Canción para una Noche de Lluvia
por Mie Ame
Capítulo 01: Antes de la Tormenta
Su relación con Miyako comenzó a desmoronarse mucho antes de que él se percatara de ello. Probablemente, las cosas habían comenzado a desencajar incluso antes de que naciera su último hijo, pero fue hasta ese día de reunión en el Digimundo, cuando comenzó a percatarse de ello.
No podía dejar de pensar en eso… ¡Era realmente impresionante el parecido que tenían Takeru y su hijo! Ver al niño, era como ver al clon del rubio: la misma mirada, la misma sonrisa, la misma inteligencia plasmada en aquellos ojos tan azules como el cielo.
Al observar al pequeño Nobu, Ken no pudo evitar recordar la primera vez que se encontró con Takeru; aquella vez en la que aún era el Digimon Káiser, cuando lo primero que hicieron fue enfrentarse, pelando a látigo y puño.
Un placentero escalofrío recorrió el cuerpo de Ken al evocar aquel momento previo al fuerte puñetazo que recibió en la mejilla; el recuerdo de Takeru sentado sobre él manteniéndolo contra el frío piso, la contradicción de temperaturas y tipo de superficies a ambos lados de su cuerpo: lo frío y duro del piso, comparado con la calidez y suavidad de Takeru. Fue la primera vez, en muchos años, que Ken no se había sentido superior, y eso había conseguido frustrarlo enormemente.
Forzándose a dejar esos recuerdos de lado, la visita de esa tarde al Digimundo, con todos los elegidos llevando a sus hijos a ese lugar tan especial para ellos, le había dejado a Ken una sensación extraña que regresó con él a casa, y que permaneció a su lado durante varios días. Trató de enfocarse en su familia, como era costumbre, concentrarse en el cumpleaños de su hija, que sería en un par de semanas, pero entonces recordó que Miyako había invitado a los hijos de Iori, Hikari y Takeru a la fiesta de Aiko, y una sensación ajena a él, mezcla de ansiedad y entusiasmo, lo embargó.
Todo el día y noche previos a la celebración, Ken estuvo intranquilo. Mariposas revoloteaban en su estómago, provocándole náuseas. Esa noche despertó de golpe, tras soñar la misma escena que había recordado días atrás pero, ésta vez, con Takeru robándole un beso, en lugar de golpeándolo.
Se levantó de la cama y fue a la cocina por un vaso de agua. Fue entonces, aún medio dormido, que recordó que se había quedado en su viejo apartamento en Tamachi, donde vivía con sus padres cuando era un niño.
Solía quedarse ahí cuando era muy tarde para volver a casa, para evitar despertar a Miyako o a los niños. Sus padres se habían mudado al campo, para disfrutar de su retiro, y le habían dejado departamento para que se mudara con su familia. Ken no quiso separar a Miyako de sus padres y hermanos, además de que la familia había crecido demasiado para vivir en ese lugar, y era más fácil que Miyako trabajara en la tienda de sus padres, si vivían cerca de ese lugar, pero tampoco se quiso deshacer del departamento, por razones sentimentales ligadas con los recuerdos de su hermano.
Desde hacía unos meses, tiempo antes de que naciera Hiroto, Ken pasaba más noches en Tamachi, que en su propio hogar. Salía tarde de trabajar, o tomaba los turnos vespertinos o nocturnos en la comisaría, lo que hacía más fácil que se quedara en su antiguo departamento, que regresar a casa con su familia. A Miyako no parecía molestarle tanto el asunto, pues sus hermanas le ayudaban con los niños y sus padres prácticamente vivían con ella y sus hijos, lo que era un gran apoyo al cuidar de tres infantes que demandaban su atención noche y día. Alguna vez inclusive le dijo a Ken que prefería que descansara el tiempo necesario, pues para ella era importante que diera el 100% en el trabajo, y así evitaría ser una viuda joven.
Ken se sirvió el vaso de agua lo llevó consigo hasta la sala donde prendió el televisor para intentar despejar su mente o, por lo menos, ocuparla con otra cosa que no fuera su rubio amigo.
Al día siguiente pasó a comprar unos postres para los invitados a la celebración, y se dirigió a la reunión que Miyako había organizado por el cumpleaños número diez de su hija.
En Japón no es costumbre festejar los cumpleaños, pero Mimi había traído consigo la tradición occidental a su grupo de amigos, y ya llevaban casi veinte años celebrando los cumpleaños de los digielegidos y, ahora también los de sus descendientes. Además, era la perfecta excusa para promover el vínculo de amistad entre los hijos de los elegidos residentes en Japón, en especial los de la segunda generación, a pesar de que algunos vivían muy lejos entre sí, como Takeru, que vivía en Kioto con su esposa e hijo.
