NUEVA OPORTUNIDAD.
CAP. 1: DECEPCIÓN Y DESCUBRIMIENTO:
Advertencia: Esta historia es Dramione, perdónenme mis lectoras Sevmioneras, pero necesitaba y deseaba hacerlo, dado que es el primer pairing acerca del que leí en este fandom. Si gustas leerlo, me harás muy feliz… y si me dejas un amable review, con gusto lo responderé a la brevedad posible.
Este fic está dedicado a mi querida Mrs. Darfoy, un gran abrazo.
Cuando la guerra terminó, los Malfoy como era de esperarse tuvieron que sufrir las consecuencias de sus errores; a quien le tocó la peor parte aparentemente fue a Lucius sentenciado a diez años en Azkabán, al retiro de su varita y a la extracción definitiva de su magia… esto equivalía a que el soberbio y orgulloso patriarca Malfoy se vería reducido de ser un poderoso mago a un simple squib… casi un muggle.
Para Narcissa, por la ayuda brindada a Potter, la pena se redujo: cinco años en Azkabán, pero luego sería libre y mantendría su magia.
Para Draco, aunque no había recibido ninguna pena corporal, dado que se demostró que fue forzado a todo, desde recibir la marca tenebrosa; se le dejó "libre"; lo que nadie supo jamás es que el escarnio moral por ver a su familia en la ruina, a sus padres presos, su fortuna confiscada y a su padre condenado a perder su magia; había resultado para el joven de ojos grises y rubios cabellos mucho más duro que una condena a prisión perpetua.
Pero le había jurado a su madre que no se dejaría derrotar, que les demostraría de lo que era capaz un Malfoy o un Black; a pesar que se había convertido en un verdadero paria, que su ropa ya no era exclusiva o que debió trabajar para poderse mantener mientras cursaba estudios superiores en Pociones; su porte aristocrático no lo abandonó ni por un segundo. Aun cuando sus amigos lo habían dejado de lado porque ya no era ventajoso relacionarse con él, a pesar de que su prometida había roto el compromiso que los unía desde niños para casarse con un mago francés que resultó un estafador; Draco Malfoy siguió su camino con la frente en alto como si de un verdadero príncipe se tratara.
Una vez por mes visitaba a su madre en Azkabán, a pesar de que ella misma le había exigido no presentarse en ese sórdido lugar, él siguió haciéndolo religiosamente… hubiera deseado ver a su padre, pero Lucius estaba aislado; todo esto lastimaba sus ocultos sentimientos, porque contrario a lo que todos pensaban, Draco Malfoy sentía, amaba y odiaba con una fuerza y profundidad que sólo las almas reprimidas podían.
Había optado por mudarse al Londres muggle, y la razón era simple: sólo una persona le había tendido la mano, y era precisamente quien menos esperaba, ella, Hermione Granger le ofreció compartir su apartamento, le había ayudado a adaptarse y hasta a conseguir empleo; a su manera eran felices, él estudiaba Pociones Avanzadas y ella Leyes Mágicas, compartían todo o casi todo; y no es que se quejara si ella lo usaba como su almohada particular mientras ambos estudiaban hasta el amanecer en tiempo de exámenes o de que tomara prestadas sus camisetas cuando hacía calor… no era eso… era que él quería más, mucho más… pero cuando recordaba todos los malos momentos que la hizo pasar reprimía una vez más sus sentimientos, tal y como había aprendido a hacer desde su infancia; además, según pensaba ella sólo sentía por él una profunda amistad, tal vez no tanto como la que tenía con Potter pero igual no quería arruinarlo.
Además ella salía con la comadreja apestosa, y aunque no se soportaran entre ellos, y Weasley le haya pedido más de una vez que lo echara, ella no se dejaba doblegar; y ahí seguía luego de 3 años de enseñanza mágica superior, compartiendo con ella el espacio, el tiempo y los sueños.
