"Más grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombres, es la
conquista de uno mismo".
La lluvia empapaba su pelo negro. No le importaba. A él ya nada le importaba.
Caminaba tranquilamente por la solitaria calle. La gente se resguardaba bajo sus paraguas mientras se apresuraba a llegar a su destino. Normalmente su actitud era aquella, pero deseaba... necesitaba sentir vida.
Un mendigo se protegía con una manta de la lluvia, mientras corría hacia algún lugar seguro. Así se sentía respecto la vida. Inseguro, sin protección. Corriendo hacia la calma. La tempestad en su mente, revolviéndole las ideas.
Sus azules ojos ya no brillaban. Su cara no era el espejo de la felicidad. Su ser no era el reflejo de la vida. Reflejaban muerte, tristeza, desprecio, infelicidad.
Siempre le había gustado escuchar a su abuela relatar su juventud, aunque no dejaba de sentir odio. Escucharle contar todo aquello sin odio ni rencor le impresionaba desde niño. Ella siempre comentaba que la depresión era como un cristal, la lluvia y una persona.
El cristal estaba entre la persona y la lluvia. Cuando ésta golpeaba el cristal, intentaba llegar a la gente.
La persona feliz tenía la felicidad reclutada a presión gracias al cristal. La tristeza, el odio, los contratiempos, chocaban contra el cristal intentando pasar al otro lado. Si la cantidad era inmensa, rompía el cristal, dejando escapar a la felicidad para ocupar su sitio. La alegría también se iba, y la esperanza les acompañaba en el viaje. La desesperanza, la tristeza, la infelicidad, todos esos sentimientos, se quedaban a presión en el ser humano. El cristal no dejaba entrar a los sentimientos necesarios para sentirse bien.
Según su abuela, el cristal era duro, tenaz, fuerte. Difícil de agujerear. Cuando se estaba de un modo, pasar al otro era difícil. Los sentimientos lo hacían difícil. Padecer o dejar de sufrir una depresión no era sencillo. Y menos cuando la vida sólo golpeaba de un modo, alegre o triste.
Él no podía dejar de dar vueltas a aquellas palabras. No creía estar depresivo. Es más, le parecía egoísta teniendo una buena familia, dinero, amigos y salud tener una depresión. Sin embargo, su corazón no le indicaban lo mismo.
También se creía joven para sufrirla. Por ello le afectó tanto leer que los adolescentes eran un grupo de riesgo. ¿Sería él uno más entre la multitud? ¿Entre los miles de jóvenes que no veían más que nubes en el cielo del futuro? ¿Era él un enfermo de la depresión?
La respuesta inmediata fue que no. Que sería de locos pensar que tenía una depresión. Poco a poco pensó en cómo se sentía. Desamparado, solo, triste, infeliz, sin esperanza alguna, condenado al fracaso. Aquellos sentimientos no eran, en absoluto, positivos.
Pero el no tener sentimientos positivos no quiere decir que esté depresivo, pensó. Su mente asociaba la depresión al fracaso. ¿Fracaso...? No. Aunque le sonara mal decírselo él mismo, siempre había sido un triunfador.
Le ocurriera lo que ocurriera, debía consultar a alguien lo que pasaba por su cabeza. Rápidamente se le vino Sirius a la cabeza. No, él no era el indicado. Seguramente bromearía sobre el asunto. Remus no. Hace poco andaba como él, no era conveniente sacar el tema. Peter, aunque le costara admitirlo, no tenía suficiente cerebro para decir algo coherente, ni siquiera para explicarle cómo estaba. Lily... si no estuviese demasiado ocupada con su novela... sería la persona indicada.
Definitivamente, sus amigos estaban hechos para otras cosas. No para determinar si una persona estaba o no estaba así.
¿A quién acudir, entonces? Los amigos eran todo para él. Pero... la familia siempre estaba ahí.
Aunque... ¿su familia? Su padre se lo tomaría como una ofensa, ¡un Potter tenerla! Eso era para gente débil que no es capaz de asumir sus actos, opinaba. Si supiera lo equivocado que estaba... Quien se sentía así no sólo asumía sus actos, también se pasaba asumiéndolos. Su madre se echaría a llorar pensando en que era una mala madre, por no saber enseñar a sus hijos la felicidad. ¿Enseñar la felicidad? ¿Como se enseña un hechizo, una poción, un hecho histórico? Era como el amor. No se puede aprender. Sólo se siente, y punto.
