Diclaimer: Full metal Alchemist no me pertenece ni ninguno de sus personajes, sino a Hiromu Arakawa (mi idola, por cierto ¡!)

Hola! ¿Qué tal? La verdad llevaba un tiempo leyendo en esta página y nunca pensé en hacer un fanfic, aun así, me decidí a hacerlo y aquí esta! No hace falta decir que es el primero que escribo, así que espero que les guste y comenten que les parece.

El dia que te conocí

I

La excepción

Estaba anocheciendo y el aire empezaba a refrescar, anunciando la llegada del invierno, las nubes se agolpaban en el cielo oscureciéndolo, pronto empezaría a llover.

Odiaba la lluvia.

Hacía apenas una hora que había llegado al pueblo, siguiendo las instrucciones que le habían dado, y el consejo de algunos vecinos, había encontrado el camino indicado para llegar a su destino, aunque y debía reconocer, estaba más lejos de lo esperado.

Partió de su ciudad East City, abordando el tren del mediodía, y después de varias horas finalmente había llegado a aquel pequeño pueblo olvidado. Sus habitantes eran en gran medida agricultores y ganaderos, por lo que había numerosos campos de cultivo. Aun y a pesar del encanto del pueblo, no entendía como un alquimista, y tan reputado como este podía vivir allí. La casa donde vivía aquel hombre estaba bastante alejada del pueblo, tuvo que atravesar varios campos y después seguir un camino, que para su desgracia, era cuesta arriba y demasiado largo. Demasiado… ¿Cuánto tiempo llevaba ya caminando? Contó, que llevaba más de veinte minutos, empezó a desesperarse, cuando vio a lo lejos el final del camino, seguido de un bonito jardín y entre todo el verde y las flores una casa, era grande, aunque algo vieja y deteriorada. Arreció el paso, ahora las plantas delineaban el camino que llegaba justo a la entrada de la casa.

Se apresuró a llegar, aligerando el paso, las primeras gotas de agua empezaban a caer. Cogió aire y expiró, tocó finalmente determinado a la puerta y esperó. Nada… tocó nuevamente, esperando respuesta, nadie. Miro hacia arriba, la casa tenía dos pisos, quizá estarían en la planta superior, pensó. Tocó una tercera vez, pero con más fuerza, una gota helada le cayó en la mejilla y se apresuró a limpiarla.

Definitivamente odiaba la lluvia…

Levantó el puño, dispuesto a golpear otra vez, pero oyó unos pasos acercarse y lo retiró, posicionando las manos a ambos lados de su cuerpo, erguido y la cabeza hacia arriba, esperando con ganas encontrar la mirada del alquimista.

La puerta se abrió, pero no vio a ningún hombre allí, bajo la mirada y se sorprendió al encontrar a una niña, de unos once años, mirándolo con el entrecejo fruncido. Tenía el cabello largo y suelto, que casi le llegaba a la cintura, de un rubio dorado que resaltaba en la oscuridad que los envolvía. Su tez era muy clara y tenía las mejillas ligeramente sonrosadas. Peo fue en los ojos de la niña donde se detuvo más tiempo, eran marrones, pero con un tinte rojizo, que los hacía similares al color de la sangre.

La niña carraspeo, y él se dio cuenta de que había estado más tiempo del debido mirándola. El se irguió nuevamente y le extendió la mano para saludar, a la vez que le sonreía.

- Encantado, mi nombre es Roy Mustang. – La niña se quedó mirando la mano extendida de él, pero no la tomo, sino que le pregunto cortante. - ¿A qué has venido?

- Vine a ver al señor Hawkeye, si es tan amble de dejarme pasar…

- Márchate. – Lo cortó ella, pero antes de que el protestara ella le aclaró. – No, no eres el primero que viene y supongo no serás el último, pero debes saber que mi padre nunca ha aceptado a nadie como su aprendiz y dudo que lo haga ahora.

El quedó sorprendido de que la muchacha supiera exactamente a que había venido, aunque supuso, por lo que ella le había dicho de que muchos antes que el habían venido por lo mismo, que la niña ya lo habría imaginado. Aun así la sonrisa arrogante no abandonó su rostro, y se acercó un poco más a ella, dejando sus caras a escasos centímetros, la una de la otra.

