adelantado por si no está bien cohesionada.

Recomendación musical: Jingle bells, porque todos deberíamos escucharla al menos una vez en esta época. ¡Feliz Navidad! (por aquí todavía es 25 xD)

Advertencia: Basada parcialmente en un episodio de la serie Good luck, Charlie, o en español: Buena suerte, Charlie. Si alguien la ha visto tal vez sepa a lo que me refiero, pero si no, no importa.

Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.


~ La Navidad no siempre sale como la planeas ~

A veces en la vida te detienes un momento y miras hacia atrás, pero por más que lo intentas no consigues descubrir cómo llegaste hasta donde estás. Repasas en tu mente cada movimiento. Comienzas por esa misma mañana. Te levantaste y desayunaste como de costumbre. Después miraste por la ventana y pensaste en el gran día que tendrías. Todo estaba muy bien planeado, no había forma de que quedaras mal esta vez. Entonces te haces la gran pregunta: ¿Qué demonios salió mal? ¿En qué momento todo se torció tanto que esa noche soñada se convirtió en una pesadilla? Tuvo que haber alguna señal, algo que no viste y que te advertía que esto sucedería. Y como no tienes nada más que hacer, comienzas otra vez desde el principio.

La mañana del 24 de diciembre, residencia Yagami, hora aproximada 09:45 AM

Aquel día Taichi se levantó de muy buen humor. Simplemente tenía la sensación de que todo iría de maravilla, y no era para menos, pues llevaba semanas planeando esa noche, así que no había forma de que algo saliera mal. Después de repasar tantas veces el plan ya se lo sabía de memoria. Pasaría por Sora a eso de las siete de la tarde, irían juntos a patinar al parque central y después la llevaría a cenar a un famoso restaurante de Odaiba en el que para su buena suerte —de la cual abusaba, por cierto— trabajaba Daisuke. Sólo gracias a él había conseguido una reservación para esa noche, ya que estaba copado.

—¿Le harías ese favor a tu senpai? —le preguntó, y el menor accedió encantado, desde luego. Cuando dos días después le dio la gran noticia, él no quiso saber lo que había hecho para conseguirlo. En circunstancias como aquellas sólo existían dos opciones: tuvo que matar a alguien o se involucró, ejem, no de forma muy decorosa con alguna jefa. Su amiga Mimi era supervisora en ese lugar, no quería una imagen mental inapropiada de ellos dos. ¡Rayos, no!

Tendría que cuidar que su novia no se enterara de cómo obtuvo la reservación. Según ella siempre se aprovechaba de la admiración que le profesaba el chico Motomiya. Él no estaba para nada de acuerdo, ¿qué culpa tenía si el menor se mostraba tan presto a ayudarlo?, ¿no sería de mala educación ignorarlo?

En cualquier caso, después de eso se irían al mirador y allí le entregaría su regalo, el que por primera vez le encantaría. Tenía que darle las gracias a Yamato por eso. Pensándolo bien, ahora estaba en deuda con muchas personas, pero sabía que al final de ese día valdría totalmente la pena.

—¡Hermano! —el grito de Hikari lo sobresaltó.

La chica estaba frente a él agitando insistentemente una mano frente a su cara.

—Demonios, Hikari. ¿No ves que estaba muy concentrado pensando?

—¿Y desde cuándo tú piensas? —preguntó ella, burlona, al tiempo que se sentaba a su lado y cogía una tostada.

—¡Oye! Eso es mío.

—Lo lamento. No todos los días preparas el desayuno, tengo que aprovechar.

—Como sea. Come las que quieras —cedió el mayor.

—¿Y bien? ¿Qué haces despierto tan temprano?

—Todavía me quedan algunos detalles que alistar para mi gran noche con Sora.

—Vaya que te has esmerado esta vez. Seguro que a ella le encantarán las sorpresas que le tienes.

—Eso espero —replicó el castaño, meditabundo, mientras le daba un mordisco a su tostada.

Residencia Takenouchi, 18:30 horas aproximadamente, mismo día

Sora salió de la ducha con una toalla en torno al cuerpo y el cabello goteando ligeramente tras sus pasos.

