Digimon no me pertenece ni su historia y personajes. Esto lo hago solo por hobbie.
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El ulular de un búho resonaba entre los arboles de un bosque solitario aledaño. Una neblina densa cubría como un manto el campo de pradera, frio por el viento helado de la noche obscura. En lo alto solo la luna era testigo del correr apresurado de un individuo desdichado.
El rostro del sujeto detonaba desesperación, frustración, y una agonía marcada en la comisura de sus labios ensangrentados. Sus pies, adoloridos de tanto correr, ya no podían sujetar más su propio peso. Trastabillo un par de metros y se detuvo en el tronco delgado un arce, y se recargo sobre él.
Tiritaba por el frio del ambiente que envolvía la pradera. Entorno su mirada por el ancho y largo del campo, pero no podía ver más allá de unos cuantos metros por la densa neblina que lo cubría como el manto de una madre. El respirar se le dificultaba, no había suficiente oxígeno para llenar sus pulmones; por lo que era ruidosa e irregular. Una gota de sudor en frío rodó por su frente provocando que un escalofrió le recorriera cada centímetro de su cuerpo.
Desesperado como se encontraba, busco en el bolsillo de su pantalón un celular de pantalla táctil. Una vez en sus manos se percató que en la parte superior de la pantalla un icono, que representaba la batería, indicaba que estaba a punto de apagarse. Necesitaba aprovechar la única oportunidad que tenía para hacer la llamada que definiría su situación.
Sus manos ensangrentadas y desgarradas le temblaban de sobremanera, quiso tranquilizarse un poco y mantener el control de su cuerpo. Se concentró en mover sus dedos entumecidos y se dispuso hacer movimientos sobre la pantalla del celular. Busco un número en específico, del cual solo recordaba los últimos tres dígitos, y no tardo en encontrarlo en la agenda. Dejó escapar un suspiro al ver aquellos dígitos marcados en negro, hacer esa llamada era su única esperanza.
No obstante, desde la lejanía del bosque aledaño un grito desgarrador fue arrancado del silencio perturbador de la pradera. Una vez más un escalofrió recorrió su espalda estremeciendo cada fibra de su ser. Una lagrima rodo desconsolada por su mejilla, y para sus adentros pedía disculpas.
Una vez el grito fue cesado el silencio sepulcral reino de nuevo por la pradera y el boque solitario. Reconociendo su destino, tecleo rápido sobre la pantalla un par de ocasiones para hacer la llamada.
Se aterro cuando el ulular de un búho cercano irrumpió en sus oídos. La llamada no salía, a diferencia de sus lágrimas que emergían a borbotones de sus ojos. Impulsada por el miedo cambio de estrategia y paso al modo envió de mensaje. Movió sus dedos lo más rápido que pudo, y tecleo letra por letra mientras el búho ululaba.
El individuo estaba tan concentrado en lo que hacía que no se percató lo que sucedía a su alrededor. Solo cuando dejo de escuchar al búho entendió que algo no andaba bien, alzó su mirada lentamente y percibió algo en la lejanía que se avecinaba como un mal presagio.
Sus pupilas de dilataron cuando de entre la neblina una figura emergía como un ser fantasmal. Y no solo era una. Cuatro siluetas se formaban a su alrededor; una enfrente suya, dos a los costados, y la última a su espalda.
Con la mayor velocidad que pudo termino de escribir su mensaje y lo envió, esperando poder recibir contestación casi de inmediato.
Volvió alzar la mirada, que una vez tuvo sobre la pantalla del celular, y los vio parados a varios metros de su ubicación. Solo el que tenía enfrente dio un par de pasos hacia adelante.
Resignándose se deslizo por el tronco del arce y se quedó en el suelo con sus piernas sobre su pecho, y sus manos sujetando el celular con esperanza a que este sonará. Rogaba por piedad, pero sabía que eso era inútil. Advirtió como el sujeto que tenía enfrente llegó hasta donde se encontraba. Alzó en alto su machete, y sin que pudiera hacer nada el individuo a sus pies, se lo clavo de lleno sobre su cabeza.
El celular que sujetaba el individuo cayó al suelo ensangrentado con la pantalla boca arriba. En él solo se podía leer un par de palabras: Nuevo Mensaje.
Los entes al contemplar el cuerpo inerte de su víctima dieron pasos hacia atrás lentamente. Retrocedían mimetizándose con la neblina hasta el punto en que se hicieron una con ella. Y al final, solo una voz suave y macabra resonó en el viento helado de aquella noche, recitando solo unas pocas palabras: No tengas miedo.
Don't be Afraid
UNO
Joven era la noche y el manto nocturno permitía una hermosa vista de los entes astrales que en ella danzaban. La más hermosa, sin duda, era la luna blanca que se iluminaba majestuosa sobre todo en el firmamento.
La noche se acompañaba con buena música que sonaba en máximo volumen, y juego de luces acompañaban a las estrellas en lo alto. Una gran pista de baile se con decenas de jóvenes bailando y bebiendo celebraban el evento más importante que pudiera dar un grupo de amigos que se graduaban del instituto.
El agua de la piscina brillaba en un azul intenso, y mucho adolecentes se lanzaban sin importar que no tuvieran trajes de baño. La noche era para divertirse.
La fiesta se celebraba en la lujosa casa de los Yagami: Taichi y Hikari. Los hermanos más populares del instituto, y que cada que podían ofrecían fiestas memorables. Y ahora que el mayor de los castaños se graduaba tenían la excusa perfecta para hacer la mayor celebración jamás realizada.
El terreno de la casa era tal que fácilmente podía albergar la presencia de todos los de la generación del Yagami, y un poco más. El patio trasero era amplio, y con la piscina la diversión estaba asegurada.
A Taichi no le molestaba que muchos de los presentes en su celebración no les conocieran, ni mucho menos los considerara amigos. Estaba feliz porque de todos los presentes se encontraban sus verdaderos amigos. Lo único que pretendía con hacer todas esas fiestas era ser recordado, dejar su marca en el instituto como una leyenda. Y por como avanzaba la velada sabía que estaba cerca de ser insuperable.
— Únetenos, Taichi, el agua esta excelente —le invito una joven desde la alberca.
Muchas de sus compañeras de generación ya se encontraban ebrias, y no les importaba estar en el agua en ropa interior. Incluso pudo ver un par a lo lejos que no le intereso no tener nada puesto encima mientras estaban nadando.
—Sí, Tai, ve con ellas —el castaño reconoció la voz detrás de él.
Se giró para encontrarse con unos ojos, que alejado de molestia, le miraban retadoramente. Se trataba de una joven pelirroja, y su novia: Sora Takenouchi. La joven era la segunda chica más popular del instituto solo superada por su mejor amiga. Pero su popularidad iba más allá de su belleza, la pelirroja era la campeona nacional de tenis.
El castaño no comprendía como alguien como ella se había fijado en una persona tan holgazana como lo era él. Sin embrago, estaba feliz de tenerla a su lado.
—Sabes que solo tú me interesas —Sora sonrió, aunque no expresó gran alegría, y eso lo intrigo, pero antes de que pudiera decir algo más ella lo beso.
—Pues, ellas parecen estar interesadas en ti.
Las jóvenes en la alberca miraban a la pelirroja con rencor, mientras que unas solo estaban embelesadas por la presencia del castaño.
—Ignóralas.
