Hola gente :). Espero que todos anden bien, he llegado aquí con una nueva historia que he pensado subir desde hace uno meses, por fin he logrado llegar a mas de la mitad y pronto estará terminado. Es algo nuevo y sumamente raro. Espero que les guste :)
Aclaro:
Ryoga es mujer.
Esta historia tiene algo de lemon mas adelante.
Y repito, es lo mas raro que he escrito en mi vida.
Resumen
Sakuno Ryuzaki y Ryoma Echizen son compañeros que estudian en el mismo curso. A pesar de que la mayoría de las personas aseguran que ambos se tratan muy bien juntos, ambos compañeros saben que no. La castaña y el ambarino no están acorde el uno al otro, al punto de profesarse odio. Pero todo cambiará con el progreso del tiempo, en situaciones incómodas y extrañas, ambos sabrán que del odio al amor hay un solo paso.
Capítulo 1
Te odio
Era un día normal y tranquilo en la Seishun Gakuen, como absolutamente todos los días del año escolar. Todo avanzaba acorde a la cotidianidad del progreso de los trimestres; justo en aquel día sólo les tocaban estudiar dos materias en el turno de la tarde y las clases terminaban a las 6pm, lo cual era desfavorable para los estudiantes; según la asociación de padres y representantes, los cuales se quejaban porque sus niños de 17 años llegaban a la casa en altas horas de la noche.
Por supuesto, toda esta jornada de quejas por parte de los representantes era manipulada por sus bien criados hijo, no había que ser un genio para saber la verdadera razón del porque los estudiantes llegaban a la media noche a casa, era demasiado simple y obvio de comprender, que aquellos niños – que para ella no eran tan niños – pasaban el mayor tiempo de sus horas de dormir en noches de fiesta.
Tomoka Osakada era una de ellas, pero era demasiado sincera y confiada para contarles alguna mentira a sus padres, sencillamente avisaba cuando salía y cuando llegaba. Según ella, ya estaba haciendo mucho con cuidar a sus hermanos menores. Entre Tomoka y Echizen planeaban diversas fiestas en diferentes casas de sus mismos compañeros. Aun no podía comprender como su mejor amiga idolatraba a aquel sujeto tan ególatra y malcriado.
Suspiró exhausta mientras sostenía una de sus largas y cobrizas trenzas. Matemáticas era una materia cansona de ver a las cinco de la tarde y mucho más si era una clase repetida, ya que el profesor aun insistía en hacer comprender la materia a aquellos que no entendían. Decidió tomarse una siesta; no por nada era una alumna de protocolo en la clase. Y aunque odiara admitirlo, debía reconocer que junto a ella estaba el hijo de los fundadores y dueños del instituto, Ryoma Echizen.
Observó con desprecio al ambarino que aparentemente le había quitado la idea de la mente y se había acomodado entre sus brazos para echarse a dormir, siempre tan despreocupado y desinteresado con la vida ¡Ella jamás sería como él!, por mas que los compararan y sean ejemplo de los demás; ella se diferenciaba muchísimo de él, a miles de millones de años luz se diferenciaban. Eran como un frío cubo de hielo y la más ardiente lava, y así serían siempre.
Mientras él limitaba su energía y no le daba importancia a las cosas de la vida, ella vivía, sudaba, lloraba y disfrutaba cada aspecto de su vida. Ella era vida, él…nada. O así era como lo veía ella, veían el mundo de manera distinta, reaccionaban diferentes a las situaciones y daban soluciones con disímiles perspectivas. Por eso odiaba que ambos fueran delegados, odiaba reunirse con él una vez a la semana para luego terminar discutiendo y odiaba que al final, todo les saliera perfectamente bien. Odiaba que dijeran que hacían buen equipo cuando en realidad no lo eran, odiaba todo eso… pero sobre todas las cosas lo odiaba a él, con todo su ser. Sabía que ese era un mal sentimiento y que ella no debería profesárselo a nadie pero no lo evitaba, era verlo todos los días y sentir esa molesta sensación en el pecho, un fuego que crecía dentro de ella al encontrárselo. Era como el fatídico calor del verano, como el tener que soportar los regaños de su abuela, como la mala suerte. Justo así, para ella Ryoma Echizén era su mala suerte.