Entró a su habitación y se miró al espejo pensando en lo que se pondría. Ya había escogido algo y la tenida la aguardaba en la cama, podía verla tras su propio reflejo. Le tomó horas decidirse, especialmente porque Taichi estuvo de lo más misterioso, no queriendo revelarle detalles de su cita, lo que era raro viniendo de él, pues su naturaleza parlanchina por lo general lo vencía. No sabía que tuviera tanta fuerza de voluntad guardada ahí dentro para casos como estos, pero eso aumentaba su expectación.

A decir verdad no quería hacerse ilusiones. Ya se había decepcionado muchas veces con los regalos de Tai. Algunos incluso eran insultantes, pero no podía evitar que una pequeña llamita de esperanza crepitara en su interior. Estaba emocionada ¿para qué negarlo? Tal vez por una vez su perfecto y atolondrado novio acertaría.

Terminó de vestirse frente al espejo y observó durante algunos segundos el resultado final. Un vestido ceñido al cuerpo de color rojo que le llegaba por encima de las rodillas y sus fieles calzas por debajo que le garantizarían comodidad durante toda la velada, más sandalias bajas y una bincha para el cabello que iba a juego. ¿Desde cuándo se había vuelto tan vanidosa?

Suspiró y fue a coger el cepillo para el pelo de su cómoda, cuando su madre se asomó por la puerta, golpeando prudentemente hasta que ella notó su presencia y la dejó entrar.

—Sora, querida, estás preciosa —comentó deleitada.

—Gracias, mamá. ¿Querías algo?

—Oh, sí. Llamó tu tía Megumi —su tono se tornó serio.

Mala señal. Sora frunció el ceño ligeramente y la invitó a continuar con la mirada.

—Está desesperada porque le toca trabajar esta noche y Akimi quiere ir a ver a Santa Claus al centro comercial en ese evento que anunciaron por televisión para los niños. Me preguntó si tú podrías llevarla.

Su madre calló de repente. Esa fue la segunda señal de que algo malo ocurría.

—¿Y bien? ¿Qué le dijiste?

Lo único que obtuvo como respuesta fue un inquietante silencio.

—¿Le dijiste que saldría con Tai, verdad?

La señora Takenouchi frunció el ceño. Eso era exactamente lo que no le había dicho.

—¡Pero mamá! Sabías que estaría ocupada, Tai me avisó hace semanas. ¿Qué se supone que le diga?

—Bueno, puedes ir con él, ¿no? —preguntó con seriedad.

Sora entendió lo que pasaba. Su madre no podía aceptar a su novio, por eso había dicho aquello.

—Además, tu tía estaba desesperada. ¿Qué se supone que tenía que decirle? ¿Que preferías a tu novio?

—No, mamá —replicó Sora, apretando los puños—. Sabes que no se trata de eso, simplemente no puedo dejar plantado a Tai. ¿De verdad no hay nadie más que pueda llevarla?

La señora Takenouchi negó con la cabeza, cruzándose de brazos.

—Puedo llamarla.

—No —contestó la pelirroja enseguida—. No hace falta, iré.

Y así su madre se retiró en silencio, dejándola a solas en la habitación. Tomó su teléfono y marcó el primer número de su lista de contactos.

Taichi atendió al segundo pitido.

—¿Sora? Justo iba saliendo para allá.

Una débil sonrisa brotó en los labios de la pelirroja. Sabía que eso no era cierto, Tai nunca había sido puntual, o al menos eso creía. No tenía forma de saber que por primera vez el chico estaba diciendo la verdad, o casi.

—Me alegra oír eso, temí no alcanzar a avisarte antes.

—¿Avisarme de qué?

Sora se dejó caer sentada sobre la cama.

—Lo lamento, Tai.

—¿Qué? ¿Por qué me estás pidiendo disculpas?

—Mi tía me llamó y me pidió que llevara a Akimi al centro comercial para ver a Santa Claus.

—¿Ahora? Pero nosotros tenemos planes.

—Lo sé, el asunto es… que mamá olvidó mencionarlo, así que estoy atada de pies y manos. En serio, en serio lo siento —dijo con un tono sumamente afligido.

Taichi contuvo un suspiro de derrota y le hizo una seña a Hikari, que lo observaba curiosa, para que supiera que todo estaba bien. No podía tener tan mala suerte.

