Ahí va mi quinta historia sobre Castle. Esta es mucho más tranquila y divertida que las anteriores. Espero que os guste.
"¡Castle! ¡Rick! Vamos ya. Se nos va a hacer tarde."
Desde el asiento del conductor de su coche, Kate podía observar con paciencia como Castle se despedía por enésima vez de las personas que había conocido en la clínica de rehabilitación donde los dos llevaban viviendo desde hacía prácticamente cuatro meses.
¡Por Dios! Que hombre más cumplido, pensó Kate. Desde que Richard había recobrado la consciencia tras los incidentes ocurridos en el centro de menores, ella y Castle no se habían prácticamente separado durante todo ese tiempo. Después de pasar un par de semanas en el hospital presbiteriano de Nueva York, donde Richard fue objeto de numerosas pruebas clínicas que había soportado con increíble paciencia para lo que Kate esperaba, habían decidido trasladarse a la clínica privada de Albert Connors, bastante innovadora en algunos aspectos.
No había sido muy difícil convencer a Martha y a Alexis para que ella fuese la persona que estuviese ayudando a Richard en aquellos duros momentos. Después de casi ocho años trabajando como policía de manera casi ininterrumpida, había pedido una excedencia durante aquellos meses y ahora no veía el momento de volver a Nueva York. Necesitaba retomar su trabajo de nuevo. Y eso que aquellos cuatro meses habían sido a la vez los más duros de su vida en algunos aspectos, pero a la vez, los más felices.
"¡Richard! Que nos va a pillar toda la caravana de vuelta del fin de semana."
"Voy, voy, mujer."
Ayudado por las dos muletas que durante un tiempo tendrían que acompañarle en sus idas y venidas, Castle se fue acercando al coche sonriendo a todo el mundo que iba encontrando. Hacía un mes prácticamente que había dejado la silla de ruedas y aunque al principio le costó trabajo, ahora poco a poco se iba acostumbrando a ellas.
"¿Quieres que te ayude…?"
"No, no. Tengo, debo hacerlo solo."
No sin dificultad, Castle logró introducirse en el asiento del copiloto y dejo las muletas en la parte de atrás del coche.
"¿Preparado para la vuelta?"
Castle suspiró y miró a Kate con ternura.
"Preparado."
Durante los siguientes cien kilómetros, Kate y Castle apenas hablaron durante el trayecto. Hasta en los silencios estamos conectados, pensaba Castle. Y eso que en estos cuatro meses hemos hablado más que prácticamente en tres años. Y en contadas ocasiones lo hemos hecho de cadáveres desagradables o recordando nuestros viejos casos. Hemos hablado de los sueños, de la vida, de la familia, de los amigos, de… No me canso de hablar con ella.
Si hemos sobrevivido el uno al otro durante este tiempo, lo haremos para siempre. Y eso que ha habido momentos malos en los que hemos pensado que la rehabilitación era imposible y eso daba lugar a unas peleas descomunales. Pero al final siempre había uno que conseguía animar al otro y continuar en la lucha. Normalmente, reconocía Castle, ella solía ser la que más animaba.
Pero lo mejor eran las reconciliaciones. Y eso que él temía al principio no poder funcionar al respecto como debería o como desearía. Pero funcionaba. Vaya que si funcionaba. Como el día en que habían cogido el coche pasando de la rehabilitación y se habían internado en las montañas para vivir un romántico día de picnic. O aquella vez en que todavía en la silla de ruedas, Kate había conseguido llevarlo hasta la piscina del centro y una vez dentro del agua… ¡Por Dios, Richard! ¡Contrólate!
"¿Decías…algo?"
"¿Quién? ¿Yo? Nada. No decía nada."
Estaban llegando a Nueva York, y como Kate temía, la caravana de vuelta del fin de semana les cogió en pleno apogeo.
"Te lo dije. Ahora nos queda un buen rato para llegar a casa."
"La culpa la tienes tú. Te has metido por la salida que no era."
"No, señor. Me he metido por la salida correcta. O es que has olvidado que me hiciste una promesa antes de volver a casa."
¡Mierda! Pensé que se le había olvidado.
"¿Y eso no lo puedo hacer…otro día?"