Taichi y Sora se volvieron a dar un beso que dejo en claro quien partencia a quien, y las chicas en la alberca se empezaron a dispersar e incitar a otros.
La pareja decidió ir hacia la terraza que daba al patio, y que se encontraba en la casa. En su trayecto varios de sus compañeros de clases lo saludaban alegres, y muchos felicitaban al castaño por el gran evento. El joven se estaba llevando el crédito por algo que el dinero su padre patrocinaba, e incluso el lugar.
Una vez llegaron a la terraza se encontraron con sus amigos más cercanos de todos los que se encontraban abajo. Al primero que vieron fue a Yamato Ishida, el mejor amigo de Taichi, un joven rubio de ojos azules como el cielo. El joven era muy popular por su banda de rock, sin mencionar que era tractivos por su físico. Abrazaba a su novia, una joven castaña muy hermosa, y la mujer más popular de todo el instituto. Mimi Tachikawa, que a pesar de ser la más deseas y popular, era la joven más dulce que alguien pudiera tener el privilegio de conocer.
En la terraza había otras dos personas. Joe Kido, un adulto joven de anteojos y cabello azul, era el mayor del grupo al ya estar en la universidad. No obstante, al ser invitado a la fiesta de graduación de sus amigos no se permitió faltar (aprovecho sus vacaciones). El otro era un joven pelirrojo amante de las computadoras, y solo un año más joven que los graduados, su nombre: Izumi Kōshirō.
—Yamato, ¿Has visto a mi hermana? —pregunto Taichi, una vez que se le aproximaron.
—Creo que la vi con Daisuke —contesto, y apunto a lo lejos—. Allá por donde el DJ.
El castaño frunció el ceño y desdibujo su rostro en un claro ejemplo de molestia. Para nadie era extraño que el fuese protector con su hermana menor, y eso le daba gracia al rubio. Pero para mala fortuna del Yagami su pequeña hermana era muy popular tanto por su belleza como por su carácter e inteligencia. Muchos estaban tras de ella, y eso le irritaba de sobremanera.
—No te preocupes, amor, ella es inteligente —Sora sujeto el brazo de su novio, no le permitió que fuese tras su hermana y creara una trifulca inútil—. No hará nada indebido, y menos con un niñato como Daisuke.
—Escuche que mi hermano estaba buscándola —Yamato no podía permitir dejar tranquilo a su mejor amigo, y volvió activar su vena sobreprotectora—. Puede que ya solo estén ellos dos.
Mimi al ver las intenciones de su novio le lanzo un golpe fuerte a su hombro, a lo que se quejó el rubio.
El castaño se tensó y de eso se percató su novia que aún lo sujetaba del brazo. Todos los presentes se rieron ante la expresión en el rostro de su amigo. Nadie le extrañaba que se preocupara, la menor de los Yagami y el menor de los Ishida se atraían.
—Eres malvado —susurró Mimi al oído de Yamato—. Te encanta provocar a Taichi.
DOS
La música mantenía el buen ambiente entre los jóvenes en la fiesta, y más a esos que se encontraban cerca del DJ. El comportamiento de todos era de locos, para la hora era evidente que el alcohol estaba surtiendo efecto en sus sistemas.
En la plataforma del DJ, a su costado derecho, se encontraba una jardinera donde se posaba una mesa con bebidas de diferentes estilos. Allí Hikari charlaba con su amigo Daisuke, el joven tenía un parecido impresionante con su hermano mayor. La plática que entablaban le comenzó aburrir a la joven que no sabía mucho sobre el soccer. Irritada no encontraba la manera de sacarse a su amigo de encima.
Cuando la plática del castaño, de cabellera puntiaguda, se tornaba densa y tediosa una joven de lentes y larga cabellera color lila hizo su aparición; salvando a la castaña.
—¡Miyako!
La castaña saludo a su mejor amiga que dio un grito tan fuerte que sobresalió de la música que tocaba el DJ en ese instante.
—Pensé que no vendrías.
—Te quise dar una sorpresa.
Días antes Hikari y Miyako habían hablado por teléfono como tantas veces lo hacían al día. La joven de color lila le dejo en claro que no podría asistir al evento porque su familia estaba de vacaciones fuera, y no regresarían si no un día después de la fiesta. Esto entristeció a la castaña, que al verla entendió que todo era plan de su amiga para llegar de improviso.
—Vaya que lo has hecho —soltó, un molesto Daisuke.
—Nadie pidió tu opinión, Motomiya.
Miyako sujeto del brazo a su amiga y la llevo lejos del castaño con la excusa de que necesitaban ponerse al día. No quería que las siguieran. Refunfuñando Daisuke solo se limitó a verlas alejarse y perderse entre la multitud.
La amiga de Hikari era una joven con un brío especial, y con una boca que nunca terminaba de hablar. Desde que se conocían era la de lentes quien mantenía el ritmo de las conversaciones, y eso le gustaba a la pequeña Yagami.
—Australia es un lugar fascinante —comentó, quería poner a su amiga al día de sus aventuras—. Los canguros son algo entre lo bonito y lo rudo.
—Me lo imagino.
Hikari reía ante las expresiones marcadas de su mejor amiga. Contaba sus anécdotas con mímicas y rostros que solo hacían más agradable estar con ella.
—Un día deberíamos ir juntas, ¿Qué piensas?
—Me encantaría —se sonrieron—. Talvez por nuestra graduación podamos hacer el viaje.
—Comencemos a planear todo…
Miyako de pronto guardo silencio, y solo dos cosas podían hacer eso posible. Hikari se dio media vuelta y vio a lo lejos a Daisuke hablando con su mejor amigo: Ken Ichijouji.
—Dime que me extraño, amiga.
—Miyako, hay algo que debo decirte —Hikari desvió un poco su mirada—. En el verano empezó a salir con Yuuki de segundo.
—Oh.
Eso era la segunda cosa que le podía arrebatar las palabras a la intrépida Miyako. Hikari estaba por alentar a su amiga cuando esta volvió a sonreír. Eso era algo que impresionaba a la castaña, su amiga tenía una fuerza de voluntad impresionante, y pocas veces se dejaba vencer.
—¿Ya viste quien viene?
Apuntando hacia atrás de ella, la castaña se dio medio giro para ver entre la multitud a un joven rubio muy atractivo, y a su lado le acompañaba un pequeño joven de corte de cabello peculiar. Se trataba de Takeru Takaishi e Iori Hida. El primero era su mejor amigo de toda la vida, y el más popular de su generación. El segundo era su amigo, pero lucia más como el escudero del rubio; aunque también era su amigo.
Las amigas acortaron el espacio que los separaba de los chicos. Se acercaron hasta donde ellos charlaban, ambos parecían mantener una conversación muy buena.
—Te he estado buscando —la castaña le soltó un golpecito al hombro del rubio—. ¿Por qué me dejaste sola con Daisuke?
—Yo no hice eso —sonrió malicioso.
—Tonto.
A Takeru le encantaba molestar a su amiga con bromas inofensivas, pero dejarla sola con Daisuke era algo que ella no le perdonaba.
El rubio se percató que su amiga venia acompañada por otra de sus buenas amigas, y se feliz de verla se laudaron. También se saludaron Iori, que con su manera cordial de ser expresó la felicidad que albergaba en él por ver a su amiga Miyako.
Una vez los saludos terminaron los cuatro amigos pasaron a las bancas cerca de las jardineras para conversar. El tema del momento era el viaje de Miyako a Sidney, y ella estaba fascinada de contar todo lo que había vivido.
