Disclaimer: Digimon no me pertenece.

Esta mini historia participa del intercambio navideño del foro Proyecto 1-8.


Regalo para Frey. Es súper cortito y es la primera parte, espero que te guste. Va con mucho cariño desde tus tierras jaja.


El castillo flotante


Takeru no recordaba cuándo había comenzado a escribir, al menos no a ciencia cierta.

Sabía que había aprendido en el kínder las letras y recordaba a la perfección la voz suave de su madre mientras le leía algunas historias, pero no estaba seguro de cuándo había empezado a inventar propias.

Si lo pensaba, se sentía como una eternidad.

A veces, durante la primaria, se descubría buscando la última hoja de su libreta para anotar algunos párrafos que nada que ver tenían con la clase.

A veces, si estaba en alguna cafetería con su mamá, tomaba una servilleta y rebuscaba en su mochila hasta encontrar un lápiz. Siempre llevaba uno por su acaso.

Su familia estaba acostumbrada, aunque no lo entendían del todo.

A veces, pasaba todo el día con las palabras rondando en su cabeza, hasta que lograba encontrar un lugar donde escribirlas.

Quizás el único que lo hacía era Yamato, que a veces sentía el mismo impulso y terminaba tocando la armónica en los lugares más inesperados.

Escribir era algo que le causaba placer, era parte de él, algo fundamental.

Hasta que, cuando el mundo comenzó a desmoronarse y sus memorias a perderse, se convirtió en una necesidad.

Entonces comenzó a escribir todo lo que no podía recordar, o lo que sabía que iba a olvidar.

Escribió sobre sus sueños, su realidad, todo lo que lo rodeaba porque sabía que, al final del día, probablemente todo desaparecería.

Hasta que apareció ella.