Los personajes no me pertenecen son de la autora Rumiko Takahashi.

La historia es totalmente mía, salida de mi imaginación y escrita por .


-Los hombres son nuestros conejillos de indias cariño, son fáciles de manipular y te lo digo por experiencia, así que no se por qué no quieres uno.

-Sango a veces no entiendo porque te hiciste psicóloga si tienes esa mentalidad tan…no sé cómo decirlo.

-Psicóloga-sexóloga cariño, y espero no verte en mi consulta nunca, aunque teniendo en cuenta tus últimos rolletes…

-¡Agg cállate Sango!

-Lo que tu digas Kagome pero el sexo es muy importante y…

Kagome Higurashi suspiró pesadamente mientras dejaba el lápiz sobre la mesa, había estado recordando la conversación que tuvo con su amiga por teléfono, tal vez Sango tuviese razón y era hora de darle una alegría al cuerpo, pero no tenía ganas de un rollo de una noche y además ella últimamente no tenía noches libres, el trabajo ocupaba casi todo su tiempo y estaba realmente cansada de tener tanto papeleo, casi no recordaba la última vez que paso un fin de semana entero en casa, a veces se arrepentía muchísimo de haberse metido en la policía, aunque más bien lo suyo era papeleo e investigación, nada de correr tras los ladrones y esas cosas, y la verdad su trabajo no era tan emocionante como en la televisión, nada de cadáveres sin identificar y medio desfigurados, lo más horripilante que había visto era un gato que había estirado la pata en el escenario de un crimen y el pobre se había quedado con los ojos abiertos y sangrando por la boca.

-Aún me queda una hora…-dijo suspirando pesadamente a la vez que se levantaba de la silla y se acercaba a la máquina de cafés, se pidió un expreso, aunque seguía diciendo que esos cafés sabían a alquitrán o algo parecido.

Se volvió a sentar en la silla y encendió el msn poniéndose como no conectada, al instante empezaron a salir ventanitas de nuevos contactos, y mira por donde todos eran hombres.

-Lo ha vuelto a hacer, le dije que no le diera mi correo a nadie.

Sango se había propuesto encontrarle un amigo con mucho derecho a roce, y como sus anteriores planes de presentarle chicos no funcionaron –más que nada porque Kagome se vestía de la peor forma y se recogía el pelo en un horrible moño- pues los chicos salían pitando a la primera oportunidad, había decidido buscarle un amigo por Internet, y conociéndola le habría dado permiso a su novio Miroku para que pasara el msn de Kagome a todos sus amigos que la conocían de vista.

-A veces pienso que Sango no tiene vida propia.

Siguió bebiendo el asqueroso café a la vez que miraba quien estaba conectado, casi nadie y francamente era normal, nadie en su sano juicio estaría levantado a las seis y media de la mañana.

-Yo paso de seguir aquí-dijo mientras apagaba el portátil y comenzaba a guardar unas carpetas en una bandolera junto con el portátil, subió las persianas de la oficina y cerró con llave alejándose del lugar, hacia los aparcamientos, donde se monto en su Citroen C1 rojo metalizado.

En menos de quince minutos se encontraba frente a la cafetería "Mairan" realmente adoraba el café de ese lugar y por no hablar de los donuts, pensaba saltarse el régimen, volvería a hacer amistad con las calorías y recuperaría a su viejo amigo el azúcar.

Entró en el establecimiento aún pensando en cosas absurdas y se sentó en la barra, no necesitaba leer el menú de la cafetería, prácticamente se lo sabía de memoria, así que simplemente esperó hasta que Yuka se acercó para atenderla.

-Buenos días Kagome.

Le dio los buenos días a Yuka y pidió sus donuts y un buen café, observó como la muchacha se alejaba y la miró de arriba abajo, todavía podía recordar a su antigua amiga de instituto y de primer año de universidad, era completamente diferente, y no era solo por el físico –aunque también había cambiado- si no de mentalidad, tuvo que madurar de golpe y dejar sus estudios; aún podía recordar el día en que Yuka les dio la noticia de que estaba embarazada y que el muy cabrón de su novio la había dejado al enterarse.

