Obsesión
¿Los polos opuestos se atraen? Kagome e Inuyasha descubrirán que no son tan diferentes como creían
Historia basada en la novela escrita por Jaid Black
Edimburgo Escocia
-Buenos días Kikio- dijo el doctor Inuyasha Taisho al llegar a la iglesia.
Como cada domingo a las 10 de la mañana, se encontraba con ella y Tsubaki, la madre de Kikio, en la iglesia para entrar a misa.
Tenía dos meses saliendo con ella, quien también era profesora en la Universidad donde trabajaba Inuyasha. Eran dos de los profesores más renombrados del campus, famosos por su dedicación y su excelencia al impartir su cátedra.
La ceremonia se desarrollaba sin contratiempos, como cada domingo. Inuyasha desvió su atención del sacerdote que hablaba para observar de reojo a su acompañante.
Sabía que Kikio deseaba casarse con él y él había llegado a un punto de su vida en el que no le parecía tan descabellada la idea.
Tenía casi 38 años, nunca se había casado ni había tenido hijos y ya no quería estar solo. Empezaba a considerar la estabilidad y la compañía que un matrimonio con Kikio le traería.
Sin embargo, casarse con ella… no lo convencía al 100 %. Kikio era bonita, pero muy reservada, no había en su vida nada fuera de lo común, al contrario, todo parecía meticulosamente planeado. Era una buena cocinera, estaba seguro que sería una excelente ama de casa y… nada más…
Su asistencia a misa desde que empezó a salir con ella había sido una de las cosas en las que había tenido que ceder, pero debía aceptar que su propia vida no era la más interesante. Le encantaba su trabajo y se metía tanto en él que sólo tenía un buen amigo que también era profesor y que le hacía mantener el contacto con la realidad. Aunque había tenido que suprimir la fuerza de su carácter, el cual debía reconocer era muy fuerte. Así que suponía que también sería un esposo adecuado para Kikio.
A pesar de que Inuyasha estaba tan comprometido en las actividades propias de los profesores en la Universidad, también ponía interés en su condición física, por lo que Kikio estaba contenta de tener a su lado a una persona bien parecida, con intereses similares a los de ella. Además sabía muy bien que la posición económica de él era privilegiada, gracias a la herencia que había recibido de sus padres invertida inteligentemente en acciones de compañías importantes.
Al terminar la ceremonia salieron de la iglesia, Kikio aprovechó para prácticamente colgarse del brazo de Inuyasha.
-¿Vendrás a comer con nosotras en la tarde?- le preguntó Kikio.
-Claro, ¿cómo podría despreciar los esplendidos guisos de tu madre? – contestó Inuyasha dirigiéndole una sonrisa a Tsubaki.
-Muy bien, te veré a las dos- respondió Kikio ruborizándose- además, podremos hablar de los detalles del Congreso.
-De acuerdo- Inuyasha sonrió, cerró la puerta del vehículo y se quedó observando su partida hasta que lo perdió de vista.
Definitivamente Kikio era una persona conservadora que le proveería de la compañía que necesitaba.
La decisión estaba tomada.
***
Nueva York
-¡¡Vamos a ver esta!!- decía alegremente Kagome a su amiga Sango quien sonreía ante su entusiasmo.
-Kagome, esa película la viste en el cine hace tres meses… - trató de decir Sango, pero inmediatamente fue interrumpida.
-¡Y ¿qué importa?! Me fascina el actor que es el protagonista, te juro que si lo tuviera enfrente me lanzaría a sus brazos sin dudarlo… y no me digas que a ti no te gusta, el hecho de que seas una mujer casada con un hijo de dos años no significa que hayas perdido el gusto por los hombres bien parecidos.
-Claro que no…- respondió Sango tratando de ocultar su sonrisa- bueno, está bien… veamos esa.
Sango sonrió al ver a Kagome hablar con el encargado de la venta de películas preguntándole mil cosas sobre los próximos estrenos. Kagome siempre había sido la más irreverente de su grupo de amigas, de hecho la única que le quedaba después de que se hubiera casado hace tres años. Suponía que se debía al hecho de que los padres de Kagome habían sido activistas políticos liberales, que apoyaron a su hija en todas las locuras que se le ocurrían, en un ambiente de plena libertad motivaron su carácter relajado, alegre y emprendedor.