Pasada la noche y puestos al día unos con otros aprovecharon para bailar y divertirse con algunos compañeros de clase. Hikari posó su atención al otro lado del patio, clavo sus ojos en la terraza de su casa y observó su hermano convivir con sus amigos. Verlos allá le dio ganas de estar con sus amigos, y le pidió a Takeru y los demás que fueran hacia la terraza.
TRES
Desde aquella altura que le proveía la terraza el patio entero estaba a su disposición, logrando ver todo y a todos. Entrono la mirada y ubicó a su hermana con sus amigos yendo hacia con ellos, y eso le agrado.
Estaba feliz de ver como Miyako se interponía entre su hermana y Takeru, a quien apreciaba como un hermano; no como para dejarlo sobrepasarse con su hermana.
Tranquilo por ver como su hermana ya estaba en camino se acercó a su novio que estaba ida en algún punto de la nada. Llego por detrás y pasó sus brazos por atrás y las envolvió sobre su abdomen para abrazarla. Ante el contacto percibió que el cuerpo de su novia se tensaba, y eso no lo paso de improviso.
—¿Sucede algo, linda?
Sora no pronuncio palabra solo para preocuparlo.
—No me gusta que guardes silencio.
La pelirroja se dio media vuelta para quedar enfrente de su amado novio. Pasó sus brazos por detrás de su cuello y lo atrajo hacia ella. Se besaron. Por parte de ella el desenfreno era evidente, por el lado del castaño la incertidumbre.
El beso duro un par de minutos en que sentía que se ahogaban, pero era tan apasionado que no querían que se detuviera.
Al tomar aire se miraron a los ojos, ambos decían algo que el otro no comprendía. Sora acaricio la mejilla de Taichi, y esto paso su mano por la espalda de ella. Estaban como hipnotizados, perdidos en un mundo donde las palabras eran un taboo.
Del otro lado de la terraza Mimi los observaba con curiosidad, ese tipo de cosas no pasaba desapercibidas por parte de ella. No despego su atención de la paraje ni cuando su novio llego a ella con un vaso de refresco que le había pedido.
—Algo hay de extraño entre esos dos.
—¿Quiénes?
Mimi apunto con un movimiento de cabeza a la pareja del otro lado. Yamato los miró por un momento y no comprendió nada, para él solo estaban en un momento romántico.
—Están enamorados, ¿Qué de malo con ello?
La castaña negó con la cabeza.
—Tienes que ver entre líneas.
El rubio volvió hacia la pareja que ahora parecía haber recordado lo que eran las palabras, y conversaban sobre algo.
Después de un par de minutos la pareja se separó y Taichi camino hacia donde estaban sus amigos. Yamato alzo una ceja cuando su mirada impacto con la de Sora, que no le miraba a él sino a Mimi.
—Amigo, podemos hablar —Taichi le sacó de sus pensamientos.
—Bien.
Se apartaron del grupo, pasando por la puerta y adentrándose en la sala que comunicaba con la terraza.
Taichi se encamino hacia el sofá que daba hacia una pantalla de 70" y se relajó por un instante. Yamato estaba ansioso, y todo por lo que le dijo su novia de lo extraño que parecían estar sus amigos.
—¿Y bien?
—Le conté todo a Sora.
—¿No se suponía que era una sorpresa?
—Bueno, es que la vi deprimida y la quise animar.
Yamato asintió.
—Prometió que no dirá nada hasta que lo hagamos oficial nosotros.
—Me parece bien.
La conversación no pudo florecer por la llegada de Hikari, Takeru, Miyako e Iori. Los cuatro jovenes recién llegados saludaron a todo mundo con alegría. Y la noche prosiguió de lo más normal. Entre bebidas y música la fiesta fue llegando a su clímax, donde muchos ya actuaban por efectos del alcohol. Y el grupo de amigos en la terraza no fue la excepción ante la gran noche que estaban viviendo.
CUATRO
Una fuerte punzada en la cien despertó al mayor de los rubios, que al abrir sus ojos no conseguía enfocar la vista. Se levantó con el dolor de cabeza, y se quedó en la orilla de lo que suponía era su cama. Con calma intento enfocar mejor su vista, pero su tacto ya le indicaba que algo no andaba bien. Las sabanas de la cama se sentían mugrientas y ásperas al contacto con su piel, y la altura del cabezal era mayor a lo usual.
Contra su dolor de cabeza consiguió enfocar la vista encontrándose con un piso de madera roído, y carcomido por termitas. Al no reconocer el suelo conjeturó que se localizaba en la casa de alguien más, pero la pregunta que lo azotó fue de quien era aquella habitación.
Intrigado alzo el rostro y entorno la vista, todo le daba vueltas y cuando quiso ponerse de pie volvió a la cama que rechino en los resortes. Mientras en sus pies el crujido de la madera parecía el sonido de una metralleta para sus oídos.
Cuando se recuperó un poco de su jaqueca volvió intentar echar un vistazo a la habitación donde se encontraba. Nada de lo que sus ojos vieron le parecía familiar. Se encontraba en lo que parecía ser una choza, quedo perplejo cuando noto la austeridad en la que se encontraba el lugar. Solo una cama, su mesita de noche, un par de ventanas, una mecedora de madera, y una vela encendida sobre una mesa entre donde estaba y la única puerta.
Con la poca luz que emanaba de la vela, y la luz que se filtraba por las ventas dedujo que aún era de noche.
Trato de hacer memoria para entender porque se encontraba en ese extraño lugar. Tenebroso y solitario. Pero todo le resultaba confuso y una nueva punzada en la cien le arrebato su intento de recuerdo.
Se levantó de la cama y se aproximó a la ventana con la mecedora. Echo un vistazo hacia afuera y lo que vio le provoco un escalofrió recorrer en su espalda. En definitiva se encontraba en una cabaña rodeada de árboles, un césped como alfombra se extendía por su alrededor. Una neblina jugaba por la lejanía y el ciento nocturno pintaban un paisaje que jamás había visto en su vida.
—¿Dónde demonios estoy?
Su corazón se aceleró con cada mirada que echaba hacia afuera por la ventana. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que no era el único en la cabaña.
Un gemido resonó suave como un lamento por los metros cuadrados que conformaba la pequeña cabaña. El sonido repentino hizo erizar los vellos en la piel del rubio. Asustado giró su rostro temerosamente hacia dónde provino el gemido.
Sobre la cama una figura se movía entre las sabanas mugrientas, que en un tiempo pudieron ser blancas. La figura se movía suavemente como un espíritu, y el corazón del joven se aceleraba a su máxima velocidad.
Un nuevo gemido, de una mujer, irrumpió en la habitación. Yamato dio un paso hacia la cama decidido afrontar lo que fuese que allí reposar. Para su sorpresa, cuando estuvo por llegar a la cama, de las sabanas emergió su novia que estiraba sus brazos como cuando despiertas una mañana de sábado.
—¡Mimi! —soltó, aliviado.
—Hola, amor.
La joven se estiraba sin darse cuenta que no se encontraba en su habitación ni en la de su novio.
—¿Aun es de noche?
—¿Sabes que hacemos en esta cabaña? —ignoró la pregunta de su novia.
Estaba más preocupado por saber la razón del porque ellos dos estaba en esa habitación de cabaña. Se arrimó a su novia en la cama quien comenzó a tallarse los ojos con sus manos, mientras daba un largo bostezo.
