Blanco
–Dame mi dulce, Potter.
–No, tienes que comer otras cosas –respondió Harry, alejando el éclair del alcance del rubio–. Te hará mal comer tanta azúcar.
Draco resopló, indignado–. No seas idiota. Comer un éclair nunca mató a nadie… Hasta hoy, porque si no me lo das, desaparecerás de la faz de la Tierra –, amenazó con su mejor mirada maliciosa.
Pero Harry no se sintió intimidado. Por el contrario, miró a Draco y se comió el éclair con extremada lentitud, lamiendo cada uno de sus dedos tras ingerir el postre.
Ahora, el Slytherin lo miraba turbado–. No vuelvas a hacer eso.
–¿Qué cosa? –preguntó Harry, llevándose de vuelta un dedo a la boca para lamerlo, a la vez, que miraba al otro chico a los ojos–. ¿Te molesta?
–Me enloquece –. Sin poder soportar un segundo más, Draco se aproximó al moreno y capturó sus labios en un acalorado beso–. Tú me enloqueces, Potter –. Deslizó sus labios hacia el cuello del muchacho y comenzó a darle sonoros besos.
Harry, por nada del mundo, quería que Draco supiera que algo tan sencillo como eso podía a reducirlo a tal estado. Tenía los ojos cerrados y deseaba fehacientemente poder gemir pero no, estaba intentando controlarse.
Cuando una delgada mano se deslizó por su estómago, se rindió y se dejó llevar por la intensidad del momento.
–¿Te gusta? –le preguntó el rubio y Harry sólo pudo susurrar un patético 'sí' –. No te hagas ilusiones, Potter. Esto no es real.
Entonces, Harry abrió los ojos y se alejó del chico–. Draco, lo prometiste. Dijiste que no ibas a hablar de eso.
–Ya es hora de que lo haga. Harry, debes despertar. Lo sabes, ¿verdad?
No iba a escuchar esto, no iba a tener esta conversación. Se puso de pie y caminó hacia la puerta de la Sala Multipropósito.
Salió sin mirar atrás y lo vio. La realidad estaba ahí, frente a él. Cerró los ojos con fuerza y cuando los volvió a abrir, se encontró a sí mismo en un pasillo del séptimo piso de Hogwarts. Sonrió, más tranquilo, y caminó hacia la Sala Común.
–Harry, espera –, escuchó que dijo Draco a sus espaldas pero lo ignoró–. ¡Detente! No es tu culpa.
Detuvo la marcha y se volteó para ver al Slytherin–. Claro que lo es y lo siento. Realmente lo siento. Por favor, sólo quiero olvidarlo. ¿No podemos estar bien aquí? Te daré dulces.
Draco sonrió y llevó una mano a su mejilla–. No quiero dulces, Harry. Quiero que despiertes, que seas feliz. ¿Me amas? –Harry asintió, sin dudarlo–. Entonces, por favor, despierta.
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Harry Potter abre los ojos y el blanco cegador de la habitación lo obliga a cerrarlos nuevamente. Se incorpora en la cama y vuelve a levantar sus párpados, esta vez, más cautelosamente.
Blanco. Está solo y se siente muy sediento. El lugar está borroso y eso lo marea. ¿Dónde están sus gafas? ¿Dónde está Draco?
Y entonces, todo vuelve a él, recuerda hasta al más ínfimo detalle. Imágenes conectadas por espacios en blanco que constituyen una tela de la realidad de la cual no quiere formar parte.
Cierra los ojos y ruega volver a Hogwarts, quiere seguir peleando con Draco a causa de los éclairs. Pero no, ya no hay Hogwarts, ni éclais, ni Draco.
Ya no hay nada. Están muertos. La realidad es vacía. Blanca.
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Muchísimas gracias a todos por leer :)
¡Besos!
- Inefable