Kagome tenía 27 años y había experimentado situaciones extremas, desde haber probado las relaciones lésbicas, que no le gustaron del todo, hasta pasar una semana entera en una playa nudista en el Caribe. Había salido con hombres de diferentes edades y culturas, siempre alentada por sus padres a encontrar lo que realmente le gustara, pero también para que tomara las suficientes precauciones y para que tomara las decisiones plenamente consciente de las consecuencias de sus actos.
Era una mujer que a su edad sabía lo que quería, desde hace tres años estaba muy tranquila, había experimentado lo suficiente y desde hacía un poco más de un mes sabía que estaba lista para dar el siguiente paso, tener una relación estable con alguien con el mismo carácter que ella y, tal vez formar una familia.
Kagome observó a Sango, ésta veía películas infantiles. Traía a su hijo en brazos y no envidiaba para nada su situación, se había casado aparentemente enamorada, sin embargo ella sabía que había tomado la decisión de hacerlo presionada por su tía, quien le exigía demasiado y vio su matrimonio con Hoyo como su escape. Hoyo nunca le había gustado, era demasiado estricto, con todo planificado que no permitía que ni él y mucho menos su esposa salieran de los planes establecidos.
Definitivamente ella estaba buscando a alguien totalmente diferente al esposo de su amiga, alguien con divertido que la sorprendiera con detalles y locuras que entre los dos pudieran llevar a cabo. En cambio para Hoyo una aventura era sacar a Sango a cenar y si bien le iba ir al cine siempre y cuando fuera lo suficientemente temprano para regresar a su casa.
Kagome era una escritora de novelas de suspenso lo suficientemente exitosa como para darse el lujo de tener una vida sin preocupaciones y con la posibilidad de viajar a donde quisiera.
-Bueno, y ¿cuándo te vas a ir al festival de arte? Es en Edimburgo, ¿cierto?- preguntó Sango cuando se dirigían a la casa.
-Dentro de una semana, ¿por qué no vienes conmigo?, te aseguro que hay muchas actividades, hasta tal vez te animes a retomar tu carrera como pintora. Yo tengo sólo dos compromisos con la editorial y el resto del tiempo podríamos pasarlo juntas- le dijo Kagome esperanzada de poder sacar a su amiga del aburrimiento en el que se había convertido su vida.
-No, gracias- respondió Sango bajando la mirada hacia su hijo- no creo que a Hoyo le guste la idea.
Kagome sabía de antemano que esa sería la respuesta.
Sango era muy diferente a ella
***
Una semana después
Edimburgo, Escocia
-Te aseguro que no es necesario que me compres otra blusa- decía Kikio a Inuyasha mientras entraban a una tienda de ropa exclusiva.
-Claro que sí- contestó- por mi torpeza la he ensuciado al tirarte encima el refresco así que es lo menos que puedo hacer.
-Gracias- contestó Kikio, bajando inocentemente la mirada.
Estaban en una tienda de ropa exclusiva, se metieron en uno de los pasillos; del lado derecho Kikio buscaba algo que le agradara. Como se estaba tardando Inuyasha desvió su atención a la ropa que estaba del otro lado, se trataba de una serie de vestidos negros muy finos. De repente vio como unas manos con las uñas pintadas delicadamente de rojo buscaban entre los vestidos, no podía ver a la dueña de tan inmaculadas manos porque estaba del otro lado y tampoco entendía porque tenía tanta curiosidad de saber de quién se trataba.
La persona que no podía ver deslizó sus manos en un diminuto vestido negro y lo retiró del anaquel. Trató de ver su rostro pero el resto de la ropa colgada se lo impidió. Fue distraído de su intensión de verla cuando su acompañante llamó su atención.
-Esos vestidos son tan vulgares… sólo se los pondrían mujeres de muy dudosa reputación- dijo Kikio muy molesta.
Inuyasha no le respondió, sólo pensó que esos vestidos "vulgares" eran de un diseñador muy famoso por la elegancia de sus modelos.
-¿Cuál te gusta más? - le preguntó Kikio, mostrándole tres blusas similares de cuello alto y manga larga de color café, azul oscuro y negro, son diferencias muy tenues entre ellas.
-La que te guste a ti estará bien, debes medírtelas para ver cuál prefieres- fue lo único que respondió y la tomó del codo llevándola a los probadores. Cómo le gustaría que la mujer a la que pensaba hacer su esposa se pusiera ropa más femenina y sexy y sobre todo tuviera más poder de decisión.