-Aquí tienes Kagome-le dijo Yuka dulcemente a la vez que le servía sus donuts con muchas calorías y azúcar, y un buen café.

-Muchas gracias Yuka, ¿qué tal esta Michael?

-Muy bien, ya empezó las clases-dijo con una sonrisa, se notaba que a pesar de las circunstancias en las que el niño había nacido ella lo adoraba-

-Me alegro.

Yuka sonrío a Kagome y se despidió mientras se acercaba a otro cliente, era una buena chica con un pasado muy desafortunado.

-Que rico estas amigo donut, mi amigo azúcar y yo hemos hecho las paces

-¿Kagome qué haces hablando con un donut?

Kagome se giró y vio a Sango, la cual la miraba extrañada, un sonrojo cubrió la cara de Kagome, realmente necesitaba ir al psicólogo.

-Esto…no

-¿Ah no? ¿Y con quién?

-Con el señor azúcar.

Sango no dijo nada simplemente se sentó a su lado, pidió un café, y sacó su agenda y un bolígrafo.

-¿Cuándo quieres que te de cita?

-¿Tengo pinta de necesitar una psicóloga?

-¿La verdad? Un poco pero creo que necesitas más una sexóloga.

-Sango odio cuando empiezas así, te preocupas más tú, por mi vida sexual que yo.

-Cariño me preocupo por ti, y por tu mente.

-Deja mi mente en paz.

-Vale pues me preocupo por tus partes bajas que parece que siempre están de vacaciones.

-Sango…olvídame a mí y a mis partes bajas, que mira por donde están perfectamente.

Sango se río, Kagome había casi gritado eso último y tanto los hombres como los muchachos del bar se habían girado a mirarla, eran como moscas.

-Ahora en serio Kagome, dime que no necesitas un hombre que te encierre en un cuarto.

-¿Para qué voy a querer yo eso?

-¿Quieres que te haga un dibujo?

-No gracias, me traumatizare con tu mal arte.

Sango miró mal a su amiga y le hizo burla sacándole la lengua.

-Muy bien haz lo que quieras Kagome, pero recuerda algo, la vida no es solo trabajo, también hay otras cosas.

-Tu dices eso porque tu vida y tu trabajo están entrelazados y puedes compaginarlos perfectamente, el último novio que tuve fue Houjo y mira como acabamos, el dejándome porque no nos veíamos casi y yo mandándole a la mierda.

Sango suspiró y se levantó del taburete.

-Bueno lo que tu digas Kagome pero realmente espero que sepas que estás haciendo.

-Ya podré tener novio cuando sea jefa de laboratorio.

-¿Y eso cuando será? ¿A los treinta y ocho o a los cuarenta y cinco?, bueno déjalo total se que eres imposible, pero de todas formas te quiero-le dijo la castaña mientras daba un beso en la mejilla a su amiga y se iba- ¡adiós Kagome!

La morena hizo un gesto de adiós y se levantó del taburete, dejando el dinero sobre la barra, y saliendo despreocupadamente del local, esa noche le tocaba guardia y realmente no estaba de humor para soportar otra noche de aburrimiento.

Se subió en su coche y condujo con tranquilidad hacia casa escuchando la radio.

Aparcó frente a su casa, era la única de la calle que no tenia garaje, pero que iba a hacerle, bastante le costaba poder pagar las facturas de la casa y sus gastos propios, aunque era verdad que no le faltaba de nada, pero ansiaba algún día poder ir a una tienda y comprar todo lo que quisiera sin tener antes que mirar los precios y desilusionarse al ver que estaba por encima de sus capacidades económicas.