—¿Tai, estás ahí?

—Sí, sí… sigo aquí.

—Entonces, te decía que lo siento, sé cuánto te esforzaste y…

—No.

—¿No?

—No hace falta que te disculpes, iré contigo.

Él era un buen novio, por supuesto que no iba dejarla sola. Sora enmudeció de la sorpresa.

—¿Estás seguro? —preguntó al cabo de unos segundos—. Tú y Akimi no se llevaron muy bien en…

—Sí, ya lo sé, no hace falta que me lo recuerdes.

—Pero seguro habrá mucha gente y será aburrido, no quiero arrastrarte conmigo. Podrías pasarlo con Yamato.

—Tonterías, Sora. Nunca me aburriría contigo. Además, Yama tiene planes, creo que una cita o algo así. No quiso decirme nada, pero ya lo torturaré después hasta que hable.

—Eres el mejor, Tai.

—Lo sé —sonrió y a pesar de que no podía verlo, Sora lo supo por su voz, siempre lo sabía—. Nos vemos en un rato, todo sigue igual. Simplemente nos saltaremos la primera parte del plan, ¿vale?

—Vale.

Cuando Taichi colgó, Hikari aún merodeaba por ahí.

—¿Todo bien? —le preguntó.

—Sí, a Sora le surgió algo, pero iremos a nuestra cita después de eso.

—Genial.

Repentinamente Taichi se dio cuenta de que la castaña estaba muy bien arreglada.

—Hey, ¿adónde piensas que vas vestida así?

—Ah, es que yo también tengo una cita.

—¡¿Qué?!

Antes de que Taichi pudiera decir cualquier cosa más, la chica ya estaba junto a la puerta.

—Nos vemos, hermano —se despidió justo antes de salir.

—¡Nada de eso, señorita! ¡Vuelve aquí, Hikari, dime quién es el desgraciado! —gritó intentando detenerla mientras gesticulaba exageradamente, pero ya era demasiado tarde, la castaña no estaba en el pasillo, seguro había tomado las escaleras. ¡Tramposa!

Tai inspiró profundo e intentó animarse a sí mismo. Sólo porque las cosas no serían exactamente como las había planeado significaba que saldrían mal. Ingenuo. En cuanto escuchó el nombre de ese pequeño demonio —alías: prima de Sora— debió saber que la noche sería un total y completo fiasco.

El castaño llegó a casa de Sora sólo unos diez minutos más tarde. Toshiko fue quien le abrió la puerta, y luego de saludarla educadamente como siempre, pasó directamente al cuarto de su novia.

Toc toc —dijo golpeando la puerta con los nudillos, asomando la cabeza enseguida por el pequeño espacio abierto.

Sora, que estaba de espaldas a él, se volteó con una sonrisa en el rostro.

—¡Tai, llegas temprano!

—Me ofende tanta sorpresa —replicó el chico abriéndose paso en la habitación—. Te dije que estaba apunto de salir cuando me llamaste.

La pelirroja se mostró apenas avergonzada por haber desconfiado de su novio.

—Lo sé, lo sé, es que…

—No creías que hablaba en serio, ¿verdad? —preguntó él, cruzándose de brazos en una pantomima muy convincente de enfado.

—N-no, no es eso… perdóname, Tai.

El chico simplemente se rió.

—Qué ingenua eres, no estoy enojado. En tu lugar habría pensando lo mismo. Y ahora… ¿dónde está ese pequeño demonio?

—No le digas así.

—Vale, ¿dónde está tu adorable y encantadora prima? —rectificó con un tono irónico bastante evidente en la voz.

A la pelirroja se le escapó una sonrisa.

—Akimi debería estar aquí en cualquier momento…

Y como si con esas palabras hubiera invocado al pequeño demonio, digo, a su pequeña prima, la aludida entró corriendo a la habitación para lanzarse a los brazos de Sora, casi arrollando a Tai en el proceso, aunque ella fingió muy bien no haberse dado cuenta.

—¡Prima! —gritó saltando alegremente sobre ella.

—Hola, Akimi. Me alegra verte, ¿estás lista para ver a Santa Claus?

—¡Listísima! —soltó con todo el ánimo de una niña de seis años, pero enseguida se dio la vuelta y su mirada cayó sobre Taichi, que la observaba desde la esquina con recelo.