Una vez repuesta y analizando las palabras de su novio le miro directo a los ojos sin comprender a que se refería.
—No sé de qué hablas.
Al escuchar aquello el rubio no pudo evitar soltar un suspiro de resignación. Sus nervios estaban al límite, no sabía que estaba sucediendo y tampoco obtenía respuestas por parte de su memoria que le indicaran la razón del que estuvieran en ese lugar.
Se levantó de la cama y se acero de nueva cuenta a la ventana de la mecedora. Echo un vistazo afuera esperando que el paisaje cambiara a uno familiar. No sucedió.
—¿Qué suecde, amor?
Mimi entorno la vista dándose cuenta del lugar en donde estaban, su rostro fue uno de asco cuando se topó con las sabanas de la cama donde momentos antes dormía.
Asustada se levantó enseguida y corrió hacia su novio que miraba atento afuera. Cuando la joven echo un vistazo hacia afuera se encontró con lo mismo que su novio. Árboles y neblina, luz de luna y un cielo apagado. Sus ojos se abrieron del asombro por la repentina revelación.
—Pero, ¿Cómo?
Eso se preguntaba el rubio, pero su mente se negaba a cooperar para darle una respuesta; eso lo frustraba. Miles de preguntas como la de su novia afloraban en su cabeza como luciérnagas, brillantes e inatrapables.
La mirada inquisitiva de su novia no aportaba nada a sus nervios que se agudizaban. Escucho que le preguntaba algo, pero no tenía cabeza para responder algo que ni el mismo podía conseguir la respuesta.
La pareja permitió que el silencio reinara entre ellos, solo sus miradas se encontraban en pequeños espacios de tiempo. Como anhelando que el otro le dijera que estaban dentro de una broma de un programa de televisión. La situación no hacía más que tornarse cada vez más extraña, y ninguno de los dos recordaba cómo llegaron a ese lugar.
Yamato empezó a recitar sus últimos recuerdos en voz alta, y le pidió a su novia que hiciera lo mismo. Ambos llegaron al mismo último recuerdo que poseían, la fiesta de Taichi. En específico recordaban estar bailando en la terraza mientras bebían y reían por un chiste de Takeru.
—Supongo que lo mejor sería quedarnos en este lugar hasta que amanezca.
La castaña se giró hacia su novio que andaba hacia la cama, lo siguió y se puso a su lado; no deseaba separarse ni un instante de él. Imagino el rostro de pánico que tenía en ese momento, y por tal su novio continuo hablando para tranquilizarla.
—No podemos salir de noche, afuera hay muchos peligros —sujetó la mano de su novia con fuerza. Tenía que mostrar calma por ella—. Y con la obscuridad que envuelve el bosque seriamos presa fácil de animales salvajes.
—¿No es peligroso quedarnos?
Comprendió a lo que su novia se refería. La cabaña debía pertenecer a una persona o varias, pues la cama no parecía no ser usada en tiempo y al fondo en un rincón se encontró con un paquete de leña y cerillas.
La posibilidad de que esa cabaña fuera refugio de alguien era factible en alto grado. No obstante, quería mantener la calma y no mostrar ese temor a su novia que tiritaba a su costado.
—Si alguien viene, no será bueno.
El temor de la castaña no resultaba para nada confortante, y hacia más difícil que se pudiera mantener sereno. Sin embargo, los peligros que hubiera afuera serían peor que la posibilidad de que alguien llegara a la cabaña. Cabía la posibilidad de que fueran buenas personas, y de no serlo ellos tenían la ventaja de estar adentro y no permitir el paso a los extraños trabando la puerta.
El único problema que detectaba era la ventana de la mecedora, la cual era muy grande y podrían entrar fácilmente por ella. Tendría que vigilar la ventana mientras la noche fuese la reina del firmamento.
Poniendo en práctica su plan trabaron la puerta como la mesa de noche, que estaba más pesada de lo usual y la mecedora. En tanto, la cama la arrastraron hasta la ventana, la pusieron en vertical como pudieron y la tapó el único acceso. La otra ventana era pequeña en forma de triángulo, y se ubicaba en la parte superior de la pared de la grande.
—Con esto bastara.
—Amor, mira.
Yamato pasó su vista hacia donde la mano de su novia apuntaba. Donde estuvo la cama se encontraba, como un espíritu mortífero, un machete. Se colocó enfrente del arma y lo miró sin tocarlo, le resultaba tan prohibido como un pecado capital. Las condiciones del objeto eran perfectas, no mostraba indicios de haber sido usada con anterioridad.
—Tranquila, linda, no pasa nada —sujeto el arma entre sus manos para observarlo mejor—. Esto nos serpa de ayuda, en caso de necesitarlo.
—Ruego por el que no lo necesitemos.
—Esperemos.
La pareja se acurruco en la esquina al fondo de la habitación, un punto que les permitía observar todo el recinto. El frio comenzaba a calar en sus huesos por lo que se juntaron más para mezclar el calor corrala de ambos.
El tiempo se volvió un enemigo de su mentalidad, estaban en ese punto de incertidumbre. Al no tener una manera de saber la hora solo esperaban a que la luna desapareciera del cielo para dar lugar a la luz del sol. Pero la espero se tornaba eterna y tediosa. Para el rubio el amanecer ya no debería estar muy lejos, por lo que se levantó dejando a su novia resguardad en la esquina.
Entre la ventana y la cama existía una pequeña abertura que le permitía ver hacia afuera, y para su sorpresa la Luna se mantenía en el mismo lugar de cuando se había despertado en esa tenebrosa cabaña.
—No puede ser —susurró para sí mismo.
La luna no se había movido ni un centímetro de su lugar en el firmamento. La única diferencia en ese punto eran unas nubes grises que surcaban por enfrente del gran circulo blanco.
—¿En dónde nos encontramos?
CINCO
La paciencia no era la mayor virtud de Taichí, y eso lo reconocía su novia que trataba de darle alcance a su paso. El camino por el bosque era escabroso lo que dificultaba poder andar sin dejar de mirar por donde se pisaba. Agregado a eso la vegetación y la neblina impedían poder andar con mayor velocidad sin correr el riesgo de tropezar.
En su andar la pelirroja recordó como habían tomado la loca decisión de andar por ese bosque tenebroso.
Ella fue la primera que despertó dentro de un automóvil azul deportivo. No consiguió recordar cómo había terminado en ese vehículo en medio de aquel bosque. Asustada, pero aliviada de no estar sola, despertó a su novio que dormía a en el asiento del conductor.
Una vez que Taichi despertó se dieron cuenta que ninguno recordaba el cómo llegaron a ese lugar. Incluso el castaño tuvo la idea de usar el vehículo para salir del bosque y encontrar una carretera que los llevara algún poblado. Sin embargo, el vehículo no arrancaba aun con las llaves puestas.
Desesperado por el tiempo que permanecieron en el automóvil esperando el amanecer, el joven apresurado salió del resguardo del vehículo y se adentró en el bosque. Sora lo intento detener, pero no le quedo más que ir con él en busca de un camino que los llevara a un lugar seguro.
—Llevamos horas caminando, y no damos con nada —espetó la pelirroja, que se abrazaba así misma por el frio—. No fue buena idea irnos del automóvil, a lo mejor alguien nos buscó en ese lugar.