"No. Lo tienes que hacer éste."
Castle suspiró fastidiado y siguió mirando el ahora intenso tráfico. La promesa consistía en llegar a casa de Tom O'Hara y digamos agradecerle lo que él había hecho por Alexis y toda su familia durante este tiempo. Y había sido bastante. Eso a él le constaba. Pero es que el tema de Tom O'Hara se le seguía atragantando.
"No te estoy pidiendo una escena padre – hijo en plan melodrama televisivo ni nada parecido. Solo quiero que le reconozcas su compromiso con… tu familia durante este tiempo. Además, tú también has intimado bastante con tus hermanas durante este verano. Las tres han venido a verte bastantes veces a la clínica y habéis congeniado bien. Sobre todo con Angie."
"Pero eso es diferente. Ellas también han sido unas pobres víctimas de…"
"Richard, Richard. No empecemos con el melodrama, que ya nos conocemos."
"Está bien. Si no tengo más remedio."
"No. No tienes más remedio."
Cuando llegaron a casa de Tom, Kate aparcó el coche justo enfrente de su casa y Castle se apeó del mismo. Lo de cruzar a casa de Tom era diferente. Sin querer mirar al coche donde Kate estaba cada vez mosqueada con él, Castle se dedicó a dar vueltas por el parque que había enfrente, como si de un león enjaulado se tratase sin decidirse a cruzar. ¡Ay, Dios mío! Esto va a ser eterno.
Veinte minutos después, Kate pudo observar como Tom salía de su casa y se dirigía hacía Castle, bastante agotado por estar tanto rato de pie. Los dos se sentaron en un banco del parque y estuvieron hablando durante unos diez minutos. Después cada uno regreso a su lugar de origen. Castle entró en el coche en silencio y bastante agotado por el esfuerzo realizado, tanto físico como del otro. Antes de volver a arrancar el coche, Kate se volvió hacia él y le dio un dulce beso en los labios.
"Te he dicho alguna vez que eres mi héroe favorito."
"Zalamera ¿Estas segura de que no hay nadie en casa?"
"Segura. Tenemos la noche para nosotros solos. Alexis, Gloria y el bebe están en el apartamento que tu hija ha alquilado cerca del campus. Daniel ha ido a un campamento el fin de semana con la señora Palmer y tu madre y Karl Engels se han ido a pasar el fin de semana a Washington. Por cierto, deberías de controlar a esos dos, que parece que últimamente intiman bastante."
"Karl y mi madre. Nunca lo hubiese sospechado. Mejor así. Estoy cansado y prefiero tener una noche tranquila."
Mentiroso, pensó Kate sonriendo disimuladamente. Durante este tiempo no pocas veces se había quejado de no ver a su familia tanto como el quisiera. Sobre todo a los pequeños, a los que solo había visto dos o tres veces en todo este tiempo. Prepárate, porque la que te espera en tu casa es buena. Cuando llegaron al loft, Kate empezó a buscar las llaves dentro del bolso sin encontrarlas.
"No las encuentro. ¿No las llevas tú?"
"Si, si. ¿Sabes cual ha sido una de las sorpresas más grandes que me has dado en estos cuatro meses?"
"¿Cuál?"
"Descubrir que eres muy desordenada en algunas cosas."
"Anda, tonto. Abre de una vez."
Cuando Castle abrió la puerta y encendió la luz, doce personas sonrientes lo estaban esperando.
"¡Sorpresa!"
Castle sonrió abiertamente mientras miraba a Kate con complicidad. Esta puso cara de inocente y sonrió también.
Durante las siguientes tres horas el loft se convirtió en una mezcla de risas, celebraciones y brindis. Kate observaba toda aquella algarabía con una sonrisa de oreja a oreja y miraba a Castle, que estaba disfrutando del momento con tremenda emoción. Verle reír a carcajadas, ser el primero en inventar algún juego o historia disparatada y sobre todo como se mostraba de abierto y cariñoso con todos, sobre todo con los niños, era el reflejo más evidente para ella de que la recuperación de Richard empezaba a ser total. Y no se estaba refiriendo a la recuperación física precisamente. Sino a la otra.
