Hibari ha visto de reojo desde la ventana de su despacho a veces. En realidad siempre le ha visto de reojo desde ella. Sin apenas fijarse pero a la vez robándole una atención que sabe que no debería tener. Porque no se la merece, porque sabe que no debería tenerla. Pero la tiene. Y a veces no recuerda cuando ha dejado de mirar de reojo y simplemente se ha girado a mirar por la ventana de forma distraída. Son esos momentos los que le hacen gruñir por lo bajo. Porque desde ahí, su ventana, puede ver el cambo de beisbol y casi, casi puede escuchar los gritos a través del cristal durante los entrenamiento este abierta o no.
A veces pasa cuando se toma esos pequeños descansos entre trabajo y trabajo. Simplemente pasa. Cuando quiere darse cuenta ha dejado de mirar los papeles, ha dejado de prestarle atención al tick tack del reloj y su mirada se ha fijado en Yamamoto. Empieza siendo algo sin importancia, sin forma. Una mirada vaga al campo y a los chicos que corren entrenando. Una distracción cualquiera, como miles que podría tener, como ver a los animales en el zoológico ir de un lado a otro como estúpidos. Si, casi es lo mismo. Pero Hibari se maldice a si mismo cuando su mirada acaba en él.
Es un chico normal, incluso demasiado normal para que sea normal. Un estúpido más de aquella escuela, quizás algo más que estúpido se obliga a recordarse a veces. Es demasiado alegre, demasiado alto, demasiado fuerte, demasiado llamativo. Lleva el pelo revuelto como un perro que nunca se está quieto y muchas veces está muy cerca de serlo. Ojos marrones curiosos, alegres y esa sonrisa eterna. Tan eterna que si lo piensa con calma no recuerda haberla visto desaparecer de esos labios nunca. Una sonrisa perruna de esas que enseña colmillos. Alegre e imbécil. Y se pegaría a si mismo una vez más por fijarse en tantas cosas que no debería recordar tan claramente.
Siempre le ha recordado a un perro, de estos alegres, demasiado alegres, y amistosos.
Es por eso que Hibari siempre acaba preguntándose porque no puede evitar mirarlo. Porque sus ojos, sin su maldito permiso añadiría, no pueden evitar fijarse en él. Siempre desde lo lejos. Siempre con ese par de idiotas que parecen incluso más estúpidos que él incluso.
Sabe que es del tipo de persona que no soporta. Tiene una risa demasiado escandalosa en ocasiones. Aunque en realidad SIEMPRE es escandalosa. Es una risa de estas que iluminan casi sin darte cuenta, que contagian alegría aunque no lo quieras obligándote a sonreír. Sonrisas pegajosas que se te quedan pegadas al zapato hasta que tienes que deshacerte de ellas a la fuerza.
Y es justo ese tipo de persona que menos soporta.
Demasiado alto.
Demasiado alegre.
Demasiado Yamamoto Takeshi.