Taichí se limitaba a escuchar a su novia, que por algún motivo oír su voz le irritaba, sin mencionar que debía admitir que su idea de buscar un camino resulto una estúpida.
Sin embargo, reconocía que no podían limitarse solo a esperar. No en ese lugar tan extraño donde el tiempo no parecía avanzar. Echo un vistazo al cielo y lo notó, igual que antes la luna seguía sobre su cabeza justo donde mismo.
Siguieron caminando a paso firme, en algún momento tenían que encontrar algo que les ayudara o les dijera donde se encontraban. Entre más avanzaban las nubes grises se aglomeraban con mayor peligro sobre sus cabezas. Se maldijo para sus adentros, podía sentir la mirada de su novia clavada en su nuca.
—Parece que lloverá, necesitamos refugio.
—No soy un idiota, se lo que necesitamos —repuso con desdén.
Anduvieron en busca de un lugar para resguardarse de la inminente lluvia, pero por más que caminaron lo único que hallaron fue arboles altos, y extraña vegetación. Esto comenzó a irritar a la pelirroja, que maldijo la gran idea de seguir a su novio por ese bosque peligroso.
No se percataron cuanto tiempo transcurrió desde que salieron del automóvil, pero para su fortuna del cielo no descendió gota alguna de agua. Impulsada por la curiosidad la joven alzo su vista para ver las peculiares nubes.
Estudio con detenimiento lo que por costumbre sabia se trataban de nubes, sin embargo, algo en las de esa noche le llamaban la atención. La textura no parecía ser vaporosa con forma de algodón, no esas que tenía sobre su cabeza. Entrecerró los ojos en un intento por ver más lejos, y detectar que había en ellas que no le inspiraban confianza.
—Es muy extraño, ¿no crees?
—¿Qué?
Sora no perdía de vista las nubes que surcaban el cielo obscuro. La extraña textura la reconoció como de algún tipo de tela o material parecido. Siendo que su madre era una famosa modista reconoció el lino en la nube más próxima. Esas texturas las conocía a la perfección, y esas nubes no eran de agua evaporada.
—Las nubes, no son nubes.
—¿Qué estás diciendo? —el castaño se detuvo, miró hacia arriba y observó las nubes grises.
—Su textura.
El castaño bajo la mirada hacia su novia que aun miraba hacia arriba con detenimiento. Imitándola regreso sus ojos al cielo, entrecerró los parpados para obtener una falsa vista más lejana y las vi flotando como promesas vacías.
Para el joven las nubes eran normales, la textura era como si de algodón se tratara pero se remarcaba con facilidad que era un vapor incandescente. No lo dijo en voz, pero por su mente paso la idea de que su novia estaba alucinando por el miedo que albergaba por estar en esa situación.
Se acercó a su novia y la sujeto de la mano, la pelirroja bajo la vista y se dio cuenta que él no veía lo que ella. Sus ojos mostraban una verdad inequívoca, y no quería que fuera tachada de loca.
—¿No lo ves? —hablo, irritada por la manera en que le miraba.
—Solo veo nubes normales, nada extraño.
—Obsérvalas bien, parecen hechas de lino —Sora apunto al cielo, estresada—. Son como las que mi madre usaba para crear su línea de ropa el año pasado.
En un intento por ver que decía la verdad volvió alzar su rostro para ver las nubes, pero todo lucia normal. La descripción de su novia distaba mucho de lo que sus ojos presenciaban, salvo que estaba consiente que lo evidente no lo era para su novia.
—Lo siento… amor —por algún motivo la última palabra se trabo en su garganta—, pero las veo normales.
Incrédula la pelirroja se soltó de la mano de su novia y lo miró como si fuera un extraño. No podía creer que en ese momento le estuviera jugando una broma. Iba hablar, pero algo en su corazón la detuvo. El latido dentro de su pecho fue como una sensación ajena y desagradable, no se sentía con la cara para reclamarle; eso la molesto.
—Venga, el cansancio nos está afectando —le volvió a sujetar de la mano, y una inquietud se alebresto en sus corazones, pero no lo demostraron—. Busquemos un lugar seguro para descansar un poco.
Sora quien retomo su atención a las nubes asintió con pesadez. Su molestia ya no solo era por el que su novio no le creyera de las nubes, ahora se sumaba esa sensación de culpa en su pecho.
SEIS
No estaba para nada bien lo que presenciaba, la luna no se había movido nada desde la última vez en se fijó en ella. Yamato, quien no quería alarmar a su novia, guardo su molestia por aquel hecho insólito. Sin embargo, reconocía que mantener a su novia en la ignorancia estaba mal.
Sopeso la idea de si mantener el silencio o hablar. La miró a su lado tan apacible como olvidando que se encontraban en ese misterioso lugar. No quería perturbar su calma, pero entre más esperara sería peor, y entre más pronto le dijera ella tendría más tiempo de asimilar todo.
Le llamo con su mote de cariño, y ella le prestó atención. Le explico lo que estaba sucediendo, y con incredulidad tuvo que llevar a la su novia hacia la ventana. Aunque no se percató de si no había cambiado la posición del ente astral, pudo notar que la noche aún estaba muy presente.
Con la obscura habitación, solo iluminada por la vela que mantenían con vida, la tensión envolvió la habitación. Mimi podría haber jurado que el aire se hacía más pesado, lo que le dificultaba la respiración. No le gustaba para nada esa sensación de asfixia.
El plan debía cambiar y eso lo supo el rubio en el momento en que noto el rostro desconsolado de su novia. Pero no quería salir y exponerla a un peligro mayor, esa cabaña era un buen refugio, incluso por el ambiente helado del exterior. Pensó que pudieran hacer diferente a lo que hasta el momento hacían, pero no conseguía encontrar que pudiera ayudar.
—Me estoy poniendo nerviosa.
—No te preocupes —la miró directo a sus ojos. Una sensación de protección, que jamás había sentido, broto de su pecho hacia su novia—. Yo te protegeré de todo.
Con un ferviente deseo de mantener a salvo a su castaña cerro su mano en un puño, y apretó tan fuerte que estuvo cerca de sacar sangre de su piel. Se perdió por un momento en la neblina, que resultaba un tanto hipnótica, y vio como apenas y se podían ver los arboles a lo lejos.
—Estoy confundida.
—Yo también —paso su mano por los hombros de la castaña. No deseaba que se alejara de él.
No hallando explicación lógica por lo que estaban viviendo volvió a llevar a su novia al rincón donde se resguardaban. Por la mente del rubio corría la loca y peligrosa idea de salir con la castaña fuera de la cabaña, y adentrarse en la espesura del bosque. La lógica ya no parecía estar presente en su cabeza, la estupidez por su parte tomaba la rienda de sus pensamientos.
Sintiendo algo húmedo en su ropa el rubio busco el motivo de aquello, solo para encontrarse con Mimi que dejaba escapar unas cuantas lágrimas. Su estado era un intento de su sistema por alejarse, tan siquiera un segundo, de aquel misterioso lugar. Seguramente deseaba volver a la fiesta donde estaban rodeados por personas conocidas, en la casa de un buen amigo. El único problema que tendrían allí seria que los padres de Taichi llegaran a la casa y los sorprendieran teniendo relaciones en el sofá de la sala que daba a la terraza.