El castaño trató de sonreír amigablemente.

—Hola, Akimi. Veo que has crecido mucho desde la última vez —le dijo.

Akimi frunció el ceño y se giró en dirección a la pelirroja.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó enfadada.

—Bueno, ya le conoces. Taichi es mi novio, así que va acompañarnos a ver a Santa.

—Ya veo. No creí que todavía salieras con este perdedor.

—¡Akimi! —la regañó Sora.

—Lo siento, prima. Sólo digo la verdad, ¿está mal decir la verdad? —preguntó fingiendo una mirada inocente al tiempo que se llevaba sus manos a la espalda en una pose bastante angelical.

—No, no está mal decir la verdad, pero sí hablar así de las personas. Tú sabes que lo que dices no es cierto. Taichi es un gran chico y se ha ofrecido a llevarnos al centro comercial, así no tendremos que tomar el metro, ¿no crees que se merece más respeto de tu parte?

—Sí, lo siento mucho —asintió bajando la cabeza apenada.

—Muy bien, díselo a él.

Akimi asintió en silencio y se dio la vuelta.

—Perdón, Taichi-senpai.

El castaño le sonrió afectuosamente y se acuclilló para quedar a su altura.

—Está bien, Akimi. Yo tampoco fui muy cortés la última vez. ¿Qué te parece si empezamos de nuevo y nos olvidamos de eso? Yo soy Yagami Taichi, ¿y tú? —preguntó ofreciéndole una mano.

Akimi sólo sonrió maliciosamente y acto seguido le escupió en la cara.

—¡Perdedor! —gritó saliendo de una carrera de la habitación para que Sora no pudiera regañarle de nuevo.

—Ay, lo siento tanto, Tai. Quizá debería ir sola con ella y te alcanzaré después, ¿te parece bien?

Taichi se pasó una mano por la cara para limpiarse el escupitajo con una evidente expresión de asco en el rostro. Una vez hecho esto miró a su novia con una sonrisa.

—No, está bien, Sora. Puedo con ese pequeño demonio que tienes como prima. Ya no soy el mismo chico infantil de antes.

—Bueno, lo del cumpleaños ocurrió sólo hace tres meses.

—¿Y qué insinúas con eso? —preguntó frunciendo el ceño.

—Nada, nada. Deberíamos ir yendo.

Esa definitivamente sería una larga noche.

Comisaría de Odaiba, ubicación: indeterminada, hora 22:30 horas aproximadamente, día: 24 de diciembre

Sora regresó a la celda con expresión desolada, siendo escoltada por un policía.

—Mi madre no contesta —se lamentó.

—Señor, es su turno, tiene derecho a una llamada —dijo el hombre que la acompañaba en dirección a Taichi.

—¿A quién llamarás? —preguntó la pelirroja una vez que su novio salió detrás del policía.

—No lo sé…mis padres están fuera de la ciudad y no hay nadie en casa —le contestó justo antes de doblar en la esquina y meterse en una pequeña oficina que sólo contenía una silla y una mesa, el teléfono estaba en una esquina empotrado contra la pared.

—Tiene cinco minutos —le dijo el escolta deteniéndose tras él, en el marco de la puerta.

—¿Acaso no tengo derecho a un poco de privacidad? —preguntó el castaño de forma un tanto exacerbada.

—Lo siento, no puedo moverme de aquí.

Taichi resopló y se dio la vuelta hacia el teléfono. Sólo había alguien a quien podía llamar.

—¿Diga? —contestó una voz femenina del otro lado.

—¿Hikari? Soy yo, Tai… ¿estás en casa? ¡necesito tu ayuda! —barbotó lo más rápido que pudo.

—¿Cómo dices? —preguntó la muchacha con un tono risueño y perdido.

¿Estaría borracha? ¡No! Su pequeña e inocente hermanita no podía estarlo. Debía ser un malentendido.

De pronto se escuchó una voz masculina de fondo.

¿Quién es, Hikari?

—¿Yamato? —preguntó Tai alertado—. ¿Qué hace Yamato contigo? Espera… ¿estáis solos?, ¡¿dónde están?!

Ups, lo siento, hermano. Tengo que colgar. ¡Yamato no hagas eso!

