1. Dream. Pesadillas poco dulces.
"Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños" -Oscar Wilde.
En la habitación se sentía el miedo emanar de su propietaria. Entre las sábanas se revolcaba una persona de apariencia frágil, gemía con dolor y desesperación; de su cuerpo se deslizaban finas gotas de sudor frío, sus cejas estaban fruncidas y la expresión que adornaba su cara denotaba sufrimiento.
Su acompañante la miraba con impotencia. Fue la promesa que le hizo a su ama años antes de no despertarle bajo ningún motivo lo que hacía que no la librara de sus pesadillas, cada vez más intensas y vividas, cada vez anunciando que el final estaba cerca.
Entretanto, la pesadilla consistía en lo siguiente:
La oscuridad era lo único que reinaba en el espacio. Sentía que algo se movía y se aproximaba a ella con intenciones de engullirla y hacerse uno solo. No quería, no permitiría consumirse tan fácil. Intentaba encontrar un escape, pero se veía acorralada; el báculo que era el limitante terrenal de su poder se abstenía de responder a su llamado de auxilio.
Corrió para ganar tiempo. A pesar de tantos años de estudios y prácticas, desconocía aún a su enemigo y los límites de este. Siguió corriendo, sabía para dónde iba en su interior, pero solo era una espectadora de lo que acontecía en su más temible pesadilla. Con cuatro años sufriéndola ya conocía cada detalle de memoria, cada reacción que ella tomaba y permanecía inmutable contra su voluntad, cada acción que su enemigo obraba para hacerla sufrir, para atormentarla.
Esta parte era la más aterradora. Tropezó en un amague por escapar de sus garras y encontró al espejo. Con varios pedazos esparcidos por el suelo, subió lentamente la mirada. Ella ya sabía qué iba a encontrar, pero la protagonista del mal sueño (que era ella misma) era ignorante de esto. Se encontró a sí misma con una sonrisa afilada y perversa, como si fuera su némesis, con sus preciadas cartas en la mano, tan maltratadas y sin vida, las cartas que le habían confiado, sus fieles compañeras. Sollozó ante esa imagen; la espectadora también sufrió, porque verlo otra vez le partía el alma, le hacía sentir que los pasados esfuerzos eran en vano. La protagonista de la pesadilla volteó su mirada y observó más a fondo. Esta era la única parte que cambiaba, y eso disfrutaba de hacer el escenario más macabro y sádico que el anterior.
Un joven de cabello castaño oscuro yacía en un árbol. Lo que la perseguía había atravesado su cuerpo en el cuello, brazos, piernas y tórax. Lo mordisquearon con morbosidad desde la clavícula hasta su cuadrada mandíbula, marcando territorio; muestras de unos labios rojos se posaban en las facciones del joven. La sangre brotaba de su cuerpo con lentitud, la esencia de vida se desperdigaba en el suelo, y las raíces de ese árbol maldito absorbían su sangre para nutrirse.
La joven se limitaba a negar y llorar; intentó traspasar el espejo para auxiliar a su persona especial, lastimándose en el proceso. Había perdido otra vez. La imagen que le devolvía el espejo reía, se regocijaba.
–¿Quieres conocer su última palabra antes de morir? –una parte de su cuerpo salió lo suficiente para susurrarle esas palabras a la destruida víctima. Intentó apartarse, pero la creación de eso lo impidió–. Sakura.
–¡NO! –despertó de golpe respirando con dificultad. La imagen de él seguía repitiéndose en su mente–. ¡No, no, no! ¡Eso no, por favor, eso no!
–¡Sakura, es suficiente, Sakura! Ya pasó, estás en tu cuarto, estamos bien… –su guardián intentaba calmarla sin éxito. Del cuerpo de Sakura salió una esfera, que luego se convirtió en una señorita de extraño traje.
–Señorita Sakura, el sueño ha sido guardado con éxito.
Escuchó las palabras y abrió los ojos de golpe. Sus manos abandonaron los oídos que tanto intentaba proteger de la risa de esa bruja, risa que ya no existía, porque estaba en casa. Estaba a salvo, por ahora. El guardián la miró preocupado, aguardando, hasta que su ama salió con premura hacia el baño para devolver la cena.
–¿Otra vez en esas, bola peluda? –dijo un joven ingresando al cuarto. Tez morena, altura arriba del promedio, cuerpo bien trabajado, con una mirada negra y suspicaz, en este caso severa.
–¡No me digas bola de pelos! –replicó–. Y sí, hace muchos meses que no tenía pesadillas. –su expresión volvió a tornarse preocupada.
–A eso no podemos llamarle pesadillas –protestó–. Las pesadillas son más dulces.
"Otra vez fue peor que la anterior, tampoco encontré más pistas ¡Maldición!, a este paso no podré salvar a Shaoran, y si no lo salvo, el destino de todo lo que conocemos caerá en un limbo".
Otra arcada desvió sus pensamientos. El joven de antes entró a sostenerle su cabello color castaño. Le agradecía en silencio que respetara sus decisiones, porque necesitaba todo el apoyo posible para enfrentar lo que se avecinaba. Por eso, agradecía a los cielos tener a Touya como su hermano, aunque se pasara de fastidioso.
