El viaje.

Nota del Autor: Hey, hola. Hace poco estaba pensando que yo no he hecho ninguna historia larga aquí. One-Shot aquí y allá, pero ninguno de siquiera dos capítulos.

Me parece que las historias largas son un verdadero reto para mí, en serio. Yo no me llevo bien con ellas, haha. Supongo que debe ser porque nunca sé cómo terminarlas. Me desvío y la historia nunca llega a su fin porque, demonios, yo nunca quiero acabarlas, haha.

Pero lo intentaré. Porque adoro los retos.

Así que… *redobles, por favor* he aquí mi primer fanfiction de más de un capítulo. Qué honor, haha.

Tengan compasión, no sé manejar muy bien las historias de más de cuatro mil palabras. Uf.

Yo en realidad espero subir un capítulo diario y que esto tenga alrededor de diez capítulos. Probablemente tenga menos. O más, quién sabe. Así que, por lo tanto, esta historia estará en español, definitivamente. Dado que este es mi idioma original, puede que se complique menos para mí subir algo diario. Posteriormente, escribiré la historia en inglés y la subiré en un archivo como título "The Travel."

Ah, sí. Esta historia está algo fuera de lugar. Se lleva a cabo dentro del universo 2k12, pero no es que tenga mucha continuidad o algo por el estilo. Tampoco se relaciona verdaderamente con los episodios originales. Supongo que podría decirse que esta historia está dentro de la segunda temporada, cuando April es amiga de las tortugas. No incluyo a Casey; al menos no todavía. Esto lo menciono porque deberían saber que no se han ido a la granja todavía, que April vive con su tía y que su papá es un mutante.

Hum… yo quería hacer algo diferente a las historias comunes. Y creo que lo logré, no sé. La historia es algo retorcida, si puede llamarse así. Haha.

Huh... Lamento la larga introducción. Espero terminar esto y en serio espero que les guste, haha. No es mi fuerte, aclaro.

¡Deséenme suerte linduras!

¡Lean, por favor!

Descargo de responsabilidad: Yo no poseo Teenage Mutant Ninja Turtles. Y estoy segura de que agradecen eso, dado que si lo hiciera, seguro provocaría un desastre. Hehe.


Punto de vista de April.

Hurgo en mi armario. Deslizo mis dedos entre la ropa (algunas camisetas y blusas) y acomodo entre mis manos varias prendas. Nunca me ha gustado salir de viaje, si soy sincera.

Es época de invierno. Y es un Febrero frío en la ciudad de Nueva York. No hay nieve, pero si fuertes ventiscas y lluvias torrenciales. Fin de semana: cinco días exactos para San Valentín. Mi tía ha estado saliendo con un chico que conoció en la web: un chico raro, si me preguntan.

El tipo es un empresario, especie de millonario. Y tiene una piscina en su departamento, lo cual me parece aún más extraño. Trabajaba en Brooklyn, pero se mudó a Nueva York por alguna estúpida razón. Le fascinan las fresas y el color gris. Ah, sí. Y salir con chicas que no conoce, por supuesto.

Uh, sí. Y aquí está lo espeluznante: comparte el gusto particular por artículos prestigiosos antiguos. De los muertos, más bien dicho. No sé por qué, pero por alguna razón eso me parece realmente espeluznante y enfermo. No es que tenga algo en contra de los muertos, pero es como si yo usurpara sus cosas sólo porque ya no pueden reñirme por eso.

Como se acerca la romántica fecha, mi tía quiere regalarle unos artículos particulares de un ex-presidente o un senador (no estoy muy segura) que investigó en internet. Los vende un sujeto llamado Carl en la frontera sur de Canadá.

Y aquí va lo malo de toda la situación: mi tía se rompió una pierna hace poco y no puede manejar. Lo malo es, precisamente, que me ha enviado a mí a recoger la chatarra de los muertos en lugar de ella gracias al fatídico accidente.

—Tengo que lavar pronto —mascullo, mirando a través de mi ropa—. No tengo nada en mi armario.

Mikey silba detrás de mí y rebota en el colchón de mi cama.

—¿Podrías dejar de hacer tanto ruido?

—No quiero, Raphie.

—Deja de llamarme así.

—No quiero, Raphie.

Me río entre dientes. Alzo mis brazos y me pongo de puntillas para alcanzar la punta de una repisa. Ahí están mis abrigos de invierno, y dado que viajo a Canadá, será una buena idea llevarlos conmigo.

Sigo estirándome y caigo hacia el frente. Entonces oigo una risa detrás de mí.

Hago los brazos hacia atrás y manoteo en el aire.

—No te burles —pido, con voz infantil.

Escucho pasos. Raph llega junto a mí y siento cómo su mano me empuja hacia un lado.

—Auch —me quejo, a pesar de que lo hizo con suavidad.

Él se inclina dentro del armario. Estira los músculos de los brazos y tira de la bolsa hacia abajo. Se gira hacia mí y me la entrega, con una mirada condescendiente. Tiene ese brillo en los ojos que aparece sólo cuando está burlándose de mí. O de Mikey.

—Discúlpame por no poseer tu altura —replico, antes de que pueda mencionar algo.

Él pone los ojos en blanco y sonríe, divertido.

—Tenemos casi la misma altura, pelirroja.

—Eso no es cierto —refuto, aunque sé que técnicamente es cierto—. Además, yo soy menos ágil que tú.

—No pienso negar lo que es cierto.

Me río.

—¡Hey! —golpeo su pecho con mi diminuto puño. Estoy segura de que va a echarse a reír en cualquier momento.

