Este fic se me ocurrió escuchando unas melodías de Mozart y de Bethoven, no tenia en mente un personaje principal, así que pueden imaginarlo del punto de vista de quien deseen.


Era viernes a medio día.

"¿Entonces no vienes?"

"No, tengo que ir a dejar esta flauta en el salón de música, ustedes adelántense y arreglen todo para la noche de películas"

"Está bien, pero no tardes mucho" dijeron mis hermanas yéndose, dejándome completamente sola en la escuela, siempre éramos las ultimas en salir, las tres, pero ahora, por primera vez, estoy yo sola.

Y ahí me encontraba yo, caminado por los pasillos de la escuela, para dejar una simple flauta, pero que había prometido devolver antes del lunes.

Camine por los largos pasillos por donde se filtraban los tenues rayos del sol del atardecer.

Y el ruido de mis zatos escolares contra el de la loseta era el único que escuchaba. Por mientras.

A medida que me acercaba al salón de música, comencé a oír una leve melodía, a lo lejos, era un piano, pero no provenía del salón de música.

Así que me quede en mi lugar, intentando detectar de donde provenía la fuente del sonido.

Camine hasta un pasillo al que nunca había ido y a medida que caminaba, la melodía se hacía más alegre y más fuerte, como invitándome a ir a donde ella estaba. Al llegar al final de pasillo, la melodía aun parecía lejana, aun parecía estar muy lejos de ella. Decidí que sería un buen momento para desistir, y al voltear hacia arriba, como un relámpago, la idea que esa melodía se encontrara en la azotea de la escuela, paso por mi cabeza, así que sin más me dirigí allí.

Gire en un pasillo, para ir a las escaleras que me llevarían a la tan prohibida azotea. Nunca nadie subía, era contra el reglamento escolar, para evitar accidentes. Pero ahora yo, tenía las escaleras pintadas de color verde frente a mí, sin nadie que me detenga. Sin pensarlo mucho, las subí, no debían ser más de quince escalones, pero no me detuve a contarlos, la puerta no tenía la cadena que usualmente tenia, y la puerta estaba entreabierta.

Lentamente, puse mi mano sobre la puerta pensando en ¿Qué podía pasar?

Al abrir la puerta por completo, pude ver un gran piano de cola blanco, y a frente a mí, había un chico de espaldas tocándolo. El no me escucho, pues ni se inmuto por mi presencia.

Al terminar la pieza, volteó a verme, como estudiándome, el era por mucho, el chico más guapo que había visto, pero su belleza era diferente…su belleza era preocupante.

Comenzó una melodía nueva, era embriagante. Como si esta pieza de piano hubiera sido escrita para mí y solo para mí.

Mis pies comenzaron a moverse por sí solos y con ellos todo mi cuerpo, y comencé a bailar ballet, curioso, porque no lo sé hacer. El ahora tocaba el piano más lento y mi ser daba vueltas a su alrededor y de mis ojos comenzaban a salir lagrimas, pues esto comenzaba a asustarme. Me había dado que cuenta de que esto no lo controlaba yo lo hacia él y no conocía sus intenciones.

"Por favor, detente" dije con terror en mis ojos, pero él ni se movió, y yo no podía dejar de bailar, a pesar de ser una chica superpoderosa, el parecía mucho mas fuerte que yo...

Mis pies me llevaron al borde de la azotea y no tenían intenciones de detenerse.

"¡PARA YA!" le grite, mi garganta me dolió, fue el grito más fuerte que he oído o que he dado. El no se movió, me ignoraba por completo, mis pies giraron, haciéndome dar un salto, y alejarme del borde, pero mi corazón, palpitaba tan fuerte, que, a pesar del piano, podía jurar que él también podía oírlo.

El continuaba tocando y yo bailando, él parecía no cansarse y yo menos, volteo hacia mí y sonrió, y ahora se veía como un ángel.

"¡Por favor que se detenga ya, que se detenga ya!" Pero la melodía solo cambio por una más lenta, y otra vez me acerque al borde de la azotea.

"¡PORFAVOR!" le grite, pero él no se detuvo, solo continuaba más de prisa, en un momento me quede congelada en el borde, admire el paisaje un segundo, mi pie derecho se aventuro a salir del borde, seguido por el izquierdo y todo se volvió negro.

Hasta el día de hoy, no eh podido saber quién era el, pero que aun anda por ahí, hipnotizando a curiosos con sus melodías, para luego hacerlos bailar el ballet de la muerte.

Así es que si lo escuchas una tarde, huye de la melodía, ya que si te vas a buscarlo, será lo último que harás, sobre aviso no hay engaño.