—¡¿Qué?! ¡Hikari, no te atrevas! No me…

El largo e ininterrumpido pitido del teléfono le indicó que la castaña le había cortado. Volvió a la celda, cabreado y resignado a partes iguales.

—¿Qué pasó?

—Hikari…

—¿Qué con ella? ¿Vendrá a buscarnos?

—No, ella…

—¿Qué ocurre, Tai? Me estás preocupando.

—¡Ella estaba con Yamato!

La pelirroja abrió mucho los ojos, mostrándose más asustada por el grito de su novio que sorprendida por sus palabras, algo que al castaño no le pasó desapercibido.

—Tú… tú lo sabías, ¿verdad?

—¿Q-Qué? No, no sé de qué hablas, yo no…

—¡Tú lo sabías y no me dijiste nada! ¡Voy a matar a Ishida, lo voy a matar!

La pelirroja rezó en silencio por su mejor amigo.

—Prima —llamó Akimi, sentada en una silla justo al otro lado de la celda—. ¿Puedo llamar a mi mamá? —preguntó inocentemente.

—¡No! —replicaron Taichi y Sora al mismo tiempo.

—¿Por qué no?

—Porque tu mamá va matarme si se entera —le explicó Sora con paciencia—. Tai, creo que tengo una idea, llamemos a Joe.

La desolada expresión del castaño cambió de golpe, siendo sustituida por una mucho más animada.

—¡Sí! Sólo él estaría en casa para la Navidad. Gran idea, Sora.

Centro Comercial de Odaiba, 19:15 horas aproximadamente, mismo día

—Tiene que ser una broma —musitó Taichi al bajarse del auto. Desde donde estaban, por lo menos unos tres o cuatro metros de distancia, se veía fácilmente la enorme fila de niños que esperaban ver a Santa Claus esa noche, pues ésta traspasaba la puerta de entrada del centro comercial.

Sora se bajó después que él y se quedó con la misma expresión de sorpresa al ver lo que los esperaba.

—Vamos, Sora, vamos —chilló Akimi, bajándose de un salto del auto para coger la mano de su prima y llevarla corriendo hasta el final de la fila.

—¡Cuidado, Akimi! —gritó la pelirroja intentando seguirle el paso. Observó a su novio por encima del hombro tratando de decirle con la mirada que lo vería en un segundo, a lo que el castaño simplemente asintió.

Una vez que las perdió de vista entre la multitud, Taichi suspiró apoyándose un segundo contra el vehículo. El viaje había sido una tortura. Akimi no sólo le había jalado el cabello en múltiples ocasiones, sino que también le había pegado un chicle y Sora tuvo que cortarle el mechón de cabello con unas tijeras que encontró en la guantera.

Fuera de eso tuvo que soportar los insoportables chillidos de la niña, que emocionada, cantaba villancicos justo en su oído y a todo pulmón. Sora no pareció darse cuenta, así que no quiso decírselo, y simplemente le sonrió de manera tranquilizadora cada vez que lo miró con una expresión de culpa.

Esa niña y él se habían reconocido desde la primera vez que se vieron como enemigos naturales en el cumpleaños de la menor hace cerca de tres meses. En esa ocasión no reaccionó muy bien y acabó destrozando el pastel, algo por lo cual la familia de Sora todavía lo miraba con recelo cada vez que se encontraban, pero eso ya había pasado. ¿Qué tan terrible podía ser soportar un par de horas a esa odiosa niña?

Inspiró mucho aire y armándose de todo el valor que poseía, se encaminó hacia la fila para buscar a las chicas.

Las encontró casi de inmediato, porque Akimi era la única niña que estaba saltando como conejo y haciendo mucho ruido. Sora intentaba que se callara, pero evidentemente no estaba dando resultado.

—¡Sora, no veo nada!

—Tranquila, Akimi. Seguro que la fila avanza rápido y pronto verás a…

—¡No, yo quiero ahora!

—Pero yo no puedo cargarte, ya estás muy…

—Entonces que me cargue tu novio —reclamó cruzándose de brazos.

Sora observó de reojo a Taichi, sin atreverse a pedírselo. Ante el mutismo del castaño entreabrió los labios dispuesta a decirle a Akimi que tendría que tener paciencia, cuando el chico se le adelantó.