- ¿Y por qué crees que no voy a ser la excepción? – Ella tampoco se apartó, pero Roy pudo ver que sus mejillas se habían tornado ligeramente carmín, lo que lo hizo esbozar una sonrisa aún más grande a la que portaba. Ella suspiró.

- Está bien, llamare a mi padre, para que pueda hablar con él, aunque dudo mucho que nos volvamos a ver, Roy Mustang.

Y remarcó su nombre con irritación. Después lo dejó entrar, para alivio de Roy, ya que su cabello y los hombros de su chaqueta estaban empezando a empaparse por la lluvia, la cual ahora caía con más intensidad. Al entrar, había un recibidor con algunos muebles y un espejo en el pasillo, la primera puerta daba al comedor y ella le indicó que se sentara en uno de los sofás de la sala a esperar, mientras que bajara su padre. La niña salió apresuradamente y subió las escaleras que llevaban al piso superior donde, supuso Roy, estaría el despacho del señor Hawkeye.

Se removió el cabello azabache, intentando dispersar las gotas de lluvia que lo apelmazaban y se sentó a esperar. Estuvo varios minutos en silencio, y aprovechó para mirar detenidamente el lugar en el que se encontraba. La sala no estaba tampoco muy iluminada, pero había la suficiente luz como para observar todo perfectamente. Al entrar por la puerta a mano derecha, había dos sofás (en uno de los cuales estaba sentado), encarados a una chimenea encendida, pero a punto de consumirse, y en el suelo una alfombra y en medio de esta una mesita sobre la cual yacían varios libros. A mano izquierda en cambio, había una mesa de escritorio con una silla, pegada al rincón que daba a una gran ventana desde la que se apreciaba el jardín exterior, y en la pared opuesta había varias estanterías, repletas de libros, algunas figurillas de decoración y marcos de fotos. De los últimos había muy pocos, en todas salía la niña que acababa de conocer en la puerta, en algunas sola y en otras acompañada por gente, del pueblo, supuso; en la mayoría además aparecía un hombre alto, con el pelo largo y rubio como el de ella, recogido pulcramente en una cola baja y los ojos celeste.

Ese debía ser el señor Hawkeye, pero solo había una foto en la que aparecía una mujer, esta portaba un bebe en brazos, que sería la niña, estaba al lado de Hawkeye. La reconoció como la madre de ella por sus ojos, grandes y de un rojizo oscuro, su tez también era clara, y su cabello era de un rubio oscuro con matices castaños, se parecían mucho.

Escuchó el eco de unos murmullos y unos pasos acercándose, se levantó del sofá y se irguió nuevamente. Por el umbral de la puerta apareció el hombre alto de las fotografías, seguido de la pequeña rubia. Ambos se miraron durante unos instantes, y Roy pudo apreciar que los ojos del hombre reflejaban algo, ¿pero qué?, simplemente parecían ¿vacios?...

Aún así le sonrió y le tendió la mano.

- Encantado señor Hawkeye, mi nombre es Roy Mustang.

El hombre ni se inmutó, y tampoco le tomó la mano al igual que su hija, Roy se sintió molesto y retrajo la mano por segunda vez aquel día.

- Vengo aquí para pedirle, por favor, que acepte ser mi maestro de alquimia. – Silencio.

Aquello molestó a Roy nuevamente pero no se movió.

- Creo que mi hija ya te habrá dicho que no acepto alumnos.

- Sí que lo hizo, pero…

- Entonces. – Lo cortó. – Márchate, nunca he aceptado a nadie y no lo hare ahora.

Dicho esto se dio la vuelta, para volver a su despacho, la niña se quedó mirándolo con algo de lástima pero no dijo nada.

- ¡Espere un momento! Deme una sola razón por la que no me quiera enseñar, conozco las bases, pero necesito a alguien con experiencia para aprender más.

- No debo darte ninguna razón, esa es mi decisión y no hay más. ¿Además, porque no buscas a cualquier otro?

- Porque usted es el mejor, y es el que él me recomendó.

Eso sorprendió a Hawkeye, ¿Quién le abría recomendado a aquel muchacho? Los ojos azabache de Roy cargados de determinación, había hecho aquel viaje y no pensaba volver con las manos vacías.

- ¿Quién te habló de mí? – Había curiosidad en el tono del hombre.

- El general Grumman, señor. – Acto seguido rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y le cedió una carta al alquimista.

- Es una carta de recomendación. – Explicó ante la mirada del mayor. Este la tomó pero no la abrió.