Lo observó con recelo una vez más antes de apoyarse en sus brazos y tratar de caer en los brazos de Morfeo. Claro, ella no era igual a él, ella ya sabía y entendía esa clase, ella se merecía un descanso. No se preocuparía por el profesor. Él lo entendería.
Las horas restantes pasaron lentamente en el salón del curso del último año, mientras el profesor explicaba lentamente el método Ruffini y su relación con las matrices. La gran mayoría de la case prestaba atención a cada detalle explicado por el profesor, otros posaban sus ojos en las agujas del gran reloj del salón esperando que este marcara la hora de salida. Y algunos simplemente aprovechaban la hora para dormir.
Para la castaña fue como un abrir y cerrar de ojos, simplemente un descanso de parpados. Todo fue muy confuso desde entonces. Estaba envuelta en una profunda oscuridad.
Parpadeó dos veces antes de reconocer su salón de clases, su nerviosismo aumentó al notar que solo estaba ella, los asientos estaban acomodados, el escritorio despejado; incluso debajo de sus manos ya no estaban los libros y cuadernos de la materia, sólo estaba su bolso y una nota encima de éste.
"No te quisiste despertar
Atte. Tomoka"
— Ya me las pagará –Pensó mientras planeaba una buena manera de hacer sufrir a su mejor amiga, quizás metiéndose con su lunar saldaría cuentas. De todas maneras estaba molesta con su mejor amiga por no haberla despertado y dejarla en el salón.
Se dispuso a salir de éste mientras recordaba el extraño sueño que había tenido, se trataba de un recuerdo de ella y Echizen de pequeños jugando en la cancha de tenis, en la parte trasera de su casa, corriendo por los alrededores y empujándose el uno al otro, sonriendo entre ellos y cuidándose. Resopló ante tal recuerdo, hacía muchos años que eso había pasado, apenas tenían 7 años en esos tiempos; habían pasado 10 años desde entonces y las cosas ahora eran diferentes y no se lamentaba de nada. Un pequeño recuerdo atravesó su cabeza.
— ¡Sakusaku, déjate el cabello crecer! –Le dijo en esos tiempos un Ryoma Echizen sonrojado y muy distinto al de ahora. Observó sus ahora muy largas trenzas, ahora se quejaba de ellas. Sonrió irónica y luego gruñó, no es que se había dejado crecer el cabello por él, eso era simple coincidencia.
Bajó las escaleras principales y llegó hasta la puerta. En su camino no se encontró con nadie: el servicio de limpieza, profesores, directores, servicio de estabilidad y disciplina, ni el portero. Todo el instituto estaba totalmente solo y cerrado.
Observó el reloj en su muñeca. 8pm. Se sorprendió al ver la hora y de inmediato llamó a su abuela, le agradecía a la tecnología por haber hecho tan útil invento y le agradeció a su abuela por haberle insistido en poseer el móvil.
— ¿Abuela? -
— Sakuno, ¡Niña! ¿Dónde estás metida? –Se escuchó del otro lado una voz muy alarmada.
— En el instituto –Respondió tratando de sonar tranquila.
— ¿Y por qué sigues ahí a estas horas de la noche? –El tono de su abuela subía cada vez más.
— Me he quedado dormida en clase, estoy dentro de Seigaku –Cerró los ojos esperando que realmente le creyera, esperó por unos segundos antes de que ella le respondiera.
— ¿Crees que soy tonta Sakuno Ryuzaki? ¿En dónde estás metida? –Exclamó su abuela con un tono mas grave de voz.
— ¡Abuela es enserio! Tengo las pruebas y algún profesor me debió haber visto -Esperó pacientemente a que su abuela respondiera, un prolongado silencio se hizo en la línea – es enserio, si hubiera ido a alguna parte te hubiera avisado con anticipación –
— Está bien –Su abuela bajó su tono - te creo –
— Entonces… ¿qué hago? -
— ¿Cómo que qué haces? Ve a la casa de tu madrina, haz que te abran y ven para acá –Demandó Sumire subiendo de nuevo el tono de voz.
— Está bien, por algo vivimos a una cuadra de Seigaku –Y trancó finalmente.
Cumpliendo lo que le sugirió su abuela. Debía buscar a los Echizen para poder salir de aquel lugar.