Recordar eso provocó que le doliera la cabeza, instintivamente había tratado de rememorar los eventos que lo llevaron a esa cabaña. Le frustraba el no poder tener recuerdo alguno que respondiera sus dudas. El intervalo del periodo de entre la fiesta y su llegada a la cabaña no existía, era como si la hubieran borrado.
La castaña se acurruco entre sus brazos en un intento de sentirse protegida. La envolvió con mayor fuerza para que sintiera que estaba segura. En ese momento quería sentirse protegido como Mimi, pero siendo el hombre debía ser él quien tenía que proveer la protección.
—Trata de descansar, mantendré la guardia.
—¿Estas seguro?
—No tienes de que pero…
El Ishida no termino la oración debido a que la puerta principal se empezó a mover bruscamente de improviso.
Asustados la pareja no despego su mirada de la puerta que se zarandeaba violentamente. Mimi ahogo un grito al ver como casi cedía la puerta por el movimiento producido por alguien afuera de la cabaña que intentaba entrar.
Yamato recogió el machete del suelo y lo sujeto con fuerza. Aparto a su novia y se levantó con cuidado del suelo. Mimi no lo quería dejar ir, pero tenía que ir a la puerta y ver quien intentaba entrar; seguramente los dueños del lugar. Con sigilo se fue acercando a la puerta que había dejado de hacer esos movimientos violentos.
Cuando estuvo a pocos pasos de la puerta pudo escuchar un par de voces del otro lado. Se escuchaban acaloradas, y distinguió que eran un hombre y una mujer. Necesitaba entender las palabras que intercambiaban. Con el valor que consiguió obtener impulso a su cuerpo arrimarse a la puerta. Paso por un costado de la mesa y la mesita de noche, se dispuso a pegar su oreja sobre la superficie rasposa de la madera cuando dieron un par de golpes sobre la puerta.
—¡Demonios! —gritó, por el susto.
—¿Hay alguien dentro? —una voz de hombre pregunto. Y sonó muy familiar para el Ishida—. Por favor, ayúdenos, necesitamos entrar.
—¿Takeru?
Reconociendo la voz de su hermano comenzó a quitar las cosas que impedían que la puerta pudiera ser abierta.
—¿Yamato?
La voz de Takeru sonaba desesperada, y la forma en que lo llamó pudo notar que estaba aliviado de encontrarlo.
—Hermano, abre rápido, necesitamos ocultarnos.
Se detuvo en seco por esas últimas palabras, era como si esas palabras no fueran de su hermano. Se acercó por la abertura de la puerta para cerciorarse de que se trataba de Takeru, su hermano. Echo el vistazo, y efectivamente era su hermano que estaba del otro lado esperando ansioso por que abrieran la puerta.
Con ayuda de Mimi, que fue hacia donde él, quitaron la pesada mesa de noche y la mecedora. Apenas quitaron lo que estorbaba para ingresar a la cabaña la puerta se abrió de golpe, dejando pasar a Takeru que venía acompañado de Hikari.
Una vez que entraron el menor de los rubios pidió a gritos que cerraran la puerta. Tanto el rubio como la castaña estaba atónitos, con las pupilas dilatas y llenos de sudor.
—Hermano, ¿Qué hacían afuera?.
Yamato y Mimi fueron a donde los menores estaban descansando por lo que habían tenido que correr para llegar hasta esa cabaña.
—Esa cosa lo mato —dijo la menor de los Yagami—. Y me quiere a mí, él me lo dijo.
Perturbados por aquellas palabras Yamato y Mimi intercambiaron miradas. Con Hikari diciendo cosas extrañas solo hubo cupo para una pregunta en sus adentros: ¿Qué demonios ocurría en ese lugar?
SIETE
Al principio creyó que su reloj estaba descompuesto, y que las manecillas habían quedado en posición para marcar las tres y media de la madrugada, pero conforme avanzo el tiempo se percató que no amanecía. En su mente llevaba el tiempo, aun cuando la luna no ayudara, intentaba llevar un conteo. Para ese momento la Luna, inamovible de su lugar, ya tendría que haberse perdido en el horizonte y del lado contrario el sol tendría que salir con su imponente luz.
Nada de lo anterior ocurrió como debía, y la noche perpetua se negaba a desvanecer su reinado. Incluso para Takeru la noche se tornaba más obsucra conforme se suponía el amanecer tenía que hacer su aparición.
Se encontraban en una casa de campaña él y Hikari. No quisieron arriesgarse a salir al bosque y perderse, si estaban en un campamento seguramente alguien iría en su búsqueda. Pero no pasaba nada. Estaba completamente solo en ese punto de aquel enorme bosque.
Hikari, quien siempre se caracterizó por ser fuerte, no lograba mantener la calma. Sus pulgares jugaban entre ellos cuando mantenía sus manos entrelazadas. Sus ojos iban de un punto a otro del techo de la casa de campaña, y su cuerpo tiritaba por la falta de calor.
Ninguno recordaba cómo es que estaban en ese lugar tan extraño. Absolutamente nada. Su último recuerdo se trataba de ambos caminando por el pasillo de la casa de la castaña, salvo que no sabían a donde se dirigían, y porque solo ellos dos.
Eran borrosas las imágenes en sus cabezas, y confusas. El tiempo no parecía estar acorde a lo que recordaban, se trataba de un rompecabezas. Hikari se frustro a tal grado que lanzó un puñetazo al suelo con gran fuerza que se lastimo los nudillos.
—Desesperarse no ayuda —Takeru sujeto la mano lastimada de su amiga, y la examino para ver que se hubiera quebrado algún hueso—. Seguramente tomamos muchos, e hicimos una estupidez como venir acampar.
—Tengo mucho miedo, la incertidumbre combinada con la ansiedad me tiene frustrada.
La joven castaña sujetaba con fuerza sus piernas mientras clavaba su mirada en el suelo donde había golpeado.
—Para colmo, no amanece.
¿Dónde estamos? Se cuestionaba el rubio cada cinco minutos. Con la ausencia del amanecer, la luna inamovible y la densa niebla a su alrededor quiso creer que estaban en un sueño compartido.
Tristemente todo era tan real que el perturbador silencio del bosque les hizo recordar que estaban bien despiertos.
Con su buena memoria el rubio intento recordar las zonas aledañas a la ciudad donde vivían. Cuál de todas esas poseía las características de aquel bosque, quizás si recordaba eso sabría dónde estaban ubicados.
Salió de la casa de campaña para ver mejor su alrededor y que había que le pudiera ayudar para ubicarse.
Observó los árboles, la vegetación, la larga noche e incluso unas flores cercanas le ayudaban. Su cabeza se congeló cuando viendo todas las características del bosque concordaron con una en su memoria. Sacudió su cabeza para negar que estuvieran tan lejos de su hogar.
Miró hacia el cielo para encontrar las nubes grises que comenzaban a cubrir la luna. Permaneció un largo rato observando como si la respuesta estuviera detrás de alguna de las nubes que se cerraban al firmamento. En aquel lienzo una cosa peculiar capto su atención. Entre las nubes que dejaban ver al espacio no encontró ninguna estrella. Estando tan lejos de la ciudad en ese bosque se debería ser posible ver las estrellas en el cielo nocturno, sin embargo, no había ni un destello azul que acompañara a la luna.
—¿Qué observas?
Hikari salió de la casa de campaña para acompañarlo. La joven estaba arropada con una cobija con la que se encontraron tapados al despertar.
—El cielo.