El abuelo George estaba enfermo. El abuelo Jeff y la abuela Sarah eran incapaces de hablar de sentimientos. Nunca creyó que sintieran algo más que lo que sus nervios les transmitían. Desgraciadamente... la abuela Jenny murió recientemente. No tenía a nadie con quien hablar sobre él. Siempre se podía hablar de quidditch, colegio, música, libros... pero nunca de sentimientos. ¿Por qué era un tema tabú decir lo que se sentía? ¿Acaso no toda persona, por el simple hecho de serlo, sentía? De acuerdo, eso se contradecía con lo que decía de sus abuelos. Es que sus abuelos no eran personas. Eran máquinas hechas para los negocios.
Tal vez lo que le entristecía era ver a Lily así. Nerviosa, intranquila, siempre rodeada de libros y hojas. No paraba de escribir. Según ella, estaba escribiendo una de las grandes novelas del siglo XX. Eso sí, siempre en broma. Se le veía tan bonita cuando sonreía tras decir aquello...
Sonreía y te miraba con calidez. Estaba unos segundos en silencio y, después, volvía a sus hojas. Su mundo se había reducido a la novela. Era una lástima no ver tan a menudo como antes su sonrisa. Sentir su felicidad aflorar por cada poro de su piel. Observarla leyendo un libro, y recomendarlo mientras tu cara reflejaba asombro porque una chica de catorce años quisiera leer aquello. La ternura que expresaba.
Su princesa.
Amaba a Lily. Sí, la amaba. No podía soportar verla tan apagada. Él nunca había escrito nada que no fuera un examen o los deberes. No le veía interés a algo así. Lily no decía eso.
Para ella, escribir era su forma más agradable de expresarse. De fomentar la imaginación. De plasmar lo que se pasaba por su cabeza. De disfrutar.
A menudo se quedaba sola en la sala común escribiendo pequeños relatos que pocas veces dejaba leer. Se sentía feliz cuando escribía. Se olvidaba de las preocupaciones y dejaba paso a la tranquilidad. De vez en cuando se le veía tensa mientras redactaba todo y una gran sonrisa le hacía creer que Lily era la mujer ideal cuando terminaba el momento crucial de la historia.
¡Aquello era lo que le deprimía! No poder disfrutar de Lily. Necesitaba verla, sentirla junto a él. Sentir que le amaba. Que le correspondía.
Iba tan absorto en lo que pensaba que no se dió cuenta de que alguien venía de frente. Un inmenso dolor en la frente y el golpe contra el suelo le hicieron gritar. Sintió su pelo mojado, la ropa empapada y unas lágrimas mezcladas con la lluvia.
Miró contra quien había chocado.
No podía creerlo.
¡Era ella! ¡Lily!
Mientras se disculpaba, vio que la lluvía había dejado a Lily tan mojada como él. Su rostro era triste y tenso. Era como el de James. Un mar de dudas y de desesperanza.
No podía dejar de mirarla. Estaba preciosa, pero su rostro... no parecía el de una chica de su edad. Aparentaba bastantes más. La novela le estaba causando bastantes disgustos en casa, tenía entendido. Su padre no veía con buenos ojos que se dedicara a escribir a esa edad, pensaba que la distraía de sus estudios. Su madre creía que serían cuentos infantiles sin ningun valor. Su hermana... su hermana despreciaba cada cosa que hacía.
Le dijo que no soportaba la presión. En su casa el ambiente era bastante desagradable, nadie la comprendía y mucho menos la apoyaba. Opinaban que eran "caprichos de la edad". Harta de escuchar siempre lo mismo, había salido a la calle para aclarar sus ideas y para sentirse viva.
No estoy pasando por buenos momentos, James, susurró. Mi cabeza está... está revuelta.
La mía también, contestó el joven.
Mira si me afecta todo esto que hasta me parece que te quiero...
James no daba crédito a sus oídos. ¿Amarle? ¿Lily? ¿Una persona tan... especial? No, ese tipo de personas viviría con un buen marido, sería feliz junto a él, nunca viviría junto a un chico tan simple como él.
Lily... ¿estás segura de lo que dices?
Yo ya no estoy segura por nada... ni siquiera sé por qué acabo de soltar esa tontería...
Lo verías como una tontería... ¿si te dijese que te amo?
Lily observó el húmedo pelo de James, la ropa tan mojada como la suya, la expresión de su cara. Él también había aclarado, o eso creía, lo que sentía.