Abrió la puerta de su casa y dejó el portátil junto con los documentos y su bolso en el sillón más cercano, se quitó los tacones y les pegó una patada, estaba muy pero que muy cansada y esa noche tenía más trabajo, ¿algún día podría tener una noche tranquila en su casa?, se puso unos vaqueros desgastados y una camiseta marrón junto con sus zapatillas rosas de andar por casa, y comenzó a recoger un poco, realmente necesitaba una asistenta, o si no una madre, lo suyo no era el limpiar, había cajas de pizza encima de la mesa, libros y papeles por el suelo, mantas sobre el sofá y latas de coca cola hasta en la habitación.

-Odio mi vida.

Comenzó a recoger cosa por cosa, cuando terminó eran las diez y media de la mañana, así que se acostó sobre el sofá y puso el despertador a las dos y media de la tarde, realmente su horario no era normal.


-Maldita sea coge el puñetero móvil.

Un hombre de cabellos negros maldecía a su móvil mientras intentaba contactar con alguien, la gente le miraba raro, pues no era normal ver en mitad del aeropuerto a un hombre de unos veintiochoaños maldiciendo a su móvil a toda voz.

-Juro que cuando te coja te mato-siguió amenazando el hombre- lo juro Miroku, te arrancare la cabeza.

Pero al parecer se canso de maldecir al teléfono pues cogió la maleta que había dejado en el suelo y comenzó a andar hacia la salida del aeropuerto, una vez allí llamó a un taxi y le dio la dirección de la casa de su amigo, al cual pensaba arrancar la cabeza y seguramente tendría la fuerza suficiente para hacerlo, pues el traje de color azul oscuro dejaba notar unos fuertes brazos, que seguro podían acabar con la cabeza de cualquiera.

Después de diez minutos de viaje, el conductor del taxi paró frente a una casa de color crema, el hombre le dio al taxista su dinero y salió del coche, acercándose a la puerta de la casa y tocando el timbre.

-¡¡Voy!!-se oyó una voz de dentro de la casa, al cabo de un par de minutos abrió la puerta una muchacha de ojos marrones y cabello castaño recogido en dos trenzas, la chica era bastante linda tenía unos bonitos ojos, pero realmente no era de su tipo.

-Tu debes ser Sango-dijo el hombre sin ni siquiera presentarse y pasando de la cara de incertidumbre de la castaña al ver como entraba en la casa.

-¡¡Miroku baja tu estúpido culo hasta aquí si no quieres que te rompa el cuello!!

Sango pegó un pequeño saltito de impresión mientras cerraba la puerta y balbuceaba algunas tonterías, de pronto giró su vista al oír unos trompicones por los escalones, y vio a su novio Miroku maldecir mientras se intentaba abrochar unos pantalones.

-¿Quieres causarme un trauma?

-¿Y tú a mi un ataque al corazón?

-No contestaste al móvil, te dije que te llamaría, pero no tú tienes que dejar el móvil por ahí perdido.

-Estaba bañándome.

-Pues no lo parece, hueles a perro muerto.

-Inuyasha aprende a ser más amable, te recuerdo que hay una señorita delante.

Sango hacía rato que se había perdido en la conversión llena de insultos de esos dos, tragó saliva y se acercó a Inuyasha tendiéndole la mano.

-Sango Tajiyama –le dijo sonriéndole, Inuyasha estrecho su mano y le sonrío-

-Inuyasha Taisho, siento mucho el espectáculo-dijo sensualmente- simplemente me saca de mis casillas.

Cuando Sango iba a responder Miroku tiró a Inuyasha de la chaqueta.

-Deja de coquetear con mi novia idiota.

-¿Tu novia?, Miroku habíamos acordado que ibas a salir del armario.

Sango suspiró y vio como ambos comenzaban otra vez a discutir, realmente no entendía la situación.


-Mmm...…-Kagome apagó el despertador y se levantó del sofá bostezando, tenía el pelo de una forma desastrosa, y las legañas aún en sus ojos, cogió un sobre de macarrones a la boloñesa y preparó algo de agua hervida, los echo y comenzó a removerlos, definitivamente había dejado la dieta.