Aun no comprendía como se podía vivir en el mismo lugar en el cual se estudiaba. Pero Seigaku se destacaba por eso mismo. La Seishun Gakuen era una estructura de seis pisos. Donde compartían las horas y clases entre pre-escolar, escuela y bachillerato, como normalmente lo hacían las demás instituciones; y ella había sido parte de la institución desde los primeros años de su vida, debido a la gran relación que tenía la familia Echizen con su abuela. Incluso Rinko y Nanjiro eran sus padrinos, por lo tanto sabia que si los visitaba, seria recibida con los brazos abiertos.
Ella se encontraba en la planta baja, se dirigió hasta el comedor de básica – éste siempre estaba abierto – ya adentro se dirigió a una de las esquinas del fondo del comedor, allí se encontró con una pequeña puerta que pasaba desapercibida por los estudiantes al ser confundida por una puerta que daba entrada a la cocina. Solo los familiares sabían del verdadero camino que daba esa puerta.
Ahora había un problema. Debía llamar a alguien de la familia para poder salir, solo esperaba que el joven de la familia no le atendiera; aceptaba a cualquiera, su hermana, su padre o hasta el mismo Karupin pero a él no.
Cruzó sus brazos frente a la puerta blanca, observó por completo el comedor y comenzó a sentir una extraña sensación. El miedo se caló entre sus huesos y su imaginación comenzó a jugar con ella, las luces del comedor titilaban. Una película de terror se veía en su mente "La muchacha que había quedado encerrada en el instituto, no salió mas nunca del comedor por que…"
El rechine de una puerta colocó sus pelos de punza, se sentía tal como un erizo. Sintió su corazón palpitar fuerte mientras veía como la puerta se abría lentamente, debía ver el lado bueno, por lo menos saldría de aquel lugar mas rápido de lo planeado.
— Ryuzaki –Escuchó su voz tosca y supo que había llegado su mala suerte. Era peor que lo que su imaginación estaba creando.
Se encontró con su mirada curiosa y despreocupada, siempre mirándola por encima del hombro, siempre burlándose de ella en cualquier aspecto de su vida. Tan arrogante y de actitud despreciable en cuanto al género femenino. Era su mala pava, la sensación de miedo en su cuerpo fue sustituida por una de malestar, algo en su pecho comenzó a quemarle y sintió como sus manos sudaban.
— ¿Que haces aquí? –Preguntó mientras sujetaba una de sus dos trenzas. La castaña sintió como el fuego de su pecho quemaba su garganta.
— M-me he quedado dormida y n-no pude salir -¡Demonios! Siempre pasaba lo mismo, tartamudeaba o le costaba dirigir bien el curso de sus palabras.
— Siempre tan torpe Ryuzaki –Sintió como le jalaban el cabello, él comenzó a caminar hacia la salida del comedor tranquilamente.
Eso también odiaba de él, solo conversaba con pocas palabras, sabía que si no soltaba algún monosílabo era un milagro. Siempre la dejaba con las palabras al aire y la mayoría de las veces no comprendía ninguna de sus acciones. Lo observó hasta que se perdió a través de la puerta principal del comedor, ella se quedó allí estática preguntándose que haría, era obvio que Echizen no la ayudaría. De repente la cabeza del ambarino se asomó por la entrada.
— Vamos -
Lo siguió hasta la entrada del instituto y allí lo comprendió todo, ella no sería la única que saldría de la estructura. Seguramente Echizen se dirigiría a alguna que otra fiesta. Se detuvo en seco, si lo descubrían – siempre lo hacían – ella seria su única testigo y estaría metida en serios problemas.
— E-espera –Hablo y él alzo una ceja – no te puedes ir –él alzo aun mas la ceja – me, me meterás en problemas -
Echizen refunfuñó, abrió una pequeña puerta situada en el centro del gran portón de la entrada de la estructura y ambos salieron del instituto.
— No te pasara nada –Dijo con voz ronca mientras cruzaba hacia la otra acera y era seguido por ella – ¿O acaso me acusarás? -
Lo miró a los ojos y sintió su mirada amenazante. Su cuerpo empezó a temblar aún mas, odiaba que su mirada tuviera tanto poder sobre las personas y sobre ella. No había nadie en la calle, ella debía cruzar hacia la derecha y él a la izquierda; sabía que no lo podía detener así que debía irse lo más pronto posible de aquel lugar y hacerse la vista gorda. Pero, comenzó a sentir un extraño escalofrío recorrer su espalda.