James... no creo que sea buena idea... bastante difícil tengo ya mi vida con mi hermana para que tú...
Lily, no debe importarte lo que diga tu hermana. Tu mente es la que manda en ti. Ya mandará Petunia en la suya. No es conveniente que nadie gobierne más vida que la suya. Bastante difícil es ya hacerlo uno mismo, para que los hermanos anden manipulando la vida y los sentimientos.
Sí, bueno, sí... tienes razón pero... eres hijo único, James, no sabes lo que es dormir junto a una persona que te odia y que cree que eres una desgracia para la humanidad, una persona como mi hermana. No puedo arriesgarme a sentir algo por ti.
La sensación de euforia que se obtiene con el riesgo es única. Deberías probarla...
James.
Dime, Lily.
¿Estás seguro de lo que sientes? Somos muy jóvenes como para... tener "algo". No me puedo arriesgar por un simple amor adolescente...
A pesar de mi joven cuerpo, soy capaz de amar como sólo una persona adulta sería capaz. Tú me lo has enseñado... me has enseñado lo que es amar. Quiero aprender qué es el amor correspondido... estar seguro de ello...
Lily retuvo sus lágrimas. James la abrazó.
Sintió un escalofrió en la espalda. La lluvía había parado. El sol empezaba a brillar sobre el pueblo.
Estuvieron durante varios minutos allí, de ese modo.
James yo..., susurró Lily.
James la calló. Le besó suavemente. Lily le devolvió el beso.
Intentémoslo, dijo James.
Lily le guiñó un ojo y le abrazó.
Intentémoslo, repitió Lily.
Cada uno se fue a su casa. Ambos sintieron una mezcla entre amor, ternura y felicidad indescriptible. Ya nada les entristecería. El cristal se volvería irrompible.
El amor había triunfado por encima de todo.
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¡Bueno, bueno, no me peguéis! En la depresión tendré experiencia, pero en el verdadero amor no. Me he inspirado en "La Batalla", de Nacho Cano. Por eso recibe el fan fiction ese nombre. Os recomendaría la canción, al igual que el resto de ese GRAN disco, Un Mundo Separado Por Un Mismo Dios. Es completamente instrumental.
Para todos aquellos que sufren en silencio (no me refiero a los que tengan almorranas ¬¬).
La lluvia empapaba su pelo negro. No le importaba. A él ya nada le importaba.
Caminaba tranquilamente por la solitaria calle. La gente se resguardaba bajo sus paraguas mientras se apresuraba a llegar a su destino. Normalmente su actitud era aquella, pero deseaba... necesitaba sentir vida.
Un mendigo se protegía con una manta de la lluvia, mientras corría hacia algún lugar seguro. Así se sentía respecto la vida. Inseguro, sin protección. Corriendo hacia la calma. La tempestad en su mente, revolviéndole las ideas.
Sus azules ojos ya no brillaban. Su cara no era el espejo de la felicidad. Su ser no era el reflejo de la vida. Reflejaban muerte, tristeza, desprecio, infelicidad.
Siempre le había gustado escuchar a su abuela relatar su juventud, aunque no dejaba de sentir odio. Escucharle contar todo aquello sin odio ni rencor le impresionaba desde niño. Ella siempre comentaba que la depresión era como un cristal, la lluvia y una persona.
El cristal estaba entre la persona y la lluvia. Cuando ésta golpeaba el cristal, intentaba llegar a la gente.
La persona feliz tenía la felicidad reclutada a presión gracias al cristal. La tristeza, el odio, los contratiempos, chocaban contra el cristal intentando pasar al otro lado. Si la cantidad era inmensa, rompía el cristal, dejando escapar a la felicidad para ocupar su sitio. La alegría también se iba, y la esperanza les acompañaba en el viaje. La desesperanza, la tristeza, la infelicidad, todos esos sentimientos, se quedaban a presión en el ser humano. El cristal no dejaba entrar a los sentimientos necesarios para sentirse bien.
Según su abuela, el cristal era duro, tenaz, fuerte. Difícil de agujerear. Cuando se estaba de un modo, pasar al otro era difícil. Los sentimientos lo hacían difícil. Padecer o dejar de sufrir una depresión no era sencillo. Y menos cuando la vida sólo golpeaba de un modo, alegre o triste.
Él no podía dejar de dar vueltas a aquellas palabras. No creía estar depresivo. Es más, le parecía egoísta teniendo una buena familia, dinero, amigos y salud tener una depresión. Sin embargo, su corazón no le indicaban lo mismo.