Kikio entró al área de probadores e Inuyasha se sentó a un lado de la entrada principal de los mismos, pasaron 10 minutos y ella no salía. Pasaron otros 5 minutos y escuchó una puerta abrirse, pensó que se trataba de Kikio pero lo primero que vio fue una mano que detenía la puerta y tenía las uñas pintadas de rojo.
El corazón de Inuyasha empezó a latir más rápido, al abrirse por completo la puerta vio a una hermosa mujer con el cabello negro como la noche, unos ojos color café profundos y un cuerpo hermoso apenas cubierto por el vestido negro que había sido elegido minutos antes. Los tirantes apenas visibles sostenían la prenda que tenía escote profundo que dejaba ver unos senos voluptuosos, se pegaba a su cuerpo como una segunda piel y llegaba a la mitad de las piernas.
La mujer caminó en su dirección pero de forma distraída porque revisaba también la etiqueta del vestido y chocó con él.
-Oh, lo siento- se disculpó Kagome con él.
Su voz… era preciosa. Inuyasha pensó que estaba a punto de darle un ataque cardiaco por su ritmo tan acelerado de su corazón. Empezó a imaginarla en situaciones muy poco decentes tirada en su cama con el pelo extendido en su almohada, completamente desnuda.
-No se preocupe- fue lo único que pudo contestar, después de unos segundos de estar absorto en sus fantasías- supongo que no debí sentarme cerca de único espejo del probador de mujeres- le dijo esto con absoluta seriedad, pero Kagome le regaló la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida.
-Pobre hombre… debe tener cuidado de lo contrario será usted prácticamente aplastado- respondió Kagome manteniendo la sonrisa en sus labios.
-Procuraré tener cuidado- fue lo único que se le ocurrió responder.
-Buena suerte- terminó Kagome por dirigirse al espejo para ver cómo le quedaba el vestido.
Inuyasha pensó que en ese instante moriría. El vestido tenía también un escote profundo en la espalda que llegaba hasta la cintura, con el vaivén de su andar el pelo se movía dejando ver un espectáculo sin igual.
Kagome continuó observando cómo le quedaba el vestido cambiando la postura constantemente, si le hubiera preguntado a él le hubiera dicho que le quedaba perfecto, demasiado perfecto.
Tuvo la oportunidad de observar sus nalgas, se notaba perfectamente el contorno de la tanga que llevaba. Hermosa… no había otra palabra.
Desvió la mirada y sacó los lentes del saco que llevaba para ponérselos y tratar de de mantener las manos y el pensamiento ocupados. Sobre todo el pensamiento, porque tenía en ese momento una erección como nunca se había presentado. Esperaba que Kikio saliera pronto.
La vendedora se encargó de hacerle saber que el vestido le quedaba divino, y no mentía.
Kagome decidió comprarlo y regresó al probador. No tardó mucho en salir y dirigirse a la caja para pagarlo. Inuyasha la siguió con la mirada pero fue interrumpido porque enseguida le llamó la atención Kikio quien por fin se había decidido por la blusa café, por lo que también tuvieron que ir a la caja.
Al acercarse, Inuyasha se enteró que la hermosa mujer iba al festival de arte, pero éste iba a empezar después de lo que ella tenía planeado.
-Me pregunto ¿qué haré durante toda una semana hasta que inicie el festival?- decía dramáticamente Kagome.
-Sabe, hay un complejo turístico en las playas a dos horas de aquí- contestó alegremente la cajera y acercándose a ella y bajando el tono de voz pero no lo suficiente para que Inuyasha no la escuchara- dicen que hasta se puede andar en topless.
Kikio se tensó porque también había escuchado parte de la conversación.
-Tienes razón, voy a aprovechar estos días para ir- contestó Kagome- anótame por favor el nombre del lugar y gracias por el dato – le entregó su tarjeta de crédito para que cobrara el vestido.
-¡Hay por Dios!, ¡Es usted Kagome Higurashi! ¡La escritora de historias de suspenso!
Inuyasha alcanzó a oír también esta parte y se sorprendió, él también había leído un par de novelas de ella.
-¡Me encanta tu trabajo! ¿Cuándo sale el próximo libro?
-Durante el próximo festival de arte- contestó Kagome visiblemente sonrojada.
Inuyasha observó este detalle y le encantó.
Después de un autógrafo y haber pagado el vestido, Kagome se retiró de la tienda, Inuyasha no pudo apartar su mirada, sabía que además de salir de aquel lugar se alejaba de él para siempre.