— No será m-mi problema –Lo ultimo no se escuchó. Su corazón retumbó al momento en que un estruendoso y seco sonido llego a sus oídos, el ruido siguió repetidas veces. Una…dos…tres veces – s-son -
— ¡Vamos! –Ryoma la sujetó por la mano y se adentraron rápidamente al instituto – ¡Kuso, kuso! -
Ryoma cerró rápidamente la gran puerta y colocó los respectivos candados, los disparos se acercaron aun mas, varios gritos conmocionaron la zona.
— Están al frente –Susurró la castaña con un nudo en la garganta.
Su mano volvió a ser tomada por la de Ryoma y se adentraron hasta la casa de los Echizen. Al atravesar la "puerta secreta" se encontraron con un largo pasillo que abrió camino para entrar por uno de los laterales de la casa. Dieron la vuelta y subieron por la escalera principal de la casa. Ryoma no hablaba, maldecía y rechinaba los dientes. Ella no entendía, ¿Por qué había disparos en una zona colegial? ¿Por qué tan cerca? ¿Su abuela estaría bien? ¿Los chicos de la fiesta como estarían? O peor ¿Serían ellos los causantes? Ryoma la siguió arrastrando por el segundo piso de la casa hasta llegar a la habitación de este, ¿Qué hacia ella allí? ¿Cómo es que todo esto le estaba pasando a ella?
— Quédate aquí –Ryoma salió de inmediato de la habitación, la conmoción había cesado y ella temblaba aterrorizada.
Observó la habitación del joven. Estaba sorprendentemente limpia y ordenada, un olor a masculinidad emanaba de su cama, el cuarto era amplio, contaba con su propio baño, una gran ventana y también un escritorio. Hizo una mueca con la boca, era de esperarse del primogénito de los Echizen, el pilar del tenis, el prodigio de su salón de clases. Podía ser todo aquello al tener a su alcance todo tipo de herramienta, al lado de su casa había una gran cancha de tenis – adicional a todas las del club de tenis de Seigaku - solo para él y sin contar con la ayuda que le daba vivir pegado – literalmente - de su escuela. No le sorprendía el tipo de persona en que se convirtió. Ryoma Echizen pasó de ser un niño amigable, ingenuo y tonto a un joven enviciado con el tenis, arrogante junto a las hormonas sexuales y varoniles a flote.
Se sentó en el sillón del cuarto y esperó ansiosamente que Echizen llegara, debía pensar en que hacer ahora. Revisó su móvil con la intención de avisarle a su abuela su bienestar, pero desgraciadamente éste no tenía señal, lo mejor por esos momentos seria salir, hablar con sus padrinos y quedarse en el cuarto de huéspedes. Sabía que sus padrinos le brindarían hospitalidad y también avisarían a su abuela.
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Ryoma Echizen estaba hecho un lío, caminaba a zancadas hacia el cuarto principal de la casa, el de sus padres. Apretaba los puños enrabiado ante su impotencia al no haber reaccionado tan rápidamente como quisiera al escuchar los disparos. Sabía que eso lo había tomado desapercibido, pero eso no era excusa para él, para actuar débilmente ante alguien tan perfeccionista como Sakuno Ryuzaki. Sabía que con ella, ningún descuido sería aceptado.
Aunque, al ver la reacción de la chica, sabía que ésta no estaba al tanto de sus momentáneas emociones. Sin embargo, no debía ceder, sabía que una de las metas de su adolescencia era mantenerse en el mismo nivel académico que el de la chica y si era posible superarla; no soportaba que alguien tan débil de voluntad e inocente fuera mejor que él. Su espíritu competitivo jamás lo dejaría vivir con la conciencia despejada. Esa era una de las razones por las que había aceptado ser el delegado de la clase junto a ella. Para convertir esa vida aburrida que llevaba en una más interesante y además ayudarla, sabía que Ryuzaki se hubiera vuelto un desastre si enfrentaba los problemas sola. Ella le debía mucho a él.
No obstante, reconocía que ambos hacían un buen equipo. Ignorando sus múltiples controversias y la mala actitud, sabía que juntos ya habían resuelto bastantes dilemas y asumido responsabilidades en cuanto a su curso y los demás el año. También sabía que su reputación influía bastante en los profesores. A todas cuentas, era el hijo del director. Nanjiro Echizen.
