Se había acostado cansado, había pasado la noche entera jugando a las cartas con sus subordinados, y ahora tenía pereza de levantarse.
— ¿Amor?—Una conocida voz le hablaba a su oído—mi cielo, levántate es tarde— Se revolvió entre sus sabanas.
Abrió sus ojos lentamente hasta encontrarse con los orbes purpura dueños de aquella voz.
—Señorita Pandora—exclamó— ¿qué hace en mi habitación? Y ¿en mi cama? y maldita sea ¿Vestida como secretaria?—preguntó extrañado.
— ¿Pasa algo bebé? ¿Por qué me dices señorita pandora? ...es nuestro cuarto, nuestra cama, y este es mi maldito uniforme… ¿Por qué me miras como bicho raro?, no me digas que tienes pesadillas de nuevo— frunció su ceño
Un momento ¿bebé? Desde cuando la general del inframundo era tan cariñosa, ¿Pesadilla? ¿Nuestro cuarto? Algo estaba muy mal, de repente observó con detenimiento la habitación, de hecho no era su recámara, por las ventanas adornadas con cortinas color pastel entraban cálidos… esos eran ¿rayos de sol?
—Pandora ¿qué rayos pasa?—preguntó el rubio.
— ¿Cómo que, que rayos pasa? Es tarde mi vida eso es lo que pasa, tenemos 20 minutos de retraso, hay que llevar a los niños al instituto y tenemos que llegar al trabajo—dijo contando con sus finos dedos.
¿Niños, instituto? ¿Desde cuándo tenía niños?— Pensó ya alterado el juez—pero mi trabajo es juzgar almas pandora—dijo con su rostro ya desencajado del estrés.
—Y nadie ha dicho lo contrario amor, pero los juicios no vendrán hasta tu cuarto muévete—dijo mientras maquillaba sus mejillas con polvo compacto.
El juez se levantó de la cama y se sentó en la mesa con ambas manos en su cara, era un juez todavía, eso estaba claro, pero ¿dónde estaba? Y ¿qué había pasado con Caina? y ¿dónde estaba el metiche de Valentine?
Al verlo en ese estado Pandora, colocó sus manos en la cintura y negó con la cabeza
—O no, dime que no estas de nuevo con esas pesadillas donde yo soy una chiquilla endemoniada y no sé qué más estupideces del afromundo.
—Se llama Inframundo y si tú eres la señora Pandora... El heraldo del señor Hades, nuestra general.
—Creo que tendré q llamar al Dr Shaka otra vez—dijo sacando su celular.
— ¿Dr. Shaka dijiste?
—Si tu psicólogo, él te ayudo la última vez que tuviste esa crisis de pesadillas.
Por hades que demonios pasaba, esto tenía que ser una mala broma de Hypnos claro...de repente cuatro pequeños brazos le rodearon el cuello y torso
—¡Papaaaaá!— chillaron
— Aléjense de mi engendros yo no tengo hijos— dijo el juez casi lanzando a un lado los pequeños
—P p p pero papá...— Dijo un cachetón pelinegro— somos tus hijos.
— ¡Mamá! creo que papá esta con esa crisis nerviosa de nuevo— grito el de cabellos plateados
— Minos, Aiacos dejen en paz a su padre, no descansó bien— Les gritaba Pandora.
¿Papá? ¿Gárgola? ¿Grifo? — ¡Pero que rayos! – les dijo al observarlos, eran sus compañeros de lucha pero en versión infantil, realmente adorables pero perturbadores, hizo una mueca de asco.
—Radamanthys modera ese vocabulario frente a tus hijos y hazme el favor de mover tu trasero y cambiarte, ya nos vamos yo los llevo a todos hoy.
Algo definitivamente no estaba bien, así que decido seguir el juego y cambiarse, debía investigar.
Con un traje café que le quedaba como modelo de catálogo, tomo un maletín que supuso era de él y camino hasta el auto último modelo de su "esposa" que le pitaba de manera exasperada.
Dejaron a los niños en el colegio católico para variar donde el director y sacerdote ¿Shion? los recibía en la puerta.
Señor Wyvern –saludo el "sacerdote"— que gusto que haya venido con sus hijos que tenga buen día.
Gracias padre Shion mi esposo—dijo Pandora señalando el mal encarado juez —ha amanecido un poco distraído y mal humorado—dijo haciéndole mala cara— igualmente que tenga buen día y ustedes – se dirigió a los niños— no se porten mal.