Mientras los macarrones se hacían sacó de la nevera una coca cola y un plato, en cinco minutos estaba tomando sus macarrones precocinados y su coca cola sin gas, realmente su vida apestaba.

-No es justo me hice criminóloga para vivir acción, no para tener que hacer trabajos extras por la noche y comer sobres precocinados.

Refunfuñando llevó el plato ya vacío junto con la lata a la cocina y volvió al salón, se sentó en el sofá y puso la tele, para su profunda desgracia salió el CSI.

-Os demandare todo lo que enseñáis por la tele es una mentira, sois un fraude-le chillaba Kagome a la televisión, quizás al final sí que necesitaba ir a la consulta de Sango.


-¿Quieres mas carne Inuyasha?-le preguntó Sango a su invitado mientras servía a Miroku una chuleta-

-No gracias estoy lleno-le respondió el otro-

-Bien y ahora que has terminado… ¿porque ese repentino interés por venir aquí?

Inuyasha alzó la cabeza y miró a Miroku el cual aún estaba comiendo su chuleta, sonrío arrogantemente y se encogió de hombros.

-Simplemente me apetecía.

-Mentiroso, tío estabas en New York, ¿qué bicho te ha picado para venir aquí? Se sincero.

-Muy bien.

Miroku miro a su amigo que se había puesto serio y le miraba fijamente.

-He venido a…

-Aquí está el postre-Sango entró en ese momento en el salón con un helado de chocolate, nata y vainilla, ambos hombres se callaron de golpe y miraron a la muchacha, la pobre no sabía ni que decir así que simplemente dejo el helado sobre la mesa y se corto un trozo, esos dos la intimidaban, y eso que era difícil intimidar a una persona como Sango.


Kagome se levantó del sofá tras ver tres episodios de CSI e insultarlos hasta hartarse, les había llamado de todo, hasta había inventado unos cuantos insultos, apagó la televisión y fue hacia su cuarto, cogió una toalla, la ropa interior y el radiocasete con los éxitos del momento, entró en el baño y cerró la puerta, iba a darse un buen baño antes de tener que ir a trabajar, aunque hasta las siete y media no tenía que presentarse allí.

Se metió en la bañera de agua caliente, escuchando de fondo la música, dio un suspiro de placer y cerró los ojos dejando que el agua relajara sus músculos doloridos por haber pasado la noche en una silla, poco a poco comenzó a divagar entre algunos recuerdos que sin saber por qué le vinieron a la mente, recuerdos que muchas veces la atormentaban, recuerdos que venían acompañados de unos ojos dorados como el sol.

-Nunca conseguiré quitármelo de la cabeza…-susurró la morena mientras se jabonaba el cuerpo con el gel, dándose una especie de masaje con la esponja, pensando que no era la esponja la que tocaba su cuerpo, sino aquel muchacho de ojos dorados.


-¿Y bien Inuyasha piensas contármelo?

Inuyasha se giró a mirar a su amigo, hacia diez minutos que la novia de este había dicho que tenía que ir a por su gata al veterinario y desde entonces se habían quedado solos, el hombre confiaba en su amigo pero no podía decirle toda la verdad, no era seguro para él.

-Es confidencial, sabes que no puedo contarte nada.

-Inuyasha me metí en esto hace nueve años, ¿no confías lo suficiente en mí?

-No me refiero a ese trabajo, me refiero a mi trabajo de verdad.

-¿Ha quien te han mandado investigar?

Inuyasha suspiró y sacó de su maleta el ordenador, lo encendió y miró a su amigo.

-No puedes decir nada de esto, ni una sola palabra.

-Sabes que soy discreto.

-Ni a Sango, a nadie.