Cuando el susto fue, al menos, pasmado, ambos jóvenes volvieron a la habitación. Sakura estaba en los brazos de Touya adormilada y adolorida. Su hermano la depositó en la cama con parsimonia, le hizo prometer que descansaría, y luego le hizo prometer a la bestia peluda que se aseguraría de que cumpliera su promesa. Se retiró algo dubitativo.
–¿Cómo te sientes? ¿Pudiste hallar algo?
Sakura observó a su guardián, a la Bestia del Sello, con regente del astro Sol, al imponente Cerberos, que en este momento se encontraba en su apariencia falsa: lo más parecido a un peluche de 15 centímetros con alas, figura de león y orejas grandes. Tal cual, una bola de pelos.
–Mal, Kero, porque no pude hallar nada y, como siempre, fue peor que la vez anterior. Esto solo me confirma que mi futuro con Shaoran Li es tan oscuro como el destino que me aguarda cuando enfrente a… lo que me tenga que enfrentar.
–Descansa por hoy, vigilaré tus sueños. Quizá la carta Dream sí nos tenga mejores noticias –besó su frente y la acarició con ternura, deseando que su ama recuperara las energías perdidas y que, después de tantos sacrificios, se encontraran un paso más cerca de las respuestas.
–Buenos días, pequeña Sakura –saludó su afable padre que, al verla, su expresión cambió a una preocupada–. ¿No dormiste bien, mi niña?, ¿pasó algo en la noche? –miró a sus hijos esperando respuestas.
Touya se atragantó con el café y Sakura volteó la mirada avergonzada. Cuando bajó al comedor no creyó haberse levantado tan temprano como para encontrarse a su padre aún, y con la acusación que le había lanzado, la punta de sus orejas y su nuca se sonrojaron. Recordó cómo, apenas volvió a casa hace unas semanas, selló el cuarto y el estudio de su padre con magia para evitar que escuchara sus pormenores en caso de que sucedieran.
–Sí, bueno… –jugó con los cubiertos que tenía al frente–. Lo de siempre, papá. Evita preocuparte, decidí vivir con ellas, ¿recuerdas? Para cumplir mi propósito, debo enfrentarlas –le regaló una sonrisa tranquilizadora y apretó su mano.
Su padre suspiró triste, cuánto daría para evitarle sufrimiento… El silencio se extendió en la mesa, cada uno pensando en lo mismo pero en ramos diferentes. Para aligerar el ambiente, Fujitaka desvió los pensamientos de todos preguntando por el compañero de vivienda de su hija los últimos tres años.
–¡Por supuesto! –su expresión se volvió alegre al notar que la llegada de su mejor amigo se aproximaba–. Ya incluso consiguió un apartamento para quedarse, ¿te conté que estudiará acá en Japón? Se decidió por negocios internacionales y…
–No hagas como si en esta casa nadie conociera la situación, monstruo–
–¡Que no me digas MONSTRUO! –interrumpió a su hermano, pero este ni se inmutó.
–Te llegó correo puntual a las siete desde ya sabes dónde y por ya sabes quién. Es tu decisión el destino de esa carta, junto con las demás que llegaron mientras estuviste fuera estos tres años.
–¡Qué fastidio! No saben cuándo rendirse.
Recogió la última carta y volvió con su familia. En esas Kero estaba bajando, sigue siendo un perezoso de lo peor. Hace unos años, cuando la travesía de las cartas apenas daba inicio, el guardián se escondía ante la presencia de los dos hombres de la casa, pero debido al peligro latente y sabiendo que les convendría su ayuda y conocimientos, decidieron confiarles el "secreto". Que en realidad nunca fue desconocido para la familia.
El sobre era diferente a los otros que había visto hasta ahora. A juzgar por la delicadeza de los trazos y los sofisticados colores verde y dorado, la enviaba personalmente la Dama Ieran Li. Una carta dirigida desde la Casa Li hasta la señorita Sakura Kinomoto. Ante la expectativa de todos abrió el sobre y procedió a leer el contenido de la carta.
"La Maestra de cartas Kinomoto Sakura está cordialmente invitada a la cena que se realizará este próximo primero de abril en la primera cena del año, donde todas familias que hacen parte de la UHO estarán presentes, para su bienvenida formal como sucesora del Mago de todos los tiempos y nueva dueña de las antiguas cartas de Clow".
Era una letra diferente a la de la dama Ieran. Contrario a lo que pensaba, la caligrafía pertenecía a alguien que conocía mejor que la honorable mujer. Escuchaba a Touya y Kero quejarse de la insolencia de la Casa Li por invitarla dizque a su propia ceremonia, y luego discutiendo entre ellos por vaya a saber qué motivo. Quizá porque reconocieron su firme, perfecta y elegante letra, la del joven que la acompañó a cazar cartas hace más de ocho años.
Admiró la carta por última vez, contemplando la caligrafía de su dueño, mientras era consumida por su pirómana compañera, la carta Fire, a pedido suyo, y veía cómo las cenizas danzaban a su alrededor por última vez antes de terminar exánimes en la mesa.
