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&. no sé, me agarró nostalgia.
Kerberos emite un sonido increíblemente parecido a un ronroneo y eso hace que todo el cuarto se llene con la risa cantarina de Sakura. Ella le acaricia tiernamente la cabeza, mientras la otra mano lo sostiene firmemente contra su barriga y es en estos pequeños gestos que el guardián nota lo mucho que su dueña— su amiga ha crecido.
Kero aún no se acostumbra a eso; a lo fácil que es parpadear y descubrir que hoy, como ayer, ella amaneció con algo nuevo. Quizás los años que viva no basten para que él aprenda aceptar que lo que pasó con Clow será y no será igual con Sakura.
Pero le resulta difícil pensar que un día, tal vez mucho más cercano de lo que imaginan, Sakura Kinomoto también morirá. Sobretodo cuando se sienta en el sillón favorito de Syaoran, con una taza de té inglés humeando en la mesilla de al lado y el último libro de cuentos que Naoko había escrito exclusivamente para ellos y que a Sakura le encanta leer en voz alta por las mañanas. El chal inundado de estrellas se ovala con firmeza en la zona de su vientre y Kero recuerda estúpidamente que en la cara interna de la prenda se encuentran sus iniciales, bordadas con la letra pulcra de Tomoyo.
Es tan humana, aún con su magia, que por momentos la extraña como si ya se hubiera ido.
—¿Lo sientes, Kero? —le pregunta ilusionada y en verdad, en verdad lo siente.
—Te amamos, Sakura.
