Al cumplir los veintitrés años mi padre me llevó a mi nuevo departamento, regalo por haberme graduado. Me fascinaba tanto la medicina, pero mi padre siempre había insistido en que estudiara arquitectura como mi hermano mayor. Rua era una gran persona todos lo admiraban, mi padre estaba completamente orgulloso de él. Sentía un gran alivio al ver a su hijo realizado como profesionista.

A los 25 él lideraba una gran proyecto de la cuidad. Era responsable de construir la gran carretera que llevaría los ciudadanos al lago verde-azul a las afueras de la provincia vecina. Era un lugar admirable con los más grandes árboles frondosos y paisajes maravillosos. Rua al ser un gran arquitecto vio oportunidad en ese proyecto para hacer su más grande obra. Pues de niños nuestros padres nos llevaban allí a disfrutar de las aguas cristalinas del lago. Toda familia respetada en la cuidad tenía una pequeña caballa o casa cerca del lago.

Había historias acerca de ese lago, una de ellas contaba que el lago era protegido por los espíritus, de quien, nadie sabía con exactitud. Muchos se atemorizaban por las cosas que podrían pasar en ese lugar. Al haber concluido la autopista mi hermano llego satisfecho a casa con una gran sonrisa dispuesta a descansar después de 6 largos meses.

Pero pasaba algo. Al llegar a nuestra casa nadie se había percatado de su presencia. Seguía y seguía su vida tan normal como nosotros la hacíamos. Pues en esos tiempos yo me encontraba estudiando la preparatoria, casi no me encontraba en casa, tenía que asistir a mi clase de natación. Mi madre había fallecido dos años antes y mi padre después de ese deceso se la pasaba todo el día trabajando.

Mi hermano se empezó a sentir solo, no recibía llamadas de nadie, sus compañeros lo ignoraban celosos de la gran obra que había hecho. Cansado de esta situación decidió ir a la gran autopista y descansar unos días en la cabaña de la familia. Dejó una nota en el refrigerador donde nos decía que regresaría pronto, tan solo se iba unos días.

Al encontrarse en la autopista pasados 40 kilómetros se percató de algo. ¡Su obra no estaba conclusa!, pero como había pasado eso. Sí se había percatado de todo, estaba tan confundido. Llamó a la constructora y no hubo respuesta. No podía dejar el auto en ese lugar, pero no quería regresar a la cuidad sin descansar un poco en el lago. Muy cerca de donde se encontraba estaba una especie de oso panda con cabeza de león. Estaba aún más confundido y asustado. Jamás en su vida había visto algo similar. Fue entonces que salió corriendo hasta caer a un acantilado .Rodo tanto que se adentró del bosque de verdes árboles frondosos. Perdió la consciencia.

Al despertar aquel animal extraño lo veía con gran recelo. Sin poderse mover del miedo solo trato de cubrirse con sus brazos. Pero algo pasaba. Sus brazos habían desaparecido. Sus piernas ya no las sentía, no entendía nada, porque no sentía dolor. El oso-león se le acerco. Rua sabía que ese era su fin.

La historia no tiene continuación. Rua había fallecido a los 5 meses de haber comenzado la construcción de la autopista que nunca se terminó de construir. Pues cada vez que alguien lideraba la construcción, fallecía de una forma extraña. El cuerpo de mi hermano quedo casi irreconocible. Solo por una cadena que mi madre le había regalado a los 17 años fue que lo reconocimos. Y como se esa historia, mi hermano me la ha contado una y otra vez cada vez que regresa a casa. Su castigo por haber destruido el habitad de los espíritus que cohabitan con nosotros, es repetir su muerte por cada hoja de árbol caído en la construcción de la gran autopista. Le he dejado flores en el santuario del lago, rezando porque algún día él pueda descansar en paz. Mientras yo he decidido irme de casa, al parecer era la única que podía verlo…