Un recuerdo, eso es lo que so
Un acopio de la lluvia gris de desengaños, un torrente de la lluvia de sufrimientos, un cúmulo de esperanzas marchitas cuando a pesar de amar y amar de verdad, la lluvia gris de los rechazos y el dolor del desencanto me desgarraban mi alma ante la realidad de verme despreciado, marginado de la única pasión que alimenta la vida de cualquier ser humano.
El amor
Y aquí me encuentro, bebiendo, la típica forma de desahogar el dolor, mi dolor.
Entre tragos los recuerdos empiezan a cobrar vida, como cada noche, como cada día.
Sus gritos, aquel aroma, su sangre, sus insinuantes labios, sus lagrimas, sus suaves manos, su débil respiración, su mirada preocupada, su inexistente sonrisa, su amor correspondido y su alma destrozada.
Dos mujeres, dos situaciones, una muerte y una separación.
La razón por la que me aleje, la razón de mi desesperación, mi razón.
Y la botella se va vaciando…
Recuerdo como si fuera ayer cuando cargue ese inerte cuerpo entre mis brazos, recuerdo cuando mis pasos se dirigían al exterior para no volver más, demostrando seguridad, decisión, confianza, sin embargo yo quería regresar, quiero regresar.
Recuerdo cuando me confesabas que a pesar del sufrimiento que te ocasionaba seguías amándome, y recuerdo tu promesa, un amor eterno, me jurabas, ha pasado un tiempo ya desde que te escuche decir esas palabras, que de seguro han de quedar al olvido, no valgo la espera.
Y el alcohol choca contra mis labios, dejando ahí su amargo sabor, mi única consolación.
El dolor no ha disminuido, a pesar del que el reloj sigue corriendo, marcando cada segundo, las lágrimas aun siguen cayendo y la culpabilidad ha crecido.
Los suspiros van revelando cada vez más mi estado de ánimo, mi vida ha perdido su sentido, mi sufrimiento sigue intacto, sigo perdiéndome en el vació, viviendo en el pasado, repasando cada detalle, cada herida.
Tomo la ultima gota y arrojo con fuerza la vacía botella, esta violentamente rompe en pedazos al impactar contra la pared y abatido yo, no lo note.
Inconscientemente una débil mueca, parecida a una sonrisa, cruza por mi demacrado rostro al oler tu aroma, ese que soñé entre fiebre acompañando mi almohada, me levanto con pesadez tratando de percibir mejor tu fragancia y decepcionado no capto nada, como siempre, pero anhelante.
El silencio sigue haciendo su gala de presencia, me escondo tras de el, el reflejo del vaso me devuelve la mirada, se burla de mi y yo sigo agonizando.
Entre pasos torpes choco con la pequeña mesa al lado de mi cama y desorientado busco entre mil botellas otra gota más, otro trago más.
Mi refugio, entre cuatro paredes y donde mi único confidente son estos desgastados papeles, donde la pluma rasga sin entusiasmo cada centímetro, revelando entre tinta mis penas, todo aquello que desearía hacer, decir, pensar, sentir si estuviera acompañado, si la soledad no definiera mi vida.
Un ardor siento recorrer en mi mano al mismo tiempo en que un calambre se apodera de todo mi brazo, un espeso y calido liquido envuelve el mismo lugar donde empezó el insignificante ardor, estoy sangrando.
Desconcertado de lo que provoco otra de mis heridas, miro alrededor, estoy en el suelo, me he caído.
¿Cuando?
No lo se
Vuelvo mi vista borrosa a causa de las inagotables lágrimas, a través de mis rotos anteojos, veo como pesadas gotas chocan contra los vidrios, del que supongo, son de mi última botella.
Sonrió mientras me levanto con dificultad, sin importarme en lo mas mínimo, las minúsculas partes de lo vidrios que se hunden en mis, ya ensangrentadas, manos, por lo menos ahora puedo ver la herida de mi dolor y no solo sentirlo.
Tropezando con lo que podría ser el álbum donde guardaba tus fotos, quede encima de la cama y sin mover ni un músculo cerré los ojos, dejando el olor al alcohol y sangre seca sobre las frías sabanas, como cada noche, desde hace tres años.
Recuerdo la sorpresa e incredulidad en mí al verte sonreír, me confesabas con lo poco que te quedaba de vida tu amor y claramente te mostré la verdad, mi verdad, un amor no correspondido y lo sabias, pero seguías sonriendo.
Recuerdo la poca calidez de tu mano agarrar la mía con debilidad, para ser guiada a tu vientre, donde dentro un ser crecía, un ser hecho por pasión, deseo y miedo, miedo a la soledad, pero no por amor, no como merecías, por lo menos no de parte mía y aun seguías sonriendo.
Desearía que tu sonrisa fuera sustituido por las amargas penas, por los golpes, reclamando el daño en tu vida, por las lagrimas, ahogando tu desesperación, por los insultos, reconfortando el vació de las caricias, sin sentimientos, no mas que lujuria, pero sonreistes.
Me gustaría decirte que el sufrimiento que te cause fue hecho sin pensar, sin intención, sin saber que eras tú el blanco del dolor, pero no me atrevo, seré egoísta, por querer buscar consolación o la más mínima liberación de mi culpabilidad.
Coloco delicadamente unas rosas blancas, sobre la tumba, donde tu cuerpo reposa, el entierro a la cual yo solo asistí, el único invitado, el causante de tu muerte, el que te entierra, el que llora de arrepentimiento, el que agoniza por tu sonrisa.
Me levanto con lentitud, sin apartar la vista de la misma dedicatoria que yo escribí, el único que su vista ha puesto en esas palabras y las ha leído con profundo pesar.
Alyson Morgane
1987 – 2003
"Si el tiempo fuera paciente querida madre serias"
"La mujer que impresiona, que fascina, la mujer a la que ame"
"Descansa en paz"
Suspirando y mas avergonzado que antes, me alejo de ahí, con pasos pesados, con mirada cansada y, deprimido, resisto con las lagrimas, una frase en mi mente, esa que oculta la verdad, rebotando como siempre, siempre que vengo a visitarte.
"La mujer a la que ame"
Pero nunca como deseabas murmuro al vació, mientras me pierdo en la neblina, como cada día, buscando algún bar en mi camino para ahogar mis penas, mi decepción, mi desgracia, tratando de evadir la realidad, pero no hoy, hoy que miserable me siento debo soportar el dolor, el mismo que yo provoque.