-Lo sé, lo se

Inuyasha suspiró y metiendo la contraseña apareció su menú de inicio, le dio a unas cuantas carpetas y abrió un documento de texto, en el cual aparecía una foto de una muchacha de unos veintiséis años, morena y de buen cuerpo.

-Tengo que averiguar ciertas cosas de ella.

Miroku no le respondió.

-Miroku, ¿Estás bien?

-Yo conozco a esa chica.

-Me da igual si la conoces o no esto es cosa mía.

Miroku no hizo ningún comentario, realmente esto no era de su incumbencia.

La próxima hora la pasaron hablando de tonterías, hasta que Inuyasha decidió irse, tenía que hacer algunas cosas, y Miroku le despidió diciendo que ya se pasaría por su hotel para reventarle el mueble bar.


Kagome abrió la puerta de su coche y se montó, no tenía ganas de ir a trabajar, y menos teniendo en cuenta que lo único que haría sería rellenar papeles, arrancó el vehículo y se dirigió a la oficina, lamentándose de su mala suerte con el trabajo.

Inuyasha entró en la oficina, no sabía dónde estaba el interruptor de la luz así que tanteó a oscuras el lugar intentando buscarlo, pero tuvo la mala suerte de caer una lámpara de mesa de un escritorio provocando un gran estruendo.

Kagome se sobresaltó al escuchar un ruido fuera de su despacho, se levantó de la silla intentando no hacer ruido y cogió su pistola, normalmente nunca la usaba aunque sabía perfectamente cómo hacerlo, se suponía que no debía haber nadie en la oficina, abrió la puerta y vio una sombra a lo lejos, sigilosamente salió de su despacho y se agachó mientras examinaba minuciosamente al intruso.

Inuyasha vio una puerta abierta con luz y fue hacia allí con tranquilidad intentando no tropezar, cuando de pronto algo le golpeó en la cabeza y cayó al suelo perdiendo el conocimiento.

Kagome acababa de golpear al intruso con una lámpara, y aparentemente este se había desmayado, encendió las luces y cogió unas esposas para inmovilizarlo, se quedo muda en cuanto le vio.

-Tu…

La morena alucinaba mientras miraba al intruso, no podía creerlo, estaba delante de ella, después de tantos años volvía a verle, podía recordar perfectamente la primera y única vez que le vio, esa vez ella se quedó embobada mirándole y cuando él le preguntó cómo se llamaba ella comenzó a tartamudear.

De pronto Kagome sintió como algo la tiraba al suelo, cuando pudo reaccionar se encontró entre el cuerpo del hombre y el suelo, bueno había que añadir que tenía una pistola en la sien.

-¿Quién mierda eres?

-Eso debería decirlo yo, esta es mi oficina, así que deja de apuntarme con la puñetera pistola y quítate de encima.

Inuyasha se quedó callado mirando a la muchacha de cabellos negros, no podía verla bien en la oscuridad pero algo le decía que no era para nada fea. Alejó esos pensamientos de su cabeza y mirándola con desconfianza apartó la pistola de la cabeza de la mujer y lentamente se levantó.

-Gracias-dijo Kagome junto con un gruñido-

-No es para nada femenino gruñir.

-Tampoco es nada caballeroso atacarme y apuntarme con una pistola.

-Tú me distes con algo en la cabeza.

-Y tú entraste en mi oficina sin permiso alguno, ¿Quién se supone que eres?

Inuyasha se sacudió la ropa como dándole poca importancia a lo que ella decía, pero decidió responderle.

-Inuyasha Taisho, soy del FBI.

En un abrir y cerrar de ojos Inuyasha se vio apuntado por una pistola, Kagome le miraba con rabia y desconfianza.

-Y una mierda, ¿para qué vendría el FBI aquí? Además nadie de tu edad puede entrar en el FBI es imposible, dicen que se tarda años en poder ingresar.

-Piensa lo que quieras, pero…-de un rápido movimiento Inuyasha le quitó la pistola, dejando a Kagome aturdida-Odio que me apunten.