En el camino a la habitación de sus padres encontró a su hermana menor Ryoga, ésta se lanzó a sus brazos asustada.
— Aléjate rubia oxigenada –Murmuró con claras intenciones de molestar.
— Tch, por mi característico cabello dorado es que me reconocen ¡Nii-san! –Habló su hermana comparando el color de sus ojos ambarino con el de su cabello.
— Te reconocen por ser mi hermana menor –Aclaró con orgullo.
— Eso es lo que crees tu –Murmuró arrogante la chica para después suspirar - y yo que venía preocupada por ti -
— Tú preocupas más que yo, ¡Niño! –Exclamó empujándola levemente.
— ¡No me digas niño! Ryoga es un nombre creado para ambos sexos -
Decidió ignorarla y entró a la habitación de sus padres, ambos estaban parados justo detrás de la puerta con los brazos cruzados. Preguntó directamente por qué había sucedido eso, y por su bienestar. Los padres solo negaron con la cabeza afirmando no saber nada de los disparos, informando que desde donde vieron no podía haber algún herido y quizás solo se trataba de un acontecimiento que no volvería a suceder en muchos años.
Nanjiro se sentó en la orilla de la cama, asegurando que el día de mañana demandaría en la alcaldía para que incorporaran más seguridad a la zona, no solo por ellos y el bien de sus vecinos, sino por la seguridad de sus estudiantes. No sabría que hubiera pasado si los disparos hubieran hecho presencia más temprano.
Ambos padres demandaron a sus hijos ir directo a sus cuartos y no salir a menos que sea una emergencia, no se quería ningún accidente más. Los hijos asintieron y Ryoma se alejó poco a poco de la habitación. Se detuvo en seco al recordar cierta persona metida en su cuarto, escuchó las puertas del cuarto cerrarse a su espalda, ya era muy tarde. Ahora debía pensar en que hacer con Ryuzaki.
Resopló, ahora debía aguantar los regaños y tartamudeos de la chica. Además, de no poder dirigirse a la fiesta tan esperada por las estudiantes de los grados menores para poder estar en el mismo lugar en el que él estaba. Diablos…y pensar que quizás hoy pudo haber conseguido algo del cuerpo mas exuberante de Seigaku, Tomoka Osakada.
Se detuvo ante la puerta de su habitación mientras sobaba constantemente su sien. Por más que apreciara – a su manera - a Sakuno Ryuzaki, no podía evitar sentir rabia ante su presencia, su sonrojo habitual al estar cerca de los hombres, su amabilidad y delicadeza al hablar lo sacaban de quicio. Un cosquilleo y temblor se adueñaba de su pecho cuando la observaba exigiéndose más a si misma en todos los aspectos de su vida. ¡Había que ser más despreocupado en la vida! Él solo entregaba todo su ser en el tenis y era porque lo disfrutaba haciendo, lo demás eran diminutos detalles en su vida que debía soportar, excepto el sexo…el sexo era otro tema diferente.
Casi podía afirmar que la odiaba, de no ser porque era su amiga de la infancia, conocía a su familia y era la ahijada de sus padres. Prácticamente era parte de su familia. Por eso debía soportarla, aunque sintiera molestia al verla sonreír siempre, perseverar en algo que ella sabía que siempre había sido mala, tartamudearle a él, y no ser capaz de ser rebelde aunque sea por una vez en su vida. Siempre debía ser de etiqueta, una chica de buenos modales y un gran ejemplo que no se dejaba corromper ni por su mejor amiga.
Golpeó fuerte la pared. De no ser por ella, él estuviera muy a gusto en la casa de Satoshi, quizás bebiendo algún brebaje afrodisiaco, rodeado por muchas féminas que buscaban su atención y disfrutando unos buenos momentos con sus Sempais. Si lo pensaba bien, esa chica siempre traía problemas consigo.
— ¿Ryoma? –Volteó al ser llamado.
— ¿Qué pasa? –Se encontró a su madre entrando por el pasillo. Su corazón palpitó, no quería que se enterara que tenía a Ryuzaki en su habitación, podía malinterpretar todo y él estaría en muy serios problemas. Sin embargo, su madre lo sorprendió al ser abrazo y acariciado por esta. Luego se alejó.
