La maldición de la bella durmiente

Basado en el cuento clásico la bella durmiente y la obra original de Isayama Hajime

Dedicado a ti que buscas en la imaginación una manera de vivir en paz en este mundo caótico.


Prólogo

Gruesas lágrimas corrían por su manchado rostro. El calor insoportable de las llamas acunaba a los presentes en ese "ajusticiamiento" sangriento.

— ¡Que muera la bruja!—Gritó un ciervo alzando al cielo estrellado una infernal antorcha. El resto de sus compañeros lo vitoreo al tiempo que también alzaban sus antorchas que, danzaban desmesuradamente al viento.

Ella, escondida entre la arboleda se había quedado sin palabras. Sus oídos estallaban ante los gritos de dolor y terror de la única persona que le quedaba en el mundo, ante ella moría calcinada su única familia en el mundo.

—No por favor...— Emitió una voz muy dentro de su corazón. Ya las lágrimas le borraban el panorama, con manchas acuosas y muy distantes aferraba sus manos al pecho. Se dejó caer ligeramente al suelo evitando hacer crujir cualquier hoja. Buscó refugio entre sus piernas y ahogo un grito mordiéndose la mano que al acto empezó a sangrar.

—Los hombres son verdaderamente crueles— Escuchó la jovencita seguido del sonido de un instrumento de cuerdas, instrumento que solo en lejanos sueños había escuchado.
Presa del miedo de ser descubierta subió la vista. Ante ella estaba la imagen del que bien podría ser un príncipe o un ángel. De rubia cabellera e intensos ojos azules. Vestido de la más fina seda en color ocre y botas de cuero negras impecablemente lustradas. Pasaba sus grandes pero a la vez delicadas manos en un objeto de madera con cuerdas, mientras frotaba una vara haciendo magia con esta y emitiendo las notas más dulces y a la vez las más tristes.

—Por favor no me hagas daño— Resonó de su garganta de forma pesada y apenas audible. se tumbo de rodillas ante el llorando.

—No tengas miedo, no vengo a eso— Seguía tocando pero ahora con los ojos cerrados, entregado totalmente al sonido tan magistral que creaba.

—Te lo suplico— Su garganta estaba seca y sus labios blancos, no quedaba mas saliva en su boca.

—Soy tu amigo— Sonrió suspirando sin dejar de tocar.

— ¿Cuál es tu nombre?— Arrastró pesadamente su cuerpo hasta él y le toco los zapatos, para comprobar que fuera real y no un sueño.

—Mi nombre es Erwin Smith y tú eres Hanji Zöe.

— ¿Cómo me conoce señor?

—Soy aquel al que debías temer, del cual te tenías que alejar…

Hanji lo observó con sus enormes ojos cafés. No podría ser él, el ser de cual tenía que temer, del cual debía pedir al cielo alejar de su camino por la tierra.

—Era usted quien me seguía. De quien mi tía dijo era el maligno.

Erwin asintió con una sínica sonrisa en su rostro dejando de tocar.

—Tu tía y yo fuimos grandes amigos.

La joven tuvo una enorme migraña. En su mente se proyectaban rápidas imágenes difusas de bailes desenfrenados y mujeres desnudas ante un hombre. Besos, sangre y música de una flauta. Asustada se llevó la mano a la cabeza y apretó los dientes.

—Sí, ya nos habíamos visto antes en esa ocasión.

Le sorprendió que supiera lo que pasaba por su mente en ese momento.

—Vengo hoy a presentarte la misma oportunidad que le ofrecía a tu tía cuando era joven.

— ¿Qué cosa es esa?— Le interrogó secando sus lagrimas con la andrajosa manga del su vestido.

—Protección.

— ¿Protección?

—Te cuidare de todos y de todo. Serás como mi hija, nadie podrá hacerte nada. Solo a cambio debes darme una cosa.

El crujir de una rama alertó a Hanji. Temerosa se puso de pie para encontrarse frente a frente con los captores de su tía, aquellos que momentos antes prendieran fuego a su cabaña.

—¡Aquí esta la mocosa!

Hanji intentó huir, pero uno de los hombres le esperaba del otro lado. Fuertemente la tomo de los brazos y la empujó boca abajo al pasto. Una pesada sensación de adormecimiento se apodero de ella tras el duro golpe que le propino uno. Apenas podía mantener los ojos abiertos para ver como uno de los aldeanos le ataba una cuerda sobre el cuello.

—Por favor señor Erwin ayúdame. Acepto lo que me ofrece— Susurró con las últimas fuerzas de su cuerpo.

Retumbo a lo lejos, todo se volvió negro y ya no puedo más.

Se sentía sola y con frío ¿por qué es que lo seguía sintiendo? ¿No se supone que al morir desaparecen las sensaciones malas y perduran las buenas?

Levantó su vista. Se encontraba en un lugar muy oscuro. Debajo sentía la comodidad de algo suave y mullido, una sabana tal vez. Pensó estar bajó tierra, como un cadáver más.