—Está bien, sube a mis hombros —dijo inclinándose para que la niña pudiera sujetarse de su espalda.

Veinte minutos más tarde Tai estaba seguro de dos cosas. Uno, esa fila no avanzaría rápido, es más, no había avanzado nada desde que llegaron, y dos, mañana despertaría con los hombros llenos de moretones por las patadas que Akimi le daba.

Dos horas, cuarenta patadas, sesenta chillidos y diez jaladas de cabello más tarde, finalmente estaban acercándose.

—Yo veo unos cincuenta niños delante de nosotros, ¿qué tal tú, Sora?

—Sí, me atrevería a decir que incluso menos. Pronto llegaremos al frente, Akimi. ¿Sabes ya lo que le pedirás a Santa Claus?

—¡Sí, le pediré que termines con este perdedor!

Taichi suspiró y cogiéndola de la cintura la dejó sobre el suelo.

—¡Suficiente, ya te soporté demasiado, enana, pero no haces más que ofenderme o golpearme cada vez que tienes oportunidad!

—¡Ahh, eres un bruto! —se quejó la niña haciendo pucheros—. ¿Viste cómo me tiró, prima?

—Te lo mereces, Akimi. Eres una niña malcriada —la regañó Sora.

—¡Eso no es verdad!

—Claro que sí —insistió Sora.

—¡No! ¿por qué le haces caso al perdedor de tu novio?

—Ya deja de llamarle así, Akimi. ¿Ves cómo tengo razón? Una niña de tu edad no debe tratar a nadie así, especialmente a un adulto.

La niña comenzó a sollozar en lo que Taichi creyó que era una gran actuación, pero antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar, la niña estalló en llanto.

—¡Eres mala, Sora! —fue lo gritó justo antes de salir corriendo.

—¡Akimi, vuelve aquí! —gritó Sora con todas sus fuerzas, atrayendo, sin quererlo, la atención de varias personas a su alrededor, sin embargo, su prima no se detuvo y rápidamente se perdió entre el tumulto de gente—. ¡Aish, esta niña!

Taichi pudo darse cuenta de que a pesar de parecer molesta, la chica también estaba preocupada.

—Está bien, Sora. Hay que ir por ella ahora antes de que no podamos encontrarla. Tomaré el pasillo de la izquierda, tú el de la derecha, ¿de acuerdo?

La pelirroja lo miró enternecida y se puso en puntas de pie para darle un beso en los labios. Si bien no era baja, Taichi la sobrepasaba por varios centímetros.

—Gracias por hacer esto, Tai —le susurró.

El castaño acarició gentilmente su mejilla.

Ambos se separaron de inmediato y recorrieron los pasillos gritando el nombre de Akimi. Las tiendas estaban cerrando, lo que al menos disminuía en gran medida la cantidad de sitios que podrían servirle de escondite.

Taichi acababa de pasar por los baños de niños cuando tuvo una corazonada. Volvió sobre sus pasos y se detuvo frente a la entrada. Ese era un buen escondrijo para una niña.

Miró hacia ambos lados y al no ver a nadie, hizo de tripas corazón y se adentró en el lugar. No quería que nadie lo descubriera allí y pensara que era un pervertido o algo así. Que Kami-sama lo perdonara, pero tenía que intentarlo.

Avanzó por fuera de los cubículos hasta el fondo y entonces algo llamó su atención. Justo en el último podía ver la punta de unos pies colgando, lo que significaba que alguien estaba sentado sobre el retrete. Reconoció casi enseguida los zapatos de Akimi y se alabó por tener tan buena memoria.

Se quedó en silencio un par de segundos sin saber bien qué decir. Su relación con la niña no era nada buena y no quería arruinar las cosas y que saliera huyendo otra vez.

Carraspeó ligeramente para llamar su atención, aunque lo más probable era que ya hubiera notado su presencia allí.

—¿Akimi? —preguntó tentativamente.

La respuesta no se hizo esperar.

—¡Vete! —gritó con fuerza.

