Amor sin límites.

Prologo

Francia 1975.

Alessandro era un ángel muy diferente a sus hermanos, se preocupaba mucho por la humanidad, no sabía porque, pero algo le decía que sería bueno poder entenderlos, lo que más llamaba su atención eran los sentimientos que algunos de ellos se demostraban.

Un sinfín de veces soñaba con poder ser parte de ellos y poder conocer el amor, una emoción que según él no tenía límites, algo tan puro y completamente único, pero sabía que si eso sucedía también conocería lo ruin y crueles que eran algunos de esos seres hacia sus semejantes.

Fue en 1975 cuando tuvo su primer encargo como ángel custodio.

En la ciudad de Estamburgo, no todo era dolor y sufrimiento, había cosas buenas, las cuales no podía dejar de lado, como aquella hermosa bebe que miro por primera vez, esta lo miraba fijamente con sus hermosos y grandes ojos color café obscuro, algo que le intrigaba demasiado, una pequeña de nombre Joan (Regalo de Dios).

Durante su niñez demostró una gran habilidad para poder ver al ángel, el a su manera disfrutaba de la compañía de la niña, jugaban y platicaban, haciendo que este tuviera un gran lazo con ella. Tiempo después esa niña parecía haber perdido su don, pues ella ya no le prestaba atención haciendo que Alessandro se repitiera a si mismo que era inevitable y que tarde o temprano tenía que pasar.

Cuando Joan cumplió 17, él la miraba de una forma diferente, ya no era la pequeña con quien tomaba el té, ella se había convertido en una bella mujer, inteligente, atractiva y por sobre todas las cosas una buena persona. El ángel desconcertado la miraba, pensaba que con tan solo verla sonreír y mirarla cerca se sentía completo y totalmente tranquilo, pero al mismo tiempo no sabía que era ese sentimiento que le inundaba su corazón.

En ese tiempo la vida de la chica dio un giro de 180°, su familia se vio envuelta en un gran cambio, a su padre lo transfirieron, para que trabajara en Londres, pues al ser un gran empresario, un trabajo con más oportunidades se vio ante el.

Semanas después de que llegaron a Londres, Joan fue inscrita en una gran preparatoria muy reconocida, aunque no se sentía cómoda, es más se sentía excluida puesto que era extranjera y su ingles no era precisamente bueno. Pero todo eso cambio cuando conoció a Jake. Fue según ella una de sus mejores y más graciosas experiencias que se encontró en su vida.

Una tarde mientras salía de la escuela vio un grupo de militares pasar, observando a un alto y guapo hombre de hermosos ojos verde olivo, más tarde mientras caminaba a casa, se detuvo a comer un helado, se le había hecho costumbre pues se llevaba muy bien con la dueña del local. Cuando decidió continuar su camino a casa, ella se estrelló con alguien, derramando su helado en la ropa de un caballero, cuando observo hacia arriba se encontró con la mirada de aquel hombre que había visto no hace mucho en la salida de la escuela.

- Oh cuanto lo siento – se sonrojo al mirar eso ojos verde olivo.

- No se preocupe mademoiselle – Beso su mano, sabiendo que había encontrado a la mujer más hermosa que jamás haya visto en su vida.

- Pero que modales son los míos, me llamo Joan – Y le tendió una servilleta al aludido.

- Yo me llamo Jacob, pero la mayoría me dice Jake – Le sonrió con ternura y se limpió el helado de su traje.

- Mucho gusto Jake – Lo miro una vez más para cerciorarse de que no era un sueño. – ¡Lo siento tengo que irme! – Con cierta nostalgia le dijo.

- ¿Volveré a verte? – Con cierta preocupación y curiosidad en su tono de voz

- Tal vez – Le sonrió una vez más, confiando en que se lo volvería a encontrar.