—¿Has despertado ya mi pequeña?

Atraída por la masculina voz se sentó en la cama. Todo era oscuridad, el miedo la invadió una vez más.

— ¿Dónde estoy?— La cabeza le dolía mucho y le era realmente complicado enfocar al frente donde se supone que se encontraba su compañero.

—Estas a salvo, como te lo prometí preciosa.

El helado contacto de una mano rozó su mejilla. Como por golpe recordó todo aquello que quería olvidar. Su casa en llamas, los gritos de sufrimiento y terror de su tía, las risas de los demás aldeanos, el violín y su promesa a aquel que se hacía llamar a sí mismo el maligno.

—Usted es Erwin ¿verdad?

Un par de puntos rojos se dibujaron en la oscuridad de la habitación. Al sonido de una palmada cientos de velas se encendieron por si solas. Justó donde aquellos carbones se materializaron aparecieron el par de ojos más azules que jamás había visto.

—Es un verdadero placer que me recuerdes pequeña.

—Es el hombre del violín. Quien me salvo.

Afirmo con la cabeza y sonrió mostrando unas bellas perlas, era tan bello ¿cómo algo de tal belleza podía ser el demonio?

— ¿Y mi tía?

—Lo lamento mucho. Llegue un poco tarde, pero te puedo asegurar que se encuentra en un lugar mejor que ese mugroso pueblo.

Bajó la cabeza triste y comenzó a llorar. Una oración expiro en su boca al ser acallada por los dulces labios del hombre. Lentamente él entre abrió la boca y atrapo en sus dientes el labio inferior de ella, lo mordió salvajemente para después pasar la lengua por el hilo de sangre que comenzó por brotar del bermellón. Al soltarla la miro a los ojos de forma desaprobatoria.

—En este lugar esta prohibido decir ese tipo de cosas. Lo dejare pasar por esta ocasión, una próxima vez no seré tan delicado.

Las mejillas de Hanji se encendieron. Era la primera vez en su vida que un hombre la besaba, vaya o que un varón estuviera tan cercano a ella. Sus ojos de abrieron con sorpresa al ver como Erwin la acercaba a él y volvía a besarla, esta vez de forma más lenta, seductora. Muy despacio la recostó en la cama quedando él sobre ella.

— ¿Qué es lo que hace?— Sus ojos reflejaban el miedo a la situación, eso a Erwin lo excitó aun más.

—Hemos hecho un trato linda, te prometí librarte de todo mal. Los tratos deben cumplirse y pagarse para evitar problemas a futuro— Subió el mentón de la chica a forma de que lo viera a los ojos.

—Pero yo no tengo nada de valor con que pagar su favor— Se descubrió a si misma temblando como una hoja.

— Mi pequeña y dulce niña, yo no quiero objetos materiales o dinero. Lo que quiero de ti es la pureza de tu cuerpo. Quiero decir que, te quitare la virginidad— Bajó descaradamente su mano y acarició lo que pudo debajo de la falda que portaba Hanji, esta presa del miedo y por instinto cerró las piernas.

— ¿Mi qué?— Hanji estaba confundida. Sabía que ella era virgen por su tía. Siempre le contaba que el día en que encontrara al hombre que estaba destinada a amar le entregaría aquello que se encontraba entre sus piernas. Nunca imaginó que esa forma "especial" fuera tan valiosa al punto de poder pagar una deuda de vida.

La inquieta lengua de Erwin recorrió fugazmente el delicado cuello de Hanji, esta solo dio un respingo y se aferro fuertemente a la sabana bajo ella.

—Yo… yo no sé cómo se hacen estas cosas— Cerró los ojos con las mejillas coloradas.

—No tienes porque asustarte, seré gentil contigo por primera y única vez.

Erwin se levantó de la cama, se estiró y bostezó cansado. En un movimiento rápido de sus brazos apareció ante él una especie de túnica de tafeta negra. En ningún momento le dedicó una sola mirada a la joven que desnuda se aferraba a las sabanas negras de seda. Temblaba asustada y confundida por lo que acaba a de pasar, no podría comprender la magnitud de aquel acto y dolida en la parte más profunda de su sexo se abrazaba a si misma en posición fetal.

—En las siguientes ocasiones vas a comprobar que mi hambre es insaciable.

Hanji escuchó el cerrar de la puerta cuando el hombre salió. Una vez sola se echó a llorar desconsolada, se había arrepentido de su acción y decisión, hubiera sido más digno morir a manos de sus captores, todo hubiera sido mejor que estar encerrada con ese demonio.


Muchas gracias por leer hasta aquí. Este fanfic lleva unos meses en el tintero y debo agradecer enormemente la ayuda de mi gran amiga ShoujoMadness quien me ha apoyado en todo momento en esta historia, es ella quien me animo a escribirla y publicarla.