Ese día había visitado a su madre, tenía la tarde libre y pensaba que ella no estaría en casa; y efectivamente así era. Limpió, fregó, hizo la colada y como no había suficiente en la despensa, decidió salir de compras; prepararía una deliciosa cena para los dos. Si hace años alguien le decía que llegaría a hacer labores domésticas y que se sentiría feliz preparando la cena para Hermione Granger se hubiera reído como loco, pero esa era su realidad; al igual que lo hacía dichoso que ella tuviera pequeñas atenciones con él, como prepararle café o chocolate cuando preparaba algún proyecto o acomodaba para él la ropa en su armario.
Mientras un cierto rubio caminaba al supermercado más cercano, una chica castaña se encaminaba al apartamento que él recién había abandonado. Iba en compañía de su novio, Ron Weasley un pelirrojo que no tenía más oficio ni beneficio que ser jugador mediocre de un cierto deporte mágico y que vivía de las apariencias derivadas de haber sido parte del famoso Trío de Oro que ayudó a derrotar a Voldemort. Subieron y entraron a la pequeña y acogedora vivienda, donde se notaba la perfecta simbiosis que habían hecho sus habitantes, los libros, los muebles, los adornos… y sobre la chimenea una fotografía mágica de los dos habitantes del lugar una chica menuda de rizado cabello castaño y un chico alto de cabello platino y ojos grises… sonreían y se abrazaban; era reciente, de sus vacaciones de intercambio en Francia, se veían felices.
El pelirrojo no más entró se quitó los zapatos de mala manera tirándolos en cualquier rincón subiendo sin consideración alguna los pies a la pulcra mesita de café frente al sofá, miraba con rabia la foto, ella no sonreía así cuando estaba con él, pero ya se las cobraría.
—Oye dame algo de comer, muero de hambre—dijo el pelirrojo sin tacto ni amabilidad.
En la cocina la chica bufó de indignación, mientras trastejaba en los cajones sin encontrar nada, había olvidado comprar la despensa, le tocaba a ella esa semana, lo sabía; pero se le pasó por alto, la voz del pelirrojo desde la sala terminó por alterar su paciencia.
—Tráeme agua—volvió a gritar Weasley desde la sala, no entendía por qué ella era así, debía atenderlo, cuidarlo; tenerlo como novio era lo mejor que le pasaría a una sabelotodo desabrida como Hermione, a su criterio era frígida porque luego de algunos años de novios seguía negándose a tener relaciones con él, eso lo había obligado a recurrir algunas fans y una que otra amiga, pero él era hombre, tenía derecho a hacerlo si ella no le respondía como mujer; o al menos eso pensaba el pelirrojo en su diminuto cerebro.
—Oye, no soy tu criada, ni tu elfina doméstica—le recriminó la muchacha—y baja tus asquerosos pies de mi mesa.
—Me tienes harto, ¿sabes?—bufó como animal embravecido el pelirrojo, mientras se ponía de pie y daba un par de zancadas hasta quedar frente a la muchacha—siempre pretendiendo ser perfecta, ser mejor que yo, queriendo mandarme desde el colegio—la acorraló contra una de las paredes de la habitación, mientras trataba de colar su mano bajo su camiseta—pero ya me cansé, siempre tienes una excusa o una crítica para todo, ahora sabrás de lo que soy capaz; ahora me darás lo que me has negado siempre.
—Déjame Ron—pedía la chica a gritos, no supo en que momento él había insonorizado la habitación—suéltame idiota—gritaba mientras el hombre manoseaba su cuerpo, besaba y mordía su cuello y tiraba de su cabello para inmovilizarla aún más.
—Cállate perra—respondió el muchacho cargado de odio—tienes una debilidad por las serpientes, no eres más que una puta—el odio que se veía en sus ojos era atroz, sus palabras envenenadas, sus actos brutales—antes fue Snape ¿no?, te pasaste tres años suspirando por el bastardo hasta que afortunadamente lo mataron, ahora es Malfoy, te he pedido tantas veces que lo eches y te has negado, ahora entiendo la razón… dime ¿qué es lo que te gusta de él? ¿te excita que te llame sangresucia inmunda? Porque dinero ya no tiene—cada palabra iba acompañada de otra ruda caricia, la camiseta de la chica estaba desgarrada y ahora trataba de deshacerse de los ajustados vaqueros, pero no podía, la joven mujer forcejeaba dificultándole su meta, el pelirrojo le estaba echando en cara su enamoramiento platónico por Severus Snape, un hombre al que siempre admiró por sus inmensos conocimientos y poder, aun por sobre su ácido carácter… pero eso una bestia como Ronald Weasley jamás lo entendería.