-Inuyasha, debemos hablar- dijo Kikio, muy temprano del día siguiente de su asistencia a la tienda de ropa.
-Claro, vamos a sentarnos- respondió Inuyasha.
Kikio no comenzaba a hablar, lo cual desesperaba a su acompañante. Después de unos instantes por fin se decidió a hacerlo.
-Lamento decirte esto Inuyasha pero…- comenzó a decir pero no se animaba a concluir la idea.
-¿Qué sucede?
-Bueno, es que me temo que… esto no está funcionando- por fin concluyó.
-¿A qué te refieres?- Inuyasha no sabía a qué se refería, ó más bien no quería darse cuenta de dónde iba dirigida la conversación.
-Bueno… quisiera saber si tienes intenciones de casarte conmigo- contestó Kikio rápidamente, Inuyasha apenas había entendido lo que había dicho. Se quedó callado durante unos segundos pensando, si la pregunta se la hubiera hecho un día antes, si no hubieran entrado en esa tienda y hubiera conocido a hermosa mujer, ésta hubiera sido la oportunidad que esperaba para pedirle que se casara con él. Pero algo había cambiado, ya no se veía al lado de Kikio en el futuro. No podía verse al lado de una persona tan "santurrona".
Y todo por una persona que seguramente no iba a volver a ver.
Pero debía aceptar también que el carácter de él era muy distinto, absorto en su trabajo, pero también era brusco e incluso autoritario, demasiado para ella.
-Kikio yo… eres una mujer maravillosa pero… - no sabía cómo continuar, así que decidió hablar directamente- no creo que funcionáramos como una pareja – se detuvo al observar como la cara Kikio cambiaba de color hasta adquirir un rojo, supuso que la había herido más de la cuenta por lo que trató de enmendar un poco la situación- tal vez si nos diéramos más tiempo, si nos conociéramos más… - continuó tratando de tomarla de la mano, gesto que Kikio no aceptó.
-Lo siento Dr. Taisho, ya he perdido dos meses de mi vida contigo, así que no pienso continuar con una situación que no me va a generar ningún provecho. Con permiso.
Antes de que pudiera reaccionar Inuyasha se dio cuenta que se encontraba sólo, nunca había visto la había visto tan enojada. Vaya, vaya… al parecer el carácter tímido de su acompañante había sido sólo una pantalla.
Inuyasha llegó a su oficina en la Universidad, no tenía ninguna necesidad de ir, pero había decidido preparar apuntes para el nuevo ciclo escolar que iniciaba en dos semanas. Se sentó detrás de su escritorio y apoyó su cabeza en ambas manos… su vida era patética, tenía un excelente trabajo, cierto… pero…
Había estado bien hasta el momento… pero la conoció a ella.
Se dirigió al anaquel donde estaban una gran cantidad de libros y encontró el ejemplar que buscaba, la última edición de "El llamado", novela escrita por Kagome Higurashi.
Deseaba a Kagome, deseaba que ella viera algo más que un profesor de Universidad. Sonrió ante su pensamiento, como si eso fuera posible.
Dejó nuevamente el libro en su lugar y se sentó nuevamente, se preguntó que habría pensado Kagome al haber tenido con él la escasa y extraña conversación en la tienda de ropa.
Una descabellada idea pasó por su mente… él sabía donde la podía encontrar en esos momentos, en el complejo vacacional donde seguramente se encontraba haciendo topless. No debió haberla imaginado así, porque enseguida tuvo una enorme erección.
Se levantó de su asiento tratando de relajar su estado físico pero otra alocada idea se le ocurrió…:
Y ¿si iba a buscarla?
Pero… y si ella no quisiera tener ningún contacto con él… si tuviera pareja; situación que se le hacía más que lógica ante su belleza. ¿Si quedaba como un tonto?
Una imagen nada agradable apareció en su cabeza… Kikio había tenido el valor de terminar la supuesta relación que mantenían, una tímida profesora había juntado el coraje suficiente terminar con una situación que no la llevaba a ningún lado.
Tomó las llaves de su auto y su saco y salió rápidamente de la oficina, lo peor que le podía pasar era regresar a su monótona vida, pero se iba a arriesgar… ¿por qué no?
¡¡¡Hola!!!
Nueva historia… espero que les guste. Es un minific, estoy preparando otro un poco más largo.
Dejen reviews por favor para ver que les pareció.
Gracias y les mando muchos besos… ¡¡¡Las (los) extrañe!!!
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