Mientras enumero las cosas que extraño de ti, pienso en la unión de la unión de la unión… que forman Yuuko. No puedo evitar perderme en infinitos cantorianos, en busca de conjuntos derivados, que paren súbitamente cuando intento hallar lo que amo de Yuuko. En algún momento desapareciste de la realidad sensible, pues ahora eres eterna en el concepto ontológico de Platón. Eres eterna y accesible. Tu cabello siempre luce negro en esa dimensión. Tus hebras de cabello todavía giran en forma de círculo, cuando las ráfagas de viento friccionan con tu rostro. Esa idea flexible, esa idea… solo esa idea… Ya no me hablas más. Ya no huelo el aroma invernal de tu bufanda azul. Ya tu sombra, atrapada después de las 18, se fue. Todo lo que me queda, es un borroso frame que intento pulir en días de diversión, como haciendo de mi apatía voluntaria, una constante de mi vida nostálgica que se niega a sacarte de su propio imaginario.

Hoy, diez años después, sigo con mi vida, entregándome a la infinidad de estímulos que me distraen. Es sumamente extraño abrazar los estímulos mundanos y conservar tu morfo, un morfo hediondo, rancio y putrefacto. Basta contarte que acostumbro a ser el último en el bar, ya que ahí siempre se aparece, con brumosa lentitud, el caos sonoro y el caos visual; pues es siempre la dosis perfecta para almas taciturnas como la mía. En casa está tu morfo, emanando con violencia el aroma de la distorsión, un aroma inmoral, un aroma incorrecto. Debo decir que esta fue la única manera de estar cerca, no junto, sino cerca de ti, tan cerca como lo están los números racionales al número trascendental, ese que partió a otra cardinalidad y se esfumó del mundo sensible del primer álef. Esto es todo lo que me queda, Yuuko-san, una interacción unilateral que coquetea con la locura. Pasarán los años, y yo continuaré con mi monólogo, hasta que decidas descender y hablar conmigo.

Finalmente, luego de atormentarme día tras día sobre el desarrollo de los sucesos, imaginando desenlaces paralelos, presentes alternativos; terminaré mis días agonizando sobre el inevitable destino que consuma la correspondencia entre el ser y el ente, pues tu muerte es una verdad uniforme. Espero algún día morir de esa manera. Si y solo si muero en la verdad uniforme, volveremos a vernos en el place o quizás en el non-place.