A Hyuuga Hinata le gustaba estar sola, le gustaba despertar en las silenciosas mañanas de su habitación con los rayos del sol atravesando la delgada tela blanca que era su cortina en la ventana, despertar con la sensación de un cómodo calorcito invadiendo su cuerpo debido a que apagaba el aire acondicionado todas las madrugadas porque le daba mucho frío. A Hyuuga Hinata le gustaba preparar su café de la mañana mientras cantaba sus canciones favoritas y pensar en la ducha aun escuchando la música, a pesar de que un murmullo sin sentido ni ritmo por el sonido del agua. A Hyuuga Hinata no le gustaba dormir en los cuartos de guardia del hospital Konoha en Tokio, donde siempre había algo de que quejarse, donde la sábana azul parecía más bien enfriarte el cuerpo, y de donde tenía que salir corriendo para atender a un paciente.
Al cerrar la puerta suspiró, mirando el cubo de azúcar que era el cuarto con sus cuatro paredes blancas, todas las camas que conformaban las dos literas, colocadas una frente a la otra y pegadas a cada pared, parecían llamarla, y una vaga familiaridad se instaló en su cuerpo al sentir el frío del aire integral congelarle los huesos, además de la luz de luna que se filtraba por las persianas medio abiertas de la ventana frente a ella. Abrazándose a sí misma, bajó las mangas del suéter negro que utilizaba debajo de su uniforme azul marino y se acomodó en posición fetal en la cama baja de la litera a su derecha, apenas tocó la almohada con la cabeza la puerta se abrió.
- será la última vez, Hatake – dijo la mujer de pelo rosa antes de colocar sus brazos alrededor del cuello del alto hombre que cerraba la puerta con sus pies.
- hm – sus manos se fijaron en la cintura de la mujer mientras la hacía retroceder hacia una cama, pero entonces un ojo negro y otro rojo se fijaron en la figura de la Hyuuga, soltó a la fémina en sus brazos quien se sostuvo de las mangas de su bata para no caer.
Hinata los miró con sus ojos blancos sin moverse de su lugar, un pequeño sonrojo empezó a notarse en sus pálidas mejilla, la pelirrosa le dedicó una mirada sobre sus hombros y enseguida giró su cuerpo para observarla sorprendida y apenada, la Hyuuga se levantó rápidamente y su cabeza se golpeó ligeramente con la cama de arriba, avergonzada camino hacia la puerta.
- Lo lamento, no fue mi intención, con permiso, Sakura, doctor Hatake - sus manos ya estaban en el pomo gris y rápidamente salió de ahí.
La mirada verdosa de la mujer se quedaron pegados en la puerta hasta que escuchó la risa nerviosa del hombre, la miraba fijamente con sus ojos heterocromáticos mientras rascaba su nuca.
- no puedo creer que me convencieras – dijo Sakura entre dientes para luego salir de la habitación con un portazo.
El Hatake suspiró y cerró sus ojos, del bolsillo de su bata sacó un pequeño libro
- tú nunca me fallas – dijo mientras abría la puerta.
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Se recogió el largo cabello negro en una cola de caballo alto, acomodándose mejor la pollina mientras caminaba por los pasillos siempre blancos del hospital, solo a ella le pasaban cosas como esas, encontrar a tu compañera de residencia y al jefe de ambas en una aventura, sonrió, a Sakura le gustaba vivir su vida.
Miró el reloj en su muñeca, 1:30 a.m., para ser Tokio, todo estaba inusualmente tranquilo, generalmente sus guardias eran muy movidas pero estaba agradecida de que esta no lo fuera, había pasado toda la noche anterior estudiando para un seminario que presentó esa mañana, alrededor del mediodía asistió a la doctora Kurenai en un parto complicado y tuvo que pasar casi todo la tarde vigilando a la bebe, cuando Kurenai le asignó un relevo, Ino, otra compañera residente, le pidió ayuda para encontrar a un escurridizo y odioso niño que Sasuke, un residente de tercer año, le había asignado a la rubia y eso fue una tortura.
