Resumen: Dumbledore permite a Harry pasar su último mes de vacaciones lejos de Privet Drive.

Autor: katya (Mi nombre real es Sonia)

Clasificación: R o NC-17(realmente aún no estoy segura, todo dependerá de como se desarrolle la historia).

Pareja: Harry Potter/ Severus Snape

Disclaimer: Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de J. K. Rowling. Yo no gano ningún dinero con esto, sólo sus reviews ¡¡¡qué espero que sean muchos!!!

Avisos: Esta historia contiene slash, es decir, relación hombre/hombre.

Nota: Esta historia contiene spoilers del quinto libro "Harry Potter y la orden del Fénix".


CAPÍTULO 1: CARTA DE DUMBLEDORE


DIA 1 DE AGOSTO:

Era verano.

Como cada año Harry Potter, el que se esperaba que fuese salvador del mundo mágico, se encontraba pasando sus dos interminables meses de vacaciones en casa de sus desagradables tíos, para gran disgusto del muchacho.

Estaba trabado en una pequeña habitación del segundo piso que durante el resto del año servía de almacén para todos los juguetes rotos de su desagradable primo Dudley. Era una estancia poco iluminada en la que sólo había una vieja cama y una pequeña mesita de noche color caoba. Sus tíos sólo le permitían abandonar el lugar para hacer las faenas de la casa, comer e ir dos veces al día al lavabo.

Para empeorar la situación ese año Albus Dumbledore había prohibido a sus dos mejores amigos, Ron y Hermione, que le escribieran, al igual que a él. El famoso chico de la cicatriz se encontraba completamente aislado del mundo mágico que tanto amaba. Incluso habían anulado su suscripción al "Profeta", de manera que no pudiese tener ninguna noticia de lo que fuese que estaba ocurriendo, para gran frustración del muchacho. Su única amiga y compañera durante esos interminables días era Hedwig, su hermosa lechuza blanca.

Aquella mañana, como era habitual en él, se despertó temprano. Abrió los ojos pesadamente, con desgana, y tras exhalar un profundo suspiro de resignación se levantó de la cama. Silenciosamente bajó al cuarto de baño para poder darse una ducha rápida antes de que el resto de la familia se levantara. Sabía que, de lo contrario, no le dejarían lavarse.

Después de vestirse con la ropa vieja de su primo Dudley, un chandal gris con agujeros en las rodillas y en los codos cinco tallas más grande que la suya, intentó peinarse un poco, pero tras varios intentos desestimó la idea.

A continuación se dirigió hacia las escaleras que llevaban al segundo piso, con la intención de ir a la habitación para hacer la cama y, después, bajar a la cocina a preparar el desayuno de toda la familia, como era habitual. Todo debía estar listo cuando Petunia y Vernon se levantaran.

Al abrir la puerta del cuarto se sorprendió. Fawkes, el hermoso fénix del director de Hogwarts, se encontraba posado elegantemente sobre el marco de su ventana. Se acercó al ave preocupado. ¿Qué podía haber sucedido que fuera tan urgente para que Dumbledore decidiera poner fin al aislamiento al que él mismo lo había confinado? Acercó su mano a la patita del ave y cuidadosamente desabrochó el cordel que sujetaba la nota. Tras tomarla en sus manos se sentó en su cama y con gran curiosidad procedió a leer la carta.

Harry:

Espero que tu estancia en casa de tus tíos te esté resultando lo más agradable posible. Debes recordar que es necesario que pases tus vacaciones allí para tu propia protección, ya que, como sabes, ese es el único lugar en el que Voldemort no puede atraparte.

Aún así, debido a las innumerables peticiones diarias del Sr. Ronald Weasley, he decidido que podrás pasar tu último mes de vacaciones fuera de Privet Drive.

Enviaré a un miembro de la Orden a recogerte mañana temprano, a las 10 de la mañana aproximadamente. Ten todo el equipaje preparado.

Atentamente Albus Dumbledore

P.S.: Lamento comunicarte que no irás a La Madriguera, con la familia Weasley. No deseo comprometer su seguridad en estos momentos tan delicados para el mundo mágico.

Potter releyó la carta varias veces, entusiasmado. Ya no tendría que pasar más días en esa horrible casa con su odiada familia. Mañana mismo podría alejarse de allí y no tendría que regresar hasta dentro de un año. Le estaba realmente agradecido a Ron, Dumbledore había dejado bien claro en la nota que esto era gracias a él y a su insistencia.

No le importaba no ir con la familia Weasley, de hecho comprendía y compartía ese pensamiento con el director. El tampoco quería poner en peligro a los pelirrojos. En realidad no le importaba a donde fuera que lo enviara la orden, ni con quien. Nada podría ser peor que convivir con tía Petunia, tío Vernon y Dudley. Además, volvería al mundo mágico.

- ¡¡¡ANORMAL!!! – gritó un muy enfadado tío Vernon desde el piso inferior de la casa.