Su compañera alzó la vista para presenciar lo que fuese que su amigo estuviera viendo. Nubes y la luna fue lo que encontró, nada anormal a sus ojos que debiera ser tomado en cuenta.
—Se supone que estando lejos de la gran ciudad, y sus luces, deberíamos poder ver las estrellas.
Intrigada por las palabras de su amigo la joven alzo una ceja. Aquella afirmación la tomo de sorpresa. Volvió su atención al cielo y espero una grieta entre las nubes para ver el firmamento. Una vez se dio la oportunidad hecho una mirada para corroborar lo que el rubio había dicho.
—Te equivocas —el rubio miro confundido a su amiga—. Si hay estrellas en el cielo.
—Te digo que no —afirmo irritado—. No es tiempo de bromas, Hikari.
—Si las hay —reafirmo—. Es una noche igual a todas con sus estrellas y la luna.
—¡No! En el cielo no hay ni una maldita estrella.
No le gusto el tono que uso su amigo, y menos le agrado el hecho que se aferrara a una mentira tan grande. Ella podía ver las estrellas en el cielo, sonaba estúpido que no las hubiera.
El rubio no recibió respuesta después de su explosión de carácter. Respiro hondo recuperando la compostura, ponerse de malas y gritarle a su amiga no ayudaría a que salieran de ese bosque.
—Disculpa, no era mi intención gritar.
No hubo respuesta. La castaña se limitó a ver a su amigo, primero su mano pasando por su pecho hasta llegar al azul de sus ojos.
—Este bosque es muy extraño, te puedo jurar que no hay estrellas en el cielo.
—Es que… yo si las veo.
Sus voces fueron más un suspiro que otra cosa. No tenían ya ni la fuerza para mantener una conversación.
Takeru se percató que la luz de la luna se opacaba, y el bosque se sumía de nuevo en una penumbra fantasmal. Una ligera neblina los empezaba a rodear de nuevo, salvo que esa ocasión les llegaba hasta las rodillas.
Todo en ese bosque era lúgubre y decadente. Atemporal y misterioso. Pensando en eso capto una pequeña cosa que podía no tener importancia, y era imperceptible. El silencio que reinaba en el bosque era abrumador, ni el lamento de un alma se podía escuchar. Era como si estuviera volviendo paranoico, respiro hondo y profundo para relajar sus músculos.
—¿Enserio no ves las estrellas?
—No, pero lo importante ahora es buscar salir de este bosque.
La idea que desecharon en un inicio ahora tomaba fuerza y cierta lógica. Tenían que salir de la casa de campaña y adentrarse al bosque. Si corrían con suerte quizás encontrarían alguien que los pudiera ayudar.
—Viendo que no amanece —hablo, mientras notaba como el miedo arruinaba el bello rostro de su amiga—, debemos movernos y buscar ayuda.
—¿Movernos? ¿A dónde?
—Busquemos un lugar más seguro —apunto la casa de campaña y añadió—. Mucho más seguro que esto.
Dudosa, la castaña asintió en forma de aprobación a la idea de su amigo, el cual sabía que no pediría hacer algo que los arriesgara. Confiaba en el buen juicio que poseía.
Cargando lo único que les podría servir de la casa de campaña (una linterna y la manta que traía Hikari), emprendieron la marcha. Se adentraron al bosque con neblina, y remplazaron la carpa por los troncos y ramas de los árboles.
Sujetados de la mano para evitar perderse recorrían un camino difícil y escabroso. Hikari caminaba insegura, cada paso que daba lo hacía como si dependiera su vida de no fallar.
En el trayecto un silencio se apodero de los amigos, acto que inquieto a la joven, pues siempre mantenían sus mentes ocupadas con alguna charla boba. Era su mejor mecanismo para no caer en el pesimismo. Sin embargo, ya tenían media hora en silencio y los demonios en su cabeza la azotaban con gran fervor.
El silencio solo reino hasta que se escuchó el ulular de un búho en la lejanía. Tener algo nuevo que escuchar fue bien recibido por la joven, que se detuvo solo un instante a contemplar aquel sonido.
—Es bueno saber que no estamos solos —comentó, como si nada la castaña.
—¿Cómo dices?
—Si, por fin ya no hay silencio —alzo su dedo índice sobre sus labios, y le invito a escuchar—. En búho. Ha de estar cerca.
Takeru que había avanzado un par de paso más que su amiga retrocedió. Hikari advirtió en la mirada de su mejor amigo que este no escuchaba el sonido de aquel animal nocturno.
—No escucho nada.
Molesta por creer que le quería devolver el juego de las estrellas rodo sus ojos y paso de largo de él. No quería enfrascarse en una estúpida discusión de si escuchaban al búho o no lo hacía. Pero cuando lo quiso dejar atrás la detuvo sujetándola de la muñeca. Al girarse vio pálido a su amigo con los ojos desorbitados y el rostro tenso; y eso era muy extraño en él.
—No es cierto.
—Solo hay silencio —fue lo único que pronuncio su amigo.
Se quedaron por unos largo minutos viendo al otro, conjeturando sobre lo que estaba sucediendo. Las estrellas, el búho. Cada quien tenía una percepción distinta de aquel bosque, se preguntaron qué otras cosas distinguía el otro que por su lado no captaban.
El rubio quiso articular palabra, pero cuando intento decir algo un frito estornudos se le adelanto.
Por la mirada del otro comprendieron que ambos lo habían escuchado, y que no era cosa de uno solo. Juntaron sus manos instintivamente mientras un segundo grito lleno de dolor y impotencia irrumpió entre los troncos de los árboles.
—¿Qué ha sido ese grito?
—No sé, pero no lo quiero averiguar.
Empujando a Hikari desde su mano empezaron andar con velocidad entre el bosque. Se alejaban de donde había sido producido el grito, o mejor dicho donde creían que se había producido.
Su andar fue acelerado con los constantes gritos que irrumpieron a la lejanía. El sonido era perturbador, y los tenía consternados. Sabían que era producido por ser humano, y por el desgarrador sonido no estaba pasando un buen momento. Pero para Hikari los gritos no eran lo único que la trastornaba, el ulular del búho era incesante a respuesta de cada alarido del extraño.
Siendo guiada por Takeru se permitió echar un vistazo hacia atrás. Notó como iban dejando neblina y arboles atrás, y antes de que viraran por el grueso tronco de un árbol alcanzó a ver la figura humanoide dibujarse como una silueta en el velo blanco.
Atemorizada por lo que acaba de ver no se percató que Takeru había colisionado con otra persona. El impacto fue tal que las tres figuras cayeron de lleno en el suelo recibiendo fuertes golpes. El daño fue tal que la joven se lastimo las costillas, y perdió el aire por el porrazo contra el suelo.
Con quejidos por los involucrados en el accidente los tres vieron hacia el lado que escucharon al otro lamentarse.
Hikari se encontró con Takeru a unos metros de donde se encontraba, pero el rubio miraba a un tercero punto más alejado. Por su expresión supuso que no era nada malo, y giro para encontrarse con uno de sus amigos.
—¿Takeru? —la pregunta vino de la voz inconfundible de Joe.
—Joe, que bueno es verte.
No hubo respuesta de aliento por parte del mayor del grupo. El peliazul se levantó del suelo con una velocidad jampas vista por su parte. Le ofreció una mano a su amigo para ayudar a que se incorporara; se percibía en un estado de pánico.