Cada día a la misma hora Jake pasaba a la heladería donde había visto a esa chica tan hermosa, hasta que por fin la vio nuevamente y con gran entusiasmo la saludo, se quedaron platicando varias horas de trivialidades y de los lugares que Jake había conocido. Al final de la velada Jake la acompaño a su casa pidiéndole que salieran. Poco pasó para que ambos se volvieran novios. Alessandro solo observaba con tristeza que ese hombre hacia feliz a la chica que le provocaba mucha confusión en cuanto a lo que sentía.

Después de un par de años Jake y Joan se casaron, viviendo un gran amor incondicional y lleno de ternura, convirtiendo todo ese amor en una hermosa niña que al igual que su madre tenía unos hermosos ojos cafés obscuros.

Alessandro seguía cuidando de Joan con mucho interés pues todo lo que el sentía, solo se había fortalecido gracias a como ella le profesaba su amor a su pequeña. Miraba esa relación como algo hermoso, nunca hubiera imaginado que alguien pudiera dar tanto por otra persona.

Los años pasaban y Alessandro solo se dedicaba a observar, hace algún tiempo solo se preguntaba el por qué lo habían mandado de ángel custodio de esa pequeña familia, se notaba a leguas que eran felices y mucho más aun no creía que alguien les haría daño.

Fue algo raro cuando la pequeña hija de su gran amor, según lo que él creía, lo miro una vez y le preguntó que quien era, él se quedó boquiabierto pues hace mucho que no hablaba con nadie más que consigo mismo.

- ¿Quién eres? – Pregunto la pequeña observando intrigada, lo cual resaltaba por el color de sus ojos.

- ¿Puedes verme? – Fue algo muy extraño.

- Si – Lo dijo como creyendo que era un juego.

- Ammm mi nombre es Alessandro, soy un ángel – Muy seguro de sí mismo.

- ¿Enserio? ¿Puedo ver tus alas? – La niña dijo con mucha curiosidad.

- Claro – Se dio la vuelta sintiéndose raro, pues era poco probable que la niña las viera, casi nadie podía verlas.

- ¡Son hermosas! – Y las toco, cayendo una en su pequeña mano, la guardo metiéndola en un libro de historias (que su madre le leía cada noche) sin que Alessandro se diera cuenta.

Alessandro se sorprendió mucho al darse cuenta de que no solo las podía ver, sino que también podía tocarlas, la pequeña solo tenía 6 años, era muy increíble.

Pasaron los años hasta que la pequeña cumplió 13, aun hablaba con Alessandro, era su mejor amigo, pero no se lo decía a nadie por miedo de que él se fuera dejándola sola.

De regreso de un viaje de vacaciones, algo ocurrió, Alessandro observo una sombra alrededor del auto que el padre de la niña conducía. En ese instante le sorprendió que Joan volteara y le dijera:

- Sálvala por favor – Soltó un par de lágrimas al hacer la petición.

- ¡Mi obligación es salvarte a ti! – Lo dijo con una gran pesadez en su corazón, pues no quería que ella sufriera. Dándose cuenta que algo estaba por ocurrir.

- ¡Por favor! – Y tomo la mano de su niña, sabiendo que tal vez no volvería a estrecharla entre sus brazos.

- Está bien – Tomo a la pequeña entre sus brazos y la envolvió en sus alas, alejándola rápidamente de lo que sería un desastre.

Alessandro observo el auto y de un momento a otro se sacudió girando sin control alguno, sin darle tiempo de regresar por Joan, la niña al ver el accidente lo único que pudo hacer fue desmayarse.

Alessandro se acercó al auto sin soltar a la niña, vio a la que poseía su corazón casi sin vida mirándolo con ternura y con último suspiro le dijo:

- Gracias – Para después cerrar sus ojos, sabiendo que su hija viviría.

Alessandro se sintió muy triste y por primera vez en toda su vida, se tocó el rostro y se dio cuenta de que un líquido bajaba desde sus ojos y se deslizaban hasta caer en la pequeña que había salvado.