Una fuerte mordida en el labio hizo que el pelirrojo desistiera de besarla y empezara a sangrar, enfureciendo y propinándole una fuerte bofetada a la bruja, que se maldecía mentalmente por haber dejado su varita olvidada dentro de su bolso, en la cocina, muy lejos de su alcance.
El golpe en su rostro la tumbó en el suelo, sintió que estaba perdida cuando un desconocido Ron Weasley se cernió sobre su cuerpo con intenciones insanas, ya había logrado deshacer el botón y el cierre, y ahora trataba de bajarlos lo suficiente; estaba desesperada porque casi lo lograba, podía sentir la tela ceder y deslizarse un poco más cada vez por sus caderas; sintió un alivio inmenso cuando escuchó la puerta abrirse.
Draco sintió la magia al acercarse, el apartamento estaba silenciado y la puerta bloqueada con magia; pero él sabía que Hermione no acostumbraba hacer eso, no pudo evitar alarmarse. No le costó demasiado deshacer los encantamientos, definitivamente ella no había sido, si los hubiera puesto la castaña aún estaría afuera y hubiera necesitado un escuadrón de aurores para derribar las barreras mágicas.
Al entrar escuchó jadeos furiosos y gemidos ahogados, casi estuvo a punto de dar la vuelta e irse; que ella se negara a estar con el pelirrojo le daba esperanzas, pero al parecer había decidido dar el paso, le dolía; pero al fin de cuentas era su novio, pero el grito desesperado de ella provocó un odio y una rabia que jamás había sentido, ni siquiera cuando el asqueroso de Voldemort y su desquiciada tía Bellatrix los humillaban a él y a sus padres delante de todos los mortífagos.
Entre el grito desesperado de ella "Ayúdame Draco" y que él estuviera sobre el bastardo pelirrojo golpeándolo como si no hubiera mañana, apenas había un lapso de fracciones de segundo; no pensó en que era un mago y tenía una varita, sólo deseó matar a ese gusano asqueroso con sus propias manos; y si la misma Hermione no intervenía, seguro lo hubiera logrado.
Hermione trató de conjurar su patronus, pero los recientes sucesos, sumado a que hace un tiempo estaba teniendo problemas para conjurar ese hechizo hizo que desistiera; por lo que Draco tomó su varita y realizó el conjuro, pronto una enorme leona plateada salía rumbo a su destino y pocos minutos después Harry Potter estaba frente a ellos, con dos aurores que se llevaron a un inconsciente y amoratado Ron Weasley con rumbo al cuartel de Aurores en calidad de detenido.
Luego que los aurores se hubieron marchado, ella se dedicó a curar con mimo los ensangrentados nudillo del platinado chico; y él a disfrutar de ello a pesar del ardor que provocaban las pociones con las que la chica que robaba sus sueños estaba curándolo.
No sabía que exactamente había sucedido, pero se alegraba de haber llegado a tiempo; ella parecía serena, pero él había aprendido a conocerla, la tristeza profunda en sus ojos castaños le dolía hasta lo más profundo de su corazón; pero no la forzaría a hablar, ella le diría tarde o temprano. Una vez curadas sus manos, la rodeó en un abrazo protector y cariñoso; y fue allí donde ella se quebró, rompiendo a llorar desconsoladamente, mientras se aferraba con fuerza al cuerpo del rubio.