Joe entablaba una acalorada discusión con Takeru que fue desfigurando su rostro por lo que fuese que escuchase. Pronto el rubio corrió hacia ella y le ayudo a levantarse lo más rápido que pudiera, y solo pronuncio un par de palabras que la aterraron: Debemos huir.
El golpe de la caída aun arremetía contra sus costillas, pero no se quejaba al ver a sus amigos correr como si huyeran de alguien o algo. Por su mente la figura humanoide se hizo presente, y se estremeció de la sola idea de que fuera verdadero aquello que vio unos metros atrás.
—¿De qué huimos? —quiso saber.
Nadie le contesto y solo siguieron corriendo de forma desesperada como si alguien les estuviera pisando los talones. Era como si estuvieran en una carrera y desearan llegar en primer lugar para conseguir el trofeo.
Molesta por ser ignorada la joven soltó un par de veces más su duda, no obtuvo nada. Requería saber qué es lo que Joe le comentó a Takeru que les hizo correr como gallinas, aunque cabía la posibilidad que ni sus propios amigos lo supieran.
—¡¿De que huimos?!
—¡De eso!
Joe apunto hacia un punto en su espalda. Medio giro su rostro y por el rabillo del ojo lo volvió a ver. Esa forma humanoide oculta entre la neblina los estaba persiguiendo, solo que en ese momento parecía ser más un espectro que una figura humana.
Por el miedo de ser alcanzados los jóvenes no se percataron que enfrente una rama gruesa sobresalía del terreno, por lo que tropezaron volviendo a caer al suelo terroso. El único que consiguió esquivar la rama fue Joe que siguió corriendo dejando atrás a sus amigos, que lo vieron alejarse.
La escena paso en cámara lenta para el rubio y la castaña. El mayor del grupo al verlos caer se detuvo por un momento, dudoso de si ir en su ayuda o salir huyendo. Al final optó por continuar corriendo sin importar que aquel espectro los alcanzara y les hiciera algo. Takeru lo maldijo desde el suelo, mientras Hikari rompía en llanto.
El rubio se puso de pie tan rápido como su cuerpo reacciono, el dolor del golpe que se llevó no lo sentía. La adrenalina lo tenía en movimiento. Cuando fue en ayuda de Hikari, que no dejaba de llorar escucho un grito de susto.
A unos metros Joe estaba tirando en el suelo mientras la figura espectral hacia su aparición detrás de un troncó. Era insoluto que lo hubiera pasado y hubiera tomado la ventaja en la carrera. Ni cuando cayeron habían perdido tanto tiempo como para que se encontrara detrás de aquel árbol delante de ellos.
Cuando la neblina se disipo el espectro tomó forma humanoide; se trataba de un hombre alto y musculoso, con una máscara de dragón cubrir su rostro. La sangre en las venas del rubio se congeló cuando notó que aquel sujeto poseía en su brazo derecho una sierra eléctrica.
Activo el mecanismo de la sierra y sin titubear ni dudar la paso por el pecho de un estupefacto Joe. La sangre salió disparada en el aire y los alaridos de agonía de su amigo rompían en sus oídos como el peor sonido jamás escuchado.
Hikari, quien presenciaba por igual la escena, gritó de horror por lo que le estaban haciendo a su amigo. Cerro los ojos cuando el sujeto se hinco a un lado del cuerpo inerte de su amigo, y con un cuchillo grande le abrió del pecho hasta el abdomen bajo sacando las entrañas del joven; que miraba hacia la nada con sus ojos fijo.
Reconociendo que serían los siguientes, Takeru tomo de los hombros a Hikari y la obligo a correr. Tenían que alejarse de aquel lugar antes de que esa cosa se diera cuenta de su presencia y los persiguiera.
Corrieron cuanto sus piernas le dieron para alejarse de aquella carnicería. Takeru ahora llevaba cuidado por donde pisaban, un error y serian alcanzados como momentos antes. Echaba unos cuantos vistazos hacia atrás para garantizar de no ser seguidos por el hombre de la sierra. Lo único en lo que reparó fue que la neblina ya no era tan densa como cuando eran perseguidos por aquella cosa, que no podía ser un humano. Nadie los seguía, y eso lo tranquilizo solo un poco. Tenían que poner toda la distancia que pudieran de aquel punto del bosque, seguramente serian buscados. Pero cuando todo parecía tranquilizarse, Hikari irrumpió en gritos desconsolados.
—¡Viene por mí!
—¿Qué?
—¡Viene por mí, Takeru! —el rubio no entendía a que se refería. Nadie los estaba siguiendo—. Dijo que seguía yo.
Nada de lo que decía tenía sentido. El también estuvo en la muerte de Joe como para no escuchar que aquella cosa hubiera amenazado a su amiga. Nadie dijo nada.
—¿Quién dijo eso?
—El sujeto pequeño con mascara de madera.
Hikari estaba en pánico, y en un intento por salvar su vida detuvo su andar y con ella al rubio. Busco protección en el pecho de su amigo, quien le rodeo con sus brazos. Ella tiritaba tan fuerte que incluso podía sentir que él lo hacía.
—Me miro fijo a los ojos —dijo, con su voz amortiguada por su pecho—. Me apuntó con su marro gigante con puntas, y dijo que pagaría mis deudas.
El joven seguía sin comprender a lo que se refería su amiga, que desconsolada irrumpió en llanto. Lo que describía no tenía lugar, jamás se encontraron con un hombre pequeño de mascara de madera, solo con el alto y la máscara de dragón.
Ese bosque cada vez más le aterraba, y con lo que presenciaron sumado al estado de su amiga no quería estar en ese lugar ni un segundo más.
—Tenemos que seguir andando —no podía expresar su inquietud, Hikari le requería en calma y con todos sus sentidos—. No podemos dejar que nos alcancen.
Retomaron la carrera como si no hubiera un mañana. Salieron de la zona boscosa y se adentraron en un campo de pradera amplio hasta donde la neblina les permitía ver. Dudo por un momento en si debían cruzar aquel lugar tan abierto, en una persecución serian presas fácil, pero noto algo a lo lejos que le hizo cambiar de opinión.
La silueta de una cabaña se dibujaba en el velo blanco que los envolvía. Decidió tomar el riesgo, quizás en ese lugar encontrarían ayuda. Impulsado por una corazonada tomo a Hikari y recorrieron la pradera tan rápido como pudieron. Entre menos pasaran por la zona abierta más posibilidades de no ser descubierto tendrían.
¡Hola a todos!
Bueno, antes que nada quiero decir que últimamente estado releyendo mis historias y tome la decisión de darle una pulida algunas de ellas. Esta historia es una de las que recibirán el tratamiento, como la de EDLyE. Quise darle una re-escritura para darle un mejor trato a la lectura, agregando unas pocas cosas que harán entender mejor la historia o ampliar algunas escenas para que tenga mayor coherencia. Son cambios pequeños que respetan lo que fue el fic original, sin cambiarle nada sustancial como por ejemplo las muertes.
Esta historia estaba planeada publicarla después de terminar EDLyE: Isla File, pero siendo una historia más corta y teniendo problemas de tiempo la termine antes que la primera mencionada. Por tanto, decidí que no era necesario esperar tanto y traerla ahora.
Ojala que disfruten de la lectura, y que tanto viejos lectores del fic como los nuevos vean con buenos ojos este pequeño relato de terror.
Sin más que decir
Au Revoir.