Llegaron a uno de los juzgados más importantes del país aparentemente, pues, frente a ellos se levantaba una enorme estatua de la justicia, un edificio lujoso sin duda, de casi 20 pisos, el Wyvern bajó del auto y se adentró junto a su esposa que antes de separarse le dio un romántico y ahogador beso, luego le limpio el lápiz labial que había dejado en su boca y camino hacia su oficina— ¡Que tengas un lindo día mi amor!—exclamo perdiéndose tras las puertas
El solo sonrió.
Señor Wyvern que gusto verlo pensé que no vendría, el juicio es dentro de unas horas— dijo un atareado Valentine entregando un par de expedientes— el jefe quiere verlo – susurro – se escucha molesto.
—Valentine…—llamó el rubio— ¿quién es mi jefe?
El chico lo miro asombrado, camino hacia él y le observo a los ojos.
— ¿Le sucede algo juez Wyvern? ¿Quiere que llame a su esposa? Esta un piso más abajo, o ¿tal vez alguna pastilla?, ¿se siente mal jefe?—dijo tocando su frente.
El rubio levanto la ceja — cálmate solo estoy un poco estresado— de un ademan se liberó de la mano de Valentine—llévame a la oficina del jefe.
Subiendo los hombros el joven Valentine guio al juez hasta la oficina del jefe, toco la puerta y dio paso a el rubio. El joven salió casi corriendo y dejo solo a ambos hombres.
De espaldas en una silla corrediza un hombre tomaba la palabra.
—Juez Wyvern, hemos retrasado el juicio por su llegada tardía, ¿tiene alguna excusa para que no lo amoneste?
Esa voz…, esa voz, él la conocía era...
— ¿señor Hades?
—De menos que me hubiera tomado unas merecidas vacaciones, no creo hubiera alguien más en este puesto…— contesto socarrón — y ¿por qué me llamas señor Hades? no soy un anciano.
Giro la silla y un elegante joven de cabellos oscuros le sonrió, vestía un hermoso traje de etiqueta
—¿Qué te pasa Rada? Te quedaste callado…—preguntó levantando una ceja.
El rubio se a cercó a su jefe y lo observo detenidamente
—Señor Hades creo que nada de esto está bien, ¿qué paso con las prisiones Cocytos, Caina yomotsu?
—Que rayos te pasa Wyvern, ¿acaso estás loco?, ¡te pedí una excusa no que fingieras demencia!, ahora vete revisa esos expedientes y atiende ese juicio hablaremos apenas termine.
Consternado el juez salió de la oficina del jefe a su despacho, cerró la puerta, tomo con pereza ambos expedientes que había traído Valentine y le dio una ojeada.
—Mmm demanda por homicidio en tercer grado... Victima Seiya Kido, acusada Saori Kido ¿esposa del fallecido?... Interesante, abogado…. No puede ser ¿Ángelo de cáncer?—
No cabía en su asombro, que rayos pasaba ¿tendría que juzgar a la diosa Atena? ¿Culpable de matar al Pegaso? que rayos. De repente escucho un golpe en la puerta, luego la cara de Valentine asomándose
—Jefe, el abogado Cáncer y su cliente desean verlo ¿los hago pasar?
Radamanthys asintió
—Boun Giorno Juez Wyvern— un elegante italiano se adentraba junto a una sexy pelilila— mi cliente la Signora Kido— la joven extendió su mano al juez, que no sabía si era cosa suya pero esa desquiciada le guiño el ojo.
—Un placer, al fin lo conozco Juez Wyvern— dijo con una seductora voz
De repente dos melenas azules entraron como huracán en su oficina.
—Mamá dile que es mío— decía un peliazul.
—No, es mío el tuyo se dañó ayer— le contesto el otro.
—Tú me lo dañaste.
—Mentiroso.
— Saga…, Kanon… – ladro la pelilila— basta, no sean mal educados y saluden al juez mis pequeños angelitos.
¿Angelitos? Esos gemelos del demonio siempre alterando su vida que hasta en sus peores pesadillas los veía, pensó el juez.
El abogado se limpió el pecho –hemos decidido traerlos como cuartada, señor Wyvern, pero al ser menores de edad necesitamos su autorización.
El juez sostuvo su barbilla y sonrío.
Continuaraaaa