Abro la bolsa y saco gorros con diseños extraños y bufandas tejidas. Rojos, amarillos, verdes, naranjas, azules. Los abrigos puedo empacarlos al final. Mike deja de rebotar en mi cama y viene hacia mí para ayudarme a cargar con las prendas de vestir.

Camino hasta llegar a la maleta, situada en el suelo junto a mi cómoda. Me hinco frente a ella y lanzo la ropa hacia adentro.

—No sé cómo esperas que quepan las cosas si no las acomodas.

—Las estoy acomodando, Raph. Yo no voy a tu casa y te digo cómo ordenar tus cómics, ¿o sí?

—No, porque no es necesario.

Sonrío.

—Eres imposible.

—Es lo que yo digo todo el tiempo —se ríe Mike.

Meto los gorros primero, sin ningún orden.

Mikey se vuelve hacia mi cama y se lanza contra ella. Entonces comienza a saltar con ambos pies. Toca el techo con ambas manos cada vez que llega arriba.

—¡April! —oigo que chilla mi tía, en la habitación contigua—. ¡Deja de hacer eso! ¡Vas a romper el colchón a la mitad!

Me tenso. Mike se detiene al instante, con cara de culpa.

—¡Sí, tía! —respondo.

Como ella no responde, supongo que me hizo caso. Suelto un suspiro de alivio.

—Lo lamento —dice Mike.

—No importa —le digo—. Debe ser divertido.

Le sonrío. Me vuelvo hacia mi maleta y hago una mueca. Los gorros y las bufandas abarcan tres cuartas partes de la bolsa. Maldito Raphael, ¿por qué tienes razón?

Pongo mis manos sobre la ropa y empujo hacia abajo, con la esperanza de que se haga espacio. Funciona con dos cuartas partes.

—Chicos —digo, sacudiendo las manos—. No es que no aprecie su compañía, en serio, pero no es necesario que vengan conmigo mañana. El viaje seguro será más aburrido que nada.

—Muy tarde —dice Raph.

Me río.

—Sé que son sobreprotectores y todo eso. Y lo aprecio. Es lindo tener personas que cuidan de ti. Pero sólo estaré fuera dos días. Tres como máximo.

—Yo tampoco deseo mucho ir a ese estúpido viaje, April —dice Raph, con una ceja alzada.

Mikey alza una mano en el aire y sonríe.

—Yo sí quiero.

—Pero… —continúa Raph, como si no hubiera habido interrupciones— tú le dijiste a Sensei, y él hizo todo un alboroto. Se pone histérico con eso de tu seguridad. Y Donnie también.

—Yo le avisé porque no quería que se preocupara si se enteraba que no estaba en casa.

—Muy tarde —repite, con voz acusadora.

Pongo los ojos en blanco y cierro la maleta de una patada. Me inclino hacia delante y me levanto. Me dejo caer hacia atrás y caigo sobre la cama.

—Pero…

Entierro las manos en mi cara y espero no sonar demasiado grosera.

—Si no querías ir, ¿por qué no vino Donnie en tu lugar, entonces?

Él gruñe. Sí, sonó grosero.

—No lo digo por lo que estés pensando, Raph. De verdad. Me encanta la idea de que ustedes dos vengan conmigo de viaje.

Y era verdad. El viaje iba a ser tan horriblemente aburrido, que el hecho de tener compañía —de tenerlos a ellos de compañía— me alegraba en serio.

—Es sólo que esta situación parece incómoda para ti —realmente parecía incómoda—, así que no veo por qué…

—Donnie tenía trabajo —responde él, como si fuera obvio—. Tú sabes, el retro-mutágeno y esas cosas de cerebrito que hace. Y Leo tenía ese entrenamiento de katas y no quería…

—Sí —lo interrumpo—. Está bien. Entiendo el punto.

—Yo siempre quise ir de viaje a Canadá —dice Mike, amable—. Dicen que el tocino de Canadá es muy bueno. Y yo ni siquiera sé qué es el tocino.

Sonrío. Ese chico es un pedazo de cielo.

—Es como el pepperoni, Mikey —frunzo los labios, pensativa—. Pero en tiras.

Él se ríe.

—¿Podemos comer algo de eso cuando lleguemos?

Me inclino hacia delante y le doy un golpecito en el hombro.

—Por supuesto que sí, cariño.

Él sonríe. Se gira hacia su hermano mayor y le guiña el ojo.

—¿Oíste eso, Raph? Soy el favorito del viaje.

Me río. Puede que sea cierto. Pero sólo un poco. Raph también tiene lo suyo.

—Cómo sea —dice él.

Sonrío.

—Nos vamos mañana en la mañana ¿sí? —hundo mis labios en una mueca, recelosa—, ¿Pueden venir a las cinco de la madrugada?

Mikey gime.

-ow ...

—¿Cinco y media? —pregunto.

Él hace puchero.

—Cinco y media —digo, con una ceja alzada.

Mike me saca la lengua en gesto infantil y después se ríe.

—Vámonos ya, cabeza de caparazón —dice Raph, tomando a Mikey de su bandana.

—¡Nos vemos, April! —chilla Mikey, mientras es arrastrado hacia atrás.

—Nos vemos mañana, chicos —me despido.

Los veo caminar fuera de la ventana y sonrío en mis adentros. Esos dos, seguro van a hacerme el viaje imposible. Y divertido.

Raphael se vuelve hacia mí y me da un saludo militar a modo de despedida. Me río.

Sí, seguro que van a hacerme el viaje imposible.


N/A: Huh… esto mejorará con el tiempo. Haha. Y también será más largo. ¡Espero que les haya gustado! ¡Mañana publico! Lo prometo.

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