— Te queremos –Dijo antes de desaparecer de su vista.
Ryoma se asomó por la puerta pronunciando un "Yo también los quiero" y cerró la puerta tras si pasando seguro, comenzó a caminar lentamente hasta su armario. Ella lo observó confusa.
— No saldremos de aquí –Murmuró más para él mismo que para ella.
— Ellos -
— Ellos no saben que estas aquí –Ryoma volteó la cabeza para encarar a la muchacha. Sakuno lo observó aun más confundida.
— ¿Por qué? –Preguntó la castaña subiendo la ceja, Ryoma se acercó a la chica a paso lento.
— Tómalo como venganza por siquiera pensar en traicionarme y no dejar que fuera -
El comenzó a rebuscar entre sus cosas y le tendió un puñado de ropa para hombre, ella lo observó absurda y asqueada. Ryoma por su parte gruñó y se la lanzó.
— Póntelo –Y la empujó hasta el baño.
Absorta a toda situación de afuera, comenzó a refunfuñar y quejarse por la mala actitud de "su primo", si bien sus dos familias deseaban con su alma ser más cercanas, estaba consciente que tanto ella como él no deseaban tanta cercanía. El calor en su pecho volvió. No entendía que clase de venganza era no decirles nada a sus padrinos y colocarle ropa de hombre. Sencillamente ese no era un buen castigo, era una acción inmadura y no muy digna de un Echizen.
Observó su cuerpo bajo la ropa masculina de Echizen, una franelilla blanca que prácticamente le asfixiaba ¿Acaso creía que ella era un palo viviente?, sus senos andaban libremente debajo de la camisa, trataba de despegársela mas no podía. Y al contrario de la camisa, los pantaloncillos eran totalmente holgados y largos. Sencillamente Echizen sólo pensaba en sus propios problemas y no en los de ella.
Se observó en el espejo y se sorprendió ¿Por qué su cara estaba tan roja? Es más, ¿Por qué su respiración estaba tan agitada? Puso los ojos en blanco no queriendo resolver los problemas de su cuerpo. Respiró profundamente y salió del baño. Paró en seco cuando se encontró a Echizen con su pijama puesta y leyendo un libro. Algo aquí andaba mal. Muy mal.
Caminó hasta llegar frente al pie de la cama, Ryoma aparentemente estaba ignorando su presencia, su cabeza dio un vuelco al observar bien al chico. Un pijama azul totalmente cómodo, la camisa de botones totalmente abierta dejando el desarrollado pecho del chico, la burla llegó a su cara al detallar el rostro de Echizen con lentes. Rió en silencio mientras seguía esperando que el chico le prestara atención.
Suspiró, siempre debía ser así. Las mujeres siempre debían demandar su atención. Como si los mimos de su madre no le hubieran sido suficientes. Carraspeó unos segundos y se sintió observada, los ojos de Echizen delataron su sorpresa mientras se paseaban deliberadamente por todo el cuerpo de la chica. Sakuno tapó su cara indignada por tanto descaro. Un largo silencio se hizo en la habitación, ella subió la mirada encontrándose con la cara aburrida y desinteresada de Echizen. La chica volvió a respirar profundamente, debía colmarse de paciencia si quería hablar indulgentemente con Ryoma.
— ¿Qué? -Preguntó él.
— ¿Dónde dormiré y-yo? –Murmuró molesta al notar su tartamudeo.
— Aquí –Respondió, ella entrecerró los ojos tratando de comprender la situación. No quería confirmar a que se refería.
— ¿Y tú? –Preguntó esperanzada.
— Aquí –Volvió a responder mientras retomaba su lectura.
El silencio volvió a hacer presencia en el cuarto. Sakuno entrecerró aun más los ojos y comenzó a pensar tratando de hallarle una solución que se acoplara más a la situación. Quizás él dormiría en el piso, o si terminaría por escaparse y ella quedaría allí. Debía haber alguna respuesta. Pero ella sabía cual era, Ryoma al final de todo era su mala suerte.
— Dormiremos juntos –Aseguró con un hilo de voz mientras cruzaba los brazos molesta.
— Si -
N/A ¡Gracias por leer!
Espero que les haya gustado y que los haya atrapado :)
Espero ansiosa sus reviews
Buen día/noche