La morena alucinaba mientras miraba al chico de cabello oscuro sujeto en una cola baja, ¿realmente era del FBI? ¿O solo era un engaño? Cuando le conoció él ni siquiera estudiaba.

Pero sus dudas se disiparon en cuanto Inuyasha le dio la pistola y sacó su cartera, mostrándole su placa.

Kagome la cogió y la revisó varias veces, como si no se lo creyera.

-Está bien eres del FBI, pero lo que me interesa es saber qué demonios haces aquí-le dijo a la defensiva la morena-

-Te lo diré si me haces un favor y me traes un café, ah y por cierto si enciendes las luces mucho mejor.

Kagome estuvo a punto de mandarle a la mierda, pero se lo pensó dos veces, realmente la intrigaba porqué aquel agente del FBI estaba en la ciudad. Así, que encendió las luces y fue a la máquina de café, en la cual pidió un expreso, en unos minutos se sentó en una silla frente al hombre y le dio su café.

-Ahora dime qué haces aquí.

-Eso es información confidencial, pero te diré que pasare mucho tiempo por aquí-dijo el chico mientras bebía un poco de café-

Ambos se callaron y Kagome vio la mueca de asco del moreno.

-Dios ¿esto qué es? ¿Alquitrán?

Kagome rodó los ojos, al menos en algo coincidía con él.

-No, no lo es y más te vale bebértelo, porque no hay otro.

Inuyasha refunfuñó pero siguió bebiéndose el café, a la vez que observaba a la muchacha que tenía enfrente, era bajita comparada con él, tenía unos hermosos ojos marrones, el cabello de color negro estaba sujeto en una cola alta, la piel era blanquecina, y por lo que podía ver tenía un buen cuerpo, pues la camisa de ella estaba medio abierta y al estar algo inclinada le dejaba una bonita vista, Inuyasha sonrío arrogantemente, la mujer no era una gran belleza en sí, las había visto más guapas, pero había algo que le gustaba, y mucho.

-¿Y tu quien eres?-le preguntó él, aunque le habían dado fichas con los nombres y expedientes de cada uno de los empleados de la oficina, aún ni los había mirado.

-Kagome Higurashi criminóloga.

Inuyasha se quedó pensando mirándola, intentando disimular su sorpresa.

-Con que criminología…

-Sí, ¿tienes algo en contra de eso?-le dijo la morena a la defensiva-

-Para nada me da igual tu profesión, no tengo ninguna norma sobre el trabajo cuando me acuesto con alguien.

Kagome se quedó callada procesando la frase, ese hombre era un tonto y un egocéntrico, ¡¿qué le hacía pensar que ella se acostaría con él?!

-Yo sobre el trabajo tampoco, pero mi regla principal es no acostarme con tíos que se crean dioses.

-Cariño intenta decirme eso cuando dejes de comerme con los ojos-dijo arrogantemente sonriéndola-

-Sigue con esas tonterías y lo que haré será pegarte un tiro y deshacerme de tu cadáver.

Inuyasha sonrío de una forma extraña como burlándose de ella, estaba intentando ponerla de los nervios, pero Kagome no pensaba perder la calma, aunque la falta de sueño no ayudaba ciertamente.

-Por cierto, necesito un despacho.

-¿Y a mí qué?-le dijo Kagome, ese tío le estaba cayendo muy mal-

-Solo será temporal.

-Te lo repito de nuevo, ¿y a mi qué mierda me cuentas?

-Muy bien si no te interesa-dijo el levantándose de la silla y yendo hacia su despacho- yo lo decía porque me ha gustado tu despacho.

A Kagome se la llevaron los demonios cuando el terminó de pronunciar esas palabras.

-¡¡No, no y no!!-comenzó a gritarle acercándose peligrosamente-

-Estás ante un superior no me grites.

-¡Me da igual! ¡Me ha costado mucho tener ese despacho y no pienso cederlo!

-Es temporal.

-No te quedaras con MI despacho.

