A lo lejos se dibujaba la silueta de Lychfield. Miró el reloj. Las cuatro menos cinco. Llegaría puntual al horario de visitas. "Como siempre". Sonrió para sí misma. A fin de cuentas era especialista en que todo fuera tal y como ella quería. Apretó el acelerador y el coche rugió en respuesta. Le gustaba ese sonido.
Cuando bajó del coche el aire otoñal le golpeó en la cara y revolvió su cabello rojizo. Se colocó bien la chaqueta de cuero y entró en el recinto. Tuvo que pasar por un detector de metales y soportar que una mujer rubia y malhumorada la cacheara. Observó los alrededores mientras la registraba: un par de guardias en la puerta y dos en el piso de arriba. "Podría entrar en esta cárcel con una pistola y un solo cargador" pensó con desdén. Vio a un hombre con un fusil en el piso de arriba hurgándose la nariz "y me sobrarían balas" rodó los ojos. Se jactaban de medidas de seguridad pero aquello era un teatrillo. Pero si quería verla, como prometió, tenía que pasar por aquello. Eran las reglas. Le indicaron que todo estaba bien y la rubia la acompañó hasta la sala de visitas.
Allí estaba ella, con el pelo rojo peinado en punta, el maquillaje impecable y las gafas colgando del cuello, como siempre. En cuanto la vio se levantó del asiento con una sonrisa.
-¡Natasha , cielo mío! – abrió los brazos para recibirla.
-Hola, abuela- dijo con una sonrisa de medio lado.
Se abrazaron unos instantes, lo suficiente para que un guardia cercano ladrara:
-Nada de contacto físico
-Vete a al infierno- contestó abruptamente Red en ruso.
-Abuela…- reprendió cariñosamente Natasha.
-Al demonio, eres mi nieta y te abrazo si yo quiero, no pueden quitarme eso- dijo con su acento característico. Ella había perdido el acento de niña, y oír el suyo la reconfortaba… Le hacía sentir un poco… En casa. Si es que ella alguna vez había tenido eso.
Se sentaron una enfrente de la otra.
-¿Qué tal va el negocio?- inquirió con un gesto de cabeza.
-¿Te refieres a la tienda de Nueva York o a cómo me va a mí con el negocio?- dijo levantando una ceja.
-Ya que me sacas el tema… ambos- rió cruzándose de brazos.
-La tienda… cuando pasé por delante tenía un cartel de "se alquila". Me he informado y cerró hace unos meses. Y yo… bueno, a mí me va bien- dijo enigmáticamente.
- Esa Chapman es mujer muerta cuando la pille… mentirme… ¡A mí! Hay gente que no aprende- siseó furiosa Red ante las nuevas noticias.
-Sé que esa tienda era importante para ti – estiró el brazo para tocar su mano crispada, con las uñas impecablemente pintadas de rojo. Su abuela suavizó la expresión.
-Era mi orgullo, yo la saqué adelante… tu abuelo es un inútil, y tus tíos unos chapuceros… Que será de ellos sin mí. Los hombres son unos inútiles Tasha, tenlo presente. Si quieres hacer lago, debes hacerlo tú misma- dijo levantando el dedo índice y apuntándola. Estrechó los ojos y alargó una mano en su dirección- ¿Te has cambiado el pelo? Me gusta cómo te queda. – Apoyó una mano en su mejilla- Niña, estás delgada, ¿Te dan de comer bien?- por toda respuesta Natasha rodó los ojos- Tengo un yogurt en el bolsillo de la chaqueta… No es mucho pero por algo se empieza…- dijo en tono conspirador. Eso la hizo sonreír. Desde luego, si no estuviera en la cárcel estaba segura de que Furia vería que su abuela tenía un enorme potencial para el espionaje, que por supuesto, ella había heredado.
-No abuela, estoy bien- dijo riéndose.
- ¿No será que haces dieta? Porque eso son todo pamplinas. A saber que te han metido en la cabeza esos… - dijo con un deje dramático.
-Ya no hay nadie que se meta en mi cabeza- dijo mirándola a los ojos. Red se limitó a asentir. Ambas se fijaron en como el guardia que las había increpado antes estaba inclinado hacia ellas, claramente poniendo la oreja en su conversación.
-¿Solucionaste lo de tu misión? He visto noticias sobre organizaciones secretas y espionaje… Temí que no vinieras por estar ocupada. Sabía que eso significaba que estarías en medio- dijo hablando rápido en ruso.
- Todo bajo control, no te preocupes- le respondió también en su lengua materna.
-Entonces… ¿la comida bien?- insistió.
- La comida no es un problema, me pagan bien- sacudió la cabeza sonriendo.
-Bueno pero ese trabajo es peligroso… - podía palparse la preocupación en sus palabras.
-Acepté ese trabajo porque me ayudaron a salir de aquello… y además las dos sabemos que negocié tu traslado aquí y las condiciones de tu condena. Lo hice por ti. Esto… se me da bien. No tienes que preocuparte. Preocúpate por los otros – dijo sonriendo.
La carajada de su abuela fue genuina, echando la cabeza hacia atrás.
-Esa es mi Tasha- dijo palmeando su mejilla.
El guardia puso mueca de disgusto al oírlas hablar en ruso y fue a dar una vuelta por la sala. Ambas intercambiaron una mirada cómplice.
-¿Qué tal te va por aquí abuela? ¿Alguna novedad?- se interesó sonriente.
-Bueno… desde que ya no estoy en la cocina esto ya no es tan divertido como antes… pero tengo a mis chicas y ahora me va bien en el invernadero, pero eso no me alejará para siempre de la cocina, tengo planeado mi regreso, haré lo que sea necesario para volver a mis fogones. – dijo algo más animada.
Un guardia entró escoltando unos visitantes que parecía, se habían retrasado más de lo habitual, refunfuñando sobre los horarios y la puntualidad. Ambas levantaron la vista hacia ellos. Fueron directos a su mesa.
-¿Podemos sentarnos?- dijo el hombre con una sonrisa burlona.
-¿Qué hacéis vosotros aquí?- dijo Natasha sin salir de su asombro.