Se quedó pensativo, ¿Qué estaría tramando ese viejo zorro de Grumman? Conocía al hombre lo suficiente como para sospechar algo de él, pero si le había enviado a aquel muchacho… debía ser por algo, quizás si valiera la pena.

- Dime muchacho, ¿para qué quieres aprender alquimia?

La pregunta sorprendió mas a la niña que a Roy, su padre nunca le preguntaba nada a ninguno de los muchachos que venían, a aquellas alturas generalmente, solían estar de regreso a sus casas. Pero la respuesta del azabache no tardó en llegar.

- ¡Para ayudar a los demás! – El muchacho estaba muy serio.

Hubo un silencio bastante incomodo, pero fue interrumpido por una carcajada por parte del mayor.

- Eres un chico curioso, Mustang. – Y rió nuevamente.

- ¿Acaso se está burlando de mí? – Roy estaba irritado, ¿Por qué se reía Hawkeye?

- No en absoluto, pero dime, ¿es esta tu única motivación para aprender alquimia?

El muchacho estaba muy serio, debía exponer todas sus cartas si quería que aquel hombre le convirtiera en su alumno, y estaba mas que decidido.

- Pues sí, verá… - Suspiró. – Mis padres murieron durante el conflicto bélico del este de hace diez años, y desde entonces viví con mi tía. Ella se tuvo que encargar de mí siendo yo aún muy pequeño y no teníamos mucho dinero…

Hizo un parón necesitaba coger aire. Se fijó en que ambos estaban muy atentos a lo que les decía, la niña en especial, sus ojos rojizos parecían transmitirle la lástima que le causaba su historia, Roy continuo.

- Un día llegó a mis manos un libro de alquimia, empecé a practicarla con las indicaciones del manual, y el ver mis progresos pareció alegrar mucho a mi tía, eso me animó a continuar. Siempre que algo se rompía o se estropeaba, yo trataba de arreglarlo. Con el tiempo me compró más libros, y mejoré poco a poco, yo le expliqué el concepto del intercambio equivalente, y le dije que con mi alquimia la ayudaría hasta pagar todo lo que hizo por mí, eso es algo que me instaba a progresar más todavía.

Volvió a detenerse, les estaba contando una parte muy íntima de su vida, algo que siempre quedaba entre Madame y el, sin embargo no tenía esa sensación tampoco, ambos le inspiraban confianza, en especial la niña de los ojos rojizos, Hawkeye lo apremió a que siguiera contando con un seco asentimiento.

- Uno de esos días el general Grumman, vino a visitarnos, lo hace de vez en cuando, él y mi tía son muy amigos. Y vio que había progresado mucho desde la última vez. Fue entonces cuando le dije que necesitaba un maestro de alquimia y él me habló de usted. También me dijo que me costaría mucho convencerle, pero el confió en que yo lo conseguiría, que me convertiría en su alumno.

Apretó los puños con fuerza, sus nudillos se estaban tornando blancos, pero él no se percató, tenía el cuerpo en tensión.

- ¡Por eso!... por eso yo, quiero aprender alquimia, para ayudar a mi tía, y al general, y a la gente que me necesite, porque así yo… yo sería feliz, aunque solo consiguiera ayudar a alguien y hacerle sonreír, yo… sería muy feliz… - Y cuando lo dijo una pequeña sonrisa inocente apareció en su rostro, ahora miraba al suelo, y seguía con los puños apretados.

Notó como una mano grande se posaba en uno de sus hombros, relajó las manos y la tensión de su cuerpo y miró hacia arriba, Hawkeye le sonreía, ella simplemente lo observaba asombrada.

- Dime, ¿Cuántos años tienes?

- Catorce, señor, recién cumplidos.

Hawkeye volvió a sonreír.

- Eres curioso, chico, muy curioso… está bien, entonces serás mi alumno.

Roy esbozó una enorme sonrisa, como un niño pequeño cuando recibe algo y la niña también abrió mucho la boca pero de asombro, ¡su padre nunca había aceptado a nadie!, pero Hawkeye alzó un dedo antes de dejarlo hablar.

- Pero… antes deberás pasar una prueba, que demostrará si realmente mereces ser mi alumno y aprender alquimia.

Roy tragó saliva, no sabía porque pero la sonrisa y tono de Hawkeye no le dieron ninguna buena espina… aún así asintió decidido.