- ¡Papá! "Ese" no nos ha hecho hoy el desayuno. Deberías encerrarle en la habitación y no dejarle salir hasta que vuelva a irse a ese... ese lugar donde él va. – dijo Dudley con mala intención. No había nada que divirtiese más al tonto muchacho que ver a su padre castigando injustamente a su primo.

Harry había estado tan ensimismado leyendo la carta que se había olvidado por completo de los Dursley. Se levantó rápidamente de la cama y salió corriendo de la habitación, aunque sonriente, dirección a la cocina para preparar los huevos con tocino de su "adorable" familia. Ya podía aparecerse el mismísimo Voldemort en aquel momento que a él lo mismo le daba.

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DIA 2 DE AGOSTO:

Esa mañana el moreno de ojos verdes se despertó sobreexcitado. Había sido incapaz de conciliar el sueño durante la noche, por lo que se había dedicado a meter sus escasas pertenencias en el enorme baúl. Tan solo dejó fuera su varita, la cual escondió en el bolsillo derecho de sus desgastados pantalones azules antes de abandonar el cuarto.

A continuación bajó a hacer el desayuno para toda la familia. Éste, por primera vez en mucho tiempo, transcurrió en completo silencio y en una calma anormal. Todos los presentes se encontraban extrañamente felices y alegres, llenos de entusiasmo. Los Dursley porque dentro de pocos minutos por fin se librarían del molesto muchacho y Harry porque ya no tendría que volver a verles las caras hasta el próximo verano.

Una vez acabaron de comer toda la familia se dirigió a la sala de estar, donde se sentaron en el impecable sofá a esperar a que vinieran a recoger al chico.

- Espero que sean puntuales - gruño tío Vernon – No tengo todo el día para perder.

- Y que vengan vestidos de forma "normal" – añadió tía Petunia mirando con preocupación a su marido. La sola idea de que alguien pudiera presentarse delante de su casa con túnicas o cualquier otra cosa que pudiera arruinar su cuidada reputación de personas completamente normales en el vecindario la escandalizaba enormemente.

¡¡¡Ding Dong!!!

¡¡¡Ding Dong!!!

¡¡¡Ding Dong!!!

¡¡¡Ding Dong!!!

¡¡¡Ding Dong!!!

¡¡¡Ding Dong!!!

El patriarca de la familia se levantó enfurismado ante tanto alboroto y abrió secamente la puerta, sin ni siquiera pararse a preguntar. Mientras, Petunia miraba horrorizada por las ventanas, comprobando que ningún curioso vecino los observara ante semejante escena.

En la puerta había un hombre alto, de piel cetrina y espeso cabello negro. Iba vestido con unos trajes negros y una túnica del mismo color, lo cual resaltaba la palidez de su rostro. En su mano llevaba un pequeño palo de madera: su varita.

Vernon palideció al instante al ver a semejante individuo postrado ante su puerta. No sabía que le asustaba más, el hecho de tener a un mago empuñando su varita hacia él o el aspecto tenebroso del hombre. La intensa mirada cargada de profundo odio que éste le dirigía tampoco ayudaba a tranquilizar al asustado muggle.

- Ha-rry – balbuceó tembloroso su enorme tío sin despegar sus aterrorizados ojos del oscuro hombre.

El muchacho se dirigió rápidamente hacia la puerta, llevando la jaula que contenía su lechuza en la mano izquierda y arrastrando su pesado baúl tras él, con su mano derecha. Al llegar a la entrada de la casa y ver quien se encontraba allí para recogerle paró en seco. Sus ojos abriéndose enormemente.

- ¿Profesor? – preguntó sorprendido el muchacho. Jamás podría haberse imaginado que, entre todos los miembros de la Orden del Fénix, Dumbledore elegiría precisamente a ÉL para ir a buscarlo.

- Vaya, veo que aún me recuerda Sr. Potter. Espero que tenga todo su equipaje preparado – dijo Severus en un extraño tono ¿amable?

El chico de la cicatriz salió de la casa dejando a un aterrorizado tío Vernon en la puerta. Iba arrastrando su baúl calle abajo. Los dos caminaban silenciosamente.

- Déjeme ayudarle – le dijo Snape, al mismo tiempo que alargaba su mano hacia el sorprendido muchacho indicándole que le acercara su pesado baúl.

- ¿Ein? – logró articular el moreno, incrédulo.

¿Snape estaba siendo amable con él? ¿POR QUÉ? - se preguntaba el chico de ojos verdes, el cual no entendía nada de lo que estaba pasando.

- Su dominio del lenguaje es lamentable, Sr. Potter. Incluso cualquier muggle es capaz de llevar una conversación sin tener que recurrir continuamente a los monosílabos - dijo el hombre al tiempo que le arrancaba bruscamente su baúl de las manos. Seguidamente lo encogió con un simple encanto de su varita y lo guardó en un pequeño bolsillo de su túnica negra.