Se detuvo automáticamente delante de una puerta y justo cuando iba a abrirla sus ojos miraron con curiosidad el numero en ella, 125, entonces un pequeño tinte violeta apareció en sus orbes blancos, inconscientemente se había dirigido allí, abrió la puerta y se adentró a la habitación, todo estaba callado, una pared del baño hacia que se creara un pequeño pasillo antes de llegar realmente al cuarto, Hinata lo caminó rápidamente y se acercó a la cama ubicada en el centro de la blanca habitación en donde miró al hombre pelirrojo acostado, le dirigió una sonrisa cansada mientras se sentaba en la cama, la luz de la luna se filtraba a través de las persianas entre juntadas de la gran ventana frente a ellos, haciendo que el cuarto fuera iluminado por largos y finos rectángulos de luz blanca.
- Hola Kai, lamento no haber venido a verte en estos días – su voz fue un susurro apenado - ¿sabes? Creo que debí venir directo para acá si quería descansar un poco, los cuartos de guardia pueden ser un poco incómodos, pero eso ya te lo he comentado – no pudo evitar mirar hacia el suelo y soltar una pequeña risa mientras sus mejillas adquirían un tono rojizo.
La morena levantó la vista para mirar con nostalgia al pelirrojo, su cabello carmesí era liso y puntiagudo, tenía grandes ojeras alrededor de sus ojos que contrastaban con su piel pálida, su nariz era varonil pero fina a la vez, con una pequeña bolita en la punta que apenas se podía notar, en lado izquierdo de su frente tenia tatuado el kanji amor. Según lo que sabía nadie había preguntado por el pelirrojo desde que llego al hospital, y de eso ya hacía diez años, parece que alguien vio como el hombre se tiraba al mar para evitar morir en la explosión de un barco en el Puerto de Tokio, ella recordaba tener doce años cuando esa noticia salió, hizo gran escándalo aunque ella no podía recordar mucho, solo sabía que su tío murió por esa explosión, su tío y muchas personas más.
- ¿Dónde estará mi tío Kai?, por cierto, pronto será su aniversario, eso significa que ya cumplirás once años aquí – le dio un pequeño golpecito en la frente mientras miraba lo que se podía ver de la luna por las persianas – ya va siendo hora de que despiertes ¿no?, me gustaría que me contaras tu historia.
Nadie sabía nada del hombre, en sus mojados pantalones marrones no se encontró ninguna identificación, la policía tomó sus huellas digitales pero no pudieron encontrarlo en el sistema, el que era actualmente jefe de residentes le contó que en ese tiempo él era un residente de segundo año y que había atendido al pelirrojo cuando lo sacaron del agua, se sintió identificado con el extraño hombre tras saber que no tenía a nadie por lo que le rogó a su madre adoptiva, que era la directora del hospital, acogerlo hasta que despertara. La mujer acepto pero con la condición de que el rubio ojiazul debía encargarse de todos sus cuidados, obligación que compartió con la Hyuuga cuando la descubrió una noche cenando en la habitación del pelirrojo, fue ahí cuando le contó todo sobre el misterioso hombre, al día siguiente, cuando lo visitó durante el almuerzo decidió llamarlo Kai hasta que despertara y supiera su verdadero nombre.
El buscapersonas que guindaba del mono en su cadera comenzó a sonar, ella inmediatamente le echó un vistazo.
- Me necesitan en la sala de urgencias Kai – se bajó de la cama y corrió hacia el pasillo – vendré a verte antes de entregar la guardia, ¡adiós! – le grito abriendo la puerta.
A Hyuuga Hinata le gustaba estar sola, y por extraño que fuera, le gustaba compartir su soledad con el misterioso pelirrojo de la habitación 125 del hospital de Konoha.