También se creía joven para sufrirla. Por ello le afectó tanto leer que los adolescentes eran un grupo de riesgo. ¿Sería él uno más entre la multitud? ¿Entre los miles de jóvenes que no veían más que nubes en el cielo del futuro? ¿Era él un enfermo de la depresión?
La respuesta inmediata fue que no. Que sería de locos pensar que tenía una depresión. Poco a poco pensó en cómo se sentía. Desamparado, solo, triste, infeliz, sin esperanza alguna, condenado al fracaso. Aquellos sentimientos no eran, en absoluto, positivos.
Pero el no tener sentimientos positivos no quiere decir que esté depresivo, pensó. Su mente asociaba la depresión al fracaso. ¿Fracaso...? No. Aunque le sonara mal decírselo él mismo, siempre había sido un triunfador.
Le ocurriera lo que ocurriera, debía consultar a alguien lo que pasaba por su cabeza. Rápidamente se le vino Sirius a la cabeza. No, él no era el indicado. Seguramente bromearía sobre el asunto. Remus no. Hace poco andaba como él, no era conveniente sacar el tema. Peter, aunque le costara admitirlo, no tenía suficiente cerebro para decir algo coherente, ni siquiera para explicarle cómo estaba. Lily... si no estuviese demasiado ocupada con su novela... sería la persona indicada.
Definitivamente, sus amigos estaban hechos para otras cosas. No para determinar si una persona estaba o no estaba así.
¿A quién acudir, entonces? Los amigos eran todo para él. Pero... la familia siempre estaba ahí.
Aunque... ¿su familia? Su padre se lo tomaría como una ofensa, ¡un Potter tenerla! Eso era para gente débil que no es capaz de asumir sus actos, opinaba. Si supiera lo equivocado que estaba... Quien se sentía así no sólo asumía sus actos, también se pasaba asumiéndolos. Su madre se echaría a llorar pensando en que era una mala madre, por no saber enseñar a sus hijos la felicidad. ¿Enseñar la felicidad? ¿Como se enseña un hechizo, una poción, un hecho histórico? Era como el amor. No se puede aprender. Sólo se siente, y punto.
El abuelo George estaba enfermo. El abuelo Jeff y la abuela Sarah eran incapaces de hablar de sentimientos. Nunca creyó que sintieran algo más que lo que sus nervios les transmitían. Desgraciadamente... la abuela Jenny murió recientemente. No tenía a nadie con quien hablar sobre él. Siempre se podía hablar de quidditch, colegio, música, libros... pero nunca de sentimientos. ¿Por qué era un tema tabú decir lo que se sentía? ¿Acaso no toda persona, por el simple hecho de serlo, sentía? De acuerdo, eso se contradecía con lo que decía de sus abuelos. Es que sus abuelos no eran personas. Eran máquinas hechas para los negocios.
Tal vez lo que le entristecía era ver a Lily así. Nerviosa, intranquila, siempre rodeada de libros y hojas. No paraba de escribir. Según ella, estaba escribiendo una de las grandes novelas del siglo XX. Eso sí, siempre en broma. Se le veía tan bonita cuando sonreía tras decir aquello...
Sonreía y te miraba con calidez. Estaba unos segundos en silencio y, después, volvía a sus hojas. Su mundo se había reducido a la novela. Era una lástima no ver tan a menudo como antes su sonrisa. Sentir su felicidad aflorar por cada poro de su piel. Observarla leyendo un libro, y recomendarlo mientras tu cara reflejaba asombro porque una chica de catorce años quisiera leer aquello. La ternura que expresaba.
Su princesa.
Amaba a Lily. Sí, la amaba. No podía soportar verla tan apagada. Él nunca había escrito nada que no fuera un examen o los deberes. No le veía interés a algo así. Lily no decía eso.
Para ella, escribir era su forma más agradable de expresarse. De fomentar la imaginación. De plasmar lo que se pasaba por su cabeza. De disfrutar.
A menudo se quedaba sola en la sala común escribiendo pequeños relatos que pocas veces dejaba leer. Se sentía feliz cuando escribía. Se olvidaba de las preocupaciones y dejaba paso a la tranquilidad. De vez en cuando se le veía tensa mientras redactaba todo y una gran sonrisa le hacía creer que Lily era la mujer ideal cuando terminaba el momento crucial de la historia.