Se sentía bien y segura en el abrazo de Draco, eso le dio la libertad de llorar; era extraño y enfermizo que las mismas palabras con las que el rubio la atormentó de niña fueran las que usara su ahora ex novio para ofenderla; pero cuando el platinado las escupía en su contra cuando eran niños ella se enfurecía, ahora que lo hizo Ronald sintió casi tanto dolor como cuando Bellatrix la había cruciado.
—Él me ha llamado sangresucia—dijo quedamente, pero para Draco no pasó desapercibida la dolorosa inflexión con la que lo decía—me ha despreciado y ofendido… fue horrible, él quería… él…—no pudo seguir hablado cuando una nueva oleada de llanto la invadió impidiéndole continuar.
Draco entendía mucho más que bien a lo que ella se refería, le había tocado vivirlo; para todos era simplemente un asqueroso mortífago hijo de otro asqueroso mortífago; y lo irónico es que eran otros que también siguieron al Lord Tenebroso los que más implacablemente lo señalaban; y era ella, la chica que lloraba entre sus brazos quien le había ayudado a superarlo y encontrar un nuevo rumbo, ella y, aunque le costara admitirlo, Potter, eran sus únicos amigos. Por eso entendía parcialmente porque para ella era tan doloroso ser llamada sangresucia por alguien tan cercano a ella; cuando él se lo decía en el colegio se enfurecía como una veela, pero nunca la vio llorar por eso… incluso recibió más de un golpe de parte de ella, su odio y su rabia, pero nunca una lágrima.
—Hermione, cada uno debe aceptar lo que es… a mí me llaman mortífago y debo aceptar que llevo esta maldita marca que lo demuestra, pero yo lo elegí… es decir, presionado por mi padre, pero de alguna forma lo elegí—suspiró cansado, mientras acariciaba suavemente los rizos castaños que tanto le gustaban—en cambio tu no pediste ni ser bruja, ni nacer de muggles… pero eres la bruja más inteligente y poderosa que he conocido, mucho más que el Comadreja estúpido y eso que él es "sangrepura"—dijo esto con un dejo de desprecio tan grande que extrañó a Hermione—en el colegio te molestaba con eso porque moría de envidia, siempre me superabas en todo; fue en nuestro último año en Hogwarts que entendí que la sangre no importaba, y eso también tú debes meterlo en tu cabecita—decía mientras tocaba un par de veces con la yema de sus dedos la sien de la castaña.
De improviso la chica se puso de pie, agitó su varita para ordenar todo el estropicio de los acontecimientos recientes y se dirigió a su dormitorio, desde donde le gritó a su compañero de vivienda:
—¡Hey hurón albino!—el chico volteó la mirada hacia ella con molestia fingida—vístete, te invito a cenar fuera, debemos respirar—finalizó con un guiño y una sonrisa, a lo que el rubio respondió con un leve asentimiento dirigiéndose de inmediato a su habitación para cumplir con la orden-petición-invitación de la castaña.
Hermione por su parte cerró su puerta y se recostó contra la madera mientras cerraba los ojos por breves instantes; no sabía que le pasaba, con Draco se sentía segura y serena, feliz… que él la salvara de la atrocidad que Ron estuvo a punto de cometer solo contribuyó a incrementar ese sentimiento, hace un tiempo se había dado cuenta que nunca podría pasar a más con Ronald y planeaba terminarlo ese mismo día, su actuación sólo contribuyó a que las cosas se precipitaran y a que ella lo odiara ahora.
Se sentía confundida, hace unos meses trató de conjurar su patronus y la silueta alargada de su nutria había mutado, tenía alas y escamas ahora… le era familiar, de hecho recordaba perfectamente la textura de sus escamas… su patronus era ahora un dragón y no sabía cómo sentirse al respecto, y con mucha más razón ahora que había visto como el patronus de Draco había evolucionado de un no corpóreo a una poderosa leona… inevitablemente recordó a Severus y su patronus en forma de cierva, ¿sería posible que…? Oh Merlín bendito, ya no sabía cómo actuar delante de su compañero de apartamento ahora que su lado racional había sacado una conclusión: en algún momento de los últimos tres años ella y Draco Malfoy se habían enamorado.