¡Uf! Esto está mucho mejor - pensó Harry - Seguramente debo haber escuchado mal antes. ¿Snape amable? - pensó sacudiendo su cabeza - Ron y Hermione me tomarán por loco cuando se lo cuente.

- Apresúrese. No tenemos todo el día – añadió el maestro de pociones.

- ¿Cómo iremos hasta la plaza Grimauld? – preguntó cautelosamente el chico.

- En traslador, por supuesto. – contestó suavemente el hombre, sonriéndole.

Harry se volteó y empezó a mirar hacia todos los lugares y direcciones buscando alguna... ¿cámara oculta, quizás? ¡¡¡Tenía que haber algo que explicase que demonios estaba pasando ahí!!! ¡¡¡Eso no era normal!!! ¿O es que esta era la nueva forma de traumatizarlo del profesor de pociones, intentar volverlo completamente loco?

El hombre sacó una pequeña pluma dorada de uno de los bolsillos de su túnica y la tendió al muchacho. Harry la sujetó mientras el maestro consultaba la hora en su reloj de muñeca.

- Se activará en 5 segundos. – informó el adulto.

Severus Snape estiró su brazo hacia la pluma que sujetaba el chico y, para gran sorpresa de Harry, colocó su mano sobre la suya, asegurándose de tocar el traslador también. Un temblor sacudió todo el cuerpo del muchacho ante ese simple roce y todo su alrededor empezó a dar vueltas.

Aterrizaron en el suelo de la cocina de la casa de los Black, sede de la Orden del Fénix.

El profesor de pociones sujetó firmemente al muchacho para evitar que cayera al suelo. Sus brazos rodearon su cintura, suavemente, y con cuidado lo acercó a su pecho. Así estuvieron varios segundos, minutos quizás. Harry demasiado aturdido como para reaccionar, incapaz de asimilar lo que estaba sucediendo. El chico levantó sus interrogantes esmeraldas hacia los ojos de su maestro, en una muda pregunta. Se encontró con que éste lo miraba fijamente, sus ojos brillando intensamente. Incapaz de hacer frente a esa mirada bajó sus verdes ojos hacia el suelo. Entonces Snape lo soltó, tan suavemente y sorpresivamente como lo había agarrado.

- Deberías llevar tus cosas a tu habitación, Harry – le dijo Severus, tendiéndole el encogido baúl que anteriormente le había guardado.

- ¿Me ha llamado Harry? – preguntó anonadado el muchacho.

- Así es - le contestó el hombre divertido – Ese es tu nombre, ¿verdad?

La cara de absoluto pasmo de Harry estaba realmente divirtiendo al maestro de pociones, quien veía al chico con infinita ternura.

- Si vamos a pasar el último mes de vacaciones viviendo los dos aquí juntos debemos dejar de lado las formalidades, al menos hasta que regresemos al castillo, ¿no crees, Harry? – preguntó suavemente el adulto – Será más cómodo para ambos. Además, aquí no soy tu profesor de pociones, sino... tu compañero de piso.

El chico simplemente asintió. Estaba completamente atónito ante lo que acababa de escuchar. Realmente no acababa de creerse que el hombre que se encontraba ante él fuese el mismo que aquel que había intentado humillarlo y expulsarlo desde el primer día que llegó a Hogwarts.

- Esta bien, Se.... – le costaba pronunciar el nombre de su maestro. No sabía porque, pero esa palabra le producía un extraño nerviosismo. Y precisamente en ese momento no estaba dispuesto a descubrir que era esa nueva sensación que lo embargaba.

- Severus – dijo divertido el hombre al ver la incomodidad de su alumno.- Realmente se ve adorable cuando ésta tan confundido - pensó.

- ¿Dónde está mi cuarto? – preguntó de pronto Harry intentando deliberadamente alejarse de Snape y de la extraña situación en que se encontraba. Sólo quería apartarse del hombre e ir a algún lugar donde pudiese pensar y reflexionar a solas.

Severus le miró largamente sonriéndole, sabiendo las verdaderas intenciones del muchacho tras aquella pregunta.

- Puedes elegir tu mismo la habitación que más te guste. – respondió - La mía es la tercera de la derecha. Siéntete libre de ir cuando necesites algo, por insignificante que te parezca. No temas molestarme.

Tras estas palabras el hombre se giró y salió de la cocina dejando atrás a un perplejo muchacho.

- Pero... ¿qué demonios está pasando aquí? - se preguntaba el chico confundido. - Ese no es Snape. Y...¿desde cuando se comporta de forma amable y civilizada conmigo?



¿Qué os ha parecido? ¿Continuo?

Esto es algo que se me ocurrió mientras escribía uno de los capítulos de "Obligados a entenderse". Mientras escribo el 5º capi de ese fic decidí colgarlo, ya que mi musa parece haberse idos unos cuantos días de vacaciones. Si os gusta escribiré este fic también. Espero vuestra opinión.

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Besitos