Ken llegó a tiempo para ayudarle a Miyako con preparativos que faltaban. Al entrar en el apartamento, el pequeño Ryouta le saltó a los brazos. Con su hijo a cuestas, se dirigió a la cocina y le dio a su esposa un beso, que sintió impropio. Eso lo asustó. Por primera vez, en mucho tiempo, sentía que no pertenecía al lugar en donde se encontraba; todo le parecía distante, como si lo mirara desde atrás de uno de esos espejos que tienen en las comisarías para interrogar a los sospechosos, donde lo único que puedes hacer es observar, sin tener ninguna clase de interacción con quienes se encuentran en la habitación frente a ti.
El sonido del timbre lo trajo de vuelta a la realidad, pero no regresó completamente del todo en sí, bajo la mirada experta de su amiga que recién había llegado, era palpable su inquietud.
— ¿Ken, te encuentras bien? — preguntó Hikari incluso antes de saludarlo, viéndolo detenidamente, preocupada por su amigo. — ¿Sucede algo malo? —
Ken se reprendió internamente por dejar ver sus emociones tan claramente. — No, no es nada. Es sólo que he estado teniendo sueños muy extraños, eso es todo. Debe ser el cansancio por el trabajo. No te preocupes, ya se me pasará. —
La mujer morena no pareció muy satisfecha con la respuesta que obtuvo, pero dejó el tema y regresó a ayudarle a Miyako a servir la comida.
Poco a poco fueron llegando los demás invitados y la fiesta se fue animando. Ken logró relajarse y, justo cuando creyó que Takeru y su familia llamarían para avisar que no asistirían, el timbre volvió a sonar y tres figuras entraron en la sala. Debía admitirlo, Takeru tenía un muy buen gusto en cuanto a sus amistades, nunca lo vio con alguien de mal carácter o que fuera una mala persona, lo que ubicaba a la esposa de Takeru en el ideal japonés de mujer ideal: linda, tierna y de muy buen carácter, de modales finos y aspecto delicado. Lo curioso es que no era japonesa, sino extranjera. La conoció uno de esos veranos en los que él y Yamato fueron a visitar a su abuelo, a mediados de la universidad.
Todo se dio como guión de película romántica: ella vino a Japón a terminar sus estudios como estudiante de intercambio y no tardaron en comprometerse. Dos años después de graduarse, se casaron y no tardaron en anunciarles a sus familias y amigos que pronto se convertirían en padres. Aiko tenía poco más de un año cuando Ken y Miyako asistieron a la boda y, no mucho después de saber del nacimiento de Nobu, se enteraron de la llegada de su segundo hijo.
Ahora, al estar reunidos con sus esposas e hijos, se le hacía extraño pensar en los acontecimientos de años atrás, y mezclarlos con su vida actual. No quería pensar en el sueño que había tenido la noche anterior, pero le era inevitable, y se encontró mordiéndose el labio inferior al observar a Takeru interactuar con los niños, contándoles una de tantas historias sobre el Digimundo.
Los invitados se fueron yendo, y llegó el turno de despedirse de Takeru y su familia. Ken y Miyako los acompañaron al genkan.
— ¡Es una lástima que vivan tan lejos! — se quejaba Miyako. — Recuerdo cuando Takeru vivía en éste mismo edificio y él, Iori y yo íbamos juntos a la escuela. Sería genial que nuestros hijos pudieran experimentar eso mismo. —
La mujer de Takeru sonrió y asintió suavemente. En verdad era una mujer muy hermosa, con su tez pálida, cabello claro y ojos color verde olivo.
— Es posible que estemos de visita más seguido. — comentó Takeru, con una sonrisa que parecía melancólica. — Nadine tiene algunos asuntos importantes que atender aquí en Tokio durante los próximos meses, así que estábamos pensando en mudarnos con mi madre por un tiempo. —
Miyako dio unos brinquitos de gusto y abrazó sin miramiento alguno a la otra mujer. — ¡Qué emoción! Seremos vecinas. Sabes que podrás contar conmigo para cualquier cosa que necesites, Nadine. —
— Muchas gracias, Miyako, lo tendré presente. — la mujer le regaló una sonrisa a la otra y se despidieron nuevamente, Takeru llevando en brazos a su ya dormido hijo.
Este fic es un reto que tomé de Chia Moon, en el topic de Las Mendigas Fickeras II, en el foro de Digimon Proyecto 1-8.
¡Chia, lamento mucho la tardanza, de verdad! Sólo fueron 11 días de atraso… ¿Me perdonas?
Esperando que Chia me perdone, continuaré con las notas de autor:
Primer capítulo (de cinco, aproximadamente) de la historia Kenkeru que pidió Chia.
Los nombres de los hijos de los elegidos, todos tiene un significado especial relacionado con sus padres, pero eso lo explicaré en el último capítulo. ;)
Así también, el nombre de la esposa de Takeru "Nadine", significa "esperanza" (que me pareció muy adecuado para el emblema de Takeru).
Me gustaría que me dijeran si es entendible la narración, o está muy enredada, para corregirlo antes de subir el siguiente capítulo.
Por el momento eso es todo.
¡Hasta pronto!