Muy bien, ahora al menos podía estar seguro de que era ella. Pensó que no había sido una muy buena estrategia de su parte responderle enseguida, revelando su identidad al enemigo, pero de inmediato se dio cuenta de que tal vez esperaba mucho de ella, sólo era una niña de seis años al fin y al cabo. No podía rebajarse a su nivel.

Inspiró profundo y se pasó una mano por el puente de la nariz repetidas veces hasta que disipó la rabia de su lado infantil que quería responderle de la misma manera.

—Oye, enana. Sal de ahí y hablemos. Tu prima está preocupada.

De acuerdo, tal vez llamarla "enana" no había sido muy maduro, pero Tai siempre tendría un lado infantil dentro de él, esperando el momento más oportuno, o el más inoportuno en todo caso, para aparecer. Aquello era inevitable.

—Bien, si no quieres salir está bien. Entonces hablemos así, ¿te parece?

No obtuvo respuesta, pero decidió tomarlo como un buen indicio.

—Yo… quería disculparme —continuó—. Por haber sido tan grosero contigo hoy y también en tu cumpleaños.

Cada vez que se acordaba de ese día sentía vergüenza de sí mismo y eso era mucho decir.

—Me siento mal por ello.

—Pues deberías —contestó Akimi con tono altanero aunque también menos a la defensiva que antes.

Quizá la clave con ella fuese hacerle sentir que tenía el control.

—¿Me disculpas entonces? —presionar un poco no estaba mal.

Akimi se quedó callada. Taichi contuvo la respiración mientras esperaba una respuesta.

"Pobre novio" Pensó. Logró contener una carcajada que burbujeó en su interior junto con esa idea. ¡Por suerte!

Un paso en falso podría ser fatal.

—Está bien —susurró Akimi finalmente.

Taichi sonrió, no de forma soberbia o victoriosa, sino auténtica. Tal vez ellos dos podrían llevarse bien después de todo.

Comisaría de Odaiba, ubicación: indeterminada, hora 23:00 horas aproximadamente, día: 24 de diciembre

Taichi colgó con fuerza el teléfono. Sora, un paso atrás de él, dio un salto del susto.

—Tiene examen —musitó el castaño cabizbajo para enseguida adoptar un tono mucho más eufórico—. ¡Dime quién tiene examen en Navidad! ¡Dime quién, Sora! —apunto estuvo de zamarrearla también.

—Bueno…no pude escuchar bien, pero creo que dijo que tiene examen el veintiséis y técnicamente el veintiséis…

—¡Da igual! En ese caso dime quién se pondría a estudiar en Navidad, seguro que todos sus compañeros suspenderán esa asignatura.

Sora se quedó mirándolo sin saber qué decir para animarlo. Lo cierto es que estaban bastante perdidos.

Tai recargó su cabeza contra el teléfono y puso los pensamientos de su novia en palabras.

—Estamos perdidos —dijo.

—No sé de qué te quejas —replicó la pelirroja, sintiéndose de repente muy enfadada—. Esto fue tu culpa.

—¿Qué? Lo dice la chica que arrojó esa enorme bola de plumavit o lo que sea.

—Pero tú comenzaste.

—Y tú no me detuviste.

—¿Cómo iba hacerlo? ¡Estabas como un energúmeno!

—Eso no es verdad.

—¿Ah, no? —preguntó llevándose ambas manos a la cintura—. ¿Y cómo lo describirías tú?

Ligeramente exaltado —contestó él con un gesto de suficiencia.

Un suave carraspeó los interrumpió. Ambos se voltearon al mismo tiempo y vieron al guardia observándolos con una sonrisa burlona desde la entrada.

—Tiempo de volver a la celda —les dijo.


Notas finales:

Que levante la mano el que tiene un examen después de navidad, ¿nadie? ¿sólo yo?…bueno, nadie dijo que la vida es justa :( Espero que ustedes si estén disfrutando las festividades. Intentaré volver pronto con la segunda parte.

Por cierto, antes de irme quería mencionar que desconozco el sistema legal de Japón, no sé si sea correcto hablar de comisarías, pero por falta de tiempo para investigar tuve que dejarlo de ese modo.

Una cosa más: pueden encontrar a Akimi también en mi historia "Si la esperanza y la luz permanecen juntos" Soy lo menos original que existe con los nombres xD allí es hija de Takeru y Hikari.

Gracias por leer :)