¡Aquello era lo que le deprimía! No poder disfrutar de Lily. Necesitaba verla, sentirla junto a él. Sentir que le amaba. Que le correspondía.
Iba tan absorto en lo que pensaba que no se dió cuenta de que alguien venía de frente. Un inmenso dolor en la frente y el golpe contra el suelo le hicieron gritar. Sintió su pelo mojado, la ropa empapada y unas lágrimas mezcladas con la lluvia.
Miró contra quien había chocado.
No podía creerlo.
¡Era ella! ¡Lily!
Mientras se disculpaba, vio que la lluvía había dejado a Lily tan mojada como él. Su rostro era triste y tenso. Era como el de James. Un mar de dudas y de desesperanza.
No podía dejar de mirarla. Estaba preciosa, pero su rostro... no parecía el de una chica de su edad. Aparentaba bastantes más. La novela le estaba causando bastantes disgustos en casa, tenía entendido. Su padre no veía con buenos ojos que se dedicara a escribir a esa edad, pensaba que la distraía de sus estudios. Su madre creía que serían cuentos infantiles sin ningun valor. Su hermana... su hermana despreciaba cada cosa que hacía.
Le dijo que no soportaba la presión. En su casa el ambiente era bastante desagradable, nadie la comprendía y mucho menos la apoyaba. Opinaban que eran "caprichos de la edad". Harta de escuchar siempre lo mismo, había salido a la calle para aclarar sus ideas y para sentirse viva.
No estoy pasando por buenos momentos, James, susurró. Mi cabeza está... está revuelta.
La mía también, contestó el joven.
Mira si me afecta todo esto que hasta me parece que te quiero...
James no daba crédito a sus oídos. ¿Amarle? ¿Lily? ¿Una persona tan... especial? No, ese tipo de personas viviría con un buen marido, sería feliz junto a él, nunca viviría junto a un chico tan simple como él.
Lily... ¿estás segura de lo que dices?
Yo ya no estoy segura por nada... ni siquiera sé por qué acabo de soltar esa tontería...
Lo verías como una tontería... ¿si te dijese que te amo?
Lily observó el húmedo pelo de James, la ropa tan mojada como la suya, la expresión de su cara. Él también había aclarado, o eso creía, lo que sentía.
James... no creo que sea buena idea... bastante difícil tengo ya mi vida con mi hermana para que tú...
Lily, no debe importarte lo que diga tu hermana. Tu mente es la que manda en ti. Ya mandará Petunia en la suya. No es conveniente que nadie gobierne más vida que la suya. Bastante difícil es ya hacerlo uno mismo, para que los hermanos anden manipulando la vida y los sentimientos.
Sí, bueno, sí... tienes razón pero... eres hijo único, James, no sabes lo que es dormir junto a una persona que te odia y que cree que eres una desgracia para la humanidad, una persona como mi hermana. No puedo arriesgarme a sentir algo por ti.
La sensación de euforia que se obtiene con el riesgo es única. Deberías probarla...
James.
Dime, Lily.
¿Estás seguro de lo que sientes? Somos muy jóvenes como para... tener "algo". No me puedo arriesgar por un simple amor adolescente...
A pesar de mi joven cuerpo, soy capaz de amar como sólo una persona adulta sería capaz. Tú me lo has enseñado... me has enseñado lo que es amar. Quiero aprender qué es el amor correspondido... estar seguro de ello...
Lily retuvo sus lágrimas. James la abrazó.
Sintió un escalofrió en la espalda. La lluvía había parado. El sol empezaba a brillar sobre el pueblo.
Estuvieron durante varios minutos allí, de ese modo.
James yo..., susurró Lily.
James la calló. Le besó suavemente. Lily le devolvió el beso.
Intentémoslo, dijo James.
Lily le guiñó un ojo y le abrazó.
Intentémoslo, repitió Lily.
Cada uno se fue a su casa. Ambos sintieron una mezcla entre amor, ternura y felicidad indescriptible. Ya nada les entristecería. El cristal se volvería irrompible.
El amor había triunfado por encima de todo.
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¡Bueno, bueno, no me peguéis! En la depresión tendré experiencia, pero en el verdadero amor no. Me he inspirado en "La Batalla", de Nacho Cano. Por eso recibe el fan fiction ese nombre. Os recomendaría la canción, al igual que el resto de ese GRAN disco, Un Mundo Separado Por Un Mismo Dios. Es completamente instrumental.
Para todos aquellos que sufren en silencio (no me refiero a los que tengan almorranas ¬¬).