-Te repito que es temporal, y me da igual lo que digas, mañana se lo pediré a tu jefe, y sabes perfectamente que no me lo negarán.

La morena le miró con muchísimo odio, pensando que ese no era el muchacho que ella recordaba, este se había convertido en el mismísimo demonio.

Pero ya su jefe se enteraría de lo que ella pensaba sobre el cambio que ese idiota pensaba hacer.

Entró seguida por Inuyasha el cual miraba como ella comenzaba a quitar cosas del escritorio y meterlas en una mochila que tenia colgada de la percha, estaba realmente furiosa.

-No tardes mucho.

Kagome le lanzó una mirada que helaría el mismísimo infierno, estaba claro que esa mujer tenía carácter, y eso a Inuyasha le gustaba.

La chica termino de guardar las cosas que había sobre el escritorio, y se giró mirando con mala leche a Inuyasha.

-Mañana por la mañana terminaré de quitar cosas cuando me asignen otro lugar.

De pronto a Inuyasha se le ocurrió una idea…

-¿Otro lugar?, me parece que no lo has entendido-le dijo el chico-

-¿Qué quieres decir?

-Tú seguirás aquí, me ayudaras en mi trabajo.

-¿Cómo?! Soy criminóloga, no secretaria, ni ayudante de un tío súper arrogante y egocentrista.

-Me acabas de describir dulzura.

-¡No me llames dulzura idiota!

-Yo te digo cosas bonitas y tú me insultas, así no conseguiremos entendernos pequeña.

Kagome contó hasta diez, intentando no pegarle un tiro, hacía mucho tiempo que no perdía así la paciencia, y era peligroso, sobre todo teniendo en cuenta que su pistola estaba cargada.

-No me llames pequeña…tengo veintiséis años, una carrera completa y vivo en una casa de dos plantas, ¡no soy pequeña!

-Mides un metro sesenta y cinco más o menos, comparándote conmigo eres pequeña-dijo el chico presumiendo de su metro ochenta y cinco-

-¡Jirafa!, ojala te des con el techo y te abras la cabeza.

-Yo también estoy encantado de conocerte-dijo él con una sonrisa-

La morena simplemente pegó un portazo y salió de la oficina llevándose, sus cosas más importantes, no pensaba quedarse esa noche en ese lugar, con el tipo que había tachado ya de insoportable.

-¡Qué enfadona!-dijo Inuyasha mientras encendía su portátil, realmente le estaba empezando a gustar la ciudad, sobre todo si tenía en cuenta que una muchacha tan apasionada como Kagome vivía en ella, porque desde el primer momento se le había antojado esa chiquilla de ojos chocolates.


Kagome terminó de salir del edificio maldiciendo a Inuyasha, estaba hecha una furia, entonces fijo su vista en un coche, para ser más exactos un Ferrari 430 Monza, y entonces recordó haber visto las llaves del coche de Inuyasha, el llavero era idéntico al símbolo del coche, no se lo pensó dos veces, saco sus llaves y…

Arañó la carrocería, una hermosa marca de arañazo que iba desde la mitad de la puerta del conductor hasta el final del coche, después saco la navaja que llevaba en el bolso –llevaba una navaja, nunca se sabe cuando la iba a necesitar- y le pincho una rueda trasera y otra delantera, eso le enseñaría a no meterse con Kagome Higurashi, nunca más…

Y después de haber concluido su pequeña pero querida venganza se fue a su casa, al menos podría dormir una noche entera.

Al cabo de una media hora se pudo escuchar en el parking frente a las oficinas de la policía un grito, seguido de un gruñido y unas maldiciones, Inuyasha había encontrado su coche…


Hola!

Es la primera historia que publico aquí, y espero que les guste, al principio seguro que les aburre un poco, pero se va poniendo mejor conforme pasan los capítulos, espero que les halla gustado, y me manden un coment ^_^.

Muchas gracias